(349) Misteriosismo exagerado
Los personalistas postulan una supuesta enemistad entre el pensamiento y la razón. Aunque es un viejo tópico nominalista, frecuente en el Renacimiento, la influencia de Heidegger ha sido determinante. Para conocer este prejuicio tan extendido es útil acudir al artículo Sobre la frase de Nietzsche “Dios ha muerto", que es relevante.
Es un texto que muestra, con una claridad inusual en su autor, el sentido general de la obra heideggeriana, relacionado directamente con la famosa frase nietzscheniana. En este estudio, Heidegger afirma algo muy importante para comprender el mal que late en la mentalidad personalista. Dice el existencialista:
«El pensar sólo comienza cuando hemos experimentado que la razón, tan glorificada durante siglos, es la más tenaz adversaria del pensar» (Martin HEIDEGGER, Caminos de Bosque, Alianza Editoria, Madrid, 1995, p. 240)
Adviértase cómo confunde la razón con el racionalismo. La época que glorificó la razón, como dice Heidegger, fue y es la Modernidad, no la Cristiandad. La identificación de racionalismo con racionalidad es espuria. Su proyección alcanza a Santo Tomás, a la escolástica en general, a la ontología, incluso a la ciencia. Es común, en el paradigma innovador, tachar de racionalista la teología escolástica.
Pero sobre todo, el personalismo, a imagen de Heidegger, que es su referencia metafísica a través sobre todo de Rahner, considera racionalistas a Santo Tomás y a Aristóteles. El menosprecio por la síntesis aristotélico-tomista es de sobra conocido. No es sólo que se tache a Santo Tomás de “demasiado objetivista", como hace Karol Wojtyla; es que todo intento de comprender la fe, de ahondar racionalmente en ella, de sustentar el conocimiento sobrenatural en una buena metafísica; toda labor sana de comprensión racional, en la medida de lo posible, de los contenidos de nuestra fe, y de exposición sistemática y organizada, es tachado de racionalista.
En este tema insiste con énfasis Gabriel Marcel. De él se aprende a descalificar como problemas las cuestiones escolásticas, y a ensalzar como misterios su irresolución. La contraposición artificial entre pensamiento religioso y razón es misteriosista. La enmarcamos dentro del giro posmoderno de la Modernidad, que se revuelve contra su versión racionalista y deviene irracionalista.
No se profesa la razón católica, sino una razón negativa, que sólo callando puede dejar libre el pensar. Los personalistas creen firmemente que «cuando hablamos de Dios, no es de Dios de quien hablamos». Es una propuesta de subordinación del entendimiento a la voluntad, en orden a la adquisición de una vivencia comunicable sólo por testimonio. O como diría Wittgenstein, una experiencia que no se puede decir, sino sólo mostrar (por ejemplo, mediante la estética teológica de von Balthasar.
Su fuente preferida es la teología negativa de los místicos alemanes, los esotéricos luteranos, los pietistas románticos y Lutero; los orientales, bizantinos y ortodoxos. Su dicotomía predilecta es la apuesta por Platón contra el malvado Aristóteles.
Contra el prejuicio misteriosista nosotros afirmamos que la razón no es racionalista, que la razón es racional. Pensar con razón es bueno, pensar sin razón es malo. Pensar con razón la fe es mejor que pensarla sin razón. La fe es razonable siendo supra-racional.
La razón puede servir de guardiana de la fe, de perro ladrador y mordedor suyo. Porque sabe que la fe la fortalece e ilumina, y que su rechazo la deja ofuscada y a merced del error, por el pecado. Es bueno defender racionalmente la fe, es bueno intentar comprender todo aquello que Dios mismo nos concede comprender. Es bueno conocer al ser en cuanto ser, es buena la metafísica.
Pretender que todo intento de profundización, de explicación, de apologética con argumentos, es absurdo, no deja de ser irrespetuoso y ofensivo contra la propia fe. Porque la fe no destruye la razón ni la deja al margen, ni la descuaja de la experiencia.
Lo explica con precisión y claridad Romano Amerio:
«La razón no puede llegar a demostrar las verdades sobrenaturales, como la Trinidad, la unión hipostática, la resurrección de la carne o la Presencia Real en la Eucaristía. Éstas son verdades propuestas por revelación y aprehensibles solamente por la fe. Pero esa imposibilidad no quita al acto de fe su carácter razonable: sigue siéndolo en grado sumo. En efecto, la razón, reconociéndose finita, ve que más allá de su límite pueden existir verdades cognoscibles (porque la cognoscibilidad se refiere a lo verdadero), pero no aprehensibles por evidencia racional. A tales verdades la razón se adhiere con un asentimiento; sin embargo este asentimiento no está producido por la necesidad lógica de la evidencia, sino por un determinante sobrenatural que es la gracia » (Romano AMERIO, Iota unum, Criterio Libros, Madrid, 2003, p. 265)
El gran error personalista acerca de la fe es dar a entender que no consiste en creer, sino en experimentar, confiar, sentir, etc; que no consiste en creer sino en vivir, en llevar una vida auténtica, como diría Heidegger; que no consiste en creer sino sumergirse en el Misterio, en tener una experiencia personal o de descubrimieto de sentido, como diría Frankl..
De aquí el nefasto lugar común que dice que la fe es algo que no se entiende hasta que no se vive. Pero, ¿acaso la vida no es razonable? ¿Acaso el conocimiento no forma parte de la vida misma? ¿Acaso la voluntad salvífica antecedente de Dios no consiste en que todos se salven y alcancen el conocimiento de la verdad (1Tim 2, 4)?
LA FE QUE NO CONSISTE EN CREER
En el catolicismo personalista la fe se entiende como acto de la voluntad, no como acto del entendimiento. La línea de interpretación está muy marcada: sólo una experiencia única e irrepetible puede aportar la verdad, porque la verdad es la experiencia misma. La fe, se dice, no consiste en creer verdades, no se reconocen del todo contenidos que creer, verdades sobrenaturales a las que asentir. Todo esto se considera secundario, no se niega, pero se minusvalora. La fe, se dice, no consiste en profesar doctrinas ni catecismos ni rezar el Credo. La sombra protestante de la fe sin religión planea peligrosamente sobre estas doctrinas. La influencia de la teología de Robinson, Bonhoeffer, Barth y otros es notable.
Además, sin el filtro de la razón católica, este vivencialismo sucumbe, fácilmente, a lo subjetivista; sus contenidos, al ser puestos entre paréntesis por los sentimientos y emociones piadosas, resultan inopinables. Y en consecuencia tremendamente vulnerables al error. Asimismo, queda el cristiano expuesto a la acción de los demonios, que pueden suscitar males con engañosa aparencia de bien, sin ser, siquiera, cuestionados.
David Glez. Alonso Gracián
29 comentarios
Eso más parece querer hacerle el aguante a Lutero, partiendo deliberadamente de una premisa falsísima.
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A.G:
Cierto Ricardo. Es que el concepto de fe personalista es un fideísmo de idiosincrasia católica.
No lo es porque para Heidegger tiene más importancia el ser que el ente personal.
Ciertamente el ser de Heidegger peca de misteriosista.
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A.G.:
Heidegger no es personalista sino existencialista. Pero el personalismo católico es heideggeriano, a través de Rahner sobre todo.
Esto siempre me ha molestado sobremanera, en mi opinión significa reducir la fe a poco más que una superstición, un sentir etéreo.
"En orden a la adquisición de una vivencia comunicable sólo por testimonio."
Nunca había relacionado tan bien los aspectos que expones en este post, pero siempre me molestó tanta "primacía del testimonio", por así decirlo. El testimonio es importante, pero no dar razones de nuestra fe desarma la predicación, y desarma al creyente...
Conozco a más de una persona que se ha convertido a través de una predicación de esas "excesivamente racionales". Así que personalmente nadie me puede decir que solo sirve el testimonio para trasmitir la fe.
Además, en esta época se habla mucho de discernimiento. Unas veces humanamente hablando y otras veces como don del Espíritu. Pues no entiendo como tener discernimiento si falta el discernimiento que da el conocer nuestra fe racionalmente. Cuando las personas solo disciernen por lo que sienten, vienen errores de bulto, y se pierde uno en caminos claramente condenados por la Iglesia en su doctrina.
"Pretender que todo intento de profundización, de explicación, de apologética con argumentos, es absurdo, no deja de ser irrespetuoso y ofensivo contra la propia fe."
A mi me resulta risible esta pretensión (pero solo por lo absurda e insostenible que es, porque el mal que hace es terrible). Solo hay que ver la primera predicación de Pedro en Hechos de los Apóstoles para ver que la primera comunidad daba testimonio de forma apologética desde el comienzo. Y, que decir del martirio de Esteban... ¿que él se lo buscó por hacer apologética?
Bueno, y no sigo porque continuaría prácticamente párrafo por párrafo si me pongo. Excelente post.
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A.G.:
Gracias. El asunto es que se abusa de los conceptos, que además son difusos. Se establecen falsas dicotomías, se radicalizan los estilos propios y al final triunfa el subjetivismo.
Todavía hay mucha oscuridad que iluminar y deshacer.
Como se puede conciliar esto?
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A.G.:
La oscuridad siempre existe en la fe porque la fe es de no visión. La noche lo que hace es purificar al máximo el entendimiento para que pueda unirse con Dios, para que Dios pueda iluminarlo sin impedimento.
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A.G.:
Siempre me ha encantado esa frase. Chesterton genial.
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A.G.:
La doctrina recta y clásica es la única luz contra las tinieblas posmodernas. Hay que combatir el espíritu del subjetivismo actual, que juega con las palabras para que signifiquen otra cosa sin que lo parezca.
Esto de que la fe no consiste en creer es uno de los tópicos personalistas más dañinos.
Viva Cristo Rey.
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Gran final. Tal cual. Incluso, saliéndonos del terreno de la fe, así podemos explicarnos el por qué los postmodernos son fácilmente conformados hoy como una caterva de neuróticos totalitarios.
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A.G.:
En estos momentos la doctrina católica tradicional es la única luz frente al Maelstrom posmoderno. La barbarie no podrá contra Cristo. Ante un sólo hombre en gracia y doctrina, la furia totalitaria es la nada.
¿Cómo conjugamos esto de BXVI (fe comienza con una experiencia) con la definición de la fe como acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios?
Gracias
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A.G.:
Son formas difusas de expresarlo. Lo decisivo es el Santo Bautismo y la gracia santificante y actual.
Curiosamente, sustituir la fe por la experiencia es una forma de racionalismo, porque si algo caracteriza a la experiencia es la evidencia inmediata, al menos, de la experiencia misma. En el fondo, se sigue queriendo ver (=experimentar), en vez de creer.
Por eso, la fe es acto del entendimiento, pero eso no quiere decir que su objeto sea evidente, pues el entendimiento también puede asentir a la palabra de un testigo confiable, sin tener evidencia alguna del asunto.
Lo que hay de "experiencial" en la fe es la experiencia mística, pero exigir eso de todos los cristianos, y sobre todo, al comienzo de su fe, me ha parecido siempre una falta total de realismo.
El sentimentalismo moderno es una consecuencia del agnosticismo kantiano, a su vez derivado del nominalismo: como la inteligencia no sirve, según Kant, para llegar a la realidad, se buscan otras vías. Schopenhauer apeló a la voluntad, Blondel a la acción, Jacobi al sentimiento, Bergson a la intuición supraintelectual, otros a la vida, otros a la experiencia, etc.
En todos esos casos se trata de sucedáneos subjetivos de la verdad.
Saludos cordiales.
Algo parecido ocurre con los libros de Santa Teresa que tratan de dar cuenta de sus experiencias místicas
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A.G.:
Por favor, no comparemos....
"En el catolicismo personalista la fe se entiende como acto de la voluntad, no como acto del entendimiento".Y tal vez podríamos remontarnos hasta Duns Scoto.
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A.G.:
Duns Scoto preparó, también, el terreno para el voluntarismo moderno.
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A.G.:
Este artículo es un poco más complejo, pero creo yo que más importante aún, porque trata del meollo del asunto, que es el mal entendimiento de la fe y la ruptura de su armonía con la razón.
De tu comentario me han parecido especialmente importantes dos observaciones. Llevo tiempo dándole vueltas a eso, y veo que coincidimos.
Primero, me parece muy interesante tu alusión al racionalismo. Racionalismo que, incluso, conduce a exaltar lo teórico. Resulta paradójico, pero es coherente. Aquí se nota con más fuerza el ethos moderno: querer encerrar la teologalidad de la fe en el pensamiento subjetivo, reducirla al "mentalismo" propio, a la representación mental de la experiencia subjetiva.
Asimismo, coincido con la falta de realismo de la concepción de la fe como encuentro místico inicial, sobre todo porque la experiencia mística parte del desarrollo "normal" de la gracia santificante y los dones del Espíritu Santo, y no de los inicios de la vida cristiana, como bien apuntas.
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A.G.:
No trata el pasaje de encuentros místicos extraordinarios sino de cómo se hace uno cristiano y miembro de la Iglesia, y eso es por el santo bautismo.
"En la duda me atengo al dogma de fe establecido por el Concilio Vaticano I, según el cual no puede existir contradicción entre la fe y la razón. La fe sobrepasa la razón y la eleva, pero no la contradice, porque Dios, verdad por esencia, no es contradictorio."
(No lo tengo enmarcado, procuro leerlo con frecuencia, para que no se me olvide ... -Uno, también tiene una edad-)
Un "cristianismo irracional" es un círculo cuadrado, una contradicción en sus términos.
Por eso es que me cuesta horrores entender que el Protestantismo -en especial el luterano- sea realmente cristiano, en tanto reniega de la Razón, aunque se la pase invocando a Cristo.
Sí, lo sé, se dice cristiano y le dicen cristiano, pero, ¿realmente lo es?
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A.G.:
A mí también me cuesta Ricardo. De hecho el protestantismo no es fe sino mera opinión.
"Pero es aquí de ver cómo el alma, sintiéndose tan miserable y
tan indigna de Dios, como hace aquí en estas tinieblas purgativas,
tenga tan osada y atrevida fuerza para ir a juntarse con Dios. La
causa es que, como ya el amor le va dando fuerza con que le ame
de veras, y la propiedad del amor sea quererse unir y juntar e
igualar y asimilar a la cosa amada, para perfeccionarse en el bien
de amor, de aquí es que, no estando esta alma perfeccionada en
amor, por no haber llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de
lo que le falta, que es la unión, y las fuerzas que ya el amor ha
puesto en la voluntad con que le ha hecho apasionada, la haga ser
osada y atrevida según la voluntad inflamada, aunque según el
entendimiento, por estar a oscuras y no ilustrado, se siente indigno y se conoce miserable
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A.G.:
Las enseñanzas de San Juan de la Cruz son muy importantes, y aportan mucha luz.
"Una serie de innovaciones de naturaleza doctrinal se encuentran en los documentos del Concilio Vaticano II: sobre la naturaleza sacramental del episcopado, sobre la colegialidad episcopal, sobre la libertad religiosa, etc. Estas innovaciones en asuntos concernientes a la fe o la moral, no propuestas con un acto definitivo, aún requieren la obediencia religiosa de intelecto y voluntad, aunque algunos de ellos fueron y aún son objeto de controversia con respecto a su continuidad con la enseñanza magisterial anterior o su compatibilidad con la tradición. Frente a tales dificultades para comprender la continuidad de ciertas enseñanzas conciliares con la tradición, la actitud católica, habiendo tomado en cuenta la unidad del Magisterio, es buscar una interpretación unitiva en la cual los textos del Concilio Vaticano II y los precedentes documentos magisteriales se iluminan unos a otros. No solo debe interpretarse el Concilio Vaticano II a la luz de documentos magisteriales anteriores, sino que también algunos de estos documentos magisteriales anteriores pueden entenderse mejor a la luz del Concilio Vaticano II. Esto no es nada nuevo en la historia de la Iglesia. Debe recordarse, por ejemplo, que el significado de los conceptos importantes adoptados en el Primer Concilio de Nicea en la formulación de la fe trinitaria y cristológica (hypóstasis, ousía), fue aclarado ampliamente por concilios posteriores."
Creo que estas declaraciones son un fiel reflejo de esa irracionalidad que se nos pide a los fieles católicos por parte de algunos enfrentando la obediencia con la razón. Al final te encuentras en un callejón sin salida. Creo que esta actitud generalizada por parte de muchos daña la fe y es una manera incorrecta de entender la fe y la obediencia. Ya me dirás qué opinas.
Un saludo y gracias.
En ese sentido, la fe es lo contrario de una experiencia, porque en una experiencia no necesitamos testigo alguno que nos asegure acerca de lo que estamos experimentando. El objeto de una experiencia es evidente: ver, oír, tocar, sentir, son experiencias.
Los que se encontraban con Jesucristo tenían una experiencia, pero en eso no consistía la fe, porque esa experiencia era la de un hombre que les hablaba y que decía y hacía cosas extraordinarias, milagrosas. Eso no lo creían, lo veían.
Lo que creían es que ese hombre era el Mesías y el Hijo de Dios, y eso no podían creerlo sino por las palabras de los profetas, del mismo Jesús, y de los Apóstoles, que así lo aseguraban.
De eso no tenían, propiamente hablando, experiencia ni evidencia alguna.
Obviamente, esas palabras quedaban corroboradas por las cosas que sí veían, es decir, los milagros, y en ese sentido, experimentaban.
Pero eso sólo servía para hacer ver que creer en esas palabras era razonable, más aún, más razonable que no creer en ellas, y que por eso incluso había una obligación moral de creer.
Pero ver que es razonable creer, y creer, no son lo mismo, son dos actos distintos del intelecto, porque tienen objetos distintos.
El primero tiene por objeto algo de algún modo evidente, el segundo tiene por objeto lo que no es de ningún modo evidente. El primero no depende de la voluntad sino en todo caso en forma extrínseca, para apartar los obstáculos, prestar atención, etc. El segundo depende esencialmente de la voluntad, al faltar evidencia de parte del intelecto.
La gracia de Dios intervenía para hacerle ver al intelecto con más claridad y evidencia lo razonable de creer y lo irrazonable de no creer, y para mover a la voluntad a creer.
El amor a Cristo también intervenía, haciendo que la voluntad asintiese con gusto a lo que esas palabras decían.
Saludos cordiales.
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A.G.:
La fe es un acto del entendimiento, movido por la voluntad movida por la gracia. También con la razón conocemos lo divino. La vida cristiana, desarrollo de la gracia santificante.
Pero el sentir, el explorar, etc., son cosas subjetivas. Y con el subjetivismo hay que tener cuidado.
Respecto a lo jóvenes, pienso lo contrario. La tradición es lo único que puede cautivarlos.
Decir también que no comparto el comentario de Pedro 1. La fe no puede separarse de la tradición de la Iglesia y de la revelación, sería adulterarla, sería algo así como inventársela.
La tradición y la revelación no son algo estático, un mero esquema formal rutinario, están llenas de vida y de continua novedad. Para entender este dinamismo de la fe me parece luminoso el siguiente texto de San Agustín:
"Busquemos como quienes van a encontrar, y encontremos como quienes aún han de buscar, pues, cuando el hombre ha terminado algo, entonces es cuando empieza".
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A.G.:
No conozco ni esa conferencia ni ese autor ni el contexto en que está ese pasaje. Le comento sólo en base a las palabras que aparecen ahí. Lo de los ritos de paso por cierto suena un tanto paganizante.
Me he leído tb el Catecismo. Suelo hacerlo como método de vacunacion. Nunca doy nada por sabido. De la comparación entre este y la visión de un " católico tocado por el personalismo" Deduzco que la virtud de la fe, don gratuito de Dios, donde existe cooperación de nuestra inteligencia y voluntad a la gracia divina y esa concepción de "experiencia mística", en cuanto la fe deja de ser "entendida"
"recibida como don", para ser "sentida", "experimentada", posicionando la en la esfera emocional o volitiva del hombre. Esto no tiene nada que ver con la Doctrina Tradicional de la Iglesia. Diría que incluso se carga la Apologética.
Me parece además que la capacidad de pensar, razonar, reflexionar, de poner en marcha nuestra capacidad de deducir o llegar a verdades generales desde lo particular quedan cercenadas, copio casi de manera integra l que se considera RAZON. El conocimiento pasa a ser algo instintivo, lo cual me parece un grado de conocimiento inferior. Somos "cabezas pensantes", o se piensa conla razón o lo otro son elaboraciones diría como las que puede realizar un enfermo mental con un coeficiente intelectual alto. Nunca llegan a ninguna parte. Salida y meta erróneas, solo el desarrollo mental tiene cierto grado de sentido. La frase de Heidegger ilustra esto que digo:
"El pensar solo comienza cuando hemos experimentado que la razón, tan glorificada durante siglos, es la más tenaz adversaria de la mente". Todo es proceso mental, sin capacidad de trascender, ni de ver la realidad.
Sobre las experiencias personales, es verdad que según madura y crece la fe estas son iluminadas por ella y la fe tb es la fuente de donde mana nuestra vida.
Asistimos al abandono de dar "razones de nuestra fe". Hace unos años leí un libro " La fe explicada" Hesse creo era el autor. Fe y Razón, sin entrar en contradicción,era su contenido de principio a fin.Accesible en sus razonamientos Ahora sólo se habla de testimonios, experiencias y sentimiento.El centro de esta pastoral es el hombre, sus vivencias, no Dios ni la Fe Revelada.
Por supuesto, eso supone que yo acepte que la noticia buena o mala es verdadera y no un invento de alguien, o sea, que el intelecto, además de presentarme el objeto como bueno o malo, me debe dar alguna razón para afirmar que el objeto existe realmente.
Todo sentimiento tiene un objeto, es acerca de algo, por ejemplo, amor a Dios, o temor de un perro, o celos de un rival, etc. Eso quiere decir que el objeto debe estar de algún modo presente al sujeto para poder afectarlo. Pero el sentimiento no hace presente al objeto, sino que es la reacción ante el objeto presente ante nosotros.
Lo propio del sentimiento no es conocer, sino sentir, y paradójicamente, creer lo contrario es una forma de mal intelectualismo que deforma al sentimiento mismo.
Por eso, el que hace presente al objeto es algo anterior al sentimiento mismo, y es precisamente el intelecto (también los sentidos, que en los animales irracionales son los únicos que cumplen ese papel, pero en el hombre presentan sus datos al intelecto).
Ése es el sentido del adagio tomista: "Nihil volitum quin praecognitum": nada es querido sin ser previamente conocido.
Saludos cordiales.
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A.G.:
Muy claro y oportuno y muy bien explicado. Gracias Néstor.
Nos han quitado el estudio de la Crítica o Teoría del conocimiento que incluía en uno de sus apartados la crítica especial que se dividía en criterios intrínsecos [Sentidos internos, sentidos externos, inteligencia, razón] y criterios extrínsecos [la autoridad en general, la autoridad humana y la autoridad divina].
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