(480) Que el Reino de Dios no es el mundo moderno
«Es imposible que en alguno reine la gloria de Dios sin que primero haya reinado en él su gracia» (Catecismo Romano, Parte IV, cap. XI, n.11)
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La expresión Reino de Dios o de los Cielos tiene varias acepciones. El Catecismo Romano nos informa de varias (Parte IV, cap. XI):
la soberanía y providencia de Dios (n. 7), el reino de la gracia —reinado de Cristo sobre los justos (ns.8-9), que ha de preceder necesariamente al reino de la gloria (ns.10-11), y sobre todo, «el Reino de Cristo, que es la Iglesia» (n. 12).
Lo que se pide, entonces, al decir Venga a nosotros tu Reino, es que la Iglesia, Reino de Cristo, se expanda e ingresen en ella, para poder salvarse, los que están fuera u opinadamente en contra, —infieles, cismáticos y herejes—; para que, como explica el Catecismo Romano, n.12, «vuelvan a la sanidad y a la comunión de la Iglesia, de la que se apartaron».
Pedimos, también, que vuelvan los pecadores a la gracia de Dios (n. 13), cuyo reino es la Iglesia de Cristo, que ES la Iglesia católica.
Para los heterodoxos, que muestran una «fe desfigurada» (n. 13), en quienes habita el demonio como en su propio domicilio (Cf., n. 13) pedimos que venga el Reino de Dios, es decir, que se arrepientan y vuelvan al redil de la doctrina de Cristo.
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La exposición del catecismo de San Pío X es muy precisa: «294.- ¿Qué entendemos por REINO DE DIOS? - Por reino de Dios entendemos un triple reino espiritual: el reino de Dios en nosotros, que es la gracia; el reino de Dios en la tierra, que es la Iglesia Católica, y el reino de Dios en el cielo, que es la bienaventuranza».
Esta precisión, desde los tiempos de la Pascendi, es piedra de tropiezo para los modernistas. Porque éstos, cegados por el pensamiento moderno, aborrecen incluso el grado de exactitud que Dios concede a nuestra inteligencia, y optan por un pensamiento vago e indefinido donde nada sea lo que es sino una cosa y también la contraria.
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Un modelo de teólogo neomodernista, como de Lubac, dirá al respecto, en un contexto de reflexión eclesiológica: «Esta forma de “pensar” según la disyuntiva “o esto o aquello” es un procedimiento simplista y sectario, que deforma la realidad y engendra polémicas sin solución»(Henri DE LUBAC, Diálogo sobre el Vaticano II, BAC Popular, 1985, pág. 49). Y es que los neoteólogos rechazan el pensamiento exacto y preciso. No quieren una doctrina que signifique una cosa y no otra, sino que sea misteriosa o paradójica o contrastante o sinfónica, es decir, lo suficientemente indefinida o amplia como para poder incluir en ella conceptos contradictorios, siempre y cuando no sean cacofónicos, como pide Hans Urs von Balthasar a lo largo de las vagas y confusas páginas de La verdad es sinfónica.
En este caso es Henri de Lubac el que apuesta por una doctrina equívoca, en que no se afirme explícitamente que una cosa es esto y no aquello. Le parece simplista y sectario, como al pensamiento moderno le parece simplista y sectaria la escolástica tomista. Y como los neoteólogos tienen un concepto misteriosista y antiintelectualista de la realidad, los conceptos perfilados y lógicamente claros les resultan irreales, racionalistas y en exceso beligerantes. Para muchos neocatólicos modernizantes, San Agustín y Platón son buenos, Santo Tomás y Aristóteles son malos. Bah.
En verdad, la Nueva Teología no admite definiciones precisas porque lo preciso les parece insolidario y antiecuménico. Prefieren diluir el principio de contradicción para sostener posturas contradictorias, que denominan paradojas, o contrastes, como quiere Guardini. Hoy vale una cosa y mañana la contraria y no hay problema en ello, todo lo traga una voluntad disciplinada y dispuesta.
Y de este modo, para digerir contrarios, no quieren que se diga ES, sino subsiste; no quieren que se diga pecado, sino situación irregular; de tal manera que una cosa sea lo que es pero al mismo tiempo sea lo que no es.
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El neomodernismo hodierno teme una interpretación unilateral de los conceptos, entre otros, de los de Iglesia y Reino de Dios, prefieren lo sinfónico y prismático. Por eso dirá, como de Lubac: «En todo caso, después de la diferencia claramente marcada en el primer capítulo de la Lumen Gentium entre Iglesia y reino de Dios, no hay que temer una interpretación unilateral de la encíclica Mystici Corporis» (Ibid., pág. 49)
Es decir, los neomodernos, en general, no quieren que se entienda que la Iglesia ES el Reino de Dios, porque esta unilateralidad no convendría al diálogo ecuménico. Resaltando en exceso que la Iglesia es un misterio, los neoteólogos dan tanta amplitud al concepto de Iglesia como al de Reino de Dios, de forma que no se pueda, ya, decir, como siempre se ha hecho, que la Iglesia es el Reino de Dios, sino que ambas cosas son la misma pero también son marcadamente diferentes. El principio de contradicción no conviene a la Nueva Teología.
Lo cierto es que, no ya de Lubac, sino el pensamiento teológico posconciliar en general, diferencia abusivamente la Iglesia del Reino de Dios. La Iglesia, para el neocatolicismo, no sería ya la Iglesia católica, sino otro ente más amplio que subsiste en ésta, y el Reino de Dios, una Nueva Humanidad en que reine la justicia, en que todas las religiones anhelen a Cristo, en que lo natural esté confundido con lo sobrenatural, en que no importa la religión ni el pecado intrínsecamente malo para poder combatir eficazmente el mal, como pretende Amoris laetitia.
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La inmensa mayoría de los católicos, tanto el clero como el laicado, entiende por Reino evangélico un mundo de paz y civilización en que ya no hay injusticias, una utópica civilización del amor que no se identifica con el Reino de Dios tal y como el catolicismo lo entiende, sino con un mundo moderno ultrahumanizado, en plan chardiniano; un estado planetario de igualdad y fraternidad en que reine el amor (natural), y los derechos humanos sustituyan al derecho natural; una nueva cristiandad laica maritainiana y globalista, donde todos los cristianos son rahnerianos anónimos rabiosamente vernáculos.
El nuevo pensamiento católico no quiere una interpretación unilateral de la eclesiología tradicional. Prefiere una idea más flexible e indefinida de la Iglesia, en que ni la Iglesia sea el Reino de Dios, ni el Reino de Dios sea un reino sobrenatural, de gracia y gloria, de doctrina y justificación. Esta preferencia no es gratuita. Tiene sin duda fines ecuménicos e interreligiosos, de graves consecuencias. Porque se empieza distinguiendo marcadamente, en exceso, abusivamente, y se termina en plan sincrético e indiferentista, pretendiendo que los adúlteros comulguen y que todas las religiones sean queridas por Dios.
Seamos claros: el utopismo sincrético no es nuevo. Ha sido sembrado, y lleva tiempo gestándose. El neocatolicismo global no ha nacido con la pachamama. Desde hace decenios se está separando la Iglesia del Reino de Dios, cosmizando éste, como quería Teilhard de Chardin, catolizando la ideología de los derechos humanos, cristianizando la democracia liberal como una utopía evangélica, diluyendo la doctrina y quitándole punta hasta tal punto que una doctrina única y precisa resulte innecesaria, rigorista y antievangélica.
Toca resistir y volver a los conceptos unilaterales, según la medida del don divino, natural y sobrenatural. Y no olvidar nunca que la Iglesia de Cristo es la Iglesia católica, Reino de Dios en la tierra, columna y fundamento de la verdad (Cf., 1 Tim 3, 15).
5 comentarios
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A.G.:
Lo has expuesto muy claro Javi, gracias. En el seno del liberalismo católico, progres y moderados, aunque a distintos tiempos, comparten la misma teología de fondo. Y debido a que su pensamiento procede de la aceptación (radical o moderadita) de la mente moderna, la negación del proncipio de contradicción es para ellos ambos una necesidad.
La verdad merece mas que decir: EXCELENTE BREVE Y DIRECTO.
La Virgen Santa demoledora de todas las Herejías, lo proteja ampare y guie.
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A.G.:
Viva la Santísima Virgen, torre ebúrnea, destructora de la serpiente. Gracias Carmelo.
¡Cómo alumbran los claroscuros del catolicismo "light"!.
¡Cómo denuncia lo "aguada que está hoy en día la doctrina"!.
Siga usted instruyéndonos con este celo cristiano.
Que Dios le guarde.
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A.G.:
Doctrina aguada, esa es una buena expresión. Vino mezclado con el agua del pensamiento moderno. Gracias Hispanicus.
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A.G.:
Gracias. Así es, María, los no creyentes se pierden mucho. Un reino de gracia y de gloria anticipado, que es la Iglesia, purgante, militante y gloriosa.
2. el alma en gracia FORMALMENTE santificado sea tu nombre
1. la posesión de Dios en la gloria del cielo FINALMENTE Padre nuestro, que estás en el cielo
3. el reino mesiánico que vendrá con la Parusía EFICIENTEMENTE venga a nosotros tu reino
4. el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo MATERIALMENTE hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
((5. la Iglesia : signo e instrumento del reino INSTRUMENTALMENTE))
¿Qué le parece este esquema?
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