(442) Defensa de lo justo
La escuela hispánica, de honda raigambre aristotélico tomista, es rica en doctrina jurídica. Desde hace mucho tiempo defiende el derecho natural como un derecho vivo. Porque, como señala Juan Vallet de Goytisolo, «no fue ni pretendió ser un orden de normas autónomas, separado del derecho positivo, como un modelo ideal, sino algo vivo que existía enlazado con el derecho positivo; y aún hoy sigue siendo, como vamos a ver, algo operante en cuanto no se le impida aflorar» (Qué es derecho natural, Speiro, Madrid, pág. 17).
El derecho natural no consiste sólo en aplicar la ley natural al caso, como si fuera una derivación jurídica de la teología moral, sino en deducir las relaciones de justicia que emanan de la naturaleza misma de las cosas.
El derecho natural lee lo justo en los primeros principios y no en las ideas ni los valores, y por eso es teorético y no teórico.
El derecho es lo justo.
La libertad consiste en la elección voluntaria de un orden de justicia que no es opcional, sino debido. Porque la justicia es necesaria. La opción radica en los medios y en los fines.
El derecho natural crea necesidad, porque dimana de la naturaleza de las cosas, y las cosas son lo que son.
El derecho natural no está necesitado de voluntad política alguna para ser necesitante.
El derecho es el objeto de la virtud de la justicia.
Rahner considera mero triunfalismo la defensa del derecho natural; Ratzinger, en su debate con Habermas, prefiere no utilizarlo por estimarlo ineficaz, tras el triunfo teórico del evolucionismo; los católicos de hoy en día, sin embargo, contra la perspectiva positivista de los derechos humanos en la era liberal y globalista, debemos dar la cara por el derecho natural. Porque es la determinación de lo justo en lo concreto y esencial. Y no hay renovación posible del pensamiento católico sobre la base del personalismo jurídico.
El reinado social de Cristo es también de derecho natural.
Por su necesidad social, la potestad civil es de derecho natural.
Sólo Dios puede ser causa eficiente de la potestad civil. Y como el Padre lo ha delegado en su Hijo, sólo Cristo es causa eficiente de la potestad civil, porque toda autoridad viene de Dios.