InfoCatólica / Tal vez el mundo es Corinto / Categoría: Iglesia

14.09.15

Prepararse para lo improbable, 1 de 2

El mundo contemporáneo abunda en sorpresas. Lo inesperado es el recurso cotidiano para ganar un poco de atención y unos segundos del precioso tiempo de posibles clientes o compradores.

El problema es que en una sociedad progresivamente desconectada de sus raíces culturales, e incluso raciones, más y más cuestiones caen en la penumbra de lo “decidible.” La típica sociedad liberal deja prácticamente abiertas a discusión interminable asuntos tan decisivos como el aborto, la estructura de la familia o la modificación genética de la especie humana. Es apenas natural, entonces, que diversos grupos de intereses quieran hacerse oír de modo que sus agendas particulares puedan imponerse por encima de la cacofonía reinante. A su vez, esto implica que nuevos modos de publicidad y marketing hagan su aparición en los lugares menos esperados, precisamente porque el factor sorpresa es vital para el éxito de esta clase de campañas.

En sí misma, la capacidad de sorprender es moralmente neutra, diría yo. Jesús fue “sorprendente” muchas veces y en la Historia de la Iglesia no han faltado novedades y sorpresas que han hecho posible o más eficiente o más amable la evangelización. De hecho, todo o casi todo lo que damos por descontado en nuestra vida cotidiana como creyentes, algún día fue sorprendente. ¿Se usaban las campanas en la Jerusalén de la  época de Cristo? ¿Se rezaba el rosario en tiempos de San Gregorio Magno? ¿Escribió San León Magno meditaciones para el Via Crucis? ¿Qué dice San Ireneo del uso del órgano tubular en la liturgia? ¿Se postró San Bernardo ante algún Pesebre (o Belén, o Nacimiento, según se le conoce en otros sitios)? La respuesta a todas estas preguntas es: No. Lo cual quiere decir que el uso de campanas, el rezo del rosario, la práctica del Via Crucis, el uso del órgano tubular o la costumbre de hacer el pesebre en algún momento, con mayor o menor medida fueron “sorpresas.”

También en los métodos de evangelización ha habido grandes sorpresas, que con el tiempo se han mostrado sumamente positivas. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola generaron no poca desconfianza y preguntas en su tiempo. Siglos antes, aquello de que los religiosos vivieran en la ciudad y predicaran y enseñaran en universidades fue muy mal recibido, por lo menos en la Universidad de París, con la dirección del arzobispo de la misma ciudad, en el siglo XIII. Si vamos al siglo XIX, encontramos que hubo en Roma quienes se preguntaban por qué Don Bosco no se dedicaba “como todos los demás” a una parroquia, en la que, juzgaban ellos, tendría amplio espacio para todo su celo pastoral.

Hay sorpresas negativas también en el campo de los métodos. Infocatólica ha informado oportunamente de muchas combinaciones explosivas o incluso sacrílegas que se han intentado bajo capa de una “novedad” en la evangelización: desde abusos litúrgicos que claman al cielo hasta mezclas sincréticas con estilos y filosofías orientalistas.

Por ello digo que el hecho mismo de que algo sea sorprendente no es todavía información suficiente, para decidir si es útil y correcto, en términos de nuestra fe.

Este tema tiene otra faceta, sin embargo: las sorpresas que el mundo nos da. En lo cual también hay de riesgo, de trampa pero también de oportunidad.

20.06.15

Una Nueva Institucionalidad

Una Nueva Institucionalidad

Síntesis de un retiro espiritual ofrecida a las Hermanas Dominicas de la Presentación, en Bogotá, Colombia. El punto central es superar esa idea de que lo propio del “carisma” y del carácter “profético” de la vida religiosa se pierde o disuelve inevitablemente en las estructuras del “poder.”

1. ¿Por qué es necesario lo “institucional” en la vida religiosa?

  • Los procesos de formación requieren estabilidad.

  • No es posible establecer metas a largo plazo sin claridad en cuanto a recursos, propósitos y personas.

  • Las obras menores o nacientes—típicamente obras misioneras—requieren apoyo y cuidado constantes.

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16.05.15

También en medio del dolor aseguramos oración y afecto a nuestros obispos

Monseñor Juan Vicente Córdoba es obispo de la diócesis de Fontibón, en el perímetro de la ciudad de Bogotá. Hasta no hace mucho tiempo fue portavoz de la Conferencia Episcopal de Colombia. En ejercicio de ese elevado cargo, en distintas ocasiones y escenarios ha presentado la posición de la Iglesia en contra de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Sus argumentos y modo de exposición, en cuanto a este tema, han sido fieles a la enseñanza oficial de la Iglesia, y a la vez útiles en el contexto de las discusiones caldeadas y polémicas de estos temas hoy.

Recientemente, sin embargo, en un foro con asistencia mayoritaria de jóvenes pertenecientes o simpatizantes del colectivo LGBTI, Monseñor hizo varias declaraciones desobligantes: por el lenguaje, por las insinuaciones vulgares y gratuitas, y sobre todo por apartarse de la enseñanza de la Iglesia en cuanto al ideal de vida cristiana para una persona con tendencia homosexual. Monseñor sugirió que no tiene problema para la Iglesia la convivencia entre homosexuales aunque siguió afirmando que no deberían adoptar.

Debemos pensar que su intención pastoral era probablemente buena: mostrar a algunos de los más alejados de la Iglesia que ésta quiere acogerlos, y sobre todo: que hay que distinguir entre la tendencia y la práctica homosexual. Pero sus aclaraciones posteriores, incluso disculpándose del lenguaje usado en el foro LGBTI, parecen insuficientes no sólo por el lenguaje bajo utilizado sino porque ha presentado la cohabitación como moralmente neutra o aceptable moralmente.

Lo que sigue de aquí es desalentador y confuso. Las reacciones han sido numerosas y dispares. Los simpatizantes del movimiento gay saludan con gozo que un obispo se hubiera atrevido a hablar en términos de clara aceptación aunque siguen rechazando lo que ellos ven como una exclusión de su “derecho” de adoptar. De otro lado, millones de católicos, entre los que me cuento, sentimos profundo dolor por nuestra Iglesia, y aunque agradecemos el gesto de humildad de Monseñor, solamente esperamos que su predicación brille de tal modo con la claridad de la doctrina de la Iglesia, que toda duda se disipe y se pueda reparar algo del daño causado.

No cabe echar la culpa a los medios de comunicación en este escándalo doloroso. Tampoco caben las disculpas del tipo “Yo no sabía que me estaban grabando.” Hay derecho a esperar mucho más y mucho mejor de la boca de nuestros obispos. Pero para que ello suceda, y se reparen en algo las heridas, todos, y no solamente Monseñor Córdoba, hemos de orar con intensidad y hacer penitencia con sinceridad. Estimo que es la manera correcta de apoyarlo.

20.01.15

Fundaciones nuevas de estilo tradicional

Después de prudente oración, y de pedir luz al Espíritu Santo, he considerado mi deber compartir algunas reflexiones sobre aquellas comunidades religiosas nuevas en las que se destacan elementos tradicionales. Para que nos entendamos sin rodeos, hablo de las Hermanas y de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada (FFI), aunque quizás lo que aquí expongo se puede aplicar a otras fundaciones más o menos recientes en las que hay un énfasis parecido.

Unos datos cronológicos básicos ayudan a ubicar el conjunto de los hechos. Se trata de una congregación religiosa católica que nació como movimiento espiritual en 1970. Stefano María Manelli y Gabriel Maria Pelletieri, dos frailes menores conventuales, inspirados por el Concilio Vaticano II, intentaron vivir auténticamente la Regla de San Francisco de Asís, siguiendo el ejemplo y el carisma de San Maximiliano María Kolbe.

Ya estos datos iniciales pueden ser nuevos para algunos lectores. Muchos piensan que se trata de una fundación más reciente pero ya vemos que data del tiempo inmediatamente posterior al Concilio y según lo que dice la página web oficial, precisamente en razón del Concilio:

¿Por qué los dos Fundadores comenzaron la experiencia de la Casa Mariana? La respuesta a esta pregunta es muy simple y hermosa: porque el Concilio Ecuménico Vaticano II los sacudió y los retó de un modo saludable, empujándoles a no ser “oyentes olvidadizos” sino “fieles cumplidores” de la Palabra de vida (Carta de Santiago 1,25)

[Destacados de la página original; traducción mía. Texto original aquí.]

En la misma referencia se destaca la importancia que los dos Fundadores, y las congregaciones por ellos fundadas de frailes y de hermanas, deben darle a la obediencia a la Iglesia y a la obediencia al Concilio Vaticano II. Esto se afirma claramente.

Podemos decir que esa obediencia ha sido puesta a prueba por hechos recientes que son ampliamente conocidos. La comunidad ha sido intervenida en el año 2013 por la Santa Sede, que le ha nombrado un Delegado Apostólico en la persona del sacerdote capuchino Fidenzio Volpi. La manera como el Vatican Insider describe los hechos es esta [destacados míos]:

La Congregación para los religiosos, con la aprobación de Papa Francisco, decidió el pasado 11 de julio [de 2013] una investigación sobre la Congregación de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada, una orden religiosa en la que la espiritualidad del pobrecillo de Asís ha estado acompañada, durante los últimos años, de una atención predominante hacia la liturgia tradicional.

La investigación, se lee en el decreto del “ministerio” vaticano para las órdenes religiosas, quiere «tutelar y promover la unidad interna de los Institutos religiosos y la comunión fraterna, la adecuada formación a la vida religiosa y consagrada, la organización de las actividades apostólicas» y «la correcta gestión de los bienes temporales».

La decisión llegó tras la visita apostólica que comenzó en julio de hace un año y que condujo monseñor Vito Angelo Todisco. El que guiará temporalmente la orden, con el encargo de «delegado apostólico» será el fraile capuchino Fidenzio Volpi.

El decreto informa que Papa Francisco dispuso que los frailes de la orden deberán, a partir de ahora, «celebrar la liturgia según el rito ordinario», es decir la misa post-conciliar en las lenguas locales, mientras que la celebración de la misa en latín, con el rito tridentino –liberalizada por Benedicto XVI con el Motu Proprio “Summorum Pontificum” – «tendrá que ser autorizada explícitamente por las autoridades competentes, para cada religioso y o comunidades que hagan peticiones».

Después del Motu Proprio de 2007 del Papa Ratzinger, los Franciscanos de la Inmaculada habían decidido adoptar la «forma extraordinaria» del rito romano, es decir la misa tridentina, como su rito principal; para sus monjas, el uso de este rito era exclusivo.

Hay varias cosas qué destacar en esos datos, que supongo fidedignos.

1. Obsérvese que la “visita apóstólica” que condujo a la presente “investigación,” tuvo su comienzo en Julio de 2012, realizada por Mons. Vito Angelo Todisco, con el conocimiento y autoridad delegada del Papa Bendecito XVI. Este es un dato que no suele tenerse en cuenta: la preocupación por este Instituto Religioso empieza más de medio año antes de la renuncia del Papa Benedicto XVI, y claramente empieza con su conocimiento y autorización. El mismo Papa que facilitó la celebración mediante el rito extraordinario ordenó una visita apostólica a este Instituto en que el Reito extraordinario se convirtió en el modo ordinario, cotidiano y único de celebrar la Eucaristía.

2. Es verdad que el Concilio Vaticano II ha sido instrumentalizado por muchos de lo que se suele llamar “progresismo” para justificar todo tipo de desmanes pero, ¿es fidelidad al Concilio Vaticano II hacer obligatoria la Misa segun el rito extraordinario? Uso a propósito la expresión “obligatorio” porque hay dos cosas claras: Primero, una Comunidad “misionera,” como se presentan los FFI, tiene culto público, que, en cuanto servicio pastoral de la Iglesia, no tiene como primer referente la devoción o preferencia personal sino el bien del conjunto de los fieles. Segundo, si una Comunidad ofrece únicamente el rito extraordinario hace obligatorio ese rito en sus capillas, templos y parroquias.

3. ¿Corresponde a la letra e intención de Summorum Pontificum de Benedicto XVI que se tenga el rito extraordinario como única forma de celebración, conduciendo en la práctica a la admisión obligatoria, por parte de seglares y religiosos, de esta forma de celebrar la Eucaristía? En su parte normativo el Motu Proprio de Benedicto estipula en el Artículo 1: “El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la «Lex orandi» («Ley de la oración»), de la Iglesia católica de rito latino.” ¿Queda eso patente en su carácter normativo cuando sólo se celebra en una Comunidad el rito extraordinario?

4. Sigamos con Summorum Pontificum, en su Artículo 3, que conviene citar íntegramente, sobre todo para destacar la clarividencia de Benedicto XVI:

Las comunidades de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, tanto de derecho pontificio como diocesano, que deseen celebrar la Santa Misa según la edición del Misal Romano promulgado en 1962 en la celebración conventual o «comunitaria» en sus oratorios propios, pueden hacerlo. Si una sola comunidad o un entero Instituto o Sociedad quiere llevar a cabo dichas celebraciones a menudo o habitualmente o permanentemente, la decisión compete a los Superiores mayores según las normas del derecho y según las reglas y los estatutos particulares.

Es evidente la distinción entre el culto conventual, estrictamente hablando, y el culto público–dato que no se suele tomar en cuenta. Así como puede existir una lícita corriente de devoción que enfatiza algunos aspectos más tradicionales, y hay derecho a que esa devoción exista, también existe el derecho de la mayoría de los fieles de acceder a la espiritualidad de un Instituto sin por ello tener siempre y en todas partes el rito extraordinario. Es lo que enseña el Decreto, no lo que digo yo.

Se ha dicho con mucha facilidad que la prohibición de seguir usando el rito extraordinario, estipulada en el Decreto del 11 de Julio de 2013, es una “contradicción” con lo que había hecho el Papa Benedicto. Supongo que es parte de esa costumbre de estar queriendo comparar y contraponer Papas. Pero ya hemos visto que la decisión de hacer una visita apostólica a los FFI vino de Benedicto, y ahora vemos que el mismo Benedicto había reservado la celebración ordinaria de lo extraordinario a los Superiores mayores “según las normas del derecho.” Ese “derecho” incluye entonces el discernimiento de los Superiores mayores pero también de aquellas autoridades propias de la Sede Apostólica, como vemos que sucede. No hay una negación de Summorum Pontificum sino lo contrario: una aplicación de lo que este Motu Proprio establecía.

5. Por otra parte, Federico Lombardi, portavoz de la Curia Vaticana, respondía a una pregunta el 8 de agosto de 2013 dando señales de asuntos más profundos: “El nombramiento de un Comisario Apostólico para la Congregación de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada se refiere a la vida y al gobierno de la Congregación en su conjunto y no sólo a cuestiones litúrgicas.” Esto también es bueno tenerlo presente. Lo que se alude a la vida y gobierno de la Congregación “en su conjunto” no son nimiedades, según lo ya citado de julio del mismo año 2013: “la comunión fraterna, la adecuada formación a la vida religiosa y consagrada, la organización de las actividades apostólicas…y la correcta gestión de los bienes temporales.”

Y aquí viene otro dato importante: tanto la visita apostólica como la posterior investigación bajo autoridad de un Comisario, son intervenciones solicitadas por miembros del mismo Instituto Religioso. Lombardi explica que se está tratando de “responder a problemas específicos y tensiones que se han creado en esta Congregación en lo que se refiere al rito de la celebración de la Misa.” No es difícil imaginar qué tipo de tensiones. Aunque nos gusta imaginar un grupo de frailes alegres, humildes y fervorosos y sobre todo: perfectamente concordes, la realidad muestra que más de un joven y más de una joven se han preguntado si dentro de la fidelidad a la inspiración de San Francisco y dentro de la fidelidad al Vaticano II está el hecho de que la Misa deba ser la de Trento. De hecho, en la intución fundacional no estaba celebrar así ni pedir excepción que les permitiera celebrar así. La “novedad” es la imposición de lo “tradicional.” En lógica eso se llama “non sequitur.”

Clarísimo está que en principio es lícito celebrar según el misal de 1962, pero jóvenes hay, y no tan jóvenes, que se han preguntado si unas cosas están tan ligadas a las otras… o tal vez no. Infocatólica publicó en su momento un informe leído por el padre José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, en el que se indica que un 74% de los miembros del Instituto pidieron intervención de la Santa Sede. Que yo sepa, nadie ha negado esa cifra.

Vayamos ligeramente más adelante. Desde un punto de vista quizás cargado de cierto romanticismo, puede ser hermoso ver a un grupo de mujeres jóvenes, con sus hábitos modestos pero bien cuidados, recitando los salmos en latín. Pero, ¿tiene sentido, sin la debida preparación, que ese sea el único modo de orar de manera oficial ofrecido a las Hermanas? Como más de uno de los lectores habituales de estas líneas tendrá cierta familiaridad con el latín, a los que estén en tal condición les pido que se imaginen rezando todos los días en hebreo o en griego transliterados. Eso, todos los días. Hay algo meritorio en ello, pero ¿es así como quiere la Iglesia que se formen sus religiosos?

* * *

Ahora bien, creo que todos sabemos que es lo que le duele al lector promedio de Infocatólica, cuando se trata de estos acontecimientos relacionados con los FFI: ¿Por qué tanta diligencia y rigor con ellos mientras vemos tanta heterodoxia pulular sin freno en otros sectores de la Iglesia? Es algo que yo mismo me pregunto. Sólo que mi solución no es desamparar a aquellos que estando en esta nueva congregación han pedido una mano y una luz a la Sede Apostólica. Decía Jesús: “Esto habría que practicar, sin olvidar aquello…” (Mateo 23,23).

* * *

POSTDATA: Personalmente siento gran cercanía con los movimientos de renovación y con las comunidades nuevas. He estado cerca a la Renovacion Carismática, el Camino Neocatecumenal, los Cursillos de Cristiandad, y además, como dominico–pariente espiritual cercano de la gran familia de Francisco de Asís–tengo bien clara esa dimensión de la espiritualidad franciscana: la permanente renovación a través de nuevas fundaciones. Así surgieron en su momento los conventuales, los capuchinos, y más en nuestra época los “Franciscans of the Renewal” y estos queridos “Franciscanos de la Inmaculada.” De ningún santo reciente he predicado tanto como de San Maximiliano María Kolbe. En cuanto a mi afecto por el latín, lengua que he enseñado por años, algo publiqué ya en este mismo portal de Infocatólica.

De ningún modo, pues, tengo yo oposición a estos benditos frailes y hermanas. Sí me duele, en cambio, ver que en ocasiones se instrumentaliza lo que sucede con ellos y ellas para atacar al pontificado de Francisco sin verdaderos argumentos. Y es esa instrumentalización, esa rabia mal disimulada, ese malestar contra todo lo del actual pontífice, lo que considero que no tiene fundamento ni hay que darle espacio o dejarlo sin respuesta. Por eso he escrito, y varios de los comentarios y correos recibidos me confirman que era saludable escribir.

11.01.15

Ser o no ser Charlie Hebdo: cinco preguntas

1.

¿Por qué el mundo es más sensible a unas tragedias que otras? Ejemplos de otras tragedias: En su última avanzada, Boko Haram asesinó dos mil personas; en Iraq continúa la persecución sistemática de kurdos y cristianos; los abortos voluntarios se cuentan por miles y miles cada día. ¿Dónde están esas otras marchas?

2.

En las marchas de París, y otros lugares, ¿qué concepto hay de “libertad de expresión"? En particular, ¿cómo se supone que debe articularse esa libertad con la responsabilidad social de tener una voz pública? ¿Estamos dispuestos a respaldar la libertad para insultar, denigrar, humillar, y todo queda resulto con decir que es un lenguaje “sarcástico"? ¿El antisemitismo, la islamofobia, la blasfemia quedan automáticamente aprobados por las marchas en Francia?

3.

Una muerte violenta, a manos de cobardes armados, no hace automáticamente buena la vida así mutilada. Hay en esto un extraño principio hermenéutico que ha sido implantado exitosamente por el comunismo en muchos lugares, y que pretende exaltar al agredido con el propósito de castigar al agresor. ¿Somos conscientes de que entre la consigna “el que sufre es inocente” y la consigna “el que sufre se merece su sufrimiento” hay una amplia serie de matices? ¿Nos damos cuenta que en el caso del periodismo irresponsable de Charlie Hebdo nos quieren obligar a saltar del extremo de la reprobación al extremo de la canonización? ¿Y si yo prefiero rechazar A LA VEZ la violencia de esa clase de periodistas y la de los terroristas, sin caer en ninguno de los dos extremos?

4.

Es clara la hipocresía política de una marcha en la que lo único que parece grave es no hacerse presente. Como anotaba Michele Tribalat, ¿cuántos de los medios de comunicación que cubren las marchas estarían dispuestos a republicar las grotescas caricaturas contra Mahoma que hicieron tristemente famoso a Charlie Hebdo? ¿Cuántos países que envían altos representantes a las calles de París contienen leyes que de hecho impedirían la publicación o reimpresión de Charlie Hebdo en su propio territorio? ¿No resulta excesivamente fácil ser valiente con los muertos ajenos?

5.

¿Qué sigue después de las marchas? Reivindicada así la “libertad (irresponsable) de expresión,” queda claro que las religiones deben aceptar que en una “sociedad democrática y libre” cualquiera puede blasfemar y que lo malo es oponerse porque ello, según esa mentalidad, lo sitúa a uno del lado de los terroristas salvajes, primitivos, ignorantes, fundamentalistas y dogmáticos. ¿Tienen consciencia de ello los sacerdotes y religiosos que pasan un cheque en blanco de respaldo a los manifestantes de “Je Suis Charlie“?