(379) Tres objeciones al concepto de autodeterminación
«Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos se las dará también a quienes se las pidan!» (Mt 7, 11)
«Ante todas estas cosas declara el santo Concilio, que para entender bien y sinceramente la doctrina de la Justificación, es necesario conozcan todos y confiesen, que habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adán, hechos inmundos, y como el Apóstol dice, hijos de ira por naturaleza, según se expuso en el decreto del pecado original; en tanto grado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del demonio, y de la muerte, que no sólo los gentiles por las fuerzas de la naturaleza, pero ni aun los Judíos por la misma letra de la ley de Moisés, podrían levantarse, o lograr su libertad; no obstante que el libre albedrío no estaba extinguido en ellos, aunque sí debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.» (Trento, ses. VI, cap. 1)
La idea de autodeterminación que actualmente se está divulgando bastante entre católicos, con variantes según quién la explique, dice más o menos así:
El hombre tiene la capacidad personal de autodeterminarse mediante sus actos. Si realiza actos buenos se hace bueno, si realiza actos malos se hace malo. Conforme al principio personalista, que dice que la acción precede al ser. (Recordemos que el pensamiento tradicional dice lo contrario: que la acción sigue al ser).
A esta idea de la autodeterminación hacemos algunas objeciones, aparte de las ya expuestas en otros posteos, y de las que seguiremos exponiendo Dios mediante.
En primer lugar, el acto malo no es capacidad del albedrío sino posibilidad, no es indicio de salud sino de enfermedad; no es signo de libertad ordenada sino de su enajenación voluntaria. Luego la autodeterminación al mal no es capacidad del hombre sino posibilidad, no es facultad o cualidad sino abuso de ellas. Hay un abismo entre la elección del acto bueno y la elección del acto malo.
En segundo lugar, el hombre caído no puede dejar de ser malo haciendo obras buenas naturales en estado de pecado, no puede autohacerse, “autocrearse” de nuevo, limpiarse, recuperar su inocencia, hacerse amigo de Dios mediante sus obras. No. Necesita de la gracia santificante para restaurar su naturaleza y ser grato a ojos de Dios. No se puede ser bueno y al mismo tiempo enemigo de Dios, por estar en estado de pecado y sin justificación ante sus ojos.
Por más acciones buenas que uno haga, si está en pecado, nunca se hará amigo de Dios, nunca dejará de ser inmundo a sus ojos, a no ser que recupere la salud participando de la naturaleza divina. Siempre estará en estado caído, en estado de enemistad, inmundo e hijo de la ira de Dios, hasta que reciba la gracia justificante, y con ella la amistad con Dios.
Nadie se hace bueno haciendo cosas buenas porque no puede dejar de ser malo con las solas fuerzas. Hay cierto pelagianismo de fondo. Porque el hombre, con sus solas fuerzas, sin moción de la gracia sobrenatural, puede hacer algunas obras buenas naturales, pero no obras saludables, no obras meritorias, no obras gratas a Dios, en el sentido en que lo dice Trento.
En tercer lugar, no es que uno se haga malo porque hace cosas malas (autodeterminación), sino que hace cosas malas porque es malo (inmundo, hijo de la ira, herido en su naturaleza, inclinado al mal, bajo imperio del diablo, enemigo de Dios, dice Trento).¿Es que entonces el que, estando caído, hace cosas buenas, se hace bueno a ojos de Dios? ¿Acaso puede? ¿Acaso no está caído? ¿Acaso todos, los que hacen cosas buenas y los que hacen cosas malas, no son malos hasta que la gracia santificante les restaura, les concede la filiación divina, el organismo sobrenatural, el mérito?
No es que el hombre caído sea totalmente malo, como si estuviera totalmente destruido su albedrío, sino que es en parte bueno y en parte malo, pero es más malo que bueno, tanto que es hijo de la ira, tanto que requiere el Sacrificio de Cristo para recuperar la salud, tanto que necesita recibir, por el bautismo, y recuperar, por la confesión, la gracia que hace grato. Incluso para querer estar en gracia el hombre necesita de la gracia actual. La dependencia de Dios es absoluta. ¡Somos causas segundas!
Nadie, en estado de pecado, es justificado ante Dios, si no es por la recepción de la gracia que santifica. Por más que uno haga, si no está en gracia no es grato ante Dios. Luego nadie en estado de pecado puede autojustificarse. Por más obras buenas que haga, permanecerá caído, permanecerá enemigo de Dios.
15 comentarios
Muchas personas se dejan guiar por el precepto: "Por sus obras los conoceréis" y por eso ven la manifestación del hacer y deducen de ello el ser, pero los dos mandamientos de Jesús, síntesis del Decálogo, no se refieren a obra alguna sino al Amor y el Amor está conectado con el ser.
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A.G.:
Exactamente, es algo muy enraizado hoy día. Es más, está en la base de la pseudoeducación constructivista, de los problemas litúrgicos, de la mala catequesis, etc.
Así que estamos sumidos en la corrupción por obra de nuestro pecado, perdimos la libertad por el pecado; y Jesucristo nos brinda la Gracia para rescatar a nuestra naturaleza caída, y se dice, aún así, que somos libres de aceptarla o de negarla. No, no es así, no, continuamos en la corrupción no abrazando nuestra libertad en la Gracia. Nos justificamos en nuestra corrupción y despreciamos la libertad y perfección que solo Dios conoce. ¿Libertad sin Dios? Imposible.
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A.G.:
Ciertamente, es imposible la libertad cristiana sin Dios. Incluso la libertad natural, sin sus mociones creaturales.
No olvidemos, no obstante, que el pecado no ha destruido ni corrompido la libertad, está herida, está enferma, pero no aniquilada, como creen los protestantes.
Hoy en día ha habido tal contaminación de virus extraños en la mentalidad católica que necesitamos resetearnos. El problema es que no hay ni ganas de ver el problema, ni ganas de solucionarlo. Prueba de ello son los funerales. Los sacerdotes, la mayoría no conocen la doctrina que ha escrito en este post y por eso mandan a todo el mundo al cielo y solo alaban las acciones naturales del difunto,. Todavía no he ido a un funeral católico. Es muy triste.
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A.G.:
En efecto, el problema es ese, que no hay el más mínimo interés por "des-oficializar" el personalismo. Tal vez es que no se sepa cómo, falta la debida formación, y se cree estar en deuda con ciertos nombres, con autores de prestigio. Es un problema ad hominem.
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A.G.:
Tengo claro que es irreconciliable. El problema está en que el personalismo quiere ser ortodoxo y a la vez moderno, quiere hacer católica la Modernidad. Y claro, es imposible.
Luego aprendí que esto es un gran engaño y una gran soberbia. Yo no puedo ganarme el perdón de Dios, está ganado por los méritos de Cristo. Y por eso lo mejor es confesarse en cuanto se necesita: primero, porque la gracia se recibe cumpliendo las condiciones del Sacramento (arrepentimiento, propósito de enmienda, etc), sin necesidad de otras cosas; y segundo, porque creo que así uno está en mejor disposición de recibir la gracia como lo que es, un pobre pecador necesitado de Dios.
Digo esto como ejemplo de que una confusión en estas "sutilezas", que algunos toman por meras elucubraciones teóricas, puede tener consecuencias prácticas muy importantes, no sólo en el entendimiento de un creyente, sino incluso en cómo vive las realidades más elementales de la fe católica. Este engaño que yo tenía sin saberlo creo que tiene mucho que ver con la idea de autodeterminación, con ese afán de hacerse bueno uno mismo del que habla el artículo. Si salí de ese error fue gracias a que, al menos, era consciente de ser pecador y eso me ha llevado a confesarme con frecuencia.
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A.G.:
Tiene Ud. mucha razón. Gracias.
Así se observa como una ética ramplona pretende suplir una ontología sobrenatural, y con esa ética se pretende alcanzar nada menos que la buenaventura. No me extraña que haya quienes quieran tender puentes con el chamanismo.
¿Fueron nuestros padres engañados? ¿o se rebelaron? no fue que se rebelaron y abjuraron de su libertad para abrazar el pecado. ¿Qué puede ser el libre albedrío conducido por la renuncia a la verdad? solo una monstruosidad.
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A.G.:
No me agrada la expresión de misterio del hombre, que tanto agrada a los personalistas, sobre todo a de Lubac, porque insinúa que el hombre es una realidad sobrenatural. La usan para rechazar lo que ellos llaman "extrinsecismo" de la gracia, quieren hibridar lo sobrenatural y lo natural, y por eso hablan del hombre como si fuera un misterio inaccesible a la razón y accesible a la fe. La ontología de la Creación no es sobrenatural. El orden del ser es un orden natural. Elevado gratuitamente. Lo he escuchado a menudo a los divulgadores de la toelogía del cuerpo: misterio de la sexualidad, misterio del amor conyugal, como si fuera algo sobrenatural.
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A.G.:
Gracias Ricardo. Seguimos en la lucha.
Por ejemplo, un personalista respondería a este gran post diciendo que se le ha entendido mal, porque no hablaba en sentido metafísico sino moral, y que al no mencionar la gracia no pretendía excluírla.
En fin, cualquier argumentación o diálogo es infructuoso. Yo creo que la razón es que desvinculan sus afirmaciones de las consecuencias lógicas de las mismas. Piensan que la voluntad es superior a la lógica, y que pueden detener el proceso lógico en un determinado punto, sin llegar a la herejía manifiesta.
Por ejemplo, diràn que al afirmar “el hacer precede al ser” están concordando con Trento cuando dice “el justo sígase justificando”, pues la persona es un ser moral y, por lo tanto, en su definición se incluye un devenir.
Lo cierto es que los procesos lógicos no se pueden detener por la voluntad.
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A.G.:
Tulkas, le agradezco el comentario. Sus observaciones son muy ciertas. Es importante lo que dice: Lo cierto es que los procesos lógicos no se pueden detener por la voluntad.
Con la autodeterminación pasa eso, que por su propia lógica desemboca en la libertad negativa. Los personalistas pretenden ponerle límites extrínsecos a este dinamismo, como si fuera cuestión de voluntad, de querer parar aquí o allí, pero no es posible. Las ideas tienen un desencadenamiento propio. Y ésta, concretamente, no acaba, la autodeterminación no tiene límites, y por aquí se llega hasta la ideología de género. Por eso, condenar las conclusiones y aceptar las premisas es un disparate. Lo he dicho a menudo en este blog, pero pocos me hacen caso.
En la obra del Señor hay muchos misterios y una sola fe. La fe utiliza la razón pero es razón superior a ella. Necesitamos de la fe como del aíre para vivir. El hombre nace realmente cuando cree. Quien no cree está muerto. El misterio es una oportunidad para el acercamiento confiado a la voluntad de Dios y el deleite en su grandeza y hermosura. Creo que nos perdimos por culpa de la razón y por la flaqueza de nuestra fe y que volveremos a nuestra felicidad gracias a la fe sin dejar de tener razón.
Por eso mismo necesita la gracia para poder hacer el bien meritorio de la vida eterna. No la necesita para hacer actos buenos naturalmente hablando, que no conducen a la salvación, que es sobrenatural.
Con la ayuda de la gracia, el hombre se hace moralmente bueno realizando actos buenos conducentes a la salvación, porque así es como se forman las virtudes morales, que son lo que define la bondad moral del ser humano.
Sin la gracia, el hombre puede formar virtudes naturales, que sin embargo, no alcanzan para la salvación, por lo ya dicho.
En ese sentido, tanto para las virtudes como para los vicios, hay una autodeterminación del ser humano en el plano accidental, no sustancial, y que depende de las operaciones, pero se realiza en el orden de los hábitos.
El conjunto de los hábitos adquiridos (virtudes y/o vicios) más el temperamento, que es heredado, constituye la "personalidad" o "carácter" del hombre, que depende por tanto en parte de sus actos libres.
Saludos cordiales.
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A.G.:
Por eso es necesario distinguir la dignidad moral de la dignidad ontológica,y afirmar el orden correcto de las causas segundas, en que el obrar sigue al ser. Salvada siempre la total dependencia de la criatura respecto de su Creador y Redentor.
Esta Fé es, como la llamó San Pedro, purificadora de los corazones: porque de la manera que el Sol con sus rayos, no solo esclarece, é ilustra al ayre, sino que le purifica; así la luz de la Fé purifica, no solo nuestros entendimientos de la rudeza, y baxeza del entendimiento natural; pero también á los corazones de los deseos de tierra, dando principio á la pureza del alma, con las verdades altísimas que enseña, y la certeza con que las enseña, que es mayor que lo que se vé con evidencia: porque así como la Fé sublima al entendimiento, para que conozca lo que no alcanza la razón natural, por ser ella una participación del conocimiento divino; asi también le eleva á que lo entienda con modo mas cierto, que la evidencia natural, que es con la misma infalibilidad que tiene la Sabiduría Divina. De manera, que es mas cierto lo que la Fé alumbra, que lo que se vé por los ojos à la luz de mediodía: porque aunque haya diferencia en el conocimiento de Dios, y de la Fé, que aquel es claro, y este tiene obscuridad; pero en la firmeza, y certidumbre, que Dios, y el hombre tiene, no hay diferencia ninguna: porque toda se funda en ser Dios inefable verdad, y así, quanto á la certidumbre, con los mismos ojos con que Dios vé las cosas, y con el mismo juicio con que las califica, y con el mismo peso con que las mide; con ese mismo las conoce, juzga, y mide la verdad de la Fé, que en ninguna manera se puede engañar.
Esto se lo dice a Francisco en relación con el Capítulo VIII de Amoris laetitia... a ver qué le dice...
"No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor.
Muéveme el verte clavado en una Cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu Cuerpo tan herido,
muéveme, en fin, tu Amor..."
Si un hombre en gracia, peca, determina sustancialmente su destino. La elección del bien o del mal sigue al conocimiento de lo bueno y de lo malo. Si el hombre elige, dentro de sus posibilidades (moción del entendimiento) o de sus capacidades (moción de la voluntad), ejercita o anula su libertad. Si no fuese así, no habría ni pecado ni virtud.
Las doctrinas o los dogmas no mueven a las personas puesto que, únicamente, un ser personal puede mover a otro ser personal. Por eso nos encontramos con decisiones ilógicas o irracionales que atañen tanto a la propia persona como a la ajena.
Puedo ser tentado por un demonio pero el pecado corresponde a la persona. No pecamos para que el demonio se sienta a gusto sino en beneficio propio. Puedo ser movido por la gracia a la virtud pero el acto bueno corresponde a la persona. No hacemos obras buenas por satisfacción personal mas en servicio del prójimo u obediencia a Dios.
Y este es el motivo por el que no tiene sentido una ética o doctrina despersonalizada. Si creemos, creemos por Quién lo dice y no tanto por la inteligibilidad de lo que dice sabiendo que, en este caso, el entender seguirá al obrar como ocurre con la mayoría de los dogmas católicos.
Quien obra con verdadera bondad refleja la Bondad de Dios y no dejará de recibir su premio. ¿O vamos a decir que los niños abortados no bautizados están condenados en los infiernos? Pero esa bondad, natural si queréis llamarla así, no será eterna o perdurable si existe un pecado del cual no hay arrepentimiento. Los filántropos lo saben y por ello siempre acaban siendo conocidos. El término no debería ni existir para poder acercarse lo más mínimo a un hombre caritativo.
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