El 8 de septiembre de 1907, año quinto del pontificado de San Pío X, fue una fecha importante para la Iglesia: es el día de la carta encíclica Pascendi, un profético documento magisterial. En ella no sólo se condenaban con claridad conceptual y precisión luminosa las doctrinas de los modernistas.También se daba voz de alarma contra los males que iban a venir, y se lanzaban tres advertencias fundamentales.
1.- La primera advertencia de la Pascendi.- Todo obispo debería tener muy en cuenta su primer deber, según la encíclica. Primera obligación, primer imperativo, primera misión de pastoreo: proteger el Depósito. Responsabilidad primigenia y primordial de la Iglesia jerárquica. Y es que el papel de los pastores, en el combate contra el error, es el papel protagonista. Así lo enseña, sin timidez ni eufemismos, en la primera frase:
«(Pascendi Introducción) Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia.».
2.- La segunda advertencia de la Pascendi.- No menos vigorosa e impresionante es la segunda advertencia, que enseguida se expone, no más dicha la primera. Porque es cuestión de fidelidad alzar la voz y no poner boca en tierra, cual pastor malherido. Todo pastor primero es pastor.
«(Pascendi 1) Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio.»
3.- Y la tercera advertencia de la Pascendi.- Con ella, las dos primeras llamadas de atención cobran fuerza inusitada. Advierte con parresía de la naturaleza intestina del modernismo, enemigo tanto más peligroso por ser interior; alien teológico y moral; toxina de anomia que vuelve al católico alérgico a su Tradición, y lo transforma en liberal.
«(Pascendi 1) Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.»
4.- En resumen.- 1.- Los pastores tienen como primer deber proteger a su pueblo de los errores, declarándolos y condenándolos. 2.- Guardar silencio no es decoroso. 3.- Porque el enemigo está dentro de la Iglesia, y por ello es más peligroso, por estar oculto.
—En esta obligación de dar aviso hallamos el eco del Peristephanon, del gran Prudencio (348 - c410), dejando clara su urgencia: «iam necesse est audiasnolis uelisme, quis colatis sordium» (es necesario que oigas, quieras o no, qué clase de ignominias adoráis vosotros).
5.- Reflexionemos seriamente sobre esto, y confrontemos pasado y presente. Sean las tres advertencias de la Pascendi autoexamen de pastores y propósito de enmienda de sus programas y proyectos pastorales. Miren su fe no decaiga, que el peligro es mucho, y muchas las almas que salvar. Sean buenos pastores que avisen del peligro, e iluminen las tinieblas. Hablen a su grey con la misma autoridad de Cristo, de la que participan. No teman decir lo que el católico moderado, progresista de izquierda o de derecha, no soporta oir.
—No cohiban su autoridad de gobierno. Sin duda, habrán de prepararse para la cruz del pastor: que es dar la vida por sus ovejas, llamando al mal por su nombre y no restringiendo el bien. No teman sufrir, sino no ser sufrientes, a imagen del Crucificado. No teman hablar, sino callar. No teman ser cual Ecce Homo, el mismo Ecce Homo, si es preciso. Que es por gracia que en Cristo puede ser buenos pastores, santos y valientes, en la defensa de la verdad.
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI