12.10.17

(214) Cabeza de Leviatán

CABEZA DE LEVIATÁN

Diarios de Alonso Gracián

 

26 de septiembre de 2017

Confiesa el salmista al Señor: Tu congregisti capita Leviathan, Tú aplastaste la Cabeza del Leviatán (Sal Vulg 73,14).

La Cabeza del Leviatán, que piensa el modernismo. Afirmar la verdad al mundo de hoy tiene un tremendo poder contra ella, porque la verdad aplasta la mente del monstruo, que es la voluntad de error.

 
Pío XII combatió con gran potencia los fundamentos de la Nueva Teología, que luego se hicieron los topicos estructurales del personalismo. Le debemos mucho a la Humani generis.

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5.10.17

(213) Tópicos del personalismo, II: semipelagianismo, prejuicios contra la razón, pusilanimidad

1.- El católico actual, por regla general, vive en el paradigma personalista.-  Posee una idiosincrasia propia, a la que adhiere una ideo-sincrasia particular, un conjunto de prejuicios antropológico-teológicos cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar, y suministra el modelo para la resolución de problemas pastorales.

 

2.- Despertar del paradigma va a ser doloroso.- Hemos sido educados en él, hemos crecido con él, hemos sido católicos a través suya, vivimos y creemos inmersos en su atmósfera antimetafísica, antropocéntricamente devota. Recuperar la virtud de la racionalidad va a ser difícil, si antes no se descartan los prejuicios antiescolásticos que la mente católica ha heredado de la fenomenología de la persona.

 

3.- Quisiera el personalista nato que Dios reconociera al hombre como causa primera, y no causa segunda. ¿No parece a menudo, en su ideo-sincrasia, que quisiera a Dios como causa coordinada, que sólo se sumara, cual mera observadora, a la humana voluntad, causa primera también? Toda sobrevaloración de las posibilidades reales del hombre adámico, de origen voluntarista, tiende naturalmente al semipelagianismo, y es subjetivista en esencia.

 

4.- Cuánto rechina en los oídos personalistas que el ser humano sea tan sólo una causa segunda, dependiente de Dios para todo y no protagonista, necesitada de redención y auxilio constante, y no señora de sí misma ni autorredentora “con la ayuda de Dios"; cuánto rechina a su naturalismo “teocéntrico" —no por teocéntrico menos naturalista ni menos antropocéntrico— que salvarse no depende principalmente de él, sino de la gracia.

 

5.- Y en cuanto a la conversión, no cree el personalismo tanto en la teologalidad, como en el diálogo; no tanto en el recibir, como en el intercambiar. De ahí su preferencia por expresar la conversión en términos de interacción, y no de recepción, elección y predestinación. 

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24.09.17

(212) Contra la tiranía de los tópicos.- Crisis actual y personalismo

Estamos inmersos en una crisis eclesial de fondo. Creo que es indudable. Una crisis de gran calado que puede conducirnos a lo que hemos denominado puerta de ratonera. Ha sido fácil entrar, costará salir.

Para liberarnos de la trampa y emerger hacia la luz, que es siempre bíblico-tradicional, será necesario superar una amplia cantidad de tópicos y lugares comunes que debilitan el pensamiento cristiano,  y lo vuelven propicio a novedades y vulnerable ante el error.

Porque merman su identidad católica. Porque ciegan su entendimiento y dificultan todo perfeccionamiento doctrinal. Porque oscurecen la voluntad de Dios, que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 13)

Estoy convencido de esta tesis: la mente católica necesita desembarazarse del paradigma personalista para poder combatir eficazmente el modernismo. No todo es negativo ni falso en el personalismo. Lo que tiene de bueno, ha sido aprovechado. Pero cuanto tiene de errores, prejuicios y fallos de sistema, debe ser rechazado. Y es que a menudo cuesta sustraerse a la impresión de que la mente católica actual vive de eslóganes morales de procedencia humanista.

En esta serie de artículos analizaremos los clichés que la ideo-sincrasia fenomenológica y la Nueva Teología han insuflado en el pensamiento católico actual. Y digo ideo-sincrasia, forzando el lenguaje, para significar el conjunto de conceptos e ideas propios de la idiosincrasia personalista. Titulo la serie Contra la tiranía de los tópicos, aunque podía haberla intitulado también Contra los personalistas, a la manera clásica, y no sin ánimo belicoso. 

No está de sobra recordar que «nuestra guerra no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas» (Efesios 6, 12)

 
1.- Pregunta: ¿el personalismo es la “filosofía” oficial de la Iglesia? Respuesta: no. Es una construcción conceptual que coloca a la persona en el centro de su reflexión. Pero no es propio del pensamiento católico tradicional colocar a la persona en el centro de su reflexión, porque en el centro está la Santísima Trinidad y su gloria. Luego el personalismo, en contra de lo que se cree comúnmente en los ambientes académicos católicos, no es la filosofía propia del catolicismo —ni es la “superación” de Santo Tomás, como se enseña hoy día. De hecho, no es propiamente hablando filosofía. Si se dice filosofía personalista, es sólo impropiamente.
 
Tópico personalista es que el tomismo es racionalista y no respeta el misterio. Tópico personalista es que Santo Tomás tiene como defecto fundamental no ser personalista. Tópico personalista es que el personalismo es un renacimiento. Más bien, nos retrotrae al humanismo renacentista, condescendiente con lo pagano, respetuoso de idolatrías, esencialmente semipelagiano y subjetivista. Es el huevo donde se incubó el modernismo.
 
2.- Prejuicios contra el concepto de sustancia.- Al fundador del personalismo, Emmanuel Mounier (1905-1950), «no le gusta, por ejemplo, usar la palabra “sustancia” para referirse a la persona por las connotaciones estáticas y “cosistas” que despierta» (Burgos, Juan Manuel, El personalismo, editorial Palabra, p. 81). Debido a la enorme difusión que ha tenido su estilo intelectual, no es de extrañar que hoy día en general se minusvalore teológicamente el término Transusbtanciación, y se pretenda que sea una forma cosista de hablar del misterio eucarístico.
 
Tópico de la fenomenología de la persona y de su alergia a la Escolástica, es minusvalorar el concepto de sustancia. Ha sido lugar común durante el posconcilio —rico en antiaristotelismo y platonismo idealizante—, llegando a afectar incluso a buenos teólogos (no tomistas), teólogos que luego han sido grandes personalidades en la Iglesia, y ocupado importantes puestos de responsabilidad docente o pastoral. Teólogos que en los 70 escribieron sobre el problema de la transubstanciación, y que luego, gracias a Dios, se han desdicho del mismo y afirmado la doctrina correcta. Pero el prejuicio antisustancia persiste, y es utilizado como recurso ecuménico.
 
3.- La desactivación del sistema inmunológico de la Iglesia ante el marxismo cultural.- No olvidemos, por ejemplo, que para su fundador, Mounier, «Un marxismo abierto no podía estar muy lejos de un realismo personalista, si se reuniera con la primitiva inspiración de Marx, quien a través del desorden de las cosas, divisaba sobre todo la enajenación de las personas, y a través del ordenamiento de las sociedades, la liberación de los hombres» (Obras, vol. III, p. 186).
 
Es por la indefensión hacia el marxismo que vino la difusión de la Teología de la Liberación, y por su reinterpretación situacionista aterrizó entre nosotros la actual Teología de la Anomia, no precisamente venida del cielo, sino de la Nueva Moral condenada por Pío XII, y de la Nueva Teología, condenada por el mismo Pontífice.
 
De ambas procede un utopismo humanista que considera el cristianismo como un proyecto de liberación social inmanente al margen de la ley moral: un hombre nuevo en un paraíso terrenal, contra el ÚNICO orden de la gracia, que es el orden de la Iglesia. Es la vieja ambición de los humanistas del Renacimiento, que resurge con el progresismo católico.
 
Es muy significativo que el grito de los personalistas, en consonancia plena con los intereses de su mentor intelectual, Jacques Maritain (1882- 1973), sea, desde el primer número de la revista Esprit (1932), “Rehacer el Renacimiento”.  Los sueños de Pico de la Mirandola (1463- 1494) encontrarían aquí su eco: el hombre no tiene una sustancia definida, puede llegar a ser lo que quiera, y aquí radica su dignidad.
 
No le debe chirriar nada de esto al marxismo cultural ni a su eco, la intelectualidad progresista católica, desactivada ante la ideología de género. La utopía renacentista de un hombre nuevo que puede llegar a ser lo que quiera, fundamentada en el rechazo del concepto de sustancia, encuentra así terreno abonado en el personalismo. Es la “versión piadosa” de la ideología de género. Y en cuanto utopía de autoperfeccionamiento y autorredención, el resurgir intelectual del homohomohomo, el hombre-trinidad, de Carolus Bovillus (c.1474- c.1566), —cuya teología, curiosamente, influye incluso en la manera personalista de explicar la sexualidad matrimonial.
 

4.- ¿La doctrina social de la Iglesia es de izquierdas?.- No. Pero de los inicios del personalismo procede ese ingenuo lugar común, por el cual la doctrina social de la Iglesia es de izquierdas. ¿No procederá de aquí el prestigio que los teólogos progresistas han tenido durante todo el posconcilio? No olvidemos que Bernhard Häring (1912-1998), cuya teología está latente en Amoris laetitia, es un ultrapersonalista, y que de la caja de Pandora de su moralismo ecologista surgieron males que echan humo hasta el día de hoy. La moral de situación es una moral que quiere ser de izquierdas, porque en el fondo mendiga del marxismo. Pero también quiere ser de derechas, porque no se atreve a la autodestrucción, y se vuelve liberal. En conclusión, no más que antimetafísica existencialista, cuyo profeta es Heidegger (1889- 1976), omnipresente en la Nueva Teología. 

 

5.- ¿Cumplir con la ley de la Iglesia es propio de fariseos, y no cuenta como testimonio?.- Según este tópico, cumplir es lo propio de fariseos egoístas e individualistas, pura rigidez estática, sometida a la tiranía del espacio; frente al vivir dinámico y comunitario, puro tiempo creativo, que es lo propio de los verdaderos cristianos, hijos de la historia y de las circunstancias cambiantes y mutantes de la vida.

Bajo este punto de vista, parece imposible ser cristiano sin pertenecer a una viva y dinámica comunidad, sea parroquial, sea un movimiento, sea una asociación. El comunitarismo ha sido defendido también teológicamente por Henry de Lubac (1896- 1991) como teoría eclesiológica e incluso como soteriología. Ha influido tanto, que lo colectivo parece imponerse a lo individual.

De esta forma, en el posconcilio, el egoísmo —en cuanto pecado contra el comunitarismo piadoso—, se convierte en el gran mal de la sociedad, por encima de todo pecado, por encima incluso de la apostasía, el aborto, el adulterio, o la herejía. ¿Será que Cristo vino a redimirnos no tanto del pecado, como del egoísmo? ¿Será que salvarse no es fin propio del sujeto, sino de la comunidad? Aceptando este supuesto, es fácil menospreciar la salvación propia como derecho y tarea propia del individuo. Queda sobrevalorado el compromiso, el activismo, la pertenencia a un grupo, como condición para ser buen cristiano y crecer en cristianismo. Se pretende que es malo querer ser una sustancia individualLo propiamente cristiano es hacerse componente creativo de una comunidad. El comunitarismo es la dimensión no egoísta del cristiano. Cumplir, por sí solo, es egoísmo farisaico.

Lo importante, según esto, es la responsabilidad y sus valores comunitarios, que laten por debajo de las meras normas particulares y particularistas. O como dice Mounier: «no sólo no se trata de ir a la Iglesia con un corazón fariseo, sino además de que todos sepan que yo soy cristiano, para que todo el mundo juzgue al cristianismo por todos mis actos» (Obras (vol IV, p.635).

Cabe preguntarse si no es una falsa contraposición, también tópica: cumplir contra dar testimonio. Parece que el que va al templo a cumplir el precepto dominical es un fariseo, en lugar de cristiano que da testimonio de guardar la ley moral y comprometerse en su perfeccionamiento natural y sobrenatural. Pero se considera que lo importante es “encarnar” el espíritu en lo personal y comunitario, como creía Mounier. Y cabe preguntarse, de nuevo, si ir a la Iglesia a encontrarse con Cristo donde realmente está, es decir, en la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana, no es precisamente el distintivo del ser cristiano. Cabe preguntarse si, como cree el personalista, el encuentro con el Salvador es ante todo comunitario, personal y subjetivo, o si por el contrario es primeramente eclesial, sacramental y ontológico.

 

6.- Cabe preguntarse, también, si los prejuicios antimetafísicos de la fenomenología de la persona son capaces de fundamentar una filosofía o una teología. La respuesta es no. El personalismo no alcanza a ser filosofía. - ¿Acaso los fenómenos son las esencias? ¿Acaso podemos conocer la realidad renunciando al conocimiento de las esencias para construir sobre los fenómenos? como si éstos fueran más esenciales que las esencias— ¿No es condenarse al mero existencialismo? 

Obviamente son preguntas retóricas. La respuesta es no: la fenomenología de la persona no puede servir a la teología católica, porque sustancialmente sólo consiste en meras descripciones y descripciones y más descripciones que no alcanzan el ser, como certeramente diría el filósofo tomista Manuel Ocampo Ponce, bloguero de Infocatólica.

En este sentido nos parece vano el empeño inductivo de Maurice Nédoncelle (1905-1976). Sencillamente, porque no se puede indagar «en la realidad de la persona desde un punto de vista fenomenológico para extraer después sus conclusiones» (Íbid, p.32), y al mismo tiempo considerar superfluo o inconveniente el conocimiento abstractivo de las esencias,  ni siquiera al modo fenomenológico puro, es decir el de Edmund Husserl (1859- 1938) —que no renuncia a la intuición de las esencias. Es obvio que en una metafísica antimetafísica muy similar podrá fundamentar Bernhard Häring su justificación de la anticoncepción y la defensa de excepciones a los actos intrínsecamente malos.

7.- Tengamos en cuenta, y no lo olvidemos, en qué consiste un paradigma.- Como enseña la RAE: teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento. Apliquemos la definición al personalismo: tópicos o conjunto de tópicos cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar, y que suministra filosofías y teologías innecesarias para resolver problemas pastorales y avanzar en la enseñanza del Depósito.

Este conjunto de tópicos y lugares comunes no será nunca una filosofía, porque mucha corteza no hace la pulpa. La fenomenología personalista es claramente anticientífica y subjetivista, en contra del pensamiento escolástico tradicional, que es científico y objetivo. 

Por eso es necesario ir resolviendo disonancias y regresar al pensamiento tradicional católico. La mente católica necesita desembarazarse del paradigma personalista para poder combatir eficazmente el modernismo, para poder volver a transitar caminos que han sido embarrados: el camino de la objetividad, el camino de la Tradición y de las tradiciones, el camino de la identidad católica. No es posible superar la crisis, por tanto, sin un pensamiento católico fuerte, claro, preciso como una espada.

 
 

20.09.17

(211) Tiempo decisivo

Tiempo de martirio, tiempo de Transubstanciación.

 

Tiempo de la Inmaculada: nos conduzca al Salvador, aplaste la serpiente, destruya herejías,  renueve la Iglesia.

 

Tiempo de sacramentos: centrarse en confesarse y comulgar. Estar siempre en gracia, —y si se peca mortalmente, ir corriendo a recuperar el estado de justificación. 

 

Tiempo de sacramentales: la ayuda del Cristo Total, contra el maligno, es necesaria —agua bendita, estampas, rosarios, medallas, escapularios, bendiciones… mediaciones y culto de dulía.

 

Tiempo de los mandamientos negativos: nunca excepciones a los actos intrínsecamente malos —dejarlo claro, proclamarlo a los cuatro vientos, dar la vida, si es necesario, por la doctrina de siempre y por la ley moral, eterna e inmutable.

 
Tiempo de santidad: de ser un enemigo de Dios a ser hechura de su Hijo sólo hay un salto, el de la gracia.
 

Tiempo de corrección: enderezar el rumbo, decirle adiós a malas teologìas, a malas filosofías sin tradición —sin personalismos, ni situacionismos, ni fenomenologías; sin naturalismos humanistas, ni Maritain ni Nueva Teología, que su estela pasó, o habrá de pasar: volver a Padres y Doctores, Santo Tomás, San Agustín.

 
Tiempo de misión: llevar la fe a los que no la tienen. Porque desconocer a Cristo sin culpa no es causa de salvación. Dios alcanzará la fe, mandará un misionero, proveerá con providencia al que pone de su parte, con el auxilio de Dios. No existen cristianos anónimos.
 

Tiempo de iluminar la idolatría: no son luz, sino tiniebla y confusión. Politeístas, convertíos, abandonad vuestros ídolos.

 

Tiempo de la fe: de predicar su necesidad para la salvación.

 

Tiempo de guerra y no de paz: tiempo de antimodernismo, de contender por la fe, sin darse tregua. Callar no es decoroso.

 

Tiempo de objetividad: de sano realismo, de oración de la Iglesia, de metafísica y de tradiciones. Santo Tomás.

 
Tiempo de Siglo de Oro: sana doctrina, clásica belleza, calidad y claridad, perfección de estilo y arte oratoria.
 
Tiempo de precisión, de bisturí contra el error, amor a la doctrina bíblico-tradicional. Fuera lo ambiguo.
 
Tiempo de Veritatis splendor: que nunca sea omitida ni callada.
 
Tiempo de decirle no a Lutero, y dejarle pasar. Adiós. Nos quedamos con Trento.
 
Tiempo de plantar la cruz en el corazón del Maesltrom, y gritar: siste fugam, pone te in centro, detén la huída, ponte en el centro, que es Cristo Total.
 
Tiempo de predestinación: que Dios complete el número de sus elegidos, amen.
 
 
 
David Glez Alonso Gracián 
 
 

18.09.17

(210) Puerta de ratonera

«—dije yo entre mí—. Al infierno vamos.

Y fue así, porque al punto nos hallamos dentro por una puerta como de ratonera, fácil de entrar e imposible de salir. Y fue de ver que nadie en todo el camino dijo “al infierno vamos"; y todos, en estando en él, dijeron muy espantados: “en el infierno estamos"» (Francisco de Quevedo, Los sueños)

En numerosos artículos de este blog hemos ido comprobando los muchos males que puede producir en el Cuerpo de Cristo la ambigüedad teológica de Amoris lӕtitia.  Por eso hemos calificado el momento actual de crisis de fe generalizada.

La tragedia está a la vista, y sólo a base de un obstinado espíritu avestrúcico podríamos pensar que todo va bien.

En realidad, la situación actual no deja de ser dramática. Porque, no es sólo que conferencias episcopales y obispos se estén sumando al principio heteropráctico que emerge de la mencionada ambigüedad; sino que justifican sus acciones como si fueran actos de obediencia al magisterio. Y esto es una trampa letal, en la que no debemos caer. 

Hermanos, la ambigüedad no es magisterio, como la cavilación personal tampoco lo es; no es magisterio el sí pero no también,  ni la indefinición entre el estado de pecado y el estado de gracia. No es magisterio una teología privada, no es magisterio un no magisterio; no es magisterio una suspensión de claridad en contra de un clarísimo magisterioPuede ser una reflexión pastoral, abierta y personal, pero no más que eso.

No faltan tampoco intelectuales, filósofos y teólogos, que defienden las tesis conflictivas de Amoris lӕtitia por medio de viejas heterodoxias, disimuladas de subjetivismo personalista; o utilizando filosofías postizas, elaboradas ad hoc para la justificación de lo injustificable.

 

Podemos contemplar lo peligroso de esta situación mediante una imagen: la puerta de ratonera. Por ella es fácil entrar, pero casi imposible salir. Una vez dentro se puede morir de sed, de asfixia, de angustia, atacado por serpientes, por inanición, o simplemente de nihilismo, de apostasía, de nada. Plantear excepciones a los actos intrinsecamente malos no es magisterio, sino un camino que conduce a una trampa. De la que será difícil salir, si no reaccionamos.

En definitiva, nos estamos metiendo en una ratonera, de la que será muy complicado liberarse. Desde luego, IMPOSIBLE sin la ayuda de Dios, y grandes sacrificios, ayuno, limosna, oración… Costará revertir la situación de crisis. Costará corregir la mala teología difundida, las excepciones —institucionalmente permitidas— a los actos intrínsecamente malos; costará darle la vuelta a la mala formación y a los prejuicios y tópicos situacionistas. Costará darle la vuelta a la crisis y reconsiderar Veritatis splendor, la gran ausente,  como síntesis de lo que siempre se ha creído y observado.

 

Lo dramático del caso, además, no es sólo la dificultad de revertir el proceso, sino la inadvertencia de la crisis. Como dice el pasaje de Quevedo, fue de ver que nadie en todo el camino dijo “al infierno vamos". Señores pastores, tengamos celo por las almas. Si no ponen perros que ladren y muerdan, muchas ovejas caerán.

Sólo queda una solución: no entrar por la puerta ancha de la ratonera. Retroceder, corregir el rumbo, advertir el infierno, atricionar las almas, predicar la fe, la ley moral, los mandamientos; fajarse virilmente y cancelar, sin miedo al martirio, una a una, todas las medidas ratoniles, y decir bien alto, como San Pío X en la Pascendi: guardar silencio ya no es decoroso. La gracia no habrá de faltar. 

NO entremos en la ratonera.