(366) Confusión entre el orden natural y el sobrenatural
«No se trata ya del antiguo error que ponía en la naturaleza humana cierto derecho al orden sobrenatural. Se ha ido mucho más adelante, a saber: hasta afirmar que nuestra santísima religión, lo mismo en Cristo que en nosotros, es un fruto propio y espontáneo de la naturaleza. Nada, en verdad, más propio para destruir todo el orden sobrenatural.» (SAN PIO X, Pascendi, n. 8, 8 de septiembre de 1907)
«Otros desvirtúan el concepto del carácter gratuito del orden sobrenatural, pues defienden que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llevarlos a la visión beatífica.» (PÍO XII, Humani generis, n. 20, 12 de agosto de 1950)
Es bueno tener claro algunos principios fundamentales sobre el orden natural y el sobrenatural, para no confundirlos ni amalgamarlos.
Recordemos que la confusión viene, sobre todo, debido a la filosofía de la acción que Blondel y de Lubac difundieron en el pensamiento católico.
Recordemos algunas nociones básicas al respecto.
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El ser humano fue creado elevado gratuitamente al orden sobrenatural. El hombre es creado en gratuita elevación.
La vida sobrenatural no es efecto necesario exigido por la creación del hombre.
La naturaleza humana plenamente constituida en su propio orden no demanda lo sobrenatural como constitutivo debido.
El ser humano tiene, gratuitamente, un fin sobrenatural, porque ha sido creado gratuitamente elevado al orden sobrenatural.
El ser humano pudo haber sido creado sin haber sido elevado.
Lo natural está caído de lo sobrenatural y necesita justificarse de esa caída. Esta justificación es sacramental.
A lo natural le resulta absolutamente imposible acceder naturalmente a lo sobrenatural.
Lo natural no da lo sobrenatural.
No debe confundirse transcendencia con sobrenaturalidad. Hay un conocimiento natural de Dios y otro sobrenatural. Un fin propio de la naturaleza y un fin efectivo que no deben confundirse.
El sacramento del matrimonio no proporciona la gracia santificante, si ésta se ha perdido por el pecado mortal.
La gracia santificante se recibe por el bautismo y se recupera por la confesión, que es como un bautismo trabajoso.
Los principios fundamentales de la relación entre lo natural y lo sobrenatural son válidos también en el orden del amor conyugal.
El deseo de lo sobrenatural no expresa el fondo de la naturaleza humana en sí misma. Dios pudo haber creado la naturaleza humana sin haberla elevado, y eso no la haría menos naturaleza ni le quitaría nada propio que le sea debido.
De Lubac naturaliza lo sobrenatural al pretender que la naturaleza esté ordenada naturalmente a lo sobrenatural. Si esto es así, entonces lo sobrenatural es en realidad lo natural transcendente. Con lo cual se incurre en naturalismo y en negación de lo sobrenatural.
20 comentarios
"El sacramento del matrimonio no proporciona la gracia santificante"
Podría decirme, dónde puedo ahondar sobre esta frase.
Por lo qué entiendo del artículo, los otros sacramentos, no nos dan la gracia santificante. Entonces, para qué sirven. (Es una pregunta que me surge).
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A.G.
Los sacramentos aumentan la gracia santificante y nos proporcionan gracias sacramentales y actuales. Pero si estamos en pecado y no tenemos la gracia santificante, solamente el bautismo y la confesión nos la proporcionan.
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A.G.
El ser humano fue creado elevado gratuitamente al orden sobrenatural. Pero pudo no haber sido ordenado a ello, fue un regalo.
No consigo entender ese concepto con el de "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad"
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A.G.:
El hombre pierde la vida sobrenatural con el pecado original, que le hace inmundo e hijo de la ira a ojos de Dios. Es enemigo de Dios.
Como Dios quiere que todos se salven, el hombre, si se aplica los méritos de Cristo mediante el santo bautismo y la santa confesión, recibe la gracia de la amistad con Dios.
Muchos no se aplican los méritos de Cristo y rechazan la gracia de la amistad divina.
Luego muchos se condenarán siendo enemigos de Cristo.
Realmente, que Dios nos conceda la gracia que nos levante del estado de enemistad es un don. Quiere que todos se salven, quiere que seamos sus hijos adoptivos. Pero permitirá que muchos rechacen la vida sobrenatural de amistad y adopción, haciéndose reos de condenación.
El pasaje de Pío XII se refiere a los que, como Blondel o de Lubac, predican una exigencia de la vida sobrenatural, que manaría de las virtualidades de la propia naturaleza. De Lubac no entiende que el ser humano pueda no estar ordenado a lo sobrenatural, y lo ve una consecuencia de la naturaleza misma del hombre, siendo, en cambio, una elevación gratuita, una creación en elevación que Dios no nos debe, sino que nos regaló porque quiso.
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A.G.:
No es que Dios cree al hombre caído, es que se nace ya con el pecado original, se nace enemigo de Dios e hijo de la ira. Pero la voluntad de Dios es que volvamos a la amistad con Él.
Realmente, el estado que se obtiene con la aplicación de los méritos de Cristo es mejor aún, por eso se decía ¡Feliz culpa!, porque Dios nos ha dado un Salvador.
Las gracias, y el estado de gracia, son inabarcables a la experiencia humana, son un don gratuito que Dios reparte como quiere, que a muchos niega como castigo del pecado, y que reparte a través de su Iglesia, fuera de la cual no hay salvación.
De Lubac realiza una naturalización indirecta del sobrenatural, porque absolutiza el fin sobrenatural como si no hubiera posibilidad de otro fin propio.
Afirmar que la naturaleza humana tiene un fin propio, que es el sobrenatural, es como afirmar que el fin sobrenatural brota de la naturaleza en sí misma, (y por tanto no es sobrenatural). Es decir, que existe una incompletitud en la naturaleza, que sólo se sacia con lo sobrenatural que necesita y que, por tanto, le es debido para realizarse propiamente. (Es lo que se está enseñando en muchas formas de la nueva evangelización)
El hombre podría tener sólo un fin natural. Tener un fin último sobrenatural no es resultado de la incompletitud de la naturaleza sino de su creación elevada a lo sobrenatural.
La gratuidad, entonces, bajo la perspectiva blondeliana/de lubaquiana, queda comprometida, mejor dicho, reducida al orden natural, que es gratuito, pero exige lo sobrenatural, que ya no lo es. Hay un desplazamiento secularizante de la gratuidad del orden de lo sobrenatural al orden de lo natural, un desplazamiento justificado indirectamente mediante el método de inmanencia blondeliano.
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A.G.:
Debe ser que estoy en baja forma, jeje.
El tema creo que es muy claro, y lo he expresado en proposiciones muy asertivas:
de lo natural no surge lo sobrenatural, ninguna realidad natural proporciona lo sobrenatural, el fin sobrenatural se debe a que el ser humano fue creado ordenado al orden sobrenatural, la gracia santificante se objetiene con el bautismo y se recupera con la confesión, etc. No veo dónde está la confusión, la verdad.
La diferencia estribaria en que la sola fe salva ,en el caso de Lutero, y la administración objetiva de los Sacramentos, en caso de la Iglesia Católica.
Me parece un acercamiento demasiado peligroso al protestantismo.
San Pablo cuando tuvo su conversión no estaba todavía bautizado.
No podemos esclarecer de forma tan previsible la Misericordia de Dios, aun reconociendo que los Sacramentos son signos sensibles que nos dan la gracia que surge de la herida abierta del costado de Cristo.
Pero no podemos objetivar tanto cómo llega esta gracia, todos conocemos casos.
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A.G.:
A muchos católicos les sorprende esta doctrina, y les parece protestante porque no están acostumbrados a oirla.
No se dice que el ser humano quedara corrompido, sino herido, con sus fuerzas debilitadas, y como dice Trento, ses. V, inmundo a ojos de Dios e hijo de la ira. Cuando el tridentino utiliza estas expresiones lo hace para que comprendamos el gran mal del pecado original, aunque no es un mal absoluto, no es una corrupción total, como piensan los luteranos, porque el albedrío no está extinguido ni la destrucción es completa.
Sí que podemos objetivar, com dice Ud., podemos comprender parte de este proceso, porque Dios nos lo concede, dando inteligencia y luces a su Iglesia y a sus santos.
La necesidad del bautismo la enuncia la Palabra de Dios:
El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea será condenado. (Mc 16, 16)
Ambas cosas llevan al naturalismo y a la secularización. Es el enemigo número uno de la Iglesia, porque anula su esencia que es la administradora de la gracia. Si se puede construir una sociedad laica como dice Maritain y tantos seguidores, si el fin propio de la naturaleza es el sobrenatural, hagamos una sociedad plenamente natural o un individuo plenamente natural y de ahí brotará lo sobrenatural, o la paz o la justicia. ..En el fondo es pensar que nuestro empeño puede conseguir , lo que Cristo nos dio con su cruz. Si le parece una burrada, puede no publicarlo. Pero puede aclarármelo . Gracias
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A.G.:
Lo ha expresado muy bien:
Si se puede construir una sociedad laica como dice Maritain y tantos seguidores, si el fin propio de la naturaleza es el sobrenatural, hagamos una sociedad plenamente natural o un individuo plenamente natural y de ahí brotará lo sobrenatural, o la paz o la justicia.
En efecto, es así, es la gran impostura, que, por otra parte, conviene al liberalismo de tercer grado.
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A.G.:
La vida sobrenatural no es efecto necesario exigido por la creación del hombre, es decir, Dios no debe al hombre la vida sobrenatural, porque la vida sobrenatural no es parte necesaria de la vida natural, sino que es dada por Dios porque quiere, sin deberla, sin que la naturaleza humana la postule o exija para completarse.
Porque el hombre ha sido creado elevado, esto es, Dios, al crear al ser humano, lo crea elevándolo gratis, porque quiere, no porque deba hacerlo para completar su creación.
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A.G.:
Si éste se deja,, no talmente, porque el dejarse es también fruto de la sobrenaturalización.
Nada puede el hombre en el orden sobrenatural, ni siquiera dejarse sobrenaturalizar, sin la ayuda sobrenatural.
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A.G.:
Ruego no cambiar de nick, porque entonces es imposible entenderse y saber quién es quién.
En efecto, la Iglesia recomienda confesión y comunión frecuentes, para estar siempre en gracia, siempre sobrenaturalizado.
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A.G.:
En efecto, la gracia perfecciona la naturaleza, no la elimina, no la destruye, antes bien, sana las potencias del hombre, sana su humanidad, fortalece su libertad, auxilia su razón, ilumina las leyes, sanea la vida social y la orienta al bien común, etc.
Creo que una teología que no considere a la conciencia personal está condenada al objetivismo.
En la actualidad la conciencia está muy oscurecida, no sólo por el pecado personal, sino también porque vivimos en una cultura neopagana.
Creo que hay que ser prudentes y no sentenciar al hombre adamico con tanta ligereza.
La Misericordia Divina tiene su propio tiempo
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A.G.:
Dice Ud.:
Creo que una teología que no considere a la conciencia personal está condenada al objetivismo.
En este blog encontrará muchas razones para corregir esa frase, en su sentido personalista, y comprender su equivocidad y el peligro de subjetivismo que conlleva.
No sentenciamos al hombre adámico, sólo, siguiendo a Trento, reconocemos sus profundas heridas y debilidades, fruto del pecado original y personal. Reconocemos la necesidad que tiene de la gracia, y nos vacunamos contra todo sobreoptimismo pelagiano, de corte personalista.
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A.G.:
Horacio, hay un detalle importante que hay que tener en cuenta. El fin último del hombre podía haber sido meramente natural transcedente, como el de todas las demás criaturas, esto es, Dios mismo, conocido y amado de forma natural.
Que el fin último sea sobrenatural, esto es, la visión beatífica, la glorificación de Dios a la manera de hijo adoptivo, es un regalo.
Por eso es importante en este asunto no confundir el fin último trascedente, que es natural y propio de la naturaleza humana, con el fin último sobrenatural, que es el efectivo, el que de verdad ha querido Dios ofrecernos.
Ahora bien, hay que ahondar un poco más para entender esto. Bajo mi punto de vista, detrás de la doctrina de Pelagio hay una fuerte afirmación de un yo solitario. Una espiritualidad que presenta muchas similitudes con el estoicismo, incluso con la New Age. Se trata en último término de una mística de la identidad, para esta espiritualidad lo importante es la afirmación del propio yo.
La diferencia con el personalismo es bastante notable, yo diría incluso que está an las antípodas.
Así, para el personalismo, la relación fundante es el par yo-tu y sobre todo el par yo-Tu.
En otras palabras, la espiritualidad personalista es díalógica.
Esta espiritualidad es la propia de la mística Cristiana que es un caminar en la amistad con Dios mismo.
Otro problema es que algunos autores personalistas adolezcan a veces del utillaje metodológico adecuado para objetivar su pensamiento.
Como conclusión, identificar (o casi) personalismo con pelagianismo es una reducción grosera (en el sentido de gruesa, poco aquilatada)
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A.G.:
No cabe duda que en el personalismo hay una confusa mezcla de pelagianismo y semipelagianismo en distintas proporciones y metástasis, y ni siquiera ese confuso carácter dialógico que ud. dice se salva, antes bien es uno de sus síntomas.
Esto no sólo no es una reducción grosera, es antes bien una deducción certera, basada en el estudio de sus fundamentos. Tenga en cuenta que, como todo producto del nominalismo, el personalismo es voluntarista, minusvalora la gravedad del estado caído del hombre, padece un sobreptimismo a tono con la Modernidad, subordina la gracia a la naturaleza, etc., etc.
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A.G.:
Por supuesto, hay razones de índole natural. De derecho natural, que es el gran olvidado, desplazado por la ideología de los derechos humanos.
La acusación de triunfalismo, lanzada por Rahner contra el derecho natural, ha hecho que los católicos subjetivicen, o mejor dicho, espiritualicen la justicia, que queda ligada a la esfera de la espiritualidad privada, y separada de las leyes y de lo justo por naturaleza.
Ya Ratzinger, en su pobre debate con Habermas, decía renunciar al derecho natural, en pos de los derechos humanos, escudándose en el evolucionismo antropológico, se entiende, aunque no lo dice, de Chardin.
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A.G.:
De nada Horacio. El tema tiene sustancia y proyección, hoy día, sobre múltiples aspectos, así que seguiremos profundizando en esto, si Dios lo concede.
"La mirada limpia y los buenos y grandes libros"
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A.G.:
El pensamiento dialógico tiene muchos defectos y a mi juicio poco interés, sobre todo en esta hora de crisis doctrinal, en que lo que importa es recuperar la philosophia perennis y no este tipo de híbridos del pensamiento moderno.
El personalismo y sus productos han tenido su hora, que ha sido el posconcilio. Su tiempo pasó, ahora lo que toca es volver a las sendas antiguas, como diría Luis Fernando, y evitar novedades surgidas del subjetivismo moderno. Como opción privada, Ud. puede optar por este tipo de filosofía, si le gusta, a su cuenta y riesgo; pero lo que no tiene sentido, ni es prudente, es que lo haga la Iglesia, en sustitución de la síntesis tradicional. Es una imprudencia eclesial mayúscula. Porque este tipo de pensamiento, aunque pueda aplicarse forzadamente a la experiencia religiosa, no congenia con el pensamiento cristiano, es hijo del voluntarismo nominalista, y sólo trae problemas.
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A.G.:
Eso veo yo también, que se deja como última salida, para evitar decirle al enfermo que se confiese, pero claro, si no lleva confesión no hay recuperación de la gracia santificante, que yo sepa.
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A.G.:
El Bautismo proporciona la gracia de la justificación, o sea la gracia santificante. La confesión es para recuperarla, si se perdió por el pecado mortal, después de haberla recibido en el bautismo.
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