Son muchos los males que nos aquejan. ¿Cómo reaccionar contra ellos? En este post lo veremos, tratando de diagnósticar una tentación insidiosa en que podemos caer, si no estamos prevenidos:
Utilizar al ídolo cantidad, como lo llama León Bloy, para luchar contra el mal. Confiarnos a la falsa fuerza del número, a la guerra de cifras, al pelagianismo de la cantidad, a la pseudoseguridad de los muchos recursos y los numerosos medios.
Porque nunca venceremos al mal que nos aqueja a base de cuantificaciones pelagianas, sino con el poder de Dios..
A menudo esconde Cristo su poder en los corazones de los santos, para difundirlo cuando quiere y como quiere.
Por eso la Palabra de Dios te convence de esto: pensar en términos cuantitativos implica una reducción de confianza en la potencia del Dios de los Ejércitos.
Veámoslo.
LO QUE DICE EL MUNDO QUE HAY QUE HACER PARA DEFENDERSE DE UN ENEMIGO PODEROSO
Contra un enorme enemigo que nos ataca con intención de destruirnos, lo razonable parece ser armarse hasta los dientes y reunir unas buenas tropas, al menos para reunir el mismo contingente que iguale la contienda.
A esto apunta la sabiduría de este mundo, y lo confirma la historia, sobrecogida de guerras y sufrimiento.
El Pueblo Elegido se ha visto en situaciones de este tipo: unos cuantos, contra un poder maligno inmenso:
“19 Holofernes avanzó con todo su ejército, para preceder al rey Nabucodonosor y cubrir toda la superficie de la tierra, hacia Occidente, con sus carros de guerra, sus jinetes y sus soldados escogidos. 20 Lo seguía una multitud numerosa como las langostas y como los granos de arena de la tierra: su número era incalculable.” (Judit, 2)
Los israelitas contemplan esta amenaza con horror.
“2 Un pánico indescriptible cundió entre ellos ante la presencia de Holofernes y temblaron por la suerte de Jerusalén y la del Templo del Señor, su Dios.” (Judit 4)
¿Cómo entiende la postmodernidad esta batalla? Con parámetros cuantitativos: contra un gran enemigo, un gran ejército. Cantidad.
El católico empeñado en estas lides, por ejemplo en el sufrido y siempre bienintencionado apostolado de la Ley Natural, si se deja llevar por el espíritu cuantitativo, combatirá con armas ineficaces si pone en ellas su esperanza, que se resumen en la advertencia de León Bloy, Diario de mayo de 1910:
“La divinidad moderna, tanto para cristianos y judíos como ateos, es el ídolo CANTIDAD, el dios Quantum, con un culto más exigente, más implacable, que el que pudo tener el fatum antiguo".
Es decir, que hay una mentalidad cuantitativa que considera que el destino (el fatum) de las cosas es bueno o malo según su eficacia numérica.
En el mundo de hoy, en cualquier ámbito, la medida es el número, y el éxito depende de él. La fuerza del número es clave en el liberalismo, el comunismo, el socialismo… las grandes masas aclamando al líder, los entusiasmos colectivos, la presión del poder popular… El número determina las leyes, la ética de mínimos o máximos, la presión de la opinión pública capaz de transmutar valores y morales. Pero Dios actúa de otra manera.
Digamos de forma un tanto brusca para oídos buenistas:
La Postmodernidad inyecta la idolatría de la cantidad. Que consiste en preferir lo visible, la cantidad, a lo invisible (la cualidad divina, la gracia) como recurso decisivo y alimento de la acción moral. La fe sin embargo es potencia de no visión.
La acción de la gracia invisible da esplendor al testigo de Cristo, que hace visible el Amor del Señor en el mundo, y hace asomar la salvación que tanto se necesita.
La presencia visible del cristiano en el mundo descristianizado de hoy es tanto más necesaria cuanto más se proscribe la acción de la gracia invisible en las almas.
Pero esta presencia sería infecunda si no se sustenta en la gracia invisible que opera en los corazones. Cristo ha de ser ensalzado, porque es el Salvador. Por eso la santidad es la clave. La santidad determina la calidad de nuestro apostolado, por así decir: El Espíritu Santo difunde a través de ella, de esa calidad vital, la acción de Cristo que salva.
León Bloy da en el clavo al relacionar la sobrevaloración de lo cuantitativo con la adoración de lo visible en forma de falta de fe, de infidelidad, de idolatría incluso. Como dice en el Diario de julio de 1893:
“La idolatría consiste en preferir lo visible a lo Invisible".
Y pone como modelo y remedio la espiritualidad medieval:
“Si hubo una época en que los hombres descuidaron la Cantidad para dirigirse exclusivamente hacia la Calidad, esa es indiscutiblemente la Edad Media". “La cantidad es esencialmente destructora de la calidad, si a ésta no obedece y se rebela". “Igualar, nivelar, es para la cantidad de una importancia vital y exige la aniquilación de todo lo que aventaja. Es una sucesión indefinida de cantidades perpetuamente iguales".
Los cristianos, ante los horrores de la Cultura de la Muerte de la Postmodernidad apóstata, no hemos de reaccionar con este pánico, producto del espíritu de vértigo y de la falta de fe. Hemos de darnos cuenta de la formidable amenaza del Nabucodonosor de la apostasía liberal, y combatirlo con las buenas armas de Cristo.
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Es una gran tentación para el católico confiar en el número como si el número diera la victoria; asegurarse el éxito en la cantidad, en los recursos, en el número de firmas conseguidas por la causa, en la guerra de cifras de las manifestaciones, en el número de votos, de objetivos y programas, en la abundancia de recursos humanos o materiales o técnicos.
Nos parece que cuantas más firmas reunamos, más poder va a tener nuestro apostolado. Por eso no nos importa hacerlo aconfesional.
Nada de eso.
El espíritu de pobreza y debilidad es condición para seguir a Jesús y hacer fecunda la gracia del apostolado.
Con esto no queremos en modo alguno decir que no sea lícito usar medios humanos. Lo que decimos es que no podemos confiar en estos medios. Sólo Cristo es el vencedor.
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UN ENEMIGO CONTRA EL QUE ESTAMOS EN GUERRA.
El icono malo del mundo, de la Cultura de la Muerte, es el rey Nabucodonosor y su lugarteniente Holofernes.
Pero ¿qué quiere Nabucodonor? Veamos qué quiere, y reflexionemos si es posible o no la conciliación, llevarse bien, o imaginar que se le puede vencer con cantidad de recursos, medios, programaciones, firmas, etc.
Nabucodonorsor envía a Holofernes para esto:
destruir “toda la tierra de Occidente” (Judit 2, 19)
Los cristianos vivimos inmersos en esta época de muerte pacifista, en que el nasciturus, el enfermo, el débil, el inocente en general es el principal atacado, y el enemigo una fuerza poderosa capitaneada por el diablo.
Hay muchos católicos buenistas que niegan que estemos en guerra. Quieren llevarse bien con Holofernes, porque la guerra es cosa mala y molesta. Pero es bueno recordarles lo que nos recuerda la Gaudium et spes 37, que nos enseña una verdad que muchos católicos conciliadores con el espíritu del mundo parecen haber olvidado. Recordemos la enseñanza:
(37) “A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.”
Estamos en guerra con el maligno y el pecado. Es el tema central del Señor de los Anillos. Tolkien estaba empeñado en que nos diéramos cuenta de que, en el Mundo Caído, en esta Tierra Media azotada por el evento primigenio de nuestra caída en la sombra, es preciso librar batalla con armas espirituales. No son las tropas de Aragorn las que aportan la victoria decisiva, sino un pequeño hobbit y su fiel cirineo.
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Y QUE HAY QUE COMBATIR ANTE TODO NO CON LA CANTIDAD DE LAS ARMAS DEL MUNDO, SINO CON LA CALIDAD DE LAS ARMAS DE CRISTO.
Como hemos dicho, la calidad de Cristo está escondida en ciertos corazones: en los corazones de los santos. Y la difunde cuando quiere y como quiere. Con santidad es como debemos combatir. Y no serán muchos los soldados. A lo mejor es uno solo, unos cuantos, un puñado, los que sean. La cantidad no importa.
¡Santidad o muerte! Repetía el beato Spínola.
Sorpréndete de esto. Es la enseñanza de la Palabra de Dios. .
El Señor aconseja la pobreza voluntaria y sobrenatural. No hemos de confiar en la guerra de cifras.
“Poned toda vuestra esperanza en la Gracia” (1 Pe 1, 13)
Judit 4 nos enseña el camino:
“9 Todos los hombres de Israel clamaron insistentemente a Dios y observaron un riguroso ayuno.”
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A LA MANERA DE JUDIT, QUE VENCIÓ A HOLOFERNES
Judit habla con el poder de Dios:
Non enim in multitudine virtus tua, "tu fuerza no está en el número".
También se dice en
Samuel 2, 9: el hombre no triunfa por su fuerza
Y fijaos en el poder material del mal. ¿¿Quién podría igualarlo??:
Judit 1, 16: Nabucodonosor posee “una inmensa multitud de soldados".
Con este ejército, capitaneado por el temible Holofernes, planea
“cómo llevar a cabo su idea de venganza contra toda la tierra” (Judit 2, 1)
¡Venganza contra toda la tierra!
Es una ingente fuerza de potencia nihilista, secularizadora, des-sacralizadora.
Nabucodonosor y Holofernes, su servidor, representan al Anti-Dios, el Anti-cristo, el Maligno y sus servidores, las fuerzas del mal.
Envía a Holofernes a destruir “toda la tierra de Occidente” (Judit 2, 19) Con su temible servidor va una
“confusa muchedumbre, incontable como plaga de langosta o la arena de la tierra".
Contra este enemigo tremendo, Israel cuenta con… una mujer viuda, sabia, bella y piadosa, que ora..
En 8, 17, dice al pueblo atemorizado:
” pidamos (al Señor) su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará si esa es su voluntad.”
Es una prueba. Una prueba de confianza. Y para mostrarlo acude a la Escritura, y compara la situación en que se encuentran con otras pruebas de fidelidad:
8, 25 Más aún, demos gracias al Señor, nuestro Dios, que nos somete a prueba, lo mismo que a nuestros padres.
26 Recuerden todo lo que hizo con Abraham y en qué forma probó a Isaac, y todo lo que le sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba las ovejas de Labán, hermano de su madre
La victoria sobre este enemigo portentoso no reside en la equiparación (imposible para ellos) de fuerzas, sino en la confianza. Una cuestión de confianza en el poder de Dios.
Judit exhorta a la fidelidad. Ellos no adoran sino al Dios verdadero, no han caído en la idolatría de sus antepasados, que fueron masacrados por diversos enemigos. Ellos son fieles y adoran al único Dios, y en esta fidelidad se fundamenta la esperanza en el auxilio del poder de Dios contra Nabucodonosor y Holofernes, que odian al Señor y a su Pueblo, porque Israel no quiere vivir conforme a sus dictados, conforme a su imperio idólatra.
“20 Nosotros no reconocemos otro Dios fuera de él; por eso esperamos que no nos despreciará”
Con esta esperanza, Judit invoca el poder de Dios:
“9, 4: ¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!”
9, 5:14 contiene lo más impresionante de su oración. Todo un tratado de apostolado cristiano y confianza en la potencia de Dios.
” Tú has hecho el pasado, el presente y el porvenir; Tú decides los acontecimientos presentes y futuros, y sólo se realiza lo que Tú has dispuesto.
6 Las cosas que has ordenado se presentan y exclaman:‘¡Aquí estamos!’.Porque preparas todos tus caminos, y tus juicios están previstos de antemano.
7 Mira que los asirios, colmados de poderío, se glorían de sus caballos y sus jinetes, se enorgullecen del vigor de sus soldados, confían en sus escudos y sus lanzas, en sus arcos y sus hondas, y no reconocen que Tú eres el Señor, el que pone fin a las guerras.
8 ¡Tu nombre es ‘Señor’! Quebranta su fuerza con tu poder, aplasta su poderío con tu ira, porque se han propuesto profanar tu Santuario, manchar la Morada donde habita la Gloria de tu Nombre, y derribar tu altar a golpes de hierro.
9 Mira su arrogancia, descarga tu indignación sobre sus cabezas:
concédeme, aunque no soy más que una viuda,
la fuerza para cumplir mi cometido.Por medio de mis palabras seductoras
10 castiga al esclavo junto con su jefe y al jefe junto con su esclavo.
¡Abate su soberbia por la mano de una mujer!
11 Porque tu fuerza no está en el número ni tu dominio en los fuertes,
sino que Tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados.
12 ¡Sí, Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Soberano del cielo y de la tierra, Creador de las aguas y Rey de toda la creación: escucha mi plegaria!
13 Que mi palabra seductora se convierta en herida mortal para los que han maquinado un plan siniestro contra tu Alianza y tu Santa Morada, la cumbre de Sión y la Casa que es posesión de tus hijos.
14 ¡Que toda tu nación y cada una de sus tribus reconozcan que Tú eres Dios, el Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel!”.
Nosotros, armados con esta confianza, movidos por la gracia, ponemos todo nuestro empeño en adorar al único Dios verdadero y pedir su ayuda y su divino auxilio, para vencer con su poder las fuerzas que nos asedian.
En nuestra batalla contra las fuerzas del mal, con las buenas armas de Cristo, no olvidemos que el maligno se vale del pecado para construir su Anti-iglesia, con la que quiere devastar toda la tierra, como Nabucodonosor.
Y que nosotros, Pueblo Santo por la gracia, podemos hacerle frente, en nuestra debilidad, si imploramos fielmente su divino auxilio,
confiados en que el poder de su brazo no mengua en aquellos que le son fieles.