(446) La confusión es lo peor
La confusión voluntaria de la mente es de lo peor, en estos momentos. Ni las prisas del Maelstrom, ni los nervios de punta eclesiales, ni siquiera la inestabilidad tan propia de la crisis. Lo peor es la confusión, los muebles revueltos, tomar el bien por mal, no ver lo que se tiene delante de los ojos. Mentirse uno mismo, por falsa obediencia, y caerse de la gracia, como diría Bloy.
Los males del mundo moderno, doblemente acelerado, conducen al desorden. Pero lo peor no es eso. Lo peor es la confusión.
Ya lo decía, tan expresivamente, Castellani, en sus Domingueras prédicas:
«Tenemos los nervios de punta: la velocidad, el ruido, los apurones, el smog o smoke fog; el desorden, las deficiencias, el mal regimiento de las ciudades; la inflación, los impuestos, los ladronzuelos que hay por todos lados, los choques, las peleas, la inestabilidad política, la indisciplina de las costumbres … todas cosas propias de nuestro tiempo. ¿Es eso? HAY ESO; pero no ES ESO.
Peor es la confusión, la inquietud y la falta de asiento y seguridad en las mentes: los falsos profetas, los sembradores de cizaña, los demagogos y sofistas; servidos por los medios de difusión y publicidad más estupendos.»
El mal propiamente moderno es el absolutismo de la acción, el totalitarismo de la praxis, el hegelianismo en la vida religiosa, la apoteosis del devenir que impide la contemplación, porque la pulveriza en pastoral.
Es un impedimento de tinieblas, no lo dudemos, que causa espantable confusión. La oscuridad contemporánea, la que se filtró, sin darnos cuenta, por una rendijilla de la Iglesia, toma forma de Anillo único y su dueño lo reclama. Lo peor es el pecado. Por eso la confusión voluntaria es de lo peor, porque al pecado conduce, a sistematizarlo, a convertirlo en estructura, en mecanismo de turbación, en quiebra de toda vida civilizada. La confusión voluntaria hace imposible la sabiduría, que es el alma de la contemplación.
El humo del Leviatán sofoca la contemplación, que es lo más perfecto, porque incluye, también, la caridad. No hay fuente más grande de dicha y de fecundidad de espíritu. Contemplar, contemplar entendiendo o sin entender, mirar lo que no se ve, pero se sabe con certeza sobrenatural. Contemplar a oscuras, pero no la oscuridad. Y darlo, no al cerdaje, como el que ofrece margaritas. Sino a La Comunión de los Santos. Contemplata aliis tradere.
También lo dice Castellani, en el mismo sitio:
«El hombre ha nacido para la contemplación -o sea el conocimiento perfecto; perfecto por su raíz, perfecto por su objeto y perfecto por su modo. El intelecto es la facultad más noble del animal racional. La contemplación es lo único que puede dar la felicidad imperfecta en esta vida, y perfecta en la otra: la contemplación de Dios»
Caturelli, en Liberalismo y apostasía, relaciona la confusión con el liberalismo. Es acertada la relación. No sólo por el desenfoque del concepto de libertad, cuyo abuso abre la Caja de Pandora de los ismos. Sino porque, y sobre todo, hace prevalecer la acción sobre el ser, y esta es la fuente de toda confusión.
La primacía del conocimiento natural y sobrenatural ha de ser, de nuevo, reclamada y enaltecida como se debe. No es porque sí. Es porque, en este contexto de apostasía generalizada, la fe es la puerta, la fe es lo primero, la fe es el umbral.
Y es que la fe consiste en creer, es su esplendor específico. Y esta distinción, como una ráfaga de verdad, repercute en todas las dimensiones de la vida, la inunda de verdad. Es todo el ser, al fin, el que se adhiere al Todopoderoso, obedeciéndole. El creyente creyendo renuncia a la opinión, se desapega de su error, recibe el fulgor teologal, y cree, para nacer de nuevo. No con sus solas fuerzas, sino con sus propias fuerzas, y gracias a la gracia. Es el Bautismo, que como un mar de muerte y nacimiento devuelve al hombre a su lugar primigenio, y aún más.
Porque el solo hecho de la Encarnacion suscita imperio y obediencia. Obediencia de la fe, para que toda voluntad caída quede sometida a la voluntad de Cristo, Rey de Reyes. Porque sólo en Nuestro Señor Jesucristo hay claridad, hay salvación, hay verdad; «porque no hay otro Nombre bajo del cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos» (Hb 4, 12).
David Glez. Alonso Gracián
6 comentarios
(Proverbios 1:7)
"La Sabiduría es el alma de la Contemplación".
Como siempre, sus argumentos mueven a una sana reflexión.
¡Que Dios le bendiga!.
excelente post.. Gracias.
Amós, 3. "5.¿Cae un pájaro a tierra en el lazo, sin que haya una trampa para él? ¿Se alza del suelo el lazo sin haber hecho presa?"
"La confusión" que bien plantea el post, es precisamente "la trampa", luego uno solito se engaña, luego el acusador completa su trabajo y función.
Debe ser porque la confusión, como tal tiene por objeto calumniar la Verdad, ponerla en sospecha, en duda. El acusador siempre tiene como llenar el corazón de mentiras, sobornarlo, para que valla contra el Espíritu Santo.
Pero como dice el Sal 139,12"ni la misma tiniebla no son oscuras para los Santos", no puede el pueblo de Dios dejarse seducir fácilmente.
gracias a todos.
2. No es fe-voluntad-inteligencia, porque la fe es ciega.
3. Es inteligencia-voluntad-fe.
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