(206) No perdamos el camino. Cómo conducirse en la crisis
Conducirse en medio de una crisis no es tarea fácil. Pero es posible por la gracia. Lo principal es no perder el camino heredado, y atenerse a él. Teniendo en cuenta la advertencia del Señor: «Sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).
No desconfiemos de la Iglesia. Es Madre y Maestra, como la Inmaculada Concepción, su figura y signo de predestinación. A ella, que es nuestro faro, confiamos las naves en la tormenta.
Toda crisis es un extravío, un oscurecimiento del camino. Pero la sana doctrina católica es brújula, conforme nos enseñaron:
«¿Qué es la doctrina cristiana? -
Doctrina Cristiana es la doctrina que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo para mostrarnos el camino de la salvación.» (Catecismo de San Pío X, 3)
De nuestro entendimiento de la crisis depende, en gran parte, que no perdamos el camino.
1.- Si por crisis entendemos un cambio profundo, de consecuencias importantes, entonces hay que permanecer inmóvil, para que lo inmutable prevalezca sobre la mutación. Para ello, es necesario aferrarse a la Tradición y a las tradiciones. Cultivar nuestra mente bíblico-tradicional. Pisar fuerte, donde el Magisterio pisó fuerte.
2.- Si por crisis entendemos la intensificación de los síntomas de una dolencia, entonces hay que mantenerse sano a toda costa. Para ello, es necesario aferrarse a los sacramentos y a los sacramentales. Sea la santa Eucaristía cumbre y fundamento de nuestra vida cristiana, y la confesión, bautismo trabajoso por el que recuperamos el estado de gracia. Una buena provisión de agua bendita es importante, para limpiar el sendero de demonios y que florezcan botánicas, frescor y verdor. Y fomentar el culto de dulía, bandera de catolicidad: que buenas luces proceden de la Comunión de los Santos.