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24.04.13

La Guerra Semántica, (I)

Introducción

En Marcos 1,23-26 encontramos un comportamiento extraño del demonio:

[Jesús] estaba en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual comenzó a gritar, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios. Jesús lo reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Entonces el espíritu inmundo, causándole convulsiones, gritó a gran voz y salió de él.

Hay varias cosas qué destacar en esos breves versículos.

Quienes quieren interpretar lo diabólico como fruto de la mentalidad precientífica propia del tiempo de Jesús tienen un serio escollo aquí. Ese hombre de la sinagoga no es un epiléptico. Su capacidad de interpretación o deducción no está empobrecida sino que sobrepasa lo que la gente “normal” ha podido saber de Jesús, ya que el endemoniado llama a Jesús “el Santo de Dios.” Este hecho no es un caso aislado: Marcos 1,34 comenta que el Señor “no dejaba hablar a los demonios, porque ellos sabían quién era El.” Esto lo dice el evangelista como una especie de regla general. Que alguien explique cuál es esa enfermedad mental contagiosa que le permite a la gente reconocer quién es Jesús.

DarknessOtra cosa que llama la atención es que el comportamiento del demonio resulta indescifrable a primera vista: ¿que gana con proclamar a Jesús como “Santo de Dios"? En Marcos 5,31, en el pasaje sobre otro endemoniado, el gadareno, leemos que este pobre le dice a Jesús: “¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes.” Eso es declararse vencido. ¿Termina ahí la intención del demonio?

Creo que la advertencia de Santiago 2,19-20 es útil en este punto: “Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan. Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril?” La advertencia del apóstol es clara: uno puede proclamar algo y desdecirlo, o peor aún, ridiculizarlo, luego con sus obras. La sola proclamación del señorío de Cristo no basta, porque puede ser el principio de una genuina profesión de fe, o el principio de una burla bien pensada.

Alguien comentaba que una de las expresiones que se repiten con más frecuencia en la televisión norteamericana, tanto de tipo “rosa” como la clasificada “para adultos” es el famoso “OMG!” o sea, “¡Oh, my God!” Imagina a una actriz porno repitiendo ese estribillo mientras realiza las peores aberraciones. Uno se da cuenta que la afirmación de que Cristo es Señor, o la invocación “¡Dios mío!,” quedan severamente envueltas en blasfemia si luego el corazón y la vida no son coherentes con las palabras.

Dicho de otro modo: aquellos endemoniados del Evangelio estaban en realidad contraatacando: sus palabras eran un insulto vestido en palabras verdaderas con aspecto de alabanza. Estamos ante un caso de una guerra semántica en que lo que se intenta destruir es la capacidad de las palabras para transmitir verdad y sobre todo, para revelar a Dios mismo. Este es un caso pero no es el único.

El llamado “matrimonio” homosexual

Varios autores han llamado la atención sobre el carácter “innovador,” en el peor sentido de la palabra, que tiene eso de llamar “matrimonio” a la unión entre homosexuales, sean hombres o mujeres. La primera víctima en la avanzada de la legislación en favor de ese uso novedoso del término matrimonio es precisamente el término mismo. Sobre esto he leído magníficos análisis pero pocos textos pueden compararse con las declaraciones de una activista pro-homosexual, Masha Gessen:

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26.03.13

De acuerdo, vamos a mejorar nuestros sacerdotes

Y “vamos a mejorar nuestros sacerdotes” quiere decir esto:

  1. No vamos a permitir la murmuración. Ni cuando parece bien intencionada. Ni cuando parece que la persona necesita desahogarse. Ni siquiera cuando el crimen que señala ha sucedido. Una cosa es luchar por la erradicación de un crimen–como caso extremo, digamos, el abuso de un menor de edad–y otra cosa es que alguien se sienta con autorización para regar veneno contra la Iglesia cada vez que abra su boca. Las denuncias hay que hacerlas: claras, certeras, serenas, objetivas, y sobre todo: ante la autoridad civil o eclesiástica pertinente. Y no más. Lo que sigue de ahí se llama: darle uno la lengua a Satanás para que la use como instrumento contra Cristo y el valor de su Sangre en la Iglesia.
  2. sacerdoteNo vamos a permitir la indiferencia vocacional. Que haya un sacerdote ante el altar es asunto que me concierne a mí. Y a ti. Y a todos. No es “su” problema ni “su” negocio. El sacerdocio toca todas las fibras de la Iglesia. Sin sacerdotes no hay plena vida sacramental. La vitalidad de la predicación, la solidez de los principios morales, la guía de camino a la santidad, la libertad frente a la idolatría del mundo… todo ello es posible con muchos y muy buenos sacerdotes. Eso nos importa a todos, en todas partes, y siempre. La animación vocacional, la oración por las vocaciones, el apoyo económico, cuando es necesario, para los seminaristas y jóvenes religiosos, es un deber que brota del hecho mismo de ser bautizados.
  3. No vamos a descuidar nuestros sacerdotes. Demasiado cómodo resulta para algunos sacerdotes encerrarse en su egoísmo, sus comodidades o sus miedos. Demasiado cómodo para nosotros encerrarnos en nuestros hogares, nuestros intereses o nuestros prejuicios. Y luego demasiado cómodo para ellos llevar dobles vidas, o buscar consuelos mundanos o ilícitos. Y demasiado irresponsable de nuestra parte esperar a que caigan, ellos solos, para entonces señalarlos, y juzgarlos, y hundirlos. Necesitamos un ambiente de calidez en el respeto, y de amistad en Cristo para con todos nuestros sacerdotes, para que amen su vocación, se sientan útiles, y a la vez puedan liderarnos en una vida cristiana plena.
  4. Sí vamos a proclamar con gozo que somos rebaño de Jesucristo. Si el Señor no se avergüenza de nosotros, ¿qué tal está que nosotros nos avergoncemos de pertenecerle? Muy al contrario, proclamaremos que “somos su pueblo y ovejas de su rebaño,” y diremos sin temor que los Apóstoles y sus sucesores, es decir, nuestros obispos, han recibido el encargo de alimentarnos y cuidar de nuestros corazones. Frente a un mundo que levanta la bandera de una supuesta “autonomía” para detrás de ella clavar el puñal de la soledad amarga y el absurdo, nosotros haremos frente común con nuestros diáconos, sacerdotes y obispos. Bajo el cayado del Papa, permaneceremos unidos como pueblo que confiesa la fe en el Dios uno y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Con motivo del Jueves Santo de 2013. Laudetur Iesus Christus!

20.03.13

Una Carta al Papa Francisco

Son tan grandes y evidentes las muestras de cercanía con que has querido iniciar tu pontificado que parece casi natural escribirte y tratarte de “tú,” o de “vos,” como se usa en Argentina. Permite entonces que de modo fraterno, como es tu estilo, y con el corazón lleno de afecto, como se deja sentir el tuyo, te dirija estas palabras.

Papa FranciscoMe motiva el amor; así de sencillo. De joven novicio dominico pude acercarme por primera vez a la vida y los escritos de Santa Catalina de Siena. Pronto quedé contagiado del fuego de su amor por la Iglesia, así como de su certeza inconmovible en la presencia del Señor Jesús en su Vicario, a quien raramente llamaba de otra manera que no fuera el “Dulce Cristo en la Tierra.” Mi vida religiosa, toda ella, y mi servicio sacerdotal, todo él, han estado siempre impregnados de ese amor por el Papa, en la certeza de que “confirmar en la fe” es ministerio que toca, levanta y santifica todos y cada uno de los aspectos de la vida de la Iglesia. Nada hay en el Cuerpo de Cristo que no tenga su sustento último y su razón de ser en el misterio de la fe, y por eso, nada hay que sea ajeno al Sucesor de Pedro.

Mas no pretendo desarrollar, ni en bosquejo, la teología del papado. Mi propósito es solamente señalar algunas amenazas que veo cernirse, ya desde tempranas horas, sobre el servicio que el Espíritu Santo te ha pedido y encomendado desde el día 13 de Marzo de 2013. Bien sé que te rodean muchos consejeros de abundante luz y sincero afecto a la Iglesia. Quizás por ello mis palabras sobren. Pero aún si sobraran en el Vaticano creo que no harán daño sino algún bien en otros lugares, a otros hermanos y hermanas que puedan leerlas, porque así seremos más los que tendremos renovados motivos para rodearte con nuestra oración, amistad, obediencia y apoyo.

Mencionaré cinco amenazas.

1. Algunos grupos de presión ("lobbies") van a querer usar tu lenguaje sobre una Iglesia humilde y pobre como arma en contra de la enseñanza moral y ministerial propia de la Iglesia.

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14.03.13

Saludo al Sucesor de Pedro

El Papa Francisco en el lenguaje de los tweets:

Papa Francisco

01 de 12 Tu nombre te asocia a los grandes de la humildad, la santidad, la misión y la reforma de la Iglesia. ¡Qué hermoso!

02 de 12 ¡Gracias por tu recuerdo agradecido hacia nuestro inolvidable Benedicto XVI!

03 de 12 Gracias por pedirnos la bendición antes de bendecirnos. Muchos rompimos en llanto de gratitud por eso.

04 de 12 Gracias, porque tu humildad pasó bajo el radar de tantos expertos, que así podrán aprender mucho de ti.

05 de 12 Primer Papa de la Compañía de Jesús: ¡qué tesoro de experiencia traes en ese corazón!

06 de 12 Porque eres latino, algunos piensan que serás menos “fuerte;” pero no se te eligió por latino sino por creyente.

07 de 12 Eres embajador millones de hombres y mujeres de los países en desarrollo. Pero en realidad ya perteneces a todos.

08 de 12 Pareces “medieval” a algunos, y demasiado “progresista” a otros. Esa descalificación simultánea es buen signo.

09 de 12 Tu postura es firme contra la teología de la liberación, y firme es tu amor a los pobres. ¡Gusta esa combinación!

10 de 12 Me gusta el saludo que te dio la Conferencia Episcopal Española: “Tiene el perfil de un santo.”

11 de 12 Desde el Cielo te saluda también Catalina de Siena: “Dulce Cristo en la tierra.”

12 de 12 Santidad: Bendecimos tu nombre y tu vida, Francisco, Papa. Y te ofrecemos nuestra oración, amor y obediencia.

11.03.13

¿Ha llegado el fin de los tiempos?

* Hoy en día circula, especialmente por Internet, todo un cúmulo de mensajes de tipo apocalíptico, junto con las más diversas interpretaciones de esos mismos mensajes. Lo inusual de la renuncia de un Papa (Benedicto XVI), despierta curiosidad y preguntas en muchos, y tal es el ambiente que favorece ese tipo de mensajes.

* ¿De qué fuentes provienen esos mensajes? Hay en la Biblia el libro del Apocalipsis; existe también la literatura apocalíptica, dentro y fuera de la Biblia; y hay además una serie de mensajes, que se atribuyen a Jesús o a la Virgen, algunas veces con gran despliegue y aprobación, como es el caso de Fátima, otras veces con alcance más bien modesto, cual sucede con tantas manifestaciones privadas que tienen hoy en día no pocas personas, a las que se suele llamar “instrumentos.”

* Esos mensajes no son consistentes sino que se contradicen bastante. Algunos aseguran que Benedicto XVI fue el último Papa verdadero, de modo que su sucesor sería ya un instrumento del mal; otros en cambio aseguran que el Papa que suceda a Benedicto XVI será especialmente estricto, y por ello será rechazado. Algunos ven la renuncia del Papa como algo inusual pero dentro de lo explicable y normal; otros en cambio sostienen que el Papa fue obligado a renunciar o que se vio abrumado por traiciones, presiones y escándalos y por eso renunció.

* Muchos, en todo caso, creen que se puede hacer corresponder estos hechos de nuestra historia con los relatos del libro del Apocalipsis o con partes de los mensajes cifrados que supuestamente se hallan en revelaciones privadas. Según ellos, estaríamos entrando en una etapa de la historia que se llama “fin de los tiempos.”

* El problema es que esa manera de interpretar la literatura apocalíptica hace de los textos una especie de “guión” de cine que estaría sólo al alcance de gente muy perspicaz. Ambas presunciones parecen ajenas a la Biblia: una interpretación de correspondencia, o de guión de cine, supone una especie de fatalismo y viene a declarar como inútil la apertura del ser humano hacia la conversión. Según indicaba el entonces Cardenal Ratzinger, ya en el año 2000, las profecías son siempre condicionales, porque finalmente la ley último del actuar divino está en aquello de “No quiero la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta y viva,” según dijo el profeta Ezequiel.

* Es más correcto y sano leer el Apocalipsis, y toda literatura de su tono, como una invitación perpetua a la conversión y la esperanza, sabiendo que las escenas allí descritas son como prototipos del actuar del mal en sus diversas fases, y anticipaciones también de la presencia salvífica del Dios que nunca deja de ser Dios. El anticristo, por ejemplo, es presentado en singular en el Apocalipsis mientras que San Juan, en su Primera Carta, habla de “muchos anticristos,” donde se ve que una lectura por “prototipos” es más correcta y cercana a la Biblia.

* Queda claro que somos apremiados en la tarea de la conversión y la fidelidad, pero no por vía de pánico ni de lecturas sofisticadas, que en todo caso estarían lejos de la comprensión de los más sencillos. Nuestra fidelidad y caridad al proclamar el Evangelio de salvación son la mejor manera de aguardar al Señor “hasta que vuelva.”