(416) No como atenienses
De un discurso de Pericles en los primeros años de la guerra del Peloponeso, cuando Atenas rebosaba de optimismo. Lo parafrasea el gran Tucídides en su impresionante Historia de la Guerra del Peloponeso:
«Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto. Y que estas cosas no son jactancia retórica del momento actual, sino la verdad de los hechos, lo demuestra el poderío de la ciudad».
Tucídides, tras exponer las palabras del hijo de Jántipo, expone concisamente cómo, tiempo después, «comenzó a aparecer por primera vez la famosa peste, de la que se decía que había atacado con anterioridad en otros muchos lugares».
Y es que «una epidemia tan grande y tan destructora de hombres no se recordaba que hubiera ocurrido en parte alguna» […] Una epidemia que «penetró en la ciudad, y los muertos fueron ya muchísimos», pues «la índole de la enfermedad era superior a todo lo que pueda describirse […] Morían unos por falta de atención y otros pese a estar atendidos […] Lo más terrible de toda esta enfermedad fue el desánimo que le embargaba a uno cuando se percataba de que estaba enfermo (pues inmediatamente abandonaba su espíritu a la desesperación) […] y fue el contagio lo que motivó mayor número de víctimas, pues si por temor no querían ponerse en contacto unos con otros, los enfermos morían abandonados, y así muchas casas quedaron vacías por falta de quien las atendiera».
Y sigue así Tucídides:
«Todos los ritos que hasta entonces habían seguido para enterrar a sus muertos fueron trastornados, y sepultaban a sus muertos según cada cual podía. Muchos tuvieron que acudir a indecorosas maneras de enterrar, dado que carecían de los objetos del ritual».
«La peste introdujo en Atenas una mayor falta de respeto por las leyes», «y nadie estaba dispuesto a sacrificarse por lo que se consideraba un noble ideal, pensando que era incierto si iba él mismo a perecer», «tenían en lo mismo ser piadosos o no, al ver que todos por igual perecían».
«Los atenienses estaban abrumados por tal calamidad».
Lo más terrible, para ellos, era que «las súplicas en los santuarios o acudir a adivinos y similares resultaron por completo inútiles, y todo el mundo acabó por desistir de ellos, derrotados por el mal». (TUCÍDIDES, Historia de la Guerra del Peloponeso, Alianza, Madrid, 1989, págs. 158.167).
No como atenienses. No tenían al Dios Uno y Trino, sino dioses inventados. No tenían culto en espíritu y en verdad. No tenían Revelación. No podían, sacramentalmente, nacer de nuevo. No podían hacer la penitencia que enseñó el Precursor. No podían ofrecer el sufrimiento para limpiar toda tiniebla de reato. No podían hacer meritorio su padecimiento. No tenían santos intercesores. No sabían levantar las manos hacia lo alto, para vencer con las armas de la súplica. No podían completar lo que faltaba a las aflicciones de Cristo, conforme enseña el Apóstol (Cf. Col 1, 24). No tenían a la Inmaculada Concepción, omnipotencia suplicante.
7 comentarios
Quizás yo no tendría piedad de esta Sodoma y Gomorra, pero el Señor de la vida tan solo necesita alguien que le recuerde que en algún lugar pueden habitar diez justos, solo diez justos.
Le deseo de corazón que el Señor le rodee de sus ángeles, a usted y a las personas que ama:
"El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los rescata. Probad y ved que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia! Temed al Señor, vosotros sus santos, pues nada les falta a aquellos que le temen".
El el mundo voluntarista ese de "animo tu puedes" suele quebrarce a la hora de la prueba, porque no entiende de "completar algo completar aflicciones, de colaborar, mediar" no entiende la misma vocación a la que a sido llamada desde la creación. Toda esta oposicion, esa resistencia de "No podían ofrecer el sufrimiento para limpiar toda tiniebla de reato", es el idealimo puro de que Dios no es todo poderoso que sabe y controla todo, y el mundo idealista es la gran pantalla que se tiene que desmoronar.
No hay nada imposible ni que a Dios se le escape, no dejara que caigamos en la negligencia para que lo CONOZCAMOS"
nuestras oraciones por su apostolado y permitirme postear, expresarme durante estos 5 anios Don Alonso.
Un abrazo en Cristo nuestra alegría y la Virgen Santa mediadora de todas las gracias le siga dando las que necesita para bien de las almas
Pero Cristo como horizonte de esperanza realmente civilizatoria ya no es posible donde ya se ha dado y esa desesperación es postcristiana. Dios no es para esta civilización una opción de futuro, de esperanza, sino una opción democrática para ejercer la superstición, la huída individual o colectiva (y no de las más dignas, por cierto, al contrario). No hay realismo trascendental, impedido por el ecumenismo democrático o la democracia ecuménica de la que participa en buena medida el que todavía se considera pueblo de Dios y buena parte de nuestra jerarquía. ¿Quedará fe en el mundo cuando vuelva?, profetizó el Señor. Y es que Cristo ya sólo puede recortarse en el horizonte como Acontecimiento del definitivo Juicio.
Feliz domingo de ramos. Que nos mantengamos fieles en el reconocimiento del Señor y Mesías también a los pies de la cruz para que luego él cumpla en nosotros su promesa pascual. Hosanna.
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