(340) Entre el falso realismo y una "mística" equívoca
1.- La Nueva Teología, que es personalismo teológico, a través del inmenso prestigio que ha gozado en las instituciones católicas desde los tiempos posteriores a la Humani generis (1950), ha contribuido decisivamente a la formación de una idiosincrasia católica contemporánea. El carácter liberal, tercergradista, de esta idiosincrasia, tal y como estamos poniendo de manifiesto en esta continuada serie de artículos, ha definido con precisión el perfil ideo-sincrático del catolicismo hodierno.
2.- Paralelamente, el personalismo filosófico y político, apoyándose en los tópicos suscitados por la Nueva Teología, ha difundido un amasijo inorgánico de ideas que, pasado por el horno del posconcilio, ha cuajado en un cuerpo consistente de tópicos, prejuicios y lugares comunes de evangelización y pastoral. Catequesis, homilías, cursos de formación, artículos, publicaciones sin cuento, han ido (de)formando la mente católica en la nueva sensibilidad, de tal manera que, lo que en principio era un nuevo paradigma líquido, ahora es un nuevo paradigma sólido, petrificado, incuestionable, endurecido y enquistado.
3.- Ambas corrientes ideológicas, aun con sus aspectos buenos y positivos, han ocasionado una crisis de pensamiento sin igual en la historia de la Iglesia. Y no es que estén exentas de contenidos amables y piadosos; es que al transmitir sus conceptos generales han transmitido, también, sus fundamentos sustanciales, y sus fundamentos sustanciales son los mismos de la Modernidad. No de la modernidad temporal o cronológicamente considerada, sino de la Modernidad axiológica, de la Modernidad ética, de la Modernidad en sus principios constitutivos, que quintaesenciamos a menudo en la expresión del ilustrado y revolucionario Conde de Volney: «el hombre, ser supremo para el hombre».
4.- No podemos pasar por alto, de ninguna manera, que uno de estos principios tóxicos disueltos en la mente católica, ha sido el método fenomenológico husserliano y su triple ambición, con las consecuencias que, brevemente, mencionamos en el artículo anterior. La Nueva Teología y el personalismo filosófico y politico han usado y abusado de este método que calificamos de deconstructivo, porque, en su sofisticada búsqueda de fenómenos mentales “puros”, o mejor dicho, “auténticos”, por decirlo heideggerianamente, desmonta los principios racionales y los saberes objetivos heredados por tradición.
5.- La puesta entre paréntesis del legado grecorromano y cristiano, suspendidos teleológicamente, como diría Kierkegaard, —es decir, desactivados con un fin, la obtención de contenidos mentales no interferidos por la tradición— no se ha realizado, al parecer, con una mala intención, sino con el objetivo puesto en la consecuención de una “vida auténtica". Y aquí radica el problema, en que el cristianismo no se identifica con una supuesta vida natural auténtica, tal y como los fenomenólogos, digamos Heidegger, tienen en mente. Porque, entre otras razones, 1º) existe el pecado original y el pecado personal y social, que lastran y hieren la vida del hombre; 2º) no existe existencia auténtica no necesitada de redención; y 3º) ninguna técnica mental puede aportar al hombre caído lo que sólo puede aportarle la gracia santificante, por vía sacramental; y la gracia actual, por los caminos que Dios mismo dispone, es decir, la Comunión de los Santos. Ni la naturaleza exige la gracia, ni la gracia suprime la naturaleza.
6.- Y ahora es momento de adentrarnos, aunque sin extendernos, en algunos detalles significativos generales de esta influencia idiosincrática. En el estudio anterior, nos ocupamos de la fenomenología de Husserl. Y por eso no podemos dejar de ocuparnos de su continuador, aunque a su propia manera, que es Heidegger. Cuya filosofía no parece pretender la negación explícita de Dios, sino sólo su reducción a inmanencia. No es de extrañar la fascinación que sus ideas, directa o indirectamente, ha generado en autores apasionados por el método de inmanencia (blondeliano, principalmente), como Rahner, von Balthasar, de Lubac, Ratzinger, Guardini y tantos otros. Y aquí reside el principal problema a la hora de introducirla en el pensamiento cristiano. Cuánta debilidad y duda introduce en el pensamiento cristiano, lo confirmamos, por ejemplo, en el malogrado debate Ratzinger-Habermas, qué ocasión perdida para afirmar el derecho natural y cristiano. Y es que la asimilación catolizante, aun con buena intención, de la fenomenología husserliana-heideggeriana, ha sumergido el pensamiento católico en un mar de dudas y autocuestionamientos. Hasta hoy, que recibimos consignas del Pontífice actual, y a través suya de gran parte del clero, de renunciar a nuestras seguridades naturales y sobrenaturales y no estancarnos en nuestras certezas.
Como explica acertadamente Thomas Molnar, que con tanto vigor estudió este asunto:
«Heidegger ha contribuido poderosamente […] a este estado de duda generalizado. Se ve con claridad el origen de esta angustia y de este auto-cuestionario: el sentido general del pensamiento heideggeriano lleva a disociar a Dios del Ser.[…] la empresa [heideggeriana] semejante a la disociación medieval averroísta-latina de la razón y de la fe; que es, por lo mismo, una empresa fideísta.» (Thomas MOLNAR, Notas sobre la teología atea de Heidegger, Verbo, 199-200, 1981, p. 1146)
7.- Reducir lo real para aumentar lo posible. Este parece haber sido, en el trasfondo de la jerga heideggeriana, el propósito de su neometafísca existencialista. O existencial, como gustan de decir los personalistas, sin mucho sentido, porque apenas hay diferencias, salvo de matiz o piadosas. Y para ello, reducir lo objetivo para aumentar lo subjetivo. Porque, dado que se pone la inteligencia de las cosas en la lectura de los propios fenomenos mentales, sin mediación de conceptos comunes universales y objetivos; dado que funda la inteligencia de las cosas en la idea que el sujeto tiene de ellas; dado que se pone la inteligencia de las cosas en el planteamiento existencial de sus posibilidades; entonces no se va propiamente a las cosas, como pretendía Husserl, sino a las ideas que cada sujeto, en su singularidad despojada de universales, tiene de ellas.
8.- Pero la susticución fenomenológica progresiva de lo real por lo posible desemboca en una temeraria e imprudente sobrevaloración de lo utópico, cuya proyeccion pedagógica no es otra que el constructivismo, tan afín al personalismo pedagógico; también a la neocatequesis, experiencialista, antitradicional, emotivista. Vemos cómo, de esta manera, en el pensamiento eclesial lo real ha sido desplazado por lo posible, y cómo este desplazamiento heideggeriano ha afectado todos los ámbitos del pensamiento católico, desde la pedagogía a la liturgia, desde la teología moral a la doctrina de los novísimos. La objetividad leída, antaño, en el orden creado con el auxilio de la revelación, ha sido relegada a las nubes de lo ideal, y sustituida, en muchas mentes, por la mera subjetividad. La fe ha dejado de ser creencia para ser experiencia personal.
9.- El existencialismo heideggeriano se nutre de Husserl. A él dedica Ser y tiempo (1927). A partir de esta obra, Heidegger pasa de investigar cuál es el sentido del ser a investigar qué papel tiene el ser(ahí) (que no Dios) en la búsqueda humana de sentido. Esta búsqueda, que congenia, en un plano psicológico, con la búsqueda logoterápica de sentido de Frankl, consiste, ante todo, en existir haciendo preguntas, buscando la verdad, valorando, como ya proponía el ilustrado Lessing en su Natán el sabio (1779), más el hecho de buscar que el hecho de encontrar. El tiempo es superior al espacio.
10.- Mas, ¿a qué ente se debe acudir a hacer preguntas por el ser? Según Heidegger, al ser humano. ¿Por qué? Porque la característica existencial del hombre es vivir preguntándose por el ser, pero sin encontrarlo en Dios. En esto consiste, supuestamente, la existencia, porque el hombre es «este ente […] que tiene la posibilidad de preguntar » (Ser y tiempo, p. 7). Hombre cuya existencia es siempre individual, única e irrepetible, como insinuaría Rahner y luego repetiría hasta la saciedad la catequesis posconciliar, en infeliz expresión nominalista que tanto se popularizaría, en clara contradicción con los universales clásicos de la tradición.
11.- Por eso, bajo esta perspectiva nominalista del hombre que existe ahí, en la inmanencia que pregunta siempre sin encontrar, única e irrepetiblemente, no existen respuestas comunes y universales, sino búsqueda única e irrepetible en cada tiempo personal único e irrepetible, deslocalizado del espacio de lo universal, que es la Iglesia; porque no existe espacio de reposo para la verdad, sino puro tiempo, puro dudar de nuestras seguridades, puro sueño utópico en un sin fin creativo de posibilidades. Como observa Luis Fernando Pérez Bustamente, ya no se trata, como los cartesianos, de pienso luego existo, de pienso luego soy, sino de un paso más, inasumible: pregunto luego soy. Pero no para encontrar respuestas, sino por el simple hecho de preguntar, como un fin en sí mismo, como una pregunta sin fin, querida más que la verdad misma, como pretendía Lessing.
12.- En este sentido, el orden existente es el orden que está ahí, preguntándose por su trascendencia, pero poniendo, entre paréntesis los saberes heredados al respecto. La transcendencia sufre una reducción drástica, pasando a ser un orden de relaciones que está más allá del individualismo, que justifica lo único e irrepetible que es cada ser humano insertándolo en un marco relacional que evite el mayor pecado, que ya no es la apostasía, sino el egoísmo.
13.- Contemplamos cómo la transcendencia heideggeriana es una subordinación del hombre al mundo, y del mundo al hombre, constituido en fin del mundo, en trascendencia del mundo. Por eso todas las cosas del mundo, supuestamente, encuentran ya su transcedencia en ser aprovechables por la conciencia del hombre, transcendencia del mundo. La existencia humana se constituye, así, por posibilidades, por proyectos, por autodeterminaciones del hombre en el mundo de las cosas que han sido puestas en relación con él, con su estar-ahí preguntando sin cesar.
14.- La conciencia cuestionadora del hombre, a la luz de estos principios antropocéntricos, de esta transcendencia inmanente, contradictoria y teodramática, que diría von Balthasar, llama al hombre a una vida auténtica, llamándolo a una apertura individual, única e irrepetible, al ser. Abrirse a las muchas posibilidades de vida auténtica, buscando siempre una verdad que nunca se encuentra, es el supuesto destino del hombre. Pero todas estas posibilidades son equivalantes, no hay una jerarquía, sino antes bien debe haber, como se diría y repetiría lugo en la pastoral posconciliar, un diálogo entre ellas, un encuentro enriquecedor entra las muchas opciones de vida auténtica que la búsqueda de la verdad propone al hombre en busca de sentido, como diría Frankl. El ecumenismo y el diálogo interreligioso, en clave heideggeriana, conducen a esta convergencia de posibilidades, contra el sentido tradicional, clásico, mayéutico, del diálogo socrático, grecorromano, clásico, tradicional, subordinado, siempre, a la transmisión la verdad y a la metanoia.
15.- Durante muchos años, estas vagas ideas han servido de inspiración al pensamiento católico, que no ha dejado de hablar de la vida cristiana en términos de vida auténtica o inauténtica, de búsqueda interminable de la verdad, de pregunta eterna por el sentido, de orden comunitarista de relaciones, de individualidad única e irrepetible, etc., etc. Y ello se ha hecho con una carencia casi total de buena doctrina, de conceptos claros, de buena formación, no digo aristotélico tomista, sino filosófica y teológica básica. El resultado de esta influencia es mucha verborrea, mucha irresponsabilidad, mucho naturalismo pelagiano, adobado con detalles sobrenaturalistas y psicologismos existenciales. El resultado de esta influencia es una existencialización de la vida cristiana y una pérdida del sentido objetivo e inmutable de la ley moral, del derecho natural, de la recta doctrina, de la teologalidad de las virtudes infusas. Etc., etc.
La necesidad de una reinstauración institucional del pensamiento clásico y tradicional es por eso, cada día que pasa, más urgente. Nos va mucho en juego. Reforma o apostasía.
—La fenomenología, en cuanto método, no es realista porque pone entre paréntesis la realidad extrayéndole su ser, como una gran máquina de vacío, depositándolo en el mundo de los fenómenos de conciencia, o más aún, de los movimientos de la mente adámica. El ser es siempre algo buscado pero no dado por supuesto.
Thomas Molnar explicaba muy bien este reduccionismo ontológico del método husserliano:
«la reducción, pieza maestra de la fenomenología husserliana. Se trata de encontrar un “fundamento absoluto” para el filósofo, una “esfera trascendental” donde perciba las cosas tal como ellas mismas son (Ideen). No es, sin embargo, para otorgar crédito a la inteligencia al captar las cosas –actividad para la que pensamos que ha sido hecha- sino para poner “entre paréntesis” el “mundo objetivo”» (Thomas MOLNAR, Los orígenes filosóficos de la teología prog:resista contemporánea, Verbo 195-196, Madrid 1981, p.633)
—Husserl propugna una “realidad” para especialistas, a la que se accede mediante una técnica oculta. Como sigue exponiendo certeramente Molnar:
«nos encontramos ante una especie de misticismo —diríase ocultismo— cuando Husserl nos anima a prescindir de nuestro yo de cada día para dejar obrar al “ego trascendental”. Diríase que es este último el que, superponiéndose a nuestro ego pasivo, se proyecta (intencionalidad) hacia el mundo exterior otorgándole su sentido, su significación. Pero ¿se tratará todavía del mundo real? Quienes no poseemos más que nuestro yo cotidiano ¿cómo haremos para procurarnos este otro yo?» (Íb., p.633)
—La fenomenología de Husserl es un mentalismo antropocéntrico.
«Husserl dice lo mismo [que Sartre]: la esencia de las cosas no se capta más que en las apariencias (fenómenos, de aquí fenomenología), o, más exactamente, la esencia es lo que aparece, nada más hay en las cosas. “Soy yo, escribe Husserl, quien decide si las cosas y el propio mundo son reales”. Y análogamente sobre el yo: “el yo carece de contenido, la conciencia-en-sí no existe, sólo existe la conciencia-de-algo”. Y —conclusión más importante— “ser es ser dado a la consciencia”, afirmación de la que es lícito inferir esto: lo que no -es en la conciencia, no es.» (Íb., p.634)
—La fenomenología nunca alcanza lo real, solo se queda en la cáscara.
«Lo que Husserl ha hecho es que el mundo dependa, no del yo cotidiano (profano), sino de un yo segundo, producto de un misticismo equívoco. Equívoco porque ese yo puro no encuentra necesariamente lo real: encuentra su propia proyección que nunca llega a lo real. Es por simple pedantería de lenguaje como Husserl, imitando a Kant, adorna las nociones emergentes de su sistema con el adjetivo de puro: razón pura, intención pura, yo puro.» (Íb., p.634)
La necesidad de una purificación del pensamiento católico es una necesidad apremiante. Proponemos pasar un filtro de clasicidad bíblico-tradicional a la nueva evangelización, a la pastoral y a la catequesis, y ante todo y sobre todo, a la función docente (en general) de la Iglesia. Los contenidos específicos y distintivos de la filosofía moderna no deben intoxicar la mente católica. Sólo a través de dolorosas purificaciones conceptuales podrá la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15) recuperar su claridad y su vigor tradicionales, de forma que, en medio de la tormenta, pueda ser luz eficaz y faro de salvación.
David Glez. Alonso Gracián
29 comentarios
P. D. Sí, también agradezco que me haya puesto a estudiar en serio la filosofía, ya que sus artículos son densos, pero la fe necesita murallas sólidas ante el enemigo.
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A.G.:
Gracias Fernando, me alegro mucho le ayuden estos artículos. Lo cual agradezco a Nuestro Señor, como todo.
Efectivamente Heidegger y su famosa frase "el hombre es el pastor del ser", no es cristiano y no lo es sin haber dejado de serlo del todo de alguna forma. Nacido católico, hijo de un sacristán y experto en filosofía medieval se alejó de la Iglesia...para acabar siendo enterrado como católico. Es el mismo que se burló de Theodor Haecker por escribir un libro titulado "¿Qué es hombre? diciendo: ¿Para qué se lo pregunta si ya lo sabe?.
Heidegger se metió en su mundo de manera que desconocía el mundo exterior-carencia de realismo-y eso hace su biografía difícil de interpretar: alejamiento de Dios y alejamiento de la realidad tal vez como consecuencia de ello; ensalzamiento del yo personal y jugueteos con ideologías malvadas porque, en el fondo, creía en el mensaje de un destino de Alemania como pueblo (mal que le pesara tenía un enfoque raro de la tradición); menosprecio de la Iglesia Católica y visitas clandestinas a las iglesias cuando estaban vacías, no sé lo que su en-sí, para-sí y otros palabros buscaban allí.
Heidegger, que no gusta a los progresistas porque despreciaba la técnica y la maquinaria, tampoco nos dice nada a los católicos.
Conservo un viejísimo libro del Padre Alfred Delp SJ, que fue ahorcado por los nazis en 1945, una crítica de "Ser y Tiempo" muy temprana (en aquella época todavía no se había traducido en España o era muy poco conocido) y dice, poco más o menos, lo mismo que en este blog.
A. Delp. "Existencia trágica (la filosofía de Heidegger)" Madrid, 1942. Editorial Razón y Fe, S.A.
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A.G.:
En efecto, Heidegger no gusta, en general a los progresistas, aunque sí a los progresistas católicos, que en política, curiosamente, suelen ser conservadores (no confundir conservadurismo con tradicionalismo político).
Aún tengo, por cierto, pendiente, analizar el papel del conservadurismo en esta crisis.
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Si Santa Benedicta de la Cruz se ha convertido después de seguir los delirios de este tipo, lo suyo ha sido realmente milagroso.
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A.G.:
Ciertamente, Ricardo, resulta milagroso. En realidad, la gracia, como dice Ayuso, no sortea los edificios conceptuales. La purificación de la razón es un proceso, y el convertido carga con sus cruces, sus obstáculos. Debe desbrozar muchos conceptos a los que aún, tiene apego. Debe desembarrar muchos caminos.
Pero lo que no comparto es su demoledora crítica al existencialismo y a la fenomenología, ya que estas corrientes han contribuido fecundamente (aun con errores notables) a tematizar la subjetividad humana.
Un exceso de objetivismo nos puede llevar a la neurosis como apuntó Viktor Frankl
Abordar el tema de la angustia resulta nuclear para la vida cristiana.
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A.G.:
¿Un exceso de objetivismo? De lo que se trata no es de recuperar el "objetivismo", sino la objetividad, y de objetividad, de realidad, de verdad, nunca se debe hartar el ser humano, por eso de "conoceréis la verdad, y la verdad os librará" (Jn 8, 32)
La angustia no es efecto del conflicto con la ley moral universal (Kierkegaard) ni con la búsqueda del ser (que no se encuentra nunca) (Heidegger) sino de la permanencia en el propio estado caído, en el pecado, en el error. No abordemos este tema en clave existencialista sino en clave católica.
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Puro embuste, en definitiva.
Gastan la frivolidad chispeante que es típica de los sofistas.
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A.G.:
Hay mucha sofística, desde luego, mucha irresponsabilidad, y sobre todo, mucha gracia en vano. Falta el equilibrio clásico.
Por eso, querido Alonso, aunque se proclame el egoísmo en abstracto como el mayor pecado, en realidad es para dar cobertura al propio pecado y la falta de caridad, para el egoísmo propio e individualizado, que acusa como egoísmo todo aquello ajeno que impide el despliegue del propio egoísmo (sea la ley, la verdad, la realidad de las cosas, su belleza, la historia, la tradición o el vecino de enfrente). Así, lo que cunde dentro de la Iglesia es el odio de enemistad, dado que es imposible distinguir pecado y pecador y amar al pecador odiando el pecado mediante odio de abominación, que decían los clásicos, y reconviniéndole o acogiendo la crítica, puesto que si llevas la contraria a ese alguien en algo no te opones a eso, te opones a él en su más íntima esencia.
Hoy la labor magisterial de la Iglesia y su capacidad reconciliatoria mediante el sacramento de la penitencia está francamente amenazado no sólo fácticamente por curas que no se sientan a confesar si no los coges a lazo, sino porque han salido de la misión de la Iglesia tal y como la concibe este credo moderno.
Ahora mismo se catequiza en la superstición, la propia catequesis es una maquinaria supersticiosa. Ahí es donde hay que empezar a dar la batalla. Además de ocuparnos e implicarnos muy directamente en su catequización, retirar a los hijos de la catequesis parroquial si los educan en la estupidez moderna o llevarlos donde sepamos que les enseñan a ser cristianos y no a tener sentimientos delicados, hacer amiguitos (de hasta el minuto antes de la comunión) o irse de excursión a recortar y pintar florecitas. Maleducados y engreídos terminan todos. Así, cómo vamos a tener curas que se vistan por los pies y persigan al demonio y al pecado allí donde lo encuentren o monjas que no se arredren ante la carencia de los bienes del suelo.
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A.G.:
El tema es ese, que la función docente de la Iglesia queda amenazada, oscurecida por las interferencias de la filosofía moderna.
No sé si el problema de la catequesis actual es la superstición, mas bien diría, en línea con el presente post, que es ese gnosticismo, o experiencialismo pseudomístico, que convierte la catequesis en producción de vivencias especializadas, subjetivas, de búsqueda sin reposo, de inquietud existencial, de cuestionamientos innecesarios.
Es como intentar encajar el solafideismo protestante en la moral católica o el libre examen, igualmente protestante. en el Magisterio de la Iglesia.... ah, ¿que en eso llevan algunos varias décadas? Sí, lo sé... ¿y?
Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.
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A.G.:
Sin duda, es que es imposible. Por más optimismo (temerario) que se ponga, es imposible.
Su labor es imprescindible para que el mal se asiente. Eso les convierte en más peligrosos, más dañinos.
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A.G.:
Muy de acuerdo, Luis Fernando, con tu apreciación:
"el papel del conservadurismo en esta crisis[...] es el mismo que el de los liberales conservadores en política. Conservan la revolución destructora de los liberales progresistas"
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A.G.:
Manu, me alegra esté de acuerdo con mi comentario. Respecto a lo que dice de cómo entendemos la objetividad, la verdad, la realidad, etc., le diré que yo no tengo ninguna opinión personal propiamente mía al respecto sino que sigo la concepción clásica, aristotélicotomista, y católica, al respecto. No me represento a mí mismo, sino al pensamiento clásico y tradicional.
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A.G.:
Puede ser que haya un componente supersticioso, porque componente gnóstico, desde luego, lo hay. Por ser un deconstruccionismo, que hiere la razón, y ello explica su atracción por el budismo y el zen, y las religiones adámicas, tal vez contenga espíritu supersticioso. Reflexionaré sobre ello. Interesante.
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Oh casualidad (¿o no?), éste es el principio fundador de la democracia.
Si se ignora la profundidad de lo singular personal (irreductible a ser objetivado como un mero caso particular de una ley general) no se podrá resolver de modo satisfactorio el problema de la objetividad.
Cuando las realidades son más densas ontológica mente más difícil es la realización de juicios exactos.
Es por ello que si, por el hecho de buscar estabilidad en los juicios, relacionamos de forma abusiva exactitud y verdad, no seremos capaces de lograr un discurso racional vinculado con la intuición de lo súper objetivo.
Esto se ve de manera muy clara en las relaciones interpersonales. No digamos, en la dirección espiritual.
La misión de un buen director espiritual no puede reducirse al mero dictado de verdades intelectuales-exactas.
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A.G.:
Manu está ud. en un error afirmando la implenitud de la ley moral, como hace la moral de situación y el consecuencialismo, traídos, por cierto, por el personalismo de Häring y oficializados por Amoris laetitia.
Por eso debe corregir esta afirmación errónea:
"Si se ignora la profundidad de lo singular personal (irreductible a ser objetivado como un mero caso particular de una ley general) no se podrá resolver de modo satisfactorio el problema de la objetividad."
La doctrina católica afirma la universalidad de la ley moral, que abarca todos los casos particulares.
Como enseña, por ejemplo Pío XII en su Discurso sobre los errores de la moral de situación:
"9. Se preguntará de qué modo puede la ley moral, que es universal, bastar e incluso ser obligatoria en un caso particular, el cual, en su situación concreta, es siempre único y de una vez. Ella lo puede y ella lo hace, porque, precisamente a causa de su universalidad, la ley moral comprende necesaria e intencionalmente todos los casos particulares, en los que se verifican sus conceptos. Y en estos casos, muy numerosos, ella lo hace con una lógica tan concluyente, que aun la conciencia del simple fiel percibe inmediatamente y con plena certeza la decisión que se debe tornar."
Se mueve ud. en este comentario, en los prejuicios de la escuela personalista, sobrevalorando la subjetividad y contraponiéndola a la ley moral y al orden del ser.
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A.G.:
Sin duda, Chico, la falta de buenos formadores en sana filosofía ha sido pavorosa. A cambio de oro les han dado baratijas.
Yo creo que habría que volver un poco más a Platón y San Agustín.
Mientras el neotomismo no afronte filosóficamente el tema de la subjetividad, dejará todo el campo libre a los "herejes personalistas". En este sentido me parece interesante la obra del profesor de la Universidad Abat Oliva: Martín Echevarría. El cual, desde el Tomismo, dialoga críticamente con la psicología contemporánea, especialmente interesante me parece el análisis de la logoterapia de Viktor Frankl
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A.G.:
Nada tiene que ver la aplicación de la ley moral al caso mediante la sindéresis con el racionalismo panteísta y determinista de Spinoza.
El magisterio de la Iglesia nada tiene de racionalismo. La doctrina que expone Pío XII es doctrina de la Iglesia, no es neotomismo europeo.
Respecto al tema del neotomismo, no viene al caso, porque no profeso el neotomismo de la escuela europea, sino el pensamiento aristotélico-tomista clásico y tradicional, no el neoescolástico de Maritain, Chenu y compañía.
La logoterapia frankliana no congenia con el pensamiento católico tradicional, como he demostrado en varios artículos.
Debe revisar ud. su anterior comentario, porque estaba defendiendo el principio situacionista de implenitud de la ley moral, contra el magisterio de la Iglesia.
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A.G.:
Manu, yo no soy embajador de mí mismo, no tengo personal postura, sino la doctrina tradicional de la Iglesia, desde el pensamiento clásico aristotélico tomista, que no neotomista (que es otra cosa).
Sobre la subjetividad, qué quiere que le diga aparte de lo que ya le he dicho. Que está caída por el pecado original, que necesita redención, incluida la sensibilidad; que los afectos necesitan liberarse del desequilibrio del pecado, y depurarse; que requiere formación y educación, que precisa de una ascética que la encauce y oriente, que debe crecer en objetividad y virtud, y ser orientada hacia la verdad moral por el ejercicio de la prudencia, etc., etc.
Que no es el fundamento de la moral, que no suplanta a la razón, ni a la conciencia; que no es fuente de creatividad moral. No sé qué más quiere Ud. que le diga, porque nada tiene que ver con estos artículos. Me remito a lo que apunta, sabiamente, el P. Royo Marín en su Teología de la perfección cristiana, en esta obra magistral encontrará orientación clásica al respecto.
No se preocupe tanto por la subjetividad adámica, y más por la sana objetividad de los hijos de Dios.
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A.G.:
Cuidado Horacio Castro no introduzca el equívoco personalista. La sindéresis, o sea, la capacidad natural para juzgar rectamente, es una capacidad OBJETIVA, porque lee la ley moral natural inscrita en la naturaleza humana por participación de la ley eterna.
Ojo, que sea capacidad del sujeto no implica que sea subjetiva. Tampoco en este sentido se debe llamar a la acción de la conciencia "vivencia". La conciencia aplica la ley al caso porque lee la ley moral inscrita en la naturaleza humana por el legislador divino, no por el mundo, ni por la historia, ni por las experiencias subjetivas, ni por la relación humana con el mundo. Lo interpreta ud. equívocamente.
Y le recuerdo también que la escuela de Salamanca clásica estuvo compuesta casi al 50% por dominicos y agustinos, los cuales iluminaban y enriquecían con frecuencia el pensamiento tomista desde san Agustín, modo según el cual le eran fieles. Hasta el punto de que el claustro terminó elaborando un juramento de fidelidad conjunto a santo Tomás y a san Agustín como sus dos columnas de apoyo en 1627. Poco después se publicaría el Augustinus de Jansenio (1642), que fue un pretendido Agustín sin Tomás en un contexto ya moderno. Sus consecuencias, el jansenismo en sus mil variantes y guerras, que todavía hoy se sienten, no fueron, precisamente un bien para la Iglesia. Y la escuela a que dio lugar durante el XVII, sobre todo en Francia, carece de la frescura y rectitud de miras que había tenido el siglo anterior. Alambicada, sofistera... por mor de resultar complaciente por un estándar tomista que nadie les pedía.
En cuanto al fondo de su reclamación, ¿le valdría como respuesta la Vida de santa TEresa, agustiniana de inspiración hasta la médula, y, sin embargo, no menos comprometida con todo aquello que le ha dicho don Alonso en su respuesta?
Estamos ante una filosofía que quiere eliminar los conceptos, la interferencia de lo aprendido o andado por la filosofía realista. Busca encontrar unos"fenómenos puros innatos", que estarían a disposición de los iniciados, es decir, la mayoría de los mortales no estaríamos en posición de alcanzarlos (gnosis). Le da prioridad al corazón y a voluntad sobre el entendimiento. La experiencia persona es el referente que te introduce por esos caminos mentales
Efectivamente recuerda al zen. Aquí la mente tb debe estar desligado de los conceptos, de hecho algunas ramas del mismo priorizan la meditación desechando las lecturas tradicionales del mismo. La mente debe desechar cualquier concepto o pensamiento, dejarlos pasar. A veces se focaliza la misma en la respiración y postura de loto. Para ellos se puede alcanzar de repente la sabiduría espiritual con esta técnica Ambas efectivamente coinciden en ese descubrimiento interior, donde los conceptos y el entendimiento no influyen.
Heidegger tuvo contactos con el mismo, por lo que he podido leer en Internet.
Lo que yo no acabo de entender es que el entendimiento busca la objetividad, del sentimiento solo puede haber subjetivismo. Corazón y voluntad son malos consejeros para encauzar la verdad.
Mi primera duda es, como creyente de a pie, como teólogo, cómo te enfrentas con este posicionamiento filosófico a la Verdad Revelada? Objetiva y dicha por Dios mismo. Aquí no caben dudas, sino que la razón no puede ser violenta da, pero si la verdad esta dentro de ti o en tus experiencias, surge la confrontacion
En mi opinión el análisis de las propias experiencias generan dudas.
No entro que las experiencias vividas, incluso las más traumáticas, te puedan llevar a Dios o a plantearte su existencia. Aquí se menciona V. Frank, pero en el campo de concentración otros optaron por otros caminos. La naturaleza humana está herida por el pecado original, y Dios Todopoderoso nos recuerda constantemente verdades básicas que a veces olvidamos o no somos capaces de captar.
La filosofía lleva a los conceptos, de hecho el concepto de verdad la sustenta, pero si está no es posible alcanzarla, o solo es posesión de unos pocos, Iríamos contra posicionamientos claros y diáfanos de lo que dice la Iglesia:podemos alcanzar y conocer a Dios por los medios naturales
QUIERO terminar con San Juan Pablo ll, con el crecí en la fe, es un referente para mi, pero cuando leí de su posicionamiento filosófico me sobresalto
En su libro Persona y Acto dice:
"por consiguiente, en Sto Tomás vemos muy bien a la persona en su existencia y acciones objetivas, pero es difícil vislumbrar allí experiencias vividas de las personas".
Pero como llegar a un concepto, verdad objetiva partiendo del análisis de algo tan subjetivo como lo vivido. Hasta la memoria se modula para adaptarse al relato personal, y somos nuestra memoria.
Disculpas por lo desorganizado de la exposición.
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A.G.:
La obra filosófica de Karol Wojtyla se encuadra en la filosofía moderna de la acción que viene de Kant, pasando por Scheler, Blondel, de Lubac, Husserl, etc. En general, parte de un error de base, que trae problemas. Y es que, contrariamente al pensamiento clásico, que encuentra demasiado "objetivista" (como todos los personalistas) cree que el ser sigue a la acción autodeterminante, tal y como se postulaba en el humanismo renacentista por ejemplo Pico de la Mirandola, al que tanto admira la escuela personalista.
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A.G.:
De nada Horacio Castro. La sindéresis es realizada por el sujeto pero no por eso es subjetiva, sino objetiva, dado que su fin es leer el orden ínsito en la naturaleza de las cosas, en orden a un juicio cierto y verdadero.
Este libro es un espléndido ejemplo de subjetividad fuerte y profunda, que es muy distinto al mero soñar con la imaginación del subjetivismo.
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A.G.:
No me parece que las Confesiones sea un ejemplo de subjetividad, más bien de descubrimiento de la objetividad, de metanoia, de sanación de la subjetividad, de descubrimiento de la verdad y de la realidad. No olvidemos, además, que San Agustín debe ser perfilado por Santo Tomás, que sintetiza y completa su pensamiento y lo depura de platonismos.
La escuela personalista prefiere a San Agustín y a Platón, y desdeña irresponsablemente a Aristóteles y a Santo Tomás, tanto, que para sus autores es un lugar común el menosprecio temerario del pensamiento aristotélicotomista clásico. Yo me pregunto si de verdad conocen al Doctor de la Gracia y a Platón, o sólo tienen la versión tendenciosa proluterana de la Nueva Teología.
Que quede claro que la empleo según la primera acepción de la RAE, es decir como "perteneciente al sujeto"
Cuando el sujeto lee el orden ínsito en la naturaleza no lo hace de una forma inmediata directa, sino inmediata indirecta, es decir capta la verdad total pero necesita la mediación del entendimiento, la voluntad, los afectos y los sentidos. Y para eso necesita comprometerse personalmente con generosidad a lo largo de un determinado tiempo.
De ahí venían los arrobamientos de Santa Teresa, su subjetividad no estaba acostumbrada a las gracias que recibía
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A.G.:
Cita el diccionario de la RAE de forma incompleta, porque subjetivo es:
"1. adj. Perteneciente o relativo al sujeto, considerado en oposición al mundo externo.
2. adj. Perteneciente o relativo al modo de pensar o de sentir del sujeto, y no al objeto en sí mismo."
Hay, por tanto, un componente de oposición a lo objetivo, oposición que es patente en el personalismo, que critica el supuesto "objetivismo" del pensamiento tradicional. Lo subjetivo, en un contexto personalista, es subjetivo como oposición a objetivo. Esta oposición la mantiene porque pretende luchar contra una hipotética "cosificación" o "extrinsecismo" que mediante el método de inmanencia pretende resolver. De ahí la inmersión de lo objetivo en lo subjetivo. Como hace Heidegger, etc.
De todas formas, me parece bien que ud no quiera relacionar lo subjetivo con lo subjetivo-personalista. Así se referirá entonces, más bien, ahora, a la "sujetidad", más que a la subjetividad, por lo que sus objeciones y planteamientos anteriores, como la defensa del principio de implenitud, etc., deberían ser replanteados.
He leído, el texto de Mirandola sobre como habla Dios a Adán, en ORACIÓN POR LA DIGNIDAD DEL HOMBRE. Ahí se contiene efectivamente la supremacía de la voluntad, de hecho se afirma que no existen leyes por la que regirnos, las otras criaturas de Dios si. Nosotros en nuestra libertad, construimos a Adán.
Para mi una posición de rebeldía interior subyace en este texto.
No se si voy muy lejos en la afirmación de que es una postura libre de la jerarquía y el dogma. Nos autoconstruimos.
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A.G.:
Muy bien dice, Soledad, que hay rebeldía en la concepción de la dignidad humana de Pico de la Mirandola, que es la misma del antropocentrismo fundador de la Modernidad. Rebeldía cuya forma es el principio de autodeterminación, o la pretensión negativa de ser lo que se quiera sin más límite que la propia voluntad.
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A.G.:
No se trata sólo de cambiar los nombres de las cosas, como si fueran cáscaras vacías. Se trata de cambiar también sus significados. Y cambiarlos por los auténticos, por los clásicos y tradicionales.
La subjetividad personalista nace como oposición a la objetividad clásica. Y es el mismo subjetivismo de la Modernidad aplicado a la religión católica y la teología moral.
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A.G.:
Horacio Castro su comentario tiene cierto aire convencionalista. Además debe distinguir cuidadosamente ley y norma, virtud y "valores", plano natural y plano sobrenatural, etc.
1. Si bien H. comenzó dentro de la fenomenología (se dice que Husserl llegó a afirmar que sólo había dos personas que entendían el método fenomenológico: él mismo y Heidegger) su filosofía final se aleja profundamente de esta, deslindándose él y siendo rechazado por los miembros de esta corriente.
2. H. no desvincula las ideas de Ser y Dios, sino que vincula el Ser con el Logos. Lo que cuestiona es al "dios de los filósofos" al concepto lógico catafático que para el es una impostura que encubre (a la manera de lo apolíneo sobre lo dionisíaco nietzcheano) la profundidad del Logos apofático.
3. H. no se desentiende de la tradición sin más, sino que pretende acceder a su fundamento más auténtico y profundo, el cual identifica con un sustrato poético (poético no en el sentido meramente estético, sino creador-fundamentador, "ontológico" y sagrado).
4. Muchos críticos de H le han acusado de ser un "jesuita encubierto", de haber tergiversado el método fenomenológico para hacer de él una metafísica cristiana con otro nombre.
5. Difícilmente puede considerarse a H. como un subjetivista, cuando define al hombre como mero "guardián del lenguaje" lo cual sus críticos consideran como un ejemplo de esta metafísica.
Finalmente diré, que a pesar de sus errores, H. proporciona argumentos poderosísimos para atacar al modernismo desde sus propios presupuestos. Bien vale la pena leerle con atención, por más que no sea tarea fácil.
Saludos y bendiciones.
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A.G.:
Mejor que no defienda a Heidegger, porque su neometafísica existencialista no congenia con el catolicismo. Heidegger sí que separa Dios y Ser, tanto, que es parte del sentido general de su obra, y pilar de su deconstruccionismo. Los argumentos de Heidegger no sirven para ser aplicados contra el modernismo porque son modernos. No sólo no cuenta para nada con la tradición, es que cree que debe superarse la tradición, porque para él la tradición metafísica es parte del problema de la metafísica.
De esta manera, el sujeto no resulta el polo de un proceso cognitivo (que vive de forma desarraigada y solipsista). El auténtico personalismo estudia al hombre individual que conoce, siente, ama, sufre y acepta el orden natural como una instancia que le ob-liga y le vincula nutriciamente.
En definitiva, el verdadero personalismo busca la objetividad no sólo de forma estática -teórica - abstracta, sino también de forma dinámica - creadora - participativa.
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A.G.:
La filosofía de la subjetividad del personalismo es subjetivismo. Preciso: es el mismo subjetivismo de la Modernidad.
Y el estudio del individuo que ud. dice, el individualismo nominalista opuesto a los universales.
Se mueve ud, dando círculos sobre conceptos que no tienen salida.
A.G., muchas gracias. Los últimos post son especialmente extraordinarios. Quiera el Señor y aliente el Espíritu Santo que sus escritos lleguen a seminarios, noviciados y centros de formación católica. Cristo y Santa María Inmaculada, debeladora de todas las herejías y errores, le bendigan. Rezo por vd.
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A.G.:
Gracias José Díaz. Es verdad lo que dice del efecto anestésico de los sistemas filosóficos modernos. Más aún, narcóticos. Bajo estos efectos no sólo queda opacado y como disminuido el mundo del pecado; también se proyecta un eclipse de antropocentrismo sobre el orden del ser, que es el de la verdad.
Me alegra especialmente le hayan servido estos últimos posts. Estamos analizando la Gran Impostura con detalle, a menudo dolorosamente. Dios nos conceda avanzar con el bisturí, con toque preciso.
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