Una Carta al Papa Francisco
Son tan grandes y evidentes las muestras de cercanía con que has querido iniciar tu pontificado que parece casi natural escribirte y tratarte de “tú,” o de “vos,” como se usa en Argentina. Permite entonces que de modo fraterno, como es tu estilo, y con el corazón lleno de afecto, como se deja sentir el tuyo, te dirija estas palabras.
Me motiva el amor; así de sencillo. De joven novicio dominico pude acercarme por primera vez a la vida y los escritos de Santa Catalina de Siena. Pronto quedé contagiado del fuego de su amor por la Iglesia, así como de su certeza inconmovible en la presencia del Señor Jesús en su Vicario, a quien raramente llamaba de otra manera que no fuera el “Dulce Cristo en la Tierra.” Mi vida religiosa, toda ella, y mi servicio sacerdotal, todo él, han estado siempre impregnados de ese amor por el Papa, en la certeza de que “confirmar en la fe” es ministerio que toca, levanta y santifica todos y cada uno de los aspectos de la vida de la Iglesia. Nada hay en el Cuerpo de Cristo que no tenga su sustento último y su razón de ser en el misterio de la fe, y por eso, nada hay que sea ajeno al Sucesor de Pedro.
Mas no pretendo desarrollar, ni en bosquejo, la teología del papado. Mi propósito es solamente señalar algunas amenazas que veo cernirse, ya desde tempranas horas, sobre el servicio que el Espíritu Santo te ha pedido y encomendado desde el día 13 de Marzo de 2013. Bien sé que te rodean muchos consejeros de abundante luz y sincero afecto a la Iglesia. Quizás por ello mis palabras sobren. Pero aún si sobraran en el Vaticano creo que no harán daño sino algún bien en otros lugares, a otros hermanos y hermanas que puedan leerlas, porque así seremos más los que tendremos renovados motivos para rodearte con nuestra oración, amistad, obediencia y apoyo.
Mencionaré cinco amenazas.
1. Algunos grupos de presión ("lobbies") van a querer usar tu lenguaje sobre una Iglesia humilde y pobre como arma en contra de la enseñanza moral y ministerial propia de la Iglesia.
Estrategia conocida del demonio es usar lo bueno y lo verdadero, retorciéndolo para sus propios intereses. Por ejemplo, en el pasaje de las tentaciones el diablo se muestra buen conocedor de la Biblia. O también, para crear desconcierto o burla, urge a los posesos a que proclamen que Jesús es el Mesías, o a que señalen al apóstol Pablo y sus compañeros como verdaderos siervos de Dios, que muestran el camino de la salvación. Gritar con fuerza algo que es verdad para usar ese mismo grito como modo sutil de descrédito o mofa revela un intelecto portentoso y a la vez perverso en grado sumo.
No es de extrañar entonces que las palabras que con cariño de padre espiritual has pronunciado, manifestando tu amor por una Iglesia pobre que sirve a los pobres, tengan pronto una prolongación perversa en aquellos que pretendan ponerse entre los excluidos y marginados para luego preguntar con ironía, como quien te extorsiona sin obedecerte, si en realidad vas a hacer algo por ellos.
Estoy pensando, por ejemplo, en algunos grupos feministas que dirán con sorna: “Más de la mitad de la humanidad ha sido violentada y excluida, y este Papa, aparte de su retórica, al fin no ha hecho nada por las mujeres.” Por supuesto, según esos grupos, “hacer algo” por la mujer es reconocerle un alegado derecho al ministerio sacerdotal; o es volverse cómplice de la ideología de los “derechos reproductivos;” o es dar “cargos de poder” a laicas que sean bien visibles y ojalá mayoritarias en la curia vaticana. Tales son las señales que ellos quieren producir por vía de presión sobre la persona del Papa. Y ante el hecho de que es imposible conceder tales demandas, lo que seguirá es una oleada de descrédito hacia ti.
Otro grupos presumiblemente se arroparán con la misma bandera de “pobreza” y “exclusión.” Hay que prepararse para la eventualidad de que el lobby gay lo intente. Colectivos que representan o dicen representar a los sacerdotes casados, los indígenas, o las víctimas del VIH, alzarán también su voz, con bastante probabilidad.
2. Quienes gustan de un estilo más conservador en materia litúrgica o en protocolo no perderán ocasión de afirmar que tu informalidad bordea la imprecisión teológica o trae daño para la liturgia.
Desde otro flanco muy distinto ya se ve lo que puede suceder. Sobre tus zapatos negros y gastados ya hay todo un género literario en Internet. En su tiempo se criticó a Benedicto que usara zapatos rojos; ha llegado el turno de criticar los zapatos negros del Papa Francisco. Debería quedar todo como una anécdota intrascendente porque ciertamente tienes más que enseñarnos que lo que sugiera un color o material de zapatos. Pero el precio de estar a la vista tantas veces y por tanto tiempo no se limita a asuntos de moda.
¡Son en realidad muchas preguntas! ¿Vas a dar la Sagrada Comunión solamente a personas que serán previamente instruidas para que se arrodillen y comulguen en la boca, o verá el mundo al Papa dando la Comunión en la mano? ¿Celebrarás alguna vez la Santa Misa según el modo extraordinario aprobado por Benedicto o dejarás que quede como práctica aprobada pero más o menos marginal de unos cuantos en unos cuantos lugares? ¿Qué implicaciones tendrá algo así para el diálogo, fracturado pero todavía vivo, con los seguidores de Mons. Lefebvre? ¿Los cantos en la basílica de San Pedro seguirán los estándares de polifonía y gregoriano, o veremos alguna vez o con frecuencia que otros instrumentos musicales y otros ritmos, quizá latinoamericanos, resuenan en la Sede de Pedro? ¿La simplicidad espartana de tu pectoral y de tu Anillo del Pescador se verá en todo lo que rodee tus celebraciones, o quedará sólo para tu propia persona, casi como si fueras extraño a tu propia sede episcopal? Me atrevo a pensar que estas cuestiones ya cruzan tu mente hace días.
Es evidente que cualquier respuesta que se dé a estas preguntas, en uno o en otro sentido, encontrará detractores. Los más airados multiplicarán las comparaciones con otros Papas y otras épocas para presentar tu liturgia poco menos que como una calamidad. Sólo se me ocurre sugerir algo: sean cuales sean las decisiones que se tomen, convendrá acompañarlas de algún elemento catequético u homilético que las haga más comprensibles y que no deje demasiado mucho espacio a interpretaciones libres o abusivas.
3. Al compararte con Juan XXIII, algunos querrán ver en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI sólo un largo paréntesis oscuro. Querrán ver en ti una encarnación del etéreo “espíritu del Concilio.” Vendrán luego las críticas porque eres demasiado—o demasiado poco—liberal.
Con gran sabiduría, como uno de sus dones característicos, el Papa Benedicto mostró, partiendo de su testimonio y conocimiento personal, el camino que ha conducido a la Iglesia desde los tiempos del Concilio Vaticano II hasta las luces y sombras que hoy tenemos. Los tradicionalistas y los progresistas se han afianzado, cada quien en su orilla, en un criterio interpretativo que enfatiza la ruptura. Para aquellos, el Concilio “rompió” con la enseñanza de la Iglesia; para estos otros, el Concilio empezó, felizmente, a “romper” con prácticas e ideas asfixiantes. Frente a todo ello, y como es bien sabido, el Papa Benedicto, ha insistido en una “hermenéutica de la continuidad,” que inscribe al Concilio en el conjunto de la vida y la historia de la Iglesia: es un episodio significativo, tremendamente significativo, pero no una ruptura con el pasado ni tampoco un comienzo absoluto.
Los que quieren ver al Vaticano II como una especie de primer grito de libertad de una Iglesia “nueva,” que sería mucho más cercana al Evangelio y a los pobres, hace rato han enfilado sus baterías contra el magisterio de Benedicto XVI y de Juan Pablo II, en quienes creen detectar una especie de estrategia del “establecimiento” para esquivar las consecuencias más proféticas y liberadoras del Concilio. Según los que así piensan, estos últimos pontífices se las han arreglado para citar y usar los textos conciliares pero de un modo tal que lo que se quería en el Concilio se ha escamoteado. En la imposibilidad de alegar textos que avalen lo que ellos quisieran que el Concilio hubiera dicho, estos críticos apelan a un etéreo “espíritu del Concilio,” que contendría las verdaderas intenciones e intuiciones de Juan XXIII, y en alguna medida, de Pablo VI.
Como resulta que tu bondad, Papa Francisco, te muestra cercano al Papa Bueno, y tu informalidad parece tan próxima a la suya, es de temer que quienes hablan, usando el tono ya explicado, del “espíritu del Concilio” quieran encontrar en ti una especie de encarnación de sus ideas. Tus señales de amor a los pobres, tu propósito de reforma de la Curia, y tu gusto por un lenguaje llano, son para ellos el preámbulo de lo que están en realidad esperando: que enfatices más y más todo lo que cambió con el Concilio, de modo que se instale en todas partes la hermenéutica de la ruptura, y quedemos todos autorizados a pensar que con unas cuantas consignas de humanismo y justicia social ya somos la Iglesia de Jesús y la genuina semilla del Reino de Dios.
4. Muchos obispos y sacerdotes serán criticados por no seguir exactamente tu estilo. Con ello se buscará crear tensiones de gran daño para la Iglesia en su conjunto.
En los breves días que lleva tu pontificado son ya sensibles algunos cambios. Este es un Papa que sube al bus con los cardenales; uno que paga su cuenta del hotel; uno que claramente rechaza el boato y que vigila sobre sí mismo para que la vanidad no tenga dónde echar raíz. Son actitudes deseadas desde hace mucho tiempo por muchos, en muchas partes. Parecen señalar el comienzo de una etapa distinta en la Iglesia, etapa señalada por una nota distintiva de sobriedad, autenticidad y proximidad más visible con el Evangelio. De inmediato muchos comparan con lo que han visto en jerarcas de otros tiempos, o con lo que ven ahora mismo en sus propios obispos y prelados.
Por supuesto, hay algo muy saludable que puede venir de esa comparación, sobre todo si son estos eclesiásticos los primeros en tomar el ejemplo y ponerlo por obra en sus propias jurisdicciones. Tal sería una situación ideal: el Obispo de Roma lidera con su propio testimonio y los demás van aprendiendo y aplicando, de modo que la Iglesia entera se renueva y rejuvenece.
Y sin embargo, cabe recordar que los modos de argumentación en esto de la sencillez son múltiples, o en todo caso, menos lineales de lo que parece a primera vista. Uno puede decir que un crucifijo sencillo habla de la pobreza del Nazareno pero también existe el argumento de que el mejor y más bello arte lo merece Dios más que cualquier persona o institución humana. Los ropajes litúrgicos muy adornados pueden leerse como signo de despilfarro pero hay que tener cuidado, porque el Iscariote vio despilfarro en aquel costosísimo perfume derramado sobre Cristo antes de padecer. No todo en la Iglesia ha de regirse por un criterio de ahorro y funcionalidad.
Por lo mismo, es posible y legítimo que otros obispos privilegien en buena conciencia perspectivas litúrgicas o artísticas que no se guían simplemente por las razones de la economía sino, por ejemplo, por el esplendor del culto o por el simple hecho de que hay un ligero tinte de falsedad en abstenerse de usar ornamentos hermosos, dado que tampoco se pueden vender porque son patrimonio histórico irreemplazable, por ejemplo, de una diócesis. El hecho de que la gente no los vea no significa que no existan sino sólo quiere decir que están en riesgo de deteriorarse en alguna sacristía sin prestar el servicio litúrgico para el que fueron hechos y sin prestar en realidad ningún otro servicio.
Ahora bien, si un obispo u otro ministro consagrado no guía su vida o su liturgia por el estilo del Papa Francisco puede verse atacado o juzgado a priori. En esto intervendrá, con seguridad, el espíritu perverso, que quiere sembrar cizaña y despertar división sobre cualquier base, por exigua que parezca. En un escenario así, en que se pretende criticar a unos ministros a causa de otros, el lenguaje de comunión sufre. Y por supuesto, es este lenguaje lo que más interesa cultivar y afianzar pues es más costoso perderlo que perder cualquier tesoro material.
5. Los medios laicistas intentarán amarrarte al tema de la dictadura militar en Argentina. El deseo de plantear demasiado pronto o con demasiada firmeza un nuevo punto de referencia puede llevar a gestos ambiguos o incluso contraproducentes.
Gracias a Dios, tan pronto como han surgido los primeros ataques contra la persona de Jorge Mario Bergoglio han aparecido las necesarias y suficientes clarificaciones. Era previsible que también con el nuevo Papa se intentara lo que fue estrategia continua contra Benedicto XVI: remover, de manera parcial, y deshonesta además, hechos del pasado para lanzar un masivo ataque ad hominem que descalifique de entrada al sujeto que habla, de modo que no se escuche lo que habla.
En el caso de Joseph Ratzinger el ataque fue despiadado, incesante y cargado de sevicia: se le trató de “Cardenal Panzer;” se reprodujo hasta el hastío la foto en que sale portando una esvástica nazi; y sobre todo: se buscó asociarlo de todas las maneras posibles, y algunas imposibles, con los escándalos de pederastia. La avalancha de calumnias, triste es decirlo, logró por lo menos una parte de su cometido. No para el pueblo católico bien informado, pero sí para una porción no pequeña de los católicos, y sobre todo, para la opinión pública.
Logrado ese resultado, las huestes de las tinieblas han empezado pronto su ataque contra el recién elegido. Pronto se quiere presentar a Bergoglio como cómplice de la época más oscura de la historia reciente de Argentina: la dictadura de los años setentas. Con un agravante: el actual Papa era provincial de los jesuitas, y según describe la leyenda negra, “abandonó” a dos de los suyos, cuya única falta era trabajar por los más pobres. El plato parece servido: he aquí un Papa que gusta de aliarse con el poder, no importa qué tan inmoral sea éste, y que es capaz de traicionar a sus propios hermanos de comunidad.
Repito: gracias a Dios, y gracias también a que hemos visto caer sobre el Papa Benedicto todo tipo de injurias, esta vez la respuesta del lado católico ha sido más ágil, clara y sana. Los testimonios de los dos jesuitas implicados no dan margen para presentar al que fuera su provincial como un traidor. El lenguaje que ambos han usado, o usaron en su momento, es el de sentirse “en paz” con Bergoglio. Y como eso es prácticamente lo único “sólido” que tiene el enemigo para hablar de una supuesta alianza con la dictadura, no parece que esta historia traída de cuarenta años atrás tenga fuerza para lograr mucho en contra del Papa Francisco.
No debe uno fiarse, sin embargo. Con ira mal contenida el enemigo malo hurgará en archivos recónditos; buscará quién se deje “entrevistar” para dar una versión escandalosa y bien oscura; intentará revisar con lupa otros aspectos de la vida del entonces jesuita, arzobispo y cardenal, para ver si consigue sumar algo contra el Papa. Es responsabilidad de todos estar atentos a renovar la defensa, y sobre todo: es nuestro deber rodear de oración al Vicario de Cristo para que sus enemigos, visibles e invisibles, sean confundidos.
Un cuidado especial hay que tener, creo yo, en el modo de defenderse. Entendiendo la naturaleza sobrenatural del ataque, conviene recordar que, como defensa, ninguna evidencia exterior será suficiente por ella misma. Quiero decir: la lucha actual contra regímenes totalitarios, o la solidaridad actual con la erradicación de la pobreza, son de suyo insuficientes, de modo que una especie de esfuerzo excesivo en esa línea, incluso con la buena intención de dar una imagen distinta, tiene más posibilidades de cometer errores inéditos, por exceso de énfasis, que de corregir o aclarar algo sobre el pasado. La demasiada reivindicación es contraproducente. Como en tantas otras dimensiones del servicio que está llamado a prestar el Sucesor de Pedro, aquí se requiere un auxilio muy patente del Espíritu, de modo que en aquello mismo en que pretenden atacarlo se vean derrotados los que detestan a quien es principio visible de unidad en el pueblo de Dios.
Santo Padre, he hablado mucho; pero espero que no demasiado. El amor que me ha movido, en cuanto venga del Amor que a ti te movió a aceptar la responsabilidad más alta sobre esta tierra, sea quien haga ver lo que haya de utilidad en lo dicho.
Entre tanto, y una vez más, profeso con gusto mi afecto, oración y obediencia.
- Fr. Nelson Medina, O.P.
27 comentarios
Nota de Fray Nelson: Ah bueno, gracias; tampoco se necesita mucho de lo que tú agregas.
Dudo mucho que el Papa le preocupen esas tonterías del punto 2. Porque eso es lo que son tonterías
Sobre el punto 4 sería bueno que los obispos y cardenales que hasta ahora no viven con sencillez y pobreza evangélica siguieran el ejemplo de Papa Francisco, no veo nada malo en eso, y si se les critica por parte de gente ajena o mal intencionada pues no importa a veces Dios habla a través de Mulas no?
Sobre el punto 5, creo que ya no se insistirá en eso no le conviene electoralmente al gobierno argentino seguir con su campaña de difamación
Nota de Fray Nelson: Si miras algunos otros comentarios verás que calificar de "tonterías" el punto 2. es solamente un modo brusco de dar una opinión que tú tienes. Sobre el punto 5. yo no creo que sea asunto sólo del gobierno argentino. Medios internacionales (y no podía faltar le New York Times) ya han tomado partido, y no es a favor del Papa, por supuesto.
A Francisco le puede ocurrir lo que a Pablo VI tras la Humanae Vitae de 1968, hasta entonces el mundo le aplaudía y ciertos sectores que se arrogaban una ortodoxia de la que carecen echaban espuma por la boca, de momento al igual que Pablo VI antes de la HV, Francisco cae bien.
O puede ser un nuevo Juan XXIII, este Papa era conservador hasta la medula, pero todo el mundo le quería y su recuerdo es imborrable, en un ambiente hostil presentarse como admirador de Juan XXIII es una fabulosa tarjeta de presentación.
Yo no comparto la aprensión de muchos hacia el Mundo, en su sentido teológico, aun creyendo que el Mal lo tiene mas fácil que el Bien consecuencia de nuestra naturaleza caida; me alegra esta aceptación universal de Francisco, vale la pensa sentirse formar parte de una sola corriente.
Esperemos que la luna miel dure mucho y que la sola mención del Papa Francisco levante aplausos del mundo, no todo tiene que ser la Cruz, recordemos que también hubo una entrada triunfal en Jerusalén con todo el mundo aplaudiendo.
A veces Mundo e Iglesia pueden compartir la esperanza.
Creo que más allá de sus gestos, interpretados para bien o para mal por unos y por otros, lo único que verdaderamente importa es los cristianos estemos unidos al menos en eso, en las oraciones por su difícil ministerio y por los difíciles tiempos en los que deberá afrontarlos.
Y al igual que Vd. profeso con gusto mi afecto, oración y obediencia por el Santo padre.
Un matrimonio amigo estuvo varios años en misiones en Santo Domingo y el altiplano boliviano, donde la gente vive con menos del equivalente un euro al día. A su regreso a España, les parecía insultante que aquí nos gastásemos eso mismo en un café, y no digamos en tomar una copa o salir a cenar fuera.
El Papa Francisco ha estado siempre en contacto directo con la pobreza y la marginación. No creo que estos gestos que nos han sorprendido sean sólo una pose, sino que denotan sensibilidad y empatía.
Y sí, es cierto que Jesús aceptó el caro perfume, pero también que entró en Jerusalén a lomos de un borrico, y no montando un caballo de pura raza.
En cuanto a la liturgia, no necesita ser aparatosa ni adornarse de elaborados ropajes para ser bella. La música, lectores que sepan leer bien, un grupo para servicio del altar... son cosas que la realzan sin distanciar de los fieles.
En cualquier caso, siempre habrá grupos que esto lo vean mal, y tendremos que hacer lo posible para ello no degenere en división.
Nota de Fray Nelson: Atención: en ningún momento sugerí, ni de lejos, que el gusto por la sobriedad en el Papa Francisco sea fingido.
Sobre lo que dices de la ostentación: por el contrario, mi opinión es que el pueblo sencillo es el que menos problema suele hacerse con darle todo lo mejor a Dios. Llegando la ideología comunista/socialista se pueden envenenar muchas mentes pero en principio las inquietudes de los sencillos no suelen ir contra la Iglesia ni contra el culto.
El esplendor de la liturgia siempre ha arrancado de lo sagrado, de su dimensión de puente con lo sobrenatural, con el cielo.
Sin embargo, el protocolo es humano, y en él los lujos y formalidades son infinitamente menos trascendentes y por supuesto prescindibles.
Respecto a la Misa Tradicional, matizar que no fue "aprobada" o "permitida" por Benedicto XVI, sino que es la forma en que la Iglesia actualizó el sacrificio redentor de Cristo durante al menos 1500 años, que nunca fue derogada, porque no podía ser derogada.
Quizá sí conviniera que el Papa le diera un impulso celebrándola él mismo para dejar más espacio libre al estilo más ligero y popular que usted reclama para la Forma Ordinaria.
Si la Forma Extraordinaria sigue siendo en la práctica cuasi clandestina y mirada con recelo y desconfianza por parte de tantos obispos y sacerdotes, el día que las guitarras eléctricas y las baterías empiecen a atronar en San Pedro va a haber muchos fieles de la Forma Ordinaria que se van a sentir muy pero que muy desorientados.
Si este es el futuro que le espera a la Forma Ordinaria, por favor, que dejen abierta la salida de emergencia hacia la Forma Extraordinaria para que no peligre la unidad en la caridad bajo Pedro. Ya sabe a qué me refiero, bastantes cismas y discusiones hemos tenido ya por estas cosas.
Conste que yo, hasta la fecha, sólo asisto a la Forma Ordinaria.
Debo resaltar que la existencia y pontificado del PAPA JUAN PABLO II, FUÉ ÚNICA E INTECHABLE. Esperemos pues que nuestro PADRE CELESTIAL cubra de mucha sabiduría al nuevo PAPA FRANCISCO!!!
ASÍ SEA Y ASÍ DEBERÁ SER!!! SEA SEA SEA
Gracias, fray Nelson, infinitas gracias por su página web. Gracias a su página me he convertido en una gran amiga de santa Catalina de Siena. Mi familia y yo rezamos por vd y por su ministerio.
Me adhiero totalmente a su carta. Guerra, guerra vs Lucifer.
Saludos.
Un abrazo fuerte desde Santander-España
Su análisis de la situación me parece noble y sincero. El mundo siempre atacará al Romano Pontífice, sea conservador o liberal (en terminología común y corriente), por lo cual convengo con usted en este punto.
Discrepo, sin embargo, en la forma de enfrentar los problemas «ad intra» que tiene la Iglesia. Parece ser que, haga lo que haga el Papa, usted estará de acuerdo con ello y lo defenderá. Un ejemplo hipotético: si el Papa pide seguir los libros litúrgicos aprobados, usted estará de acuerdo; pero si el Papa omite cosas que hay en los libros litúrgicos aprobados y, consiguientemente, da un pésimo ejemplo para los cristianos, usted también estará de acuerdo. En el primer caso, hablará de lo importante que es seguir los libros litúrgicos, etc.; en el segundo, de la sencillez que hay que tener en la liturgia. Es un ejemplo nada más, poco o muy acercado, pero que refleja más o menos su posición.
Me ha alegrado enterarme que tiene una devoción particular hacia Santa Catalina de Siena. Quizá resulte provechoso para todos saber que ella le pidió a los Romanos Pontífices hacerse cargo valientemente de la situación, achacándoles el poco ejercicio de su autoridad como Vicarios de Cristo, pero al mismo tiempo, profesándoles una filial adhesión, tan distante del desordenado amor hacia el Papa que se percibe en algunos católicos.
Por otro lado, su carta al Papa Francisco da cuenta de la gran división que existe en la Iglesia, hecho que resulta preocupante. ¿Podrá, pues, Francisco poner remedio a esta situación, desentendiéndose en gran medida de la línea trazada por Benedicto XVI? ¿O con su actitud suscitará confusión, desconcierto, al mismo tiempo que aplausos u ovaciones y, consecuentemente, acentuará aún más la división que existe dentro de la Iglesia?.
Mi opinión es que todo gesto, máxime si viene del Romano Pontífice, debiese ir acompañado de la prudencia más elemental. Ello implica adelantarse a la interpretación que los fieles le darán a dichos gestos (el mundo que diga lo que quiera), atendiendo sobretodo a la división interna que aqueja a la Iglesia, por lo cual, no me parece acertado que un Papa, con sus gestos u omisiones -con buena o mala intención- logre todo lo contrario de lo que le exige Jesucristo, a saber, confirmarnos en la Fe. Me parece, además, desatinado, que gestos que provocan contiendas y que acentúan la división reciban apologías por parte nosotros. San Pablo corrigió a San Pedro, a sabiendas de quien era. Y lo hizo precisamente porque su actitud provocaba confusión en la Iglesia. Mucho nos serviría en estos momentos meditar acerca de esa cuestión, no sea que por un fanatismo no-católico, terminemos por endiosar al Vicario de Cristo.
Convenimos, sin embargo, en que debemos orar mucho por el Romano Pontífice. Todo apunta a que tendrá que sufrir mucho, pues deberá lidiar con una Iglesia dividida y que encima cuenta con un Papa emérito. ¿Vendrá un cisma? Oremos.
Saludos.
Nota de Fray Nelson: No me veo retratado en lo que dices que es mi posición. Ese no soy yo, ni yo actúo así. Tampoco creo que los gestos del Papa Francisco, por lo menos, los que hemos visto, susciten división. Bendiciones.
No puede usted saber lo que le he dicho a fray Nelson porque me lo ha censurado.
Por otra parte, posiblemente no lo sepa, escribir con mayúsculas en Internet es de mala educación.
Nota de Fray Nelson: Para provecho de los lectores, ¿podrías elaborar más la comparación que quieres hacer entre este post y el discurso de Marco Antonio? No creo que haya que suponer que todos saben a qué te refieres, y es bueno pensar en todos. Gracias.
Shakespeare pone en boca de Marco Antonio, tras la muerte de César, un discurso en el que elogia a Bruto continuamente ("Bruto es un hombre honrado") , pero cuando termina el discurso son tanto los peros, las prevenciones y las amenazas, que tras escucharle la imagen de Bruto que deja en la audiencia es más negativa que otra cosa.
Nota de Fray Nelson: Gracias por la ilustración. Creo que la principal diferencia con lo mío es que Marco Antonio habla del pasado de Bruto; yo hablo de amenazas hacia el futuro.
De su respuesta se deduce precisamente aquello que menciono. Afirma que los gestos que hasta ahora ha realizado el Papa no suscitan división; pero su post habla precisamente de ello, de las críticas que ha recibido (y que con toda probabilidad seguirá recibiendo) el Santo Padre a partir de tales gestos, cosa que no hace más que retratar la división que existe dentro de la Iglesia, la cual inevitablemente se ha visto acentuada por tales actitudes (Hasta los cismáticos Boff y Küng, por mencionar un par de casos, hablan del Papa de la esperanza).
No se puede afirmar y negar una cosa al mismo tiempo. Pero se requiere de esta actitud precisamente para avalar todos y cada uno de los gestos del Papa, estén o no, de acuerdo con la Tradición bimilenaria de la Iglesia, o al menos, en sintonía con la línea trazada por su predecesor. Así resultará fácil tildar al resto de criticón.
Mi opinión es que el Papa debiese ser más prudente, tanto en la sacralidad de la liturgia (por lo que tanto luchó Benedicto XVI) como en los pretendidos actos de virtud, los cuales, por instrucción del Divino Maestro, deben practicarse en secreto.
Que Dios le bendiga
Nota de Fray Nelson: Avancemos: ¿A qué gestos específicos te refieres?
Tal gesto no puede justificarse con un discurso o una catequesis, sencillamente porque no tiene justificación. Y tal manera de obrar, aunque se haga con buena intención, suscita divisiones dentro de la Iglesia. Y carcajadas fuera de Ella.
En ese gesto específico, se deja entrever en el Papa, o una mala teología, o una notoria debilidad personal. Sea como fuere, el Papa necesita de nuestro apoyo, esto es, que le digamos claramente cuando no está obrando bien, como San Pablo lo hizo alguna vez con San Pedro. Pero no que le justifiquemos cosas que confunden a los no católicos, y que humillan a la Santa Iglesia, sobretodo si tenemos presente que miles de mártires derramaron su sangre para conquistar almas para Jesucristo.
No en vano San Pedro recibió un mandato (sí, una orden) de Nuestro Señor.
Nota de Fray Nelson: ¿Qué ven ustedes en este video? ¿Por qué no es esa una bendición apostólica? ¿O te refieres, Fdonum, a otra celebración? Danos el link, por favor. Por lo pronto, me parece que montonas juicios sobre base de conjeturas: Que el Papa tiene respetos humanos, que esa es una falsa apertura, etc.
Un saludo fraterno:
Hace muchos años conocí a un anciano sacerdote, de los de bonete y dulleta, tendría yo 15 años, que siempre me decía:"Cuando un sacerdote ingresa en una parroquia o toma posesión de ella por vez primera, nunca ha de cambiar nada de lo allí acostumbrado hasta al menos un año después de ser párroco de dicha Iglesia, pués se pueden herir suceptibilidades con la mejor intención".
Querido P. Nelson, eso mismo pensé yo cuando vi que el Papa una vez elegido ya comenzaba a mostrarnos cambios, que aunque aparentemente vanales por su naturaleza, si es verdad que a algunos ha espantado.
A mi personalmente no me afectan dichos cambios, pero si me chocaron en principio e incluso me causaron cierto temor por las repercusiones en ciertas sensibilidades de nuestra amada Iglesia y que usted en su artículo expresa tan bien.
Solo deseaba decirle eso, que me ha gustado el artículo y que comparto lo que dice. Verá por mi nombre en religión que amo de manera especial al Santo Padre, sea quien fuere y que espero y deseo que este Pontificado nos una mas a Cristo y a la Sede de Pedro.
Afectuosamente en Cristo le saluda desde España un Hermano más de la Iglesia a la que ama como Madre y ora por ella para que ella nos siga mostrando el camino del cielo.
suyo en Cristo...fr. Octavio, monje+
Nota de Fray Nelson: La opinión de fray Octavio es la de fray Octavio; no necesariamente la mía. Ahora bien, es evidente que todo aquel que asume un cargo nuevo debe primero enterarse de muchas cosas antes de tomar decisiones. Y yo creo que es a eso a lo que va Octavio; no a que no se vaya a hacer cambios en el futuro.
El video que trae muestra al Papa dando la bendición apostólica («Sit nomen Domine Benedictus...»). La misma que omitió dar el día 16 de marzo, por los siguientes motivos:
«...Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio, a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. ¡Que Dios los bendiga!»
S.S. Francisco
Todo apunta a que, por respetos humanos, el Papa no dio la bendición apostólica, con todas las consecuencias que ello implica. Se trata, pues, de un gesto que, a mí por lo menos, me desagradó.
Para evitar tergiversaciones, quede claro que, gran parte de las palabras que el Papa Francisco ha dicho en estos días, me han parecido muy acertadas. No obstante ello, me siento incapaz de comprender algunos de sus gestos, sobretodo aquellos que se desentienden de la Tradición de la Iglesia, o -como dije antes- de la línea trazada por su predecesor.
Nota de Fray Nelson: Fdonum, tratas de construir un argumento sobre muy poca o ninguna base. Estás aludiendo al Encuentro con los Representantes de los Medios de Comunicación. No es una eucaristía. No es una liturgia. Es un encuentro, que como se nota por la reseña que trae la página del Vaticano, se caracterizó por la calidez y la informalidad. Y tu pretendes sacar de lo sucedido en ese encuentro que este es un Papa que niega la bendición apostólica. Pero ni siquiera eso es cierto. Arriba de las palabras que tú citas viene esto: "pienso en vuestro trabajo: os deseo que trabajéis con serenidad y con fruto, y que conozcáis cada vez mejor el Evangelio de Jesucristo y la realidad de la Iglesia. Os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María, Estrella de la Evangelización, a la vez que os expreso los mejores deseos para vosotros y vuestras familias, a cada una de vuestras familias, e imparto de corazón a todos mi Bendición." Míralo aquí. Decir que ese es un hombre víctima de respetos humanos que está rompiendo con la tradición de la Iglesia es forzar demasiado las cosas.
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