Aprender a envejecer
Padre Nelson: Hace algunos meses empecé a leerlo y le doy gracias a Dios por el bien que puede hacer a mucha gente. Por eso, porque veo que puede llegar a muchas personas, un día se me ocurrió escribirle y contarle qué respuesta he encontrado yo a una pregunta que casi todo el mundo evita. Si yo me pongo a escribir y publicar por mi cuenta seguramente no habrá muchos que me lean; pero si logro su atención y usted publica lo mío, habré conseguido mi objetivo a través de usted. Bueno, espero que no se sienta demasiado “utilizado” con esto que le digo. Es solamente que así tanto usted como yo podemos colaborar en un bien mayor. Además, a usted le llegan muchas preguntas; esta vez no estará mal que le llegue una respuesta.
Mi pregunta es sencilla de enunciar: ¿Qué hay que tener en cuenta para aprender a envejecer?
Lo mismo que a tantas otras personas, también a mí la edad se me vino encima, como dice la canción. Yo sí había notado que mis fuerzas no eran las mismas; sí había notado que para muchos planes ya los demás no contaban conmigo; sí había notado que la salud se deterioraba y que había dolencias que habían llegado como para quedarse en mi vida. Todo eso lo había notado. Pero no me había atrevido a decirme una verdad sencilla: estoy envejeciendo.
Creo que como vivimos en un mundo que prácticamente idolatra la juventud, con todo lo bueno que trae: belleza, fuerza, ideas, amigos, diversión… entonces pretendemos engañarnos, y a toda costa evitamos expresiones tan sencillas como: soy un viejo. Por eso, o así pienso yo, cuando al final tenemos que decir una frase así, sale de nuestra boca con amargura; no como quien recoge un fruto maduro sino como quien tiene que probar el sabor de la esterilidad o de lo que ya se ha dañado.
Desde que hice ese descubrimiento me puse en la tarea de aprender a envejecer, sin decirme mentiras y sin encerrarme en la amargura. Descubrí cuatro cosas, que yo las llamo mis cuatro perlas, que aquí le comparto:
1. La fe cada vez es más importante. Los años que pasan van dejando el sabor de despedidas, muchas veces prematuras y en ocasiones injustas. La vida misma te va obligando a despedirte, desasirte, soltar… Pero uno no puede caer en el vacío. Es ahí donde la fe revela su grandeza.
2. Hay que saber estar en paz a solas. De lo más doloroso, cuando la edad crece, es sentirse desplazado por nuevas generaciones, ideas y personas. Es fácil considerarse víctima pero de la autocompasión sólo nace más amargura. Conviene hacerse amigo de la soledad, entendida como hábito de estar en paz y hacer algo bueno o útil aunque no haya ni mucha gente ni muchos aplausos alrededor.
3. Mantener la calidad de vida. Cuando uno es viudo o soltero, o sencillamente cuando uno pasa mucho tiempo sin que a nadie le importe mucho uno cómo está, es fácil descuidar la calidad de la alimentación, la recreación y el descanso. Motivarse se vuelve más difícil porque las recompensas a menudo no son espectaculares ni socialmente muy visibles. Pero todo eso solamente implica que uno no debe condenarse a una vida mediocre.
4. Hay algunas ventajas en una edad avanzada. Hay tentaciones que disminuyen; hay conversaciones que ganan profundidad y lucidez; hay reencuentros que valen un mundo entero; hay oportunidades de consejo y de guía que uno nunca había tenido antes.
Bueno, padre, ahí le dejo esas reflexiones, que quizás pueden servir a otros–¡y a usted mismo, con todo respeto!
Hace poco me detectaron una enfermedad que parece grave. Sería un consuelo para mi alma ver esto publicado pronto porque ahora ya no sé cuánto tiempo me queda. Dios lo bendiga. Oremos unos por otros.
- M.G.
Nota de fray Nelson: Quizás nuestros amables lectores quieran añadir algunas recomendaciones y consejos que hayan encontrado en su propio camino. Bienvenidos todos.
11 comentarios
Compartir el gozo del anciano Simeón, despidiéndose de la vida con el Niño Dios en sus Brazos. Su himno (Lc 2, 29 - 35) cierra muy felizmente la Liturgia de las Horas, en Completas, al pasar de la luz a la noche, antes del sueño, que se asemeja a la muerte, que para el creyente, no es más que el pasaje "de la cruz hacia la luz".
Hay que recordar siempre que envejecer es un privilegio que hay que agradecer, hay quienes ni han podido nacer.
Muchas gracias por tan hermosa carta, a quién la escribió y a quien la publicó.
¡Qué importante que se hable a los "mayores"! Qué olvidados estamos de la Iglesia! Nos consideran que ya estamos a salvo, que no hace falta atendernos. Hay sacerdotes, importantes ellos, que no van a la casa de enfermos terminales, aunque sea a doscientos metros de la parroquia.
Ni hablar, cuando se enviuda. Ningún sacerdote pudo darme una palabra de consuelo, excepto que "Tu esposa era una santa, y seguro ya está en el cielo".
Pero con seguridad Dios ya tiene agendada la hora de mi partida hacia El. Y en El espero, tratando de amarlo más y más, entendiendo y viviendo lo que su Hijo sufrió en la Cruz por nuestros pecados.
YA NO ERES TU QUIEN VIVE... ES CRISTO QUIEN VIVE EN TÍ... Dichoso tú que lo verás pronto!!!
Me mantengo con esperanza y me siento 'útil', leyendo IC y participando con mis comentarios, que cada vez considero más acertados, en relación a la Doctrina, pues tuve una 'época' alejado de mi catolicismo y aunque pensé que no pasaba nada, sí me mundanicé bastante.
Creo que no es muy positivo, pero podría decir que añoro mi partida; pero mientras continúo con mi participación en IC.
¡ Qué buena carta ! Gracias por presentarla P Nelson, aunque creo no aporté nada, más bien, recibí.
Aún así, la vejez me tomó por sorpresa. Sobre todo en el campo laboral. De un día para otro me vi desplazado por personas más jóvenes y más capaces, dispuestas a trabajar más que yo por menos sueldo.
Si alguna recomendación puedo dar, diría que los jóvenes empiecen desde ya a pensar en la evolución de su carrera laboral. Deben estar conscientes que un día ya no servirán para lo que hacían y que tendrán que hacer otra cosa.
Por supuesto que la fe en que Dios proveerá el pan de cada día es fundamental. Pero también hay que mantener la mente abierta, no cerrarse puertas y no decir "de esa agua no beberé", porque lo más probable es que tendrán que beberla y más pronto de lo que creen.
Sin ánimo de ser sexista, los varones tenemos más problemas con este tema. Una madre siempre será madre, pero un abogado litigante quizás no pueda serlo toda la vida. Hay que mentalizarse y comprender que yo sigo siendo yo aunque ya no pueda correr maratones. Que Dios me sigue amando igual o quizás más que cuando hice mi primera comunión, que ante Él sigo siendo el mismo niño, aunque ahora tenga más arrugas.
Y si se puede, empezar ya a buscar un nuevo trabajo, un trabajo "para viejos". Porque pronto lo van a necesitar.
A los 55 decidí enamorarme y casarme con un extranjero.
A los 55+ aprendí un nuevo idioma, el de mi marido.
A los sesenta descubrí la maravilla de tener nietos.
Ahora a los 68 estoy descubriendo que estoy un poco vieja y dejé de teñirme el pelo y terminé con los aviones, no se como descubrí la manera de atravesar el Atlántico en un barco. De pronto pienso que no quiero viajar mas y le pido a Dios que me enseñe a ser una buena misionera para su Iglesia.
Agradezco cada día a Dios la vida y los nuevos desafíos que nos pone.
A DavidQ, le diría que busque y encontrará en donde puede ser verdaderamente útil.
Ya se que nos cansamos, que no podemos hacer lo que hacíamos antes, que los achaques nos impiden muchas actividades. Pero tenemos mucha experiencia para compartir. San Juan Pablo II nos dio ejemplo de llegar hasta el final, y Benedicto XVI de saber vivir hacia adentro cuando el cuerpo ya no puede más.
Un fuerte abrazo a todos.
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