Muchos casos de lesbianismo se pueden prevenir (4 de 4)
Buscando raíces, y caminos de verdadera paz
Cuando se habla de homosexualismo–lo hemos comprobado una vez más–las reacciones suelen ser viscerales. Hubo una época en que la sola mención de la palabra despertaba burlas y amargo desprecio; hoy, por lo menos en Europa, la tendencia es juzgar todo lo que digas con el siguiente rasero: si no afirmas que da exactamente lo mismo la preferencia sexual de la gente eres un retrógrado- machista- patriarcalista- hipócrita- reprimido- homófobo- intolerante.
La defensa de los derechos de los homosexuales tiene ribetes tan emocionales en algunas personas heterosexuales que uno termina preguntándose si todo ello sucede simplemente por amor a la democracia. El trato pastoral amistoso y franco con personas homosexuales me ha abierto los ojos a una realidad: muchos afectos y relaciones hombre-mujer tienen una estructura completamente paralela a la de las relaciones homosexuales. No es ilógico suponer que cuando tantos en nuestra sociedad defienden la plenitud de derechos para los gays están quizá inconscientemente defendiendo algo que también sienten suyo, a saber, su propia manera de relacionarse, buscar afecto y tener gratificación sexual.