I.- COMENZAMOS, RECORDANDO LA IMPOSTURA
No nos engañemos. A partir del siglo XVI el mundo católico parece cabeza a pájaros.
En líneas generales, salvando figuras excepcionales, podemos decir que el hombre medieval, cristocéntrico, adorador y litúrgico, centrado en la gracia, fue substituido por el hombre moderno, antropocéntrico, moralista, menospreciador de la mística y vuelto hacia afuera.
Y comenzó, formalmente, en el Renacimiento, aunque se estaba gestando mucho antes, en la mente de los nominalistas y su mente pensante, Guillermo de Ockham.
Lo diremos con una metáfora:
El Hombre de Vitruvio de Leonardo, proteínico y voluntarista, figura de este nuevo modelo de cristiano, levantó sus brazos, se colocó en el centro, desplazó la gracia de los elegidos, y dijo: -aquí estoy yo. Soy perfecto, soy maravilloso, soy lo máximo. Es verdad que he caído, pero volviendo a la Antigüedad Clásica volveré a resurgir. Que toda la vida cristiana gire entorno a mí.
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