(452) Comentarios críticos a Amoris laetitia, V: Imperio de Cronos y pluralismo doctrinal
Comentario 8
«Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque “las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia", a través de los cuales “la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia"» (Amoris laetitia, n. 31).
Que se proponga que la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (Cf. 1 Tim 3, 15), debe dejarse guiar por la realidad concreta tal y como ésta se despliega en su devenir histórico, no es sólo una muestra de hegelianismo, sino también de existencialismo ético, es decir, de situacionismo.
Por el primero, se sumerge el conocimiento en el devenir, distrayéndolo de la esencia de las cosas, —que es universal y se alcanza por abstracción—; por el segundo, se evita lo universal y se prefiere lo particular concreto, aumentando así la incerteza.
Porque cuanto menos universal sea el conocer, más incierto se vuelve. Y es precisamente lo que se pide aquí. Que la iglesia se deje guiar por lo particular históricamente devenido, renunciando a sus certezas y seguridades, que es casi un lema del autor del texto.
Pero sucede, sin embargo, lo contrario que dice el texto, porque cuanto más particular y concreta es la cosa conocida, menos profunda es la comprensión alcanzada de ella. El conocimiento es mayor cuanto más se penetra en la esencia universal, y menor, cuanto más se aleja de ella. Es un rasgo nominalista pretender que el momento histórico por el que atraviesa la familia, en plena disolución de la misma por efecto del espíritu de la Modernidad, conduzca a la Iglesia a una comprensión más profunda.
Habría que preguntar, además, comprensión de qué. Porque se dice que «del inagotable misterio del matrimonio y la familia», así, sin más, como si no fuera una realidad cuya esencia es accesible a la razón, (y como si no tuviera un aspecto sobrenatural —el sacramental— que lo supone y perfecciona, accesible por la fe); es claro que la comprensión puede aumentar, pero no en virtud del devenir histórico, lo cual supone una idea inaceptable de progreso, sino en razón del ejercicio jerárquico (no popular ni democrático) del Magisterio de la Iglesia. La comprensión de las cosas no cambia necesariamente a mejor en función del tiempo.
No hay que olvidar además que, para la mentalidad personalista que anima las muchas páginas de Amoris laetitia, las realidades naturales y sobrenaturales son misterios ocultos a los que no se tiene acceso por la doctrina sino por la experiencia subjetiva interna, en clave pseudomística; los personalistas creen que la doctrina sólo es una aproximación al arcano, siempre incompleta y siempre ineficaz, siendo el objeto de la comprensión no un conjunto de verdades sino una realidad ignota inaccesible a una doctrina. Pero el matrimonio y la familia son, en parte, accesibles a la razón, que puede abstraer su esencia universal y aprehenderla eficazmente, aunque de forma parcial; y a la fe, que recibe la verdad revelada acerca del matrimonio y su plan salvífico.
El responsable de este escepticismo, por el que se profesa que nunca se llega a conocer la realidad, es Kant, y antes Ockham. El matrimonio y la familia, también en su dimensión natural, serían un secreto nouménico que sólo se desvelaría a través de la experiencia personal o comunitaria de la historia en sus condicionantes existenciales concretos. Por lo que la doctrina al respecto podría cambiar (nueva “profundización” de lo informulable) en tanto cambiaran las experiencias históricas del noúmeno, y en tanto lo secreto (del matrimonio) se fuera manifestando en el fluir de la historia.
Comentario 9
«Ante las familias, y en medio de ellas, debe volver a resonar siempre el primer anuncio, que es “lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”, y “debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora”. Es el anuncio principal, “ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra”. Porque “nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio» y “toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma”» (Amoris laetitia, n. 58)
Volvemos a lo mismo, al pluralismo doctrinal. No habría una doctrina inequívoca, una forma precisa, providencialmente eficaz, de comunicar la verdad, sino muchas, cambiantes según en el momento histórico y personal; por lo que habría que escuchar de diversas maneras y anunciar de una forma u otra, porque todas se suponen válidas —siempre y cuando, como quiere H. Urs von Balthasar en La verdad es sinfónica, no sean cacofónicas.
Las realidades naturales, al ser, también, supuestamente, incognoscibles y mistéricas, admitirían una pluralidad de inteligencias. La catequesis, entonces, no consistiría en transmitir conocimientos salvíficos verdaderos e inequívocos, sino en una profundización que nunca terminará de cuajar en resultados, porque el noúmeno familiar sería inalcanzable. No importaría la verdad doctrinal, mera convención intelectualista; sino la arcana realidad nouménica, sólo experimentable subjetivamente y formulable parcialmente por muchas y plurales aproximaciones. Es el pluralismo poliédrico y prismático.
Por todo esto, no extraña que, desde el n. 2, se solemnice «la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales», apelando a pastores y teólogos a «encontrar mayor claridad» (como si no la hubiera antes);
Comentario 10
«Recordando que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13), es decir, cuando nos introduzca perfectamente en el misterio de Cristo y podamos ver todo con su mirada. Además, en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque “las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general […] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado”» (Amoris laetitia, n. 3)
Por todo lo dicho, no es de extrañar que la cosmovisión hegeliana que anima el conjunto sea expuesta, sin ambigüedades, ya en el parágrafo 3, principiando la exhortación. Porque, si se parte de la premisa de la primacía del devenir, por la que se profesa hegelianamente que el tiempo es superior al espacio, (o sea que, como dicen los personalistas, para poder autodeterminarse el ser ha de seguir al obrar, y no al contrario) se comprende entonces que se pretenda encontrar una mayor comprensión en el fluir de la historia que en la doctrina inamovible e inmutable de la Iglesia.
Es lógico, para esta perspectiva movilista, que no se declare la necesidad de una doctrina, sino de una unidad (de un consenso entre doctrinas plurales). Dado que el misterio familiar es inaccesible a una inteligencia doctrinal, la incorporación de las perspectivas particulares será necesaria, por lo que se buscarán soluciones más inculturadas que la solución universal propuesta por la doctrina tradicional. Todo principio universal —que, en clave existencialista, aquí se califica de “general”— debe ser inculturado —particularizado— para ser practicado y creído.
El espíritu nominalista del texto supone que, dado que la mente humana no accede a verdades universales, sino a verdades particulares informulables universalmente, no es necesario resolver los problemas del matrimonio y la familia con intervenciones magisteriales, porque para esta mentalidad crono-lógica no existe una doctrina universal eficaz para ello sino profundizaciones históricas provisionales.
Esta claro que, bajo este punto de vista, la verdad es incognoscible en este mundo, por eso se remite a Jn 16,13 para apoyar su escepticismo moderado en el más allá. No puede haber, de esta manera, una doctrina inequívocamente verdadera y universal en el aquí y ahora, sino «diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella». Por eso se da a entender que sería absurdo pretender resolverlo todo con intervenciones magisteriales.
Y como lo que importa es el tiempo, esto es la praxis, todo puede solucionarse al margen de la doctrina con mucha pastoral y una gran dosis de pluralismo —eso sí, moderado, pidiendo cierta unidad.
Una vez sentadas las bases del escepticismo doctrinal, es fácil convertir el pecado en mero desafío local, en una cuestión de inculturación, en una irregularidad administrativa, o en un problema de experiencia subjetiva. Para dar este paso se acudirá a la asimilación atenuada del numen protestante y su principio de subjetivismo, como veremos en los próximos comentarios.
8 comentarios
Muchas gracias por la entrega don Alonso.
En efecto desde AL como doctrina, áprobada, defendida por la jerarquia de la iglesia católica demuestra el oscurantismo y ambiguedad haciendo de cada caso uno particular un especie de oráculo. El tema de la subjetividad ética moral es el móvil operandis, porque aunque no se caiga en un mandamiento, se cae en otro y ahí la hace aplicable, y ahí le conviene el texto, el modo de verlo. Al final va a caer en la trampa de la subjetividad ilustrada por los postulados Anti cristianos, de modo voluntario.
En AL se asoma de la inspiración dónde cada uno puede decidir el juicio de los subjetivamente correcto moral y ético.
Ese juicio subjetivo lo lleva a concluir que si sobre su vida, lo llena de Oz con una doctrina asi que le prometa vida, no morir..que le consolide el apego incluso a su carnalidad, haciénse una burbuja llena de seguridades mundanas
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A.G.:
Todo se resume en el principio de subjetivismo, la primacía del tiempo, la inseguridad de un movilismo conceptual en que la doctrina ya no es eficaz
Porque las premisas que fundamentan las tales enseñanzas, confrontan abiertamente con las premisas filosóficas y teológicas del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
No se tratan de enseñanzas meramente diferentes, sino de enseñanzas radical y esencialmente opuestas.
Y si esto es así, entonces las consecuencias pueden ser terribles para quien difunda esas enseñanzas estando advertido de que confrontan con el Evangelio.
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A.G.:
Pienso que AL está en línea con el personalismo. Pretende mantenerse católico y al mismo tiempo pactar con la Modernidad y ser moderno. Pretende conciliar luz y tinieblas. Es el humanismo, que quiere el sí y el no, la verdad y el error al mismo tiempo, si bien de forma mas radicalizada que la línea conservadora posconciliar.
Esto se ha evidenciado en estos últimos días con el debate sobre la moralidad de las vacunas confeccionadas con restos de abortos.
Se puede ver es el blog del padre Iraburu.
En la época de Santo Tomás de Aquino esta situación era impensable.
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A.G.:
Una cosa es estar atentos, y otra endiosar el tiempo y perder el norte, que es siempre lo eterno.
en principio hay una intención de encausar la verdad contenida en un "deposito" de FE a su eutanasia. Cada uno poda plantearse la licitud de socavarla, y el postulado nunca lo harían solemnemente, siempre es dejada a la licitud de cada cual. Es como "un reino dividido"..
ahora bien surge la necesidad de establecer antídotos frente al torbellino en la que nos encontramos.
Usted quirúrgicamente ha identificado la línea celular de la apostasía generalizada que se prolifera y como resume "bases del escepticismo doctrinal" estaremos pendiente en su próxima entrega porque de seguro hemos de ejercitarnos para la carrera que esta en plena acción.
Un abrazo fraterno para usted su Familia. feliz navidad podría decir mi amigo...de de la Web.Infocatolica.
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A.G.:
Gracias Carmelo. Me gustó eso de establecer antídotos.
Añadiría yo que AL pareciera un intento de hacer de la teoría crítica de la escuela de Frankfurt, magisterio.
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A.G.:
Interesante, desde luego, eso que menciona de la Escuela de Frankfurt.
Todo este soma informe de AL me evoca a Chesterton: si se reniega de lo sobrenatural no queda lo natural sino lo antinatural.
El devenir hegeliano abre la puerta a cualquier posibilidad a largo plazo. La bomba está puesta en el núcleo de la Iglesia y su estallido podrá acabar, desde el punto de vista humano e institucional, con ella. Decía Pablo Domínguez, q.e.p.d, que ya manifestó Hegel que después de él vendría el caos.
Con la corrosión de los dialécticos hemos topado.
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A.G.:
Muy oportuna la mención de Chesterton: si se reniega de lo sobrenatural no queda lo natural sino lo antinatural. También ocurre lo contrario, que se reniega de lo natural y no queda nada de lo sobrenatural. Como le pasa a De Lubac y compañía.
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A.G.:
Lo ha expresado Ud. muy bien. En efecto, son males que vienen de antiguo, y que en el texto afloran aquí y allá, interconectados con otros errores que también vienen de antiguo.
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