(456) Proselitismo y bien común
Para una mentalidad personalista, Dios no revela una doctrina, sino sólo experiencias del misterio. No tiene sentido, bajo esta óptica, hablar de apostolado doctrinal, ni de transmitir verdades de fe, ni de misión o apologética. Sólo cabe expresar, para quien así discurre, la propia experiencia religiosa, que, por ser privada, no debe poseer pretensiones de universalidad.
Esta es la cosmovisión de fondo que subyace al presente rechazo de todo apostolado intelectual. Predicar, por el bien de las almas, una doctrina inequívoca, ofendería, según esto, al pluralismo doctrinal, siempre tan eclesialmente correcto, tan fraternal, tan democrático.
Bajo esta perspectiva late un profundo escepticismo, porque en realidad, no se cree que el hombre, con su razón y con la fe, con el socorro de la gracia, pueda alcanzar un conocimiento salvífico y eficaz de Dios. Como se ha explicado en numerosos artículos de este blog, no cabe, en los parámetros del humanismo católico, una doctrina que, por ser inequívoca, sea tan necesaria al hombre caído.
Lo que se postula en cambio, conforme al pensamiento moderno, es el experiencialismo. Y es que el católico humanista, que bebe del pensamiento de la Modernidad, desconfía de todo sistema doctrinal, y aborrece la metafísica. Sólo confía en sus experiencias, quiere ver y oler y gustar y tocar, pero no quiere oír, porque sólo quiere oírse a sí mismo.
Es por ello que, para el humanismo católico, la predicación carece de sentido, siendo preferible la estética, por ejemplo, de una composición musical, o la literatura, u otros medios subjetivos, para la transmisión de experiencias. La predicación doctrinal es minusvalorada y calificada, despectivamente, de proselitismo, y con ello se la iguala, arteramente, al discurso de las sectas y las falsas religiones, naturalizando el apostolado. Pero proselitismo, aunque es una palabra sin tradición en la ciencia de los santos, tiene sin embargo cierta acepción verdadera si se redime el concepto: deseo de ganar almas para la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (Cf.,1 Tim 3, 15).
El sentido que el católico, tradicionalmente, ha dado a la predicación no es el de un proselitismo adámico, al modo de las sectas. Esto es una tergiversación. La predicación, natural y sobrenatural, siempre ha sido el medio mandado por Nuestro Señor para propagar la fe católica y sanar la razón, porque «la fe viene por la predicación, y la predicación por la Palabra de Cristo» (Rom 10, 17). Santo Tomás, incluso, afirma, en el Adoro te, devote, que «basta el oído para creer con firmeza». Por tanto, hay que hacer sano y redimido proselitismo, un proselitismo elevado al orden sobrenatural; en definitiva, hay que hacer apostolado. No basta el testimonio particular. Dar doctrina, con recto anhelo de conversiones, para atraer todas almas al Reino de Dios, (que no es la humanidad sino la Iglesia), es un deber cristiano y una obra de misericordia.
La verdad es bien común. Por eso el cristiano da testimonio de la verdad, para que la verdad sea comun-icada a otros y se vuelva común, esto es, universal. Y es en este sentido que el testimonio debe ser proselitista. Pero la experiencia subjetiva de cada cual en su búsqueda de la verdad no es bien común sino bien privado. Es bueno presentarla como ejemplo edificante, pero sin que sustituya o se contraponga como única alternativa. Porque el bien privado es un bien incomunicable. Por eso fundamentar la misión en el testimonio particular excluyendo la predicación es infecundo para la sociedad y para la Iglesia, aunque pueda conseguir bienes particulares aislados.
Y es que el bien particular, como decimos, es in-comunicable, se basa en lo individual concreto, que tanto agrada al personalismo, y no en lo común-universal, que tanto le desagrada. Pero el bien común, sin embargo, es comun-icable, porque se fundamenta en lo que todos los seres humanos tienen, pueden, y deben tener en común, que en este caso es la doctrina salvífica de Cristo.
Por eso la predicación apostólica, con el sano y recto deseo sobrenatural de convertir todas las almas a Cristo, es urgentísima. Quien se limita, tan sólo, a exponer el resultado de su experiencia religiosa personal, no se ordena a la bondad del conjunto, sino a la de los particulares. Pero el bien común, siempre, está por encima del bien individual.
En conclusión, repetimos: el proselitismo bien entendido es necesario porque la religión es un bien común no un mero bien privado. El testimonio particular es bueno e importante pero no puede sustituir a la predicación. La predicación es testimonio de la verdad entendida como bien universal, personal y social. Por tanto el testimonio como expresión de una vivencia religiosa privada nunca debe ser contrapuesto al apostolado.
David González Alonso Gracián
19 comentarios
Realmente es para meditarlo bien.
Gracias otra vez.
Paz y bien
El antiproselitismo tiene una raíz personalista, o sea, heretica.
Si NSJC dio la orden clara y contundente de ir a proselitar, ¿quien soy yo para decir lo contrario?
La predicación (el término autenticamente evangélico es este y no el confuso proselitismo) nos urge.
Es a la Iglesia como el latido al cuerpo humano, una señal inequivoca de vida.
Bendiciones
Una frase me choca: que proselitismo «es una palabra sin tradición en la ciencia de los santos». Yo tenía entendido que sí es voz tradicional en la enseñanza católica, siempre en la acepción que aquí expones: el deseo, la oración y las acciones (sobre todo predicación) tendentes a atraer almas a Cristo y a la Iglesia. El cumplimiento del mandato de misión universal. ¿Acaso el término es un neologismo? ¿Podrías aclararlo?
¡Que pase pronto este vendaval que se está llevando todo por delante ante la parsiomonia de quienes debieran dirigir!
El bien subjetivo es la verdad que se impone a diestra y siniestra... Es la impostura religiosa, (CIC) aunque quieran disfrazarla de mono así como lo exhibieron en una pared, es de imitación y todo imitación es una burla, es del demonio, es el rostro que se burla.
En todo está la envidia de la serpiente por querer ser como Dios que la introduce, en la carne una y otra vez...y esta vez como oráculo...falseando el E.S. temerariamente
Le felicito y que el Señor le bendiga.
Ya antes de la Venida de Nuestro Señor Jesucristo los profetas de Israel transmitían, no su vida ni sus experiencias, sino la Palabra de Dios. En realidad en la Biblia poco o nada sabemos del profeta en sí, solo lo que Dios le mandó a cada uno que comunicara. No hablaban de sus experiencias personales, hablaban del mensaje que se les había encomendado: "Vínome la Palabra de Yavé, diciéndome: Anda y clama a los oídos de Jerusalén: Así habla Yavé" (Jeremías 2, 1-2).
Y los apóstoles siguieron ese modelo de hablar a los que les escuchaban transmitiendo la Verdad y no una serie de vivencias. En las Epístolas de San Pablo, allí por dónde pasaba, se convertían por la palabra.
Si los apóstoles de hubieran reducido a dar el propio testimonio y no a expandir la doctrina revelada finalmente por Cristo, no se habría difundido la "catolicidad", que de por sí es universal y jamás reductible a experiencias personalistas. La persona, individual, siempre está inserta en una "naturaleza", que, en su esencia es compartida, universal. Nadie es "hombre", excluyendo a otros individuos que comparten la misma naturaleza.
Y es lo natural, lo que es superior a lo individual, para nada acaparable por "personalismos".
De ahí, que la invención, por ejemplo de una medicina eficaz, sea destinada al mundo entero y para nada de exclusivo uso de quien la ha encontrado.
E...infinitamente más saludable que cualquier medicina es la Buena Nueva, que ha de ser expandida por el mundo entero. Llámese a esa difusión como se quiera: apostolado, proselitismo, pero, por su naturaleza jamás será exclusiva posesión de mi persona.
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A.G.:
Muchas gracias a Ud. Don Miguel Antonio, por sus palabras, que me animan a seguir adelante. Como bien dice en su comentario, la catolicidad, en su universalidad, es irreductible a experiencialismos privados.
Como certeramente dice Ud., la persona siempre está inserta en una naturaleza, que en su esencia es compartida y universal, por lo que nadie es "hombre" excluyendo a otros individuos que comparten la misma esencia.
Desde luego esta es la cuestión, que el antiproselitismo en realidad es un nominalismo impostor.
Alguien me podría explicar por favor. Muchas gracias
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A.G.:
La mentalidad del humanismo católico. Puede Ud. conocer el tema en este blog, hay muchos artículos, cientos, al respecto.
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