(475) Leviatán de tres ojos y dos cabezas
«Por último, el liberalismo muy moderado, propio de aquellos que no quieren renunciar a su fe cristiana y que rechazan (o así lo creen) todo cuanto es contrario a la Revelación, sostienen, dice el Papa, que “se han de regir según las leyes divinas la vida y costumbres de los particulares, pero no las del Estado. Porque en las cosas públicas es permitido apartarse de los preceptos de Dios, y no tenerlos en cuenta al establecer las leyes. De donde sale aquella perniciosa consecuencia: que es necesario separar la Iglesia del Estado“» (Alberto CATURELLI, Liberalismo y apostasía, Fundación GRATIS DATE, Pamplona 2008, p.11; negrita y cursiva son mías.)
1. La bestia bifronte
El liberalismo es un monstruo de dos cabezas: una moderada y otra progresista.
Una cabeza ataca a la otra, mordiéndose mutuamente. Sólo miran en la misma dirección, coordinándose, para atacar a la tradición e imponer su orden nuevo, global y bifronte; el orden de 1789 y sus metástasis, sobre todo la americana.
El progresismo y el moderantismo conservador son síntomas diversos, pero no contradictorios, de la misma enfermedad.
El conservador quiere una revolución respetable, ñoña y puritana, y el progre una revolución pedante, viciosa y obscena. El primero es sentimental, el segundo pasional.
El progresismo desactiva la tradición entregándola al conservadurismo.
Dios, y no el hombre, es causa primera de todo bien personal y social. Progresistas y moderados coinciden, sin embargo, en que es el hombre y no Dios. Ambos adoran la máxima ilustrada de Volney: el hombre (la persona humana) es el ser supremo para el hombre.
El progresista entrega la tradición al conservador para que éste, imitándola, se encargue de destruirla falseándola. Y así todos contentos.
El conservador propugna una autodeterminación moderada. El progresista, una autodeterminación sin otro límite que el propio querer (Hegel). Danilo Castellano, cabalmente, insiste en denominar a este abuso libertad negativa, alma de la Modernidad conservadora y progresista, romántica y europea, antihispánica y antitradicional.
El progresista profesa la imprudencia política. El moderado la falsa prudencia carnal.
2. Los tres ojos del monstruo
La cabeza progresista tiene dos ojos o grados. La cabeza moderada tiene uno, que es el tercero.
-Ojo primero, perspectiva liberal de primer grado, para la cual «no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que haya que obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo. De aquí nace esa denominada moral independiente, que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la observancia de los mandamientos divinos, concede al hombre una licencia ilimitada» (LEÓN XIII, Libertas, 12). Niega el imperio de la ley natural y de la Revelación sobre personas y sociedades.
-Ojo segundo, perspectiva liberal de segundo grado, que niega que «el hombre libre deba someterse a las leyes que Dios quiera imponerle por un camino distinto al de la razón natural». (Ibid., 13). Niega el imperio de la Revelación sobre personas y sociedades.
-Ojo tercero, perspectiva liberal de tercer grado, que afirma que «las leyes divinas deben regular la vida y la conducta de los particulares, pero no la vida y la conducta del Estado; es lícito en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos en cuenta para nada». (Ibid., 14) Niega el imperio de la ley natural y la Revelación sobre las sociedades, aunque no sobre las personas.
3. Dos cerebros para un mismo Leviatán
Para el liberalismo el ser sigue al obrar. Sea absolutamente, como en el progresismo; sea con ciertos límites, como en el moderantismo conservador.
El liberalismo consiste en la voluntad de edificación de un orden nuevo, contra la sociedad tradicional, fundamentado en el concepto nominalista de libertad como potencia absoluta. Esta voluntad adquiere dos formas, una ralentizada, que se amalgama al catolicismo en ciertos elementos, y otra rápida, que lo pretende transformar.
Hay un conservadurismo corregido por el protestantismo que es sobrenaturalista, como una especie de intimismo piadoso neorromántico.
El progresismo “católico” tiene defensores en el ala moderada: los personalistas, que hoy son conservadores, y que ayer eran progresistas.
El conservador acepta los fines de la revolución pero no sus medios. El progresista lo justifica todo.
El conservadurismo combate las heterodoxias visibles pero no las invisibles, porque es pelagiano y nominalista. Los desórdenes en el orden de la doctrina no le parecen decisivos respecto de la verdad sino respecto de la autoridad.
El progresismo “católico” es pelagiano por ser materialista, como todo marxismo. Y es arriano necesariamente, por tener un concepto inmanentista de la salvación. El moderantismo, sin embargo, es sobre todo nestoriano.
El materialismo progresista conduce a la idolatría ecológica por su propio dinamismo interno. Para el progresista católico el marxismo es condenable por ateo, no por materialista ni por rabiosamente inmanentista. Por eso devine ecólatra, porque se convierte a las criaturas, se convierte a la inmanencia, se convierte al mundo caído.
El progresismo “católico” se viste de humanismo solidario para ocultar su anticatolicismo.
David González Alonso Gracián
9 comentarios
En cuanto al tercer ojo, al tercer grado: también podría subdividirse, ¿no?
Porque Ud. dice: "Niega el imperio de la ley natural y la Revelación sobre las sociedades, aunque no sobre las personas".
Pero también cabría una posición que acepta las leyes divinas naturales para las sociedades, pero no la Revelación sobrenatural, no una Cristiandad, no la Iglesia vivificando al Imperio ni el Imperio al servicio de la Iglesia. No me refiero a la tolerancia o concesión, tan sólo de facto, de este orden de cosas, debido a encontrarse con sociedades desgraciadamente "pluralistas" de hecho; sino a la aceptación de esto mismo como ideal, pero al mismo tiempo buscando respetar los principios de la ley natural en el orden social. Sería al parecer una posición algo más moderada, pero todavía, claro está, liberal, antitradicional y no católica: para ellos la DH, que entienden en esta clave liberal, sería más bien un triunfo en todo sentido. (Entiendo que Maritain quiso ir precisamente por aquí, con su "Cristiandad laica"). Quizá, desgraciadamente, este "cuarto ojo" (si cabe tal subdivisión) abunda no poco dentro de la Iglesia...
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A.G.:
Maritain, como el personalismo en general, pertenece al liberalismo de tercer grado.
La clave de este asunto es que el orden temporal está subordinado al orden espiritual, necesita no sólo del Creador, sino también del Redentor de las instituciones, de las comunidades, de las familias, de las leyes. Las sociedades necesitan de la revelación, porque Cristo es necesario tanto a las personas como a las sociedades. No olvide que la sociedad tiene un fin último que es Dios. A la sociedad no le es suficiente el orden natural (caído, en este estado). Necesita el orden sobrenatural para alcanzar mediatamente el fin último y la vida social virtuosa. Dios mismo es bien común transcendente de la sociedad. Toda sociedad necesita de la Revelación, de leyes cristianas, de instituciones que den culto a Nuestro Señor, Rey de Reyes. Porque toda autoridad es delegada de la única autoridad de Cristo, que tiene potestad también en lo temporal. Sin Cristo nada podemos hacer, ni a nivel personal ni a nivel social.
Lo mismo pasa con la libertad, que no es potencia absoluta, ni en lo personal ni en lo político. Es potencia ordenada, y esto es decisivo. Porque si uno cree que la libertad personal e institucional es potencia absoluta, entonces no dudará en ayudar a destruir la sociedad tradicional para montar la nueva sociedad autárquica.
Precisamente me refería críticamente a la posición liberal que busca excluir el orden sobrenatural del orden social temporal (o saluda dicha exclusión como un triunfo), pero aceptando la ley natural (y que por este capítulo es menos progresista y menos liberal que si también pretendiera excluir los principios de orden natural de las sociedades): sería un naturalismo social.
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A.G.:
"Es puro naturalismo decir que basta (para personas o sociedades) el orden natural, hasta puro pelagianismo." Muy cierto.
Disculpas, iba a comentar ahora precisamente eso. Sé que estamos de acuerdo. Respecto a lo de la ley natural. Piense que el iusnaturalismo que Maritain y los personalistas propugnan para la sociedad no es el clásico, sino el racionalista de los derechos humanos. Así que en el fondo tampoco quieren la ley natural (verdadera) para la sociedad, sino la personalista, que es muy otra, viene de Locke y compañía.
Además, contra la opinión personalista, la ley natural, al ser divina, introduce un orden no sólo natural, sino transcendente. Y si además es conocida, como necesita moralmente el hombre caído, sobrenaturalmente, es también cristiana.
Hay por tanto un grave pelagianismo en las posiciones personalistas, porque la ley natural, dado el estado caído del hombre, necesita moralmente de la revelación sobrenatural para ser conocida con plenitud y sin error. Por tanto, la postura que dice ley natural sí pero revelación no, es racionalista y pelagiana. Cristo vino, tambien, para que el hombre pueda conocer con la facilidad, la perfección y la claridad necesarias la ley natural, tanto a nivel personal como a nivel social y político. Si a esta situación adámica se suman los vicios sociales contraídos, la oscuridad de las idolatrías y las mil y una ideologías del mundo moderno, la necesidad moral de la revelación para conocer bien la ley natural es abrumadora.
El gobernante, mediante el ejercicio de la prudencia politica, debe encaminar a sus ciudadanos a la Iglesia, para que ésta le proporcione los medios de salvación y facilite su vida social virtuosa. Por tanto, respecto a la verdad moral, el orden político no se basta con la razón, debe subordinarse (indirectamente, se decía antes) a la Iglesia.
- perspectiva liberal de primer grado ANTITEISTA / ANTILEY NATURAL / LIBERTINAJE, para la cual «no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que haya que obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo. De aquí nace esa denominada moral independiente, que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la observancia de los mandamientos divinos, concede al hombre una licencia ilimitada» (LEÓN XIII, Libertas, 12). Niega el imperio de la ley natural y de la Revelación sobre personas y sociedades.
- perspectiva liberal de segundo grado RACIONALISTA, que niega que «el hombre libre deba someterse a las leyes que Dios quiera imponerle por un camino distinto al de la razón natural». (Ibid., 13). Niega el imperio de la Revelación sobre personas y sociedades.
- perspectiva liberal de tercer grado ANTIRREINADO SOCIAL / ESTADO AMORAL, que afirma que «las leyes divinas deben regular la vida y la conducta de los particulares, pero no la vida y la conducta del Estado; es lícito en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos en cuenta para nada». (Ibid., 14) Niega el imperio de la ley natural y la Revelación sobre las sociedades, aunque no sobre las personas.
No digo su nombre por respeto PORQUE ES MUY FAMOSO, pero queda claro que, "Las Lumbreras" mediáticas del Youtube, no tienen cómo, cuando les enfrentas con La Verdad de La Tradición Aplastante de error.
Nada bueno que los modernos tengan NOS FALTA.
Las semillas de Verdad que tengan, les viene de La Tradición.
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A.G.:
Así es Daniel, nada bueno que tengan los modernos nos falta
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A.G.:
Lo primero es tener clara la doctrina, comprender que una sociedad no puede vivir contra Cristo. La verdad primero. Luego ir educando y haciendo leyes sanas y justas, volver al derecho natural, etc. Dios da el crecimiento.
Un saludo y que Cristo y la Virgen Inmaculada le bendigan
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A G.:
Muchas gracias amigo. Como bien dice, la democracia cristiana, modelo de liberalismo de tercer grado, ha hecho un daño enorme, sobre todo al derecho público cristiano.
Hemos sido educados en el conservadurismo liberal, y cuesta enormemente darse cuenta de ello, porque es como si estuviera uno en Matrix y tuviera que tomarse la pastillita para descubrir que vivimos según 1789 y no según el numen hispánico.
No existe esta libertad personal absoluta. El Nuevo Orden lo exalta, pero luego prohíbe coercitivamente comer carne, viajar, tener casa y propiedades, tener coche, ir en avión, ir en cruceros, encarece la energia... Al final, hay libertad institucional irrestricta y despótica...
«El humanismo laico y profano apareció, finalmente, en toda su terrible estatura, y por así decir desafió al Concilio para la lucha. La religión, que es el culto de Dios que quiso ser hombre, y la religión –porque lo es– que es el culto del hombre que quiso ser Dios se encontraron. ¿Qué aconteció? ¿Combate, lucha, anatema? Todo esto se podría haber dado, mas de hecho no se dio (...). Un inmenso amor para con los hombres penetró totalmente el Concilio. El descubrimiento y la consideración renovada de las necesidades humanas –que son tanto más modestas cuanto más se levanta el hijo de esta tierra– absorbieron toda la atención de este Concilio. Vos, humanistas de nuestro tiempo, que negáis las verdades trascendentes, dad al Concilio al menos esta alabanza y reconoced este nuestro humanismo nuevo (novum nostrum humanitatis): también nosotros –y nosotros más que nadie– somos cultores del hombre (hominis sumus cultores)».
PABLO VI, Discurso Hodie Concilium, a la última sesión pública del Concilio Vaticano II, de 7 de diciembre de 1965
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