(364) Del doble cristianismo personalista
El neoliberalismo católico
La contundente crítica del P. Julio Meinvielle a la filosofía personalista y comunitaria de Jacques Maritain insiste en demostrar la huella de Lamennais en Maritain. El liberalismo católico revive en el personalismo.
Con acierto, el P. Meinvielle, al principiar la segunda edición de su obra De Lamennais a Maritain, declara que:
«En efecto, mientras la tesis de una animación cristiana de la civilización moderna, que defendía Maritain, ha sido compartida luego por distinguidos teólogos como Journet, Chenu, Congar, H. Urs von Balthasar y otros, y ha penetrado en la mentalidad corriente de los católicos, nutriendo la peligrosa línea del progresismo cristiano, el proceso de disolución de esa misma civilización ha continuado hasta amenazarla con su total autodestrucción[1]».
El liberalismo de Lamennais y el neoliberalismo (encubierto de antiliberalismo) y progresista de Maritain concluyen el mismo error, que el P. Meinvielle resume así:
«Por consiguiente, tanto en Maritain como en Lamennais el razonamiento tiende a concluir del gobierno providencial de Dios el progreso terrestre de la Humanidad. Y esta conclusión no se sigue. Porque Dios permita el mal y porque, con su permisión, haya de operarse una ganancia, un bien, no se sigue que este bien que haya de operarse sea terrestre ni que haya de operarse en la tierra. En el más indulgente de los casos, habría que decir que Maritain no demuestra esta conclusión. Pero además esta conclusión es terriblemente falsa y funesta».[2]
El liberalismo de tercer grado introduce en el catolicismo un principio de ambigüedad. La serpiente de dos cabezas, Anfisbena la equívoca, colabora con el superestado moderno, el Leviatán, duplicando el cristianismo:
uno primario, existencialista, de misterios incognoscibles y piedad privada; y otro secundario, civilizador, amigo del desarrollo integral y del progreso, humanista, sincrético y social; el cristianismo del cielo doméstico y el cristianismo de la madre Tierra; el cristianismo de los piadosos y el cristianismo de los activistas de los derechos humanos. El cristianismo privado y el subcristianismo público.
Catolicismo ambiguo: el doble cristianismo
El distingo procede de la ruptura de la religión realizada por el liberalismo de tercer grado, que relega el cristianismo a la vida privada, y suscita un humanitarismo vagamente piadoso y no confesional para la vida pública.
El P. Meinvielle incide en la existencia de este otro cristianismo de aquí abajo en Lamennais:
«Cuando Lamennais habla de Iglesia o de cristianismo no se refiere precisamente a la eficacia sobrenatural de la Santa Iglesia que no puede cumplirse sino por la acción de la jerarquía católica; se refiere a la fuerza de la acción social de ideas cristianas aun cuando estén desgajadas de la jerarquía católica».[3]
Y en Maritain:
«Maritain será más explícito en la afirmación de estos dos cristianismos y así escribe [en Cristianismo y democracia, pág. 33, ed. cast. pág. 35]: “No es sobre el cristianismo como credo religioso y camino hacia la vida eterna la cuestión que aquí se plantea, sino sobre el cristianismo como fermento de la vida social y política de los pueblos y como portador de la esperanza temporal de los hombres»[4]
Y continúa enfatizando aún más la falsa dicotomía:
«no es sobre el cristianismo como tesoro de la verdad divina mantenido y propagado por la Iglesia, es sobre el cristianismo como energía histórica accionando en el mundo».[5]
Meinvielle concluye:
«Este cristianismo maritainiano “fermento de la vida social y política de los pueblos", “portador de la esperanza temporal", “energía histórica accionando en el mundo,'’ es la liberación del género humano cumplida por el cristianismo aquí abajo, ici bas, de que habla Lamennais; es el catolicismo (la inspiración cristiana de Maritain) del cambio progresivo moderno del que habla; cristianismo cuyo fruto natural es la emancipación de los pueblos».[6]
El cristianismo secundario
Romano Amerio dedica un pasaje de su extraordinaria obra Iota Unum a este cristianismo social, civilizador y terreno, describiéndolo con precisión. Es el cristianismo difundido masivamente durante el Posconcilio:
«La Iglesia posconciliar tiende a incluir todos los valores de la civitas hominis en el ámbito de la religión. Son frecuentes las fórmulas como “valores humanos y cristianos” o “la Iglesia promueve los valores humanos, o “La Iglesia tiene por centro al hombre, o “la religión hace que el hombre sea más hombre, y similares. Dejando aparte la impropiedad de dar gradación a un sustantivo, en esta confusa asimilación se pierde la distinción entre religión y civilización; […] La religión tiene ciertamente como efecto la civilización, y la historia de la Iglesia es testimonio de ello, pero no tiene como fin ni como efecto primario civilizar, es decir, un perfeccionamiento terreno».[7]
Nos parece indudable la raíz liberal tercer gradista de este cristianismo secundario personalista, una de cuyas exageraciones, de tendencia marxista, es la teología de la liberación. El error de perspectiva del personalismo maritainiano, en esta su dimensión social-demócrata, es la secularización, y más aún, la separación del orden sobrenatural del orden social, tal y como pretende el Leviatán.
No menos grave es su error antropológico: postular otro cristianismo, aparte del relegado a la vida privada, que, en la vida pública, proporcione la felicidad terrena a los individuos. Es un proyecto que siempre termina destruyendo la vida social cristiana, escindida en dos e inutilizada, teniendo como efecto la descristianización de las naciones. Como ha sucedido en medio siglo de posconcilio.
Del fermento evangélico privado testimonial que defiende Maritainian, a la secularización general de la sociedad, hay sólo un paso. Es el error de base del doble cristianismo, de ese teocentrismo antropocentrico maritainiano, que es de suyo absurdo, porque no se puede tener dos centros al mismo tiempo.
Para profesar este doble cristianismo, fundamento de esa doble identidad tan difundida hoy día, se precisa exaltar un segundo cristianismo laicizado para la vida pública (que por su aconfesionalidad sirva de motor al progreso de la Humanidad).
Para esta exaltación “sanamente laica” de la secularización, será preciso romper en dos al hombre, y escindirlo en individuo y persona, (distingo clave del pensamiento maritainiano y del personalismo en general). Es el nuevo orden de la descristianización global.
David Glez. Alonso Gracián
[1]Julio MEINVIELLE, De Lamennais a Maritain, Theoria, Buenos Aires, 1967, pág. 9.
[2]Julio MEINVIELLE, Op. cit., pág. 26.
[3]Ibid., pág. 35.
[4]Ibid., págs. 34.
[5]Ibid., págs. 34.
[6]Ibid., págs. 35.
[7]Romano AMERIO, Iota unum, Criterio Libros, Madrid 2003, pág. 345.
14 comentarios
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A.G.:
Así es, Juan, uno de los puntos clave.
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A.G.:
Meinvielle tiene mucha razón en sus críticas al personalismo y al progresismo católicos. Y Caturelli es imprescindible.
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A.G.:
Gracias. Se impuso, desde luego, con la difusión del personalismo politico. Pero lo peor del asunto es que ha relegado al olvido la doctrina de la realeza social de Nuestro Señor, en la que han dejado de creer la mayoría de los católicos.
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A.G.:
Gracias Fernando. Esa misma reacción observo, también, en mi propio ámbito. La mayoría rechaza la crítica al personalismo, algunos se disgustan, unos pocos comprenden que hay algo detrás que rechina y no va bien. Me está costando muchos disgustos.
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A.G.:
Desconozco si el P. Meinvielle fue antisemita.
En su crítica a Maritain y al progresismo, desde luego, tiene mucha razón, y es relevante.
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A.G.:
En un plano sobrenatural, Vicente, la naturaleza humana no exige la vida sobrenatural, como si le falta algo naturalmente constituyente, necesario en esencia, o hubiera sido creada incompleta.Lo sobrenatural es un regalo, y por tanto, contra lo que opinan los personalistas, el ser humano no exige la gracia como la pieza que le falta en su puzzle antropológico.
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Y Castellani. Sobre todo a Castellani lo alejaron del contacto con los fieles, porque él mostraba y demostraba la impostura de una buena parte de la Iglesia que se estaba prostituyendo con el mundo cada vez con mayor frenesí.
Tengo sobre el punto una anécdota jugosa:
Cuando con mi esposa y por gracia de Dios volvimos a la práctica religiosa, por doble gracia de Dios abrevé en lo mejor del nacionalismo católico y por ende, en Castellani.
Frecuentando a los buenos autores de esa época llegó a mis manos un librito precioso: "El Libro del Buen Amor", del dominico argentino Fray M. Petit de Murat.
www.infocatolica.com/blog/caritas.php/1511030554-104-carta-a-un-esclavo-de-la
Nos encantó. Tanto que decidí regalarle un ejemplar a un tío que era católico practicante desde siempre, habitué de sacristías, y que en mi infancia me había ayudado a completar mi formación cristiana.
Fuimos con mi esposa y se lo entregamos personalmente, en presencia de mi tía, su esposa. Sorpresa: era un libro católico del que no tenían ni idea. Ellos, los expertos católicos. La cara de extrañeza de ambos era patente. Entonces lo abrió mi tía en plan Inquisición y encontró el prólogo redactado por Castellani. ¡Ay! Le dijo a mi tío: ¿Este no era ése que en la parroquia nos habían dicho que...? No escuché el final de la frase. Mi tío, muy diplomático, nos agradeció el regalo, pero a nosotros nos quedó la seguridad de que jamás lo leerían.
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A.G.:
Gracias, Ricardo, por la anécdota. Impresiona cuánto dramatismo esconden este tipo de escenas, cuánto reflejan la situación de un Iglesia descompuesta por la asimilación de un pensamiento ajeno y extraño, que la descompone.
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A.G.:
Gracias José. Menciona al Estado, y es importante la mención. El cristianismo secundario congenia con el Estad moderno. Al asumir también la defensa de los derechos subjetivos, asume su papel de super-yo que está por encima del bien y del mal, que garantiza los proyectos de autodeterminación subjetivos de cada individuo, que protege libertades absurdas con tal que el orden público no resulte dañado.
La separación de la vida cristiana personal y la vida cristiana social es uno de los grandes males que fomenta el personalismo. Como bien dice, es un incienso de toxicidad a muy corto plazo. Fíjese, por ejemplo, qué pocos años bastaron para que se descristianizara España.
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A.G.:
Andrés, no deseo tratar este asunto, así que ruego abandonar dicha polémica.
Disculpen este enlace; va en línea de aquello, con que Usted D. David, al menos a mí, me viene "desasnando".
De alguna manera, da respuesta a esa patochada con lo que uno es agredido en algunas conversaciones: "ES TU VERDAD" (He tomado la decisión -a ver si lo logro-; de terminar cualquier conversación, en cuanto me salgan con eso; y últimamente, me ha pasado bastante)
Esta visión, tan terrenal, horizontal y mundana es en realidad contraria a la auténtica concepción católica sobre la Providencia divina respecto a la historia, porque de hecho la niega al atribuir al hombre y sólo al hombre todo el progreso y el desarrollo. Parecen ignorar los progresistas católicos que así razonan que su defensa del liberalismo proporciona una justificación 'religiosa' al 'contemptus Dei' que, funda la ciudad terrena. La alternativa cristiana, auténtica y verdaderamente católica, es la instauración de todas las cosas en Cristo, el reinado social de Cristo, que pasa necesariamente por el 'contemptus mundi', porque no somos del mundo, sino de Cristo. Si la sal del mundo se vuelve sosa, será pisoteada por el propio mundo. ¿No es precisamente esto lo que está sucediendo con tantas órdenes y congregaciones religiosas, en vías de extinción si Dios no lo remedia?
AG., un saludo y que el Señor y Santa María Inmaculada le bendigan
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A.G.:
Amigo José Díaz, le agradezco mucho el comentario.
Como Ud. bien dice, el evolucionismo está profundamente ligado al lieralismo de tercer grado. La relativización de la ley moral, o el abandono del derecho natural en pos de los derechos subjetivos, son señales claras de un concepto progresista del orden del ser, en que las esencias quedan sometidas a la voluntad humana y su proyecto de autodeterminación.
No es ésta, desde luego, la concepción católica, como Ud. apunta con acierto.
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A.G.:
Gracias y un saludo.
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