(421) La trampa del estatismo personalista
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Los personalistas y neoteólogos defienden, en clave kantiana, la escisión del hombre en dos almas: una, de individuo, otra, de persona. El hombre queda partido en dos identidades: en cuanto ciudadano es individuo, y en cuanto ser espiritual es persona.
Bajo esta perspectiva, en cuanto individuo debe obediencia al Estado y se subordina a sus instituciones y leyes; en cuanto persona, está por encima del Estado, que ha de subordinar sus instituciones y sus leyes a los proyectos personales de cada persona.
Se produce así una existencia bipolar, la fuente de la angustia, cuya manifestación ideológica es el laicismo, sea fuerte, o sea débil, “suave” o incluso “piadoso": es el fundamento de lo que León XIII denomina liberalismo de tercer grado.
Un liberalismo en que lo espiritual (la religión) se relega a lo personal, y lo socio-político se relega a lo individual. Lo eterno, por tanto, se convierte en cuestión privada y doméstica. Y lo temporal se limita a cuestión inmanente, pública y (supuestamente) autónoma.