(337) Restaurar el concepto de castigo y pena expiatoria según el pensamiento tradicional
El pensamiento católico contemporáneo, tras la tormenta posconciliar y en la presente situación de estado crítico conceptual, es figura de una Neobabel orgullosa que amenaza ruina, porque es ruinosa.
No podemos ocultar que también la función docente de la Iglesia quedó afectada, y está necesitada de reforma.
Por eso, para sanar esta situación que tanto mal causa a los fieles, es de gran importancia recuperar el pensamiento católico, clásico y tradicional. Porque está afianzado en la romanitas aristotélico-tomista, con sus nociones precisas y fecundas; ha sido fortalecido por el magisterio más claro y potente, que es el antimodernista. Y posee el perenne vigor del derecho natural y cristiano.
Uno de los conceptos clave que hemos de restaurar y sanar es el de castigo, pena expiatoria, sacrificio.
El concepto de sacrificio expiatorio ha sufrido un oscurecimiento notable en la teología católica contemporánea, debido a las interferencias de la Nueva Teología y del personalismo católico. A través de un proceso de deterioro conceptual, que ha implicado diversos planos doctrinales, la idea de un castigo que sirve en sí mismo de reparación de un daño, se ha vuelto ajena al pensamiento de los católicos. Estos, en general, aceptan la noción administrativa de sanción, pero no la noción propiamente católica de pena.
El proceso de deterioro ha sido el siguiente:
El concepto de ley es sustituido por el de norma general (convencional, administrativa, mera inspiración subjetiva).
El concepto de pena (por el pecado, esto es, por la transgresión de la ley), es sustituido por el de sanción (por la infracción de una norma reglamentaria).
El concepto de estado de pecado, incompatible con la gracia santificante, ha sido sustituido por el estado de situación irregular, supuestamente compatible con la gracia.
El concepto de expiación (efecto de la pena sobrenaturalmente asumida) es sustituido por el de autocorrección (supuesto pelagiano de la sanción).
El concepto de historia y economía de la salvación es sustituido por el de expediente piadoso o memorial subjetivo de las propias infracciones y autocorreciones formales (que son consideradas conversiones).
Para restaurar un sano sentido de la pena expiatoria, recordamos aquí algunos principios fundamentales del pensamiento católico tradicional al respecto.
1.- Con la expiación se recupera la dignidad moral perdida con el crimen.
2.- Con el pecado no se pierde la dignidad ontológica, pero sí la dignidad moral.
La pena de muerte no atentó contra la dignidad de Cristo, antes bien la hizo más patente aún, por ser asumida voluntariamente como pena expiatoria universal y única, y de una vez para siempre, actualizada incruentamente en cada Misa, y por pecados que no había cometido. El Sacrificio del Inocente es fuente de salvación. El Buen Ladrón, por haber asumido voluntariamente su pena capital en pago de sus culpas, y por confesar en un acto de fe la justicia de Nuestro Señor Jesucristo, fue redimido.
3.- Las penas colectivas, sufridas por los justos, son sacrificios expiatorios que participan del único sacrificio expiatorio, el de Cristo Crucificado.
4.- En ocasiones las penas tienen alcance colectivo, por delitos institucionales, estructurales o sociales, siendo necesarias para el bien común. También existe una expiación social de efectos medicinales que restablece el bien común.
5.- Ser cristiano es participar con Cristo Crucificado, por el estado de gracia, del castigo universal.
6.- La cruz de Cristo sobrenaturaliza el castigo y lo convierte en pena expiatoria. Y esto es bueno para el que causó el daño, porque le permite poder reparar lo que ha hecho.
7.- Sufrir un daño proporcionado al mal causado es una necesidad del alma, que quiere compensar el daño producido.
8.- El que causa grave daño necesita grave castigo para perdonarse a sí mismo.
9.- En ciertos casos extremos, la pena capital es el único medio que tiene el reo de poder compensar el mal causado.
10.- El castigo es esperanza de redención para el castigado. Es el único medio que tiene para compensar el daño que ha causado, también en casos extremos.
11.- Sin necesidad de castigo, para el que comete pecado, no hay cristianismo, porque no hay esperanza de expiación en todos los casos.
12.- Del tesoro de gracias de la Comunión de los Santos, la Iglesia extrae indulgencias para toda pena, conforme a la misericordia de Dios mediada por sus santos. El culto de dulía se convierte, por tanto, en el medio de dispensación de los méritos de Cristo en sus miembros vivos.
Conforme al principio general de la gracia, sin Cristo no podemos nada (Jn 15, 5), pero con Él lo podemos todo (Fil 4, 13), es posible reparar el daño causado e incluso revertirlo y transmutarlo en bien. De esta forma se restaura el orden quebrantado, se redime el pecador, y se repara el daño causado.
En este proceso de expiación, el estado de gracia es necesario, tanto, que la persona debe subordinarlo todo a mantenerlo o recuperarlo, porque vale más que la vida.
David Glez. Alonso Gracián
8 comentarios
Como se lee en el Eclesiástico (2, 1-11): "Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia. Únete al Señor y no te separes, para que al final de tus días seas enaltecido. Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación. Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación. Confía en él, y él vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él. Los que temen al Señor, esperen su misericordia, y no se desvíen, para no caer. Los que temen al Señor, tengan confianza en él, y no les faltará su recompensa. Los que temen al Señor, esperen sus beneficios, el gozo duradero y la misericordia". Un cordial saludo.
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A.G.:
Gracias Juan Andrés, por su comentario. Enderezar el corazón, ser firmes, no inquietarse, unirse a Nuestro Señor, Rey de Reyes, son oportunas y potentes advertencias de la palabra divina. Como dirían, en un plano natural, los romanos: ¡Robur et decus!
¡En Cristo fortaleza y honor!
Me ha resultado muy expresivo lo que dice sobre poner en dos cuadros, comparativamente, el pensamiento tradicional católico y el pensamiento actual de los católicos, con sus deformaciones y novedades. Hay mucha gente con buena intención que está profesando nociones no católicas, pensando que lo son. El deterioro es grande, la mente católica está patas arriba, como Ud. bien dice, o cabeza a pájaros, como dice nuestro castizo refranero. Pero en Dios todo lo podemos, como nos enseña Fil 4, 13.
Hay que iluminar las tinieblas. Porque si el faro no ilumina los barcos naufragan.
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A.G.:
Sin duda, Sancho, gracias por su muy oportuna observación.
"Si lo primero y principal de la consagración es que al amor del Creador responda el amor de la criatura, síguese espontáneamente otro deber: el de compensar las injurias de algún modo inferidas al Amor increado, si fue desdeñado con el olvido o ultrajado con la ofensa. A este deber llamamos vulgarmente reparación.
Y si unas mismas razones nos obligan a lo uno y a lo otro, con más apremiante título de justicia y amor estamos obligados al deber de reparar y expiar: de, justicia, en cuanto a la expiación de la ofensa hecha a Dios por nuestras culpas y en cuanto a la reintegración del orden violado; de amor, en cuanto a padecer con Cristo paciente y «saturado de oprobio» y, según nuestra pobreza, ofrecerle algún consuelo.
Pecadores como somos todos, abrumados de muchas culpas, no hemos de limitarnos a honrar a nuestro Dios con sólo aquel culto con que adoramos y damos los obsequios debidos a su Majestad suprema, o reconocemos suplicantes su absoluto dominio, o alabamos con acciones de gracias su largueza infinita; sino que, además de esto, es necesario satisfacer a Dios, juez justísimo, «por nuestros innumerables pecados, ofensas y negligencias».
El horror a la Expiacion, reparacíón , a la satisfación, a la penitencia, en el fondo expresan horror a la Cruz como instrumento de redención. Sólo hay que ver como están llevando el Centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón, donde quieren convertir una devoción que se erige sobre la expiación y la reparación, en una devoción sensiblera donde el concepto de expiacion ha sido demolido en esencia. Se acerca al Protestantismo que no tiene necesidad fe expiar ni reparar nada. La fe sóla, Jesuscristo ya expió por nosotros sin necesidad de que compleremo nada más.
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A.G.:
Mucha gracias por la cita. Tiene ud razón, todo el desorden conceptual en torno a la expiación se basa en el horror a la cruz. Y sí, le confieso que yo también percibo el cambio en la forma de concebir la Consagración al Corazón de Jesús. La tendencia es al sentimentalismo piadoso, Cristo reinando en los corazones, pero nada de realeza social de Cristo.
¿Que sucede si nuestros legítimos jueces tienen miedo o pavor de juzgar? Si es así, ¿de que sirven las leyes, (Escritas por El Altísimo) no se ejecutan?
Sin jueces valientes, aunque legítimos, ¿como puede existir siquiera el concepto de pecado sino hay pena?
D. Alonso, su labor me recuerda labor del Profeta Ezequiel en 3, 17-21 [Biblia de Jerusalem]
17. 'Hijo de hombre, te he constituido centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte.
18. Cuando yo diga al malvado: 'Vas a morir', si tú no le das la alarma, si no le hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta y viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre te pediré cuentas a ti.
19. Pero si tú adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.
20. Y si el justo se aparta de su justicia y comete injusticia, yo pondré un obstáculo ante él y morirá; por no haberle advertido tú, morirá por su pecado y no se recordará la justicia que había practicado, pero de su sangre te pediré cuentas a ti.
21. Pero si tú adviertes al justo que no peque, y él no peca, ciertamente vivirá él por haber sido advertido, y tú habrás salvado tu vida.'
No creo que usted escriba esto por si mismo, le obliga El Señor.
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A.G.:
Óscar, el reto actual de la Iglesia es recuperar su doctrina jurídica clásica. Gran parte de la superación de la crisis presente pasa por esto.
Dios nos conceda seguir escribiendo de forma que aproveche a la Iglesia de Cristo. Pidamos a Dios Todopoderosos que suscite varones fuertes e íntegros que reformen santamente la Iglesia.
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A.G.:
Gracias Maricruz. Mi intención es exponer la enorme claridad que nos alcanza el pensamiento tradicional.
Es extraño que una modista como era mi abuela tuviera tan claro lo de la dignidad ontológica y la dignidad moral, ella no lo decía así pero de sus conversaciones era eso lo que se desprendía, para ella la pérdida de la dignidad moral era más importante que la pérdida de la vida misma, la mera dignidad ontológica no suponía mucho porque, en caso de muerte, mediante ella no se alcanzaba el Cielo ya que todos los condenados tuvieron dignidad ontológica en vida. En caso de pecado y, si éste era mortal, la dignidad moral solo se recuperaba, decía, con arrepentimiento y penitencia adecuada a la gravedad del pecado. Entonces todavía había largas conversaciones con los mayores y de ellas se aprendía tanto como de los sacerdotes. Antes no lo sabía, pero ahora estoy empezando a pensar que tenían eso que se llama "sensus fidei".
Recuerdo haber leído en la Encíclica "Mit Brennender Sorge" (espero haberlo escrito bien porque lo hago de memoria y no sé alemán) de Pío XI que recomendaba a los jóvenes alemanes que en aquella situación se guiaran por la fe de sus padres y por sacerdotes de los que se fiaran. ¡Qué confianza tenía el Santo Padre en la formación de las familias católicas! ¡Ojalá hoy pudiéramos decir lo mismo!
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A.G.:
Palas Atenea, dice:
Menos mal que veo corroborado lo que aprendí, eso que has escrito es exactamente lo que oí en mi infancia y juventud, tanto de labios de mis padres y abuelos como de los sacerdotes que me educaron...claro que en aquella época eran todos tomistas. Je, je.
Me alegró el pasaje, por veraz; por ser señal de otro tiempo, más claro, en que la síntesis clásica, la romanitas sobrenatural de la Iglesia estaba presente incluso en la sabiduría pupular.
Mucho se deterioró el pensamiento católico por la interferencia de la Modernidad, que a través del modernismo y del neomodernismo personalista ha desordenado la mente católica.
Por eso, queremos nuestro dos de mayo conceptual. Queremos liberarnos de la colonización intelectual de la escuela francoalemana. Queremos una teológico-filosófica batalla de Actium que dé lugar a un nuevo orden, el de siempre, el clásico, augusto y romano, apostólico, católico y tradicional.
Habla vd, AG, del sentido católico tradicional. Es que no existe otra forma de ser católico, bíblico-tradicional, como ha dicho en muchos otros post, porque Escritura y Tradición son las dos fuentes de la Sagrada Revelación. Un abrazo y que el Señor y Santa María Inmaculada le bendigan
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A.G.:
Muy cierto, José Díaz, del olvido del sentido católico de la pena expiatoria han venido muchos males, como los que Ud. acertadamente menciona.
Como bien dice, el católico es bíblicotradicional. Pero, antes, es tradicional, de la pequeña y de la gran tradición, porque es conducido a la fe por sus mayores, que traspasan el legado de generación en generación, y así, como accipiens, recibe las dos fuentes, la Escritura y la Tradición.
“Me comentó algo muy interesante el arzobispo de Dublín. Dijo que el derecho penal eclesial funcionó hasta los últimos años de la década de 1950, que si bien no había sido perfecto -mucho hay en ello para criticar-, se lo aplicaba. Pero desde mediados de la década de 1960 dejó simplemente de aplicarse. Imperaba la conciencia de que la Iglesia no debía ser más Iglesia del derecho, sino Iglesia del amor, que no debía castigar. Así, se perdió la conciencia de que el castigo puede ser un acto de amor.
En ese entonces se dio también entre gente muy buena una peculiar ofuscación del pensamiento. Hoy tenemos que aprender de nuevo que el amor al pecador y al damnificado está en su recto equilibrio mediante un castigo al pecador aplicado de forma posible y adecuada. En tal sentido ha habido en el pasado una transformación de la conciencia a través de la cual se ha producido un oscurecimiento del derecho y de la necesidad de castigo, en última instancia también un estrechamiento del concepto de amor, que no es, precisamente, sólo simpatía y amabilidad, sino que se encuentra en la verdad, y de la verdad forma parte también el tener que castigar a aquel que ha pecado contra el verdadero amor”
Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder 2010, p. 16-17
infocatolica.com/blog/apologeticamundo.php/1405150514-dios-si-castiga-conclusiones
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