(484) Globalización del matrimonio
El P. Castellani, en sus muy cabales Domingueras prédicas, concretamente en el sermón del domingo de epifanía, 1966, nos advierte de algo que ya se estaba viendo venir, o que al menos él y otras mentes lúcidas lo estaban avistando:
«Es que ha acontecido un fenómeno nuevo en el mundo, una plasmación de una especie de Catolicidad falsificada; es decir, los hombres de hoy están queriendo inventarse una religión universal, no solamente fuera de la Católica sino aun contra la Católica; y el historiador inglés Toynbee (que si quieren aburrirse pueden leer en “La Nación” de los Domingos) predica que esa religión debe inventarse y que indefectiblemente será inventada; y con él muchísimos otros. A mí me parece verla formarse ante mis ojos; pero ese parecer mío no podría comunicar sin escribir un libro.
¿Por qué debe inventarse? Porque simplemente no se puede hacer un Imperio Mundial, una unificación del mundo sin un cemento unificante de índole religiosa; y un gran Imperio Mundial es anhelado y exigido por una gran parte del mundo actual»
Las predicciones se están cumpliendo. Constatamos, no sólo, que la Iglesia contemporánea está implicada en la construcción de esta nueva civilización universal de amor fraterno, sino que se dan pasos en el desenfoque doctrinal de la fe católica, para, desdibujada, aproximarla a esa religión global.
También ocurre esto con el matrimonio, y lo comprobamos en Amoris laetitia. La manera de hablar del matrimonio en esta exhortación postsinodal, tiende, en clave personalista, a 1º identificarlo con el amor adámico en general; 2º desacramentarlo y desenfocarlo; y 3º globalizarlo para que entre a formar parte de esa religión fraterna planetaria. Veamos sólo algunos pasajes.
En el n. 36 de AL se dice de la doctrina cristiana del matrimonio que no es real, sino ideal y artificial:
«Otras veces, hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales»
En el n.37 de AL se habla del matrimonio no como algo que es sino como un proyecto cambiante en función de la conciencia subjetiva:
«Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas»
En el n. 38 de AL se pretende conciliar la doctrina del matrimonio cristiano con una perspectiva eudemonista relativista (proactiva, esto es, según las circunstancias) del mundo, apelando a una actitud flexible ante los casos concretos de “fragilidad” humana (o sea de pecado):
«Sin embargo, muchas veces hemos actuado a la defensiva, y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad. Muchos no sienten que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia haya sido un claro reflejo de la predicación y de las actitudes de Jesús que, al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera»
En el n. 57 de AL se nos dice que la familia no tiene una esencia definida sino que es muchas diferentes:
«A partir de las reflexiones sinodales no queda un estereotipo de la familia ideal, sino un interpelante “collage” formado por tantas realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños»
En el n. 59 de AL se dice que la doctrina cristiana sobre el matrimonio es fría y sin vida:
«Nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia no puede dejar de inspirarse y de transfigurarse a la luz de este anuncio de amor y de ternura, para no convertirse en una mera defensa de una doctrina fría y sin vida»
En el n. 77 de AL se nos dice que la elevación sobrenatural del matrimonio también se da en otras religiones, y el Espíritu Santo actúa en todo matrimonio sin importar la religión:
«"El discernimiento de la presencia de los semina Verbi en las otras culturas (cf. Ad gentes divinitus, 11) también se puede aplicar a la realidad matrimonial y familiar. Fuera del verdadero matrimonio natural también hay elementos positivos en las formas matrimoniales de otras tradiciones religiosas" aunque tampoco falten las sombras. Podemos decir que “toda persona que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer el mal —una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante— encontrará gratitud y estima, no importando el pueblo, o la religión o la región a la que pertenezca"»
«Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar un principio general: “Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”. El grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber factores que limitan la capacidad de decisión. Por lo tanto, al mismo tiempo que la doctrina se expresa con claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición».
«Sin embargo, no conviene confundir planos diferentes: no hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica “un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios"»
6 comentarios
Entre católicos y entre cristianos ortodoxos el matrimonio es uno de los siete sacramento. Las iglesias evangélicas no lo consideran sacramento.
Un saludo
Hay que agradecerte esta labor de desgranar los errores. Clarifica mucho, luego quien quiera ver verá, y quién prefiera mantenerse en la sombra por lo menos no tiene escusa.
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