Un cristiano no puede practicar zen sin buscarse innecesariamente problemas en su vida cristiana y llenar de obstáculos su camino de santificación, por no decir abandonarlo o algo peor. Por la sencilla razón de que zen y vida cristiana son incompatibles. Quien no lo crea así, no tiene más que comparar la fe cristiana con la doctrina zen que expondremos en este y otros post, para convencerse de ello, si Dios quiere. Es lo que sinceramente deseo. Que se centre en Cristo y en la oración conforme al Logos, en Espíritu y en Verdad.
Mi objetivo es mostrar la esencia de esta forma del budismo a través de textos relevantes del pensamiento zen, para que su cosmovisión propia quede manifiesta y su incompatibilidad con el cristianismo se haga visible. He utilizado fuentes prestigiosas, de reconocida competencia, y no los mediocres manuales de autoayuda budista que circulan por ahí divulgados por la New Age. Vamos a ello.
1. La cosmovisión zen define la naturaleza esencial de las cosas como vacío. Para eso, utiliza una palabra clave en zen, que es sûnyatâ.
“Literalmente, vacío: Sûnya significa vacío, y el sufijo ta le confiere el carácter de sustantivo abstracto. Se emplea esta palabra para describir la naturaleza esencial de todas las cosas” ("Diccionario Zen", E.Wood, edit. Paidós, pág. 156- (a partir de ahora, D.Z.)
“Cuando el zenista afirma que la verdadera naturaleza propia del hombre o la verdadera naturaleza de uno mismo es sûnyatâ, enuncia una idea similar.” Es decir, que “su realidad es un vacío” (D.Z. pág. 156)
Para el cristianismo, la naturaleza esencial de las cosas no es el vacío. Porque del vacío la razón no puede extraer la Ley Natural. Negando la naturaleza de los seres creados y concretamente del ser humano, es imposible descubrir la Ley Natural como fundamento mismo del ethos. Si la naturaleza de las cosas fuera vacuidad, entonces también la Ley Natural sería vacuidad carente de contenidos, vaciada de los Mandamientos de la Ley de Dios.
CAT 1955 La ley divina y natural (GS 89) muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana”
«Existe ciertamente una verdadera ley: la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. […] Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo» (Marco Tulio Cicerón, De republica, 3, 22, 33).
2. El concepto de vacuidad, o vacío, fundamental en el zen, es entendido bajo una perspectiva religiosa venida del taoísmo. Luego no es sólo una mera técnica mental. Es una filosofía especulativa de índole religiosa.
Al pensamiento tradicional chino, sustentado en el confucianismo y el taoísmo, le costó mucho entender este concepto budista del vacío. Pero el concepto de sûnyatâ caló en la religiosidad china asociado al concepto de nada del taoísmo. De esta manera, el budismo chino/japonés comprendió el vacío como nada. Así lo explica la primera autoridad del Japón en budismo zen, Daisetz Teitaro Suzuki, profesor de la Univesidad Imperial de Tokyo, que influyó en Heidegger, C.G, Jung y Erich From:
“Hay dos corrientes originales de pensamiento chino, el confucianismo y el taoísmo puro, es decir, el taoísmo no deformado por las creencias y las supersticiones populares. El confucianismo representa el pragmatismo o positivismo de la mentalidad china, mientras que el taoísmo representa su tendencia mística y especulativa. Cuando el budismo se llevó a China al principio de la última dinastía Han (64 dC) encontró un verdadero asociado en el pensamiento de Lao-tzû y Chuan-tzù. Al principio el budismo no fue muy activo en el pensamiento chino. Sus adeptos se ocuparon principalmente de traducir sus textos al chino, y la gente no sabía exactamente cómo integrarlo en su sistema de ideas y creencias. Pero a través de las traducciones debieron comprender que había algo muy profundo, muy inspirador, en la filosofía del budismo. Desde el siglo II, cuando los Prajñâ pâramitâ Sûtras fueron traducidos por primera vez al chino, los pensadores chinos quedaron profundamente impresionados por ellos y emprendieron su estudio con toda seriedad. Aunque tenían dificultades para comprender con claridad la idea de sûnyatâ, vacuidad, encontraron un concepto afín en la idea de wu, Nada, de Lao-Tzû”. ( “El zen y la cultura japonésa”, edit Paidós, Madrid, 1996, pág. 42)
Resalto de este texto algo muy significativo, que contradice la tesis según la cual el zen es sólo una técnica mental sin visos de religión. El concepto de vacuidad, o vacío, fue entendido como nada, concepto propio de la cosmovisión taoísta, que representa, como dice Suzuki, la tendencia mística y especulativa de la mentalidad china.
3. La cuestión de la objetividad de la realidad es tratada en el pensamiento zen bajo la dicotomía de lo interior y lo exterior, para convertirlo en un pseudoproblema y concluir su vacuidad.
Veamos cómo explica esto un filósofo zen de la talla de Toshihiko Izutsu , que enseñó en el Instituto de estudios Culturales y Lingüísticos de la Universidad de Keiō en Tokio, en la Academia Imperial iraní de Filosofía en Teherán, y en la Universidad McGill en Montreal, en su muy riguroso libro sobre metafísica y epistemología zen “El Kôan Zen. Ensayos sobre budismo zen”, edit. Eyras, Madrid, 1980 (a partir de ahora, K.Z.):
“El Zen habla a menudo del exterior y del interior, y hace un gran uso de esta distinción (…) refiriendo el interior al espíritu y a la conciencia habitualmente y el exterior al mundo de la naturaleza”. (…) Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente zen, el problema del interior y del exterior no es más que un seudoproblema, cualquiera que sea la forma bajo la cual puede surgir, puesto que para un ser humano iluminado, el interior y el exterior no son en modo alguno dos compartimentos estancos que puedan ser distinguidos uno del otro. Semejante distinción no tienen realidad alguna: no es más que una construcción del pensamiento”. (K.Z, pág. 108/109)
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