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16.09.08

Un encuentro casero con la Inteligencia Artificial

Doble advertencia de entrada: (1) Para el estándar de profundidad y seriedad de temas tratados en este portal, el presente artículo corresponde más a la categoría de un divertimento; sin embargo, las reflexiones finales pueden abrir un diálogo no exento de interés e implicaciones de sorprendente alcance. (2) El estudio de traducciones automáticas implica la presentación sucesiva de textos y por ello este artículo es más largo que mi propio promedio.

Cuando nos hablan de robots o de inteligencia artificial el primer pensamiento puede ser el de las películas de ciencia ficción: androides; máquinas complejísimas que integran un ‘cerebro’ que corresponde a un computador extraordinariamente avanzado, y una serie de dispositivos de alta precisión tecnológica, diseñados para emular manos, pies, o simplemente gestos faciales.

La verdad es que la inteligencia artificial está aquí y la estamos usando muchos de nosotros todos los días. Los algoritmos que producen los resultados en cualquier búsqueda de Google son un ejemplo familiar de un proceso automatizado de increíble complejidad que se basa no sólo en la memoria sino también en tomar decisiones sobre qué resultados deben aparecer primero. El sistema se retroalimenta, de modo que, hasta cierto punto, cada vez que usamos Google lo hacemos más “inteligente.”

Pertenecen también, y cada vez más, al escenario urbano los sistemas de reconocimiento de voz. Aquello de llamar a un número y que nos pidan que digamos la opción que deseamos tomar dentro de una lista de posibilidades implica de hecho un complejo programa que tiene que reconocer, no un archivo de audio específico, sino un perfil de sonido, para saber, por ejemplo, si la persona dijo “Viajes” o dijo “Mi cuenta.”

Un modo de “jugar” un poco con los sistemas de toma de decisión sin entrara en las entrañas de su abstruso código es ver los sistemas automatizados de traducción, como Google Translate. La idea no es mía. Usuarios en Alemania pensaron primero qué sucede si uno toma un texto A1, en alemán, y lo traduce (automáticamente, claro) a un texto I1 en inglés. La cosa se vuelve interesante cuando luego se intenta usar el mismo sistema para retraducir I1 al alemán, con lo cual se obtiene A2. Por supuesto, el ciclo se puede seguir, pero siempre se llega a una situación en la que A(n) y A(n+1) son iguales, con lo cual ya se sabe que de ahí en adelante el sistema no ofrecerá nuevas posibilidades. Es un ejercicio interesante, a veces divertido, que pronto revela cómo es de complejo y rico el lenguaje humano.

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9.09.08

Meditación sobre la genialidad de un santo, Benito de Nursia

San Benito de NursiaHe aquí lo que encuentra un católico en un día cualquiera en Europa, y particularmente en España: el cinismo de un gobierno socialista para el cual el cuerpo es objeto de uso; la avanzada imparable del secularismo, que compite con el renacer de la superchería y la superstición; la presión de los medios de comunicación, vendidos al hedonismo barato y al comercio sin alma; la traición visible de un número de miembros del clero y de los religiosos, unido a la escasez de vocaciones; el laicismo rampante que parece no saciarse en su ansia de extinguir la vida débil, haciendo así de esta tierra un escenario grotesco y cruel; el abandono masivo de la práctica de la fe en los jóvenes; la fractura de la familia, que hace todo más duro, más sordo, más aciago; la complicidad mediocre de la mayoría de los centros de estudio, que a menudo consagran como única fuente de verdad el materialismo cientificista. No es para quedarse tranquilo.

Si ese católico toma en serio su fe tiene que sentir indignación. Su tristeza se volverá lamento pero también deseo de combatir, de gastarse, de entrar en la refriega y dar la cara por Cristo y su Iglesia. Su beligerancia, sin embargo, será interpretada de inmediato por el sistema como “fundamentalismo,” “ingenuidad infantiloide,” “nostalgia de Cristiandad,” y decenas de epítetos de los que ya conocemos, y que empiezan por “carca.” En resumen, un católico hoy solo puede esperar dolor por dentro y rechazo silencioso y asfixiante por fuera. ¿Qué se hace ahí?

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6.09.08

Una mirada al ateísmo contemporáneo

La discusión de temas y problemas intraeclesiales nunca debería ocultar el hecho de que los grandes desafíos siguen estando todavía “afuera.” Ya se quiera hablar de “izquierda” o “derecha” entre creyentes, quizás es signo de cierta vitalidad que haya qué discutir, en la medida en que ello muestra que hay a quién le importe la fe, la Iglesia, el Evangelio, los sacramentos. Mientras llevamos adelante esas conversaciones, que sin duda son importantes, jamás perdamos de vista que podríamos estar en la condición de habitantes de una pequeña isla que se olvida del océano de indiferencia e incredulidad creciente que los rodea y desea devorarlos.

Hace poco encontré un post en cierto blog con una antología de frases famosas de ateos. Nombres populares asoman allí de inmediato: George Bernard Shaw, Isaac Asimov, Mark Twain, Friedrich Nietzsche, y junto a ellos otros menos conocidos, a lo menos por mí: Richard A. Weatherwax, Dan Fouts, y otros. Las figuras de cierta intelectualidad contemporánea no pueden faltar; en concreto, Richard Dawkins. No pocos aparecen con autor desconocido. Los textos están todos en inglés, lo cual obviamente privilegia los modelo de ateísmo de raigambre anglosajana.

Para los propósitos de este post voy a seguir la numeración del artículo en cuestión; las traducciones son responsabilidad mía.

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3.09.08

Complejidades del asunto del "hábito habitual"

La cacofónica expresión “hábito habitual” destaca en su repetición la paradoja del hábito de los religiosos (y religiosas) en nuestro tiempo. Por su misma designación, el “hábito” debería ser el vestido “habitual.” En el caso, por ejemplo, de nosotros los dominicos, ello implica el uso de la túnica, sujetada con cinturón y con un rosario; más el escapulario y la capucha. Nuestras Constituciones consideran que ese es el vestido natural (o sea, habitual) dentro del convento, mientras que para uso fuera del convento se supone que el Provincial debe decidir qué se hace, “respetando las leyes eclesiásticas.” (véase LCO 50 y 51).

A su vez, estas leyes eclesiásticas tienen su base ante todo en el canon 284 del Código de Derecho Canónico (CIC): “Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar.” Para los religiosos, específicamente leemos: “669 § 1. Los religiosos deben llevar el hábito de su instituto, hecho de acuerdo con la norma del derecho propio, como signo de su consagración y testimonio de pobreza. § 2. Los religiosos clérigos de un instituto que no tengan hábito propio, usarán el traje clerical, conforme a la norma del c. 284.

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19.08.08

Las otras cuestiones morales

Está visto que los temas de sexualidad despiertan un interés inmenso, que puede crear la falsa idea de que la moral es solo y siempre moral sexual. La verdad es que, como bien indica Santo Tomás en su prólogo a la Segunda Parte de la Suma, es moral todo aquello que hace relación a nuestro avance (o retroceso) en el camino de retorno a Dios. Y eso incluye muchas cosas.

Pienso por ejemplo en el asunto de los impuestos. Somalia es lo que en inglés llaman una “failed republic.” Tu sabes que el dinero se lo van a robar los del gobierno de turno. ¿Cuánto es obligatorio dar al fisco? ¿Qué tan grave es la falta de quien se decide a vivir sin pagar impuestos? Algo parecido, con algunas diferencias, sé yo que sucede en Paraguay, como me lo han dicho paraguayos mismos.

Otro ejemplo: la piratería. Una compañía gigante, digamos Microsoft, decide que no te vende sus productos sino que solo compras licencias para usarlos. Como el producto por el que pagas–y es bastante lo que pagas–no es tuyo, legalmente no puedes darlo a nadie: cada quien debe comprar su propia licencia, dice Microsoft. El problema está en que el precio de esa licencia lo determina unilateralmente quien diseña los programas, de modo que los márgenes de ganancia quedan también en el solo arbitrio, o casi en el solo arbitrio de ellos. Este modo de hacer las cosas priva automáticamente a millones de personas del acceso a esa tecnología. ¿Qué tan grave es tratar de romper sus mecanismos de control para que otros accedan a bajo precio, o gratis, a los mismos programas? Y el que tenga su ordenador libre de programas piratas, que tire la primera piedra.

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