Una meditación en torno a 1 Pedro 2,20-25
Ovejas y Pastores
Recuerdo haber visitado una página web de un hombre que se manifestaba ateo. Un tipo muy inteligente y muy versado en asuntos de ciencia, filosofía e historia. Parecía tener un arsenal inagotable de recursos de todo tipo para demostrar cuán absurda y perniciosa es la idea de creer en un Dios. Como conclusión de todas sus invectivas terminaba diciendo: “sólo necesita un pastor el que se cree oveja.” Según su opinión, ahí estaba el resumen de la religión: las limitaciones de nuestro ser humano nos hacen proclives a buscar un consuelo y una explicación afuera de nosotros, o, como decía Feuerbach: “no es Dios el que ha creado al hombre, sino el hombre el que ha creado a Dios.”
Las historias y posturas de estos ateos sirven de punto de reflexión sobre lo que significa tener un pastor. Aquel hombre de la página web publica lo suyo y quiere que algunos estén de acuerdo con él, pues de otro modo no gastaría tiempo en decir nada. Quiere guiar a otros; quiere ser pastor de otros.
Por otra parte, ese mismo hombre sigue lo que él considera que es una luz, una luz grande, una luz definitiva. Para él, la ciencia moderna es su gran luz. Está convencido de que las respuestas están ahí, incluso las respuestas para las preguntas que no nos hemos hecho todavía. Él piensa que todas las preguntas ya fueron hechas o que las que no se han hecho se podrán responder de la mejor manera siguiendo esa luz de la razón científica. Es un acto de confianza que se parece mucho a la oveja que sigue a su pastor, porque en efecto se refiere no a las certezas que uno tiene sino a las que uno supone que tendrá.
Leyendo cosas como la de este ateo cibernético o las de Feuerbach veo cuánto acierto hay en la perspectiva que nos presenta Pedro en la segunda lectura de este domingo pasado: ovejas somos, así nos descarriemos. Al fin y al cabo, una oveja descarriada sigue siendo oveja, sólo que esta vez se trata de una oveja atraída por algún pasto sabroso, o un paisaje ameno, o un arroyo fresco, o tal vez por el ejemplo de otra oveja.
El mensaje cristiano, entonces, puede escribirse así: “Como ser humano, irás detrás de alguna luz, algún apetito, algún pastor. Todo radica en que escojas al pastor correcto, que no sea uno que te destruya y se aproveche de ti, sino uno que te ame y defienda. Esas son las credenciales con las que se ha presentado Cristo: recíbelo, pues, como tu pastor y señor de tu vida.”
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