(293) Apostillas a Gaudete et exsultate, n.1
Comenzamos con este post una serie de apostillas (comentarios) a la exhortación apostólica Gaudete et exsultate. La cita del texto va en cursiva, y a continuación la glosa que realizamos de ella.
En esta ocasión nos centramos en el punto 1 de la exhortación apostólica.
Apostilla 1
«[1] El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada.»
El texto parece iniciar con tópicos voluntaristas, en sintonía tal vez con ese tipo de predicación semipelagiana que ha sido y es tan frecuente en el posconcilio: «El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es…». Como si la Causa Primera pudiera pedir algo a la causa segunda (el ser humano) que ésta pudiera darle por sí sola.
—Es lugar común de la homilética personalista contemporánea centrar la santificación en una supuesta autonomía de la libertad humana, y no en la soberanía de Dios, como si la libertad humana no dependiera de la moción divina, y Dios se limitara a observar, esperar, invitar, proponer y ofrecer.
El tópico alcanza, incluso, a suponer que el Creador tiene expectativas respecto a lo que la causa segunda puede hacer por sí sola, si se lo propone; como si Dios mismo confiara en una hipotética autarquía humana: «no espera que nos conformemos […]» Por eso es justo preguntarnos si es metafísicamente correcta una pastoral que acostumbra, desde hace decenios, a presentar a Dios como deudor de la libertad humana.
Apostilla 2
«[1]En realidad, desde las primeras páginas de la Biblia está presente, de diversas maneras, el llamado a la santidad. Así se lo proponía el Señor a Abraham: “Camina en mi presencia y sé perfecto” (Gn 17,1).»
Cabe preguntarse, en base a lo dicho anteriormente, si ese “llamado” a la santidad de que habla el texto, se basa en la generosidad divina, o si por el contrario se apoya en una supuesta generosidad humana independiente y autodeterminada, de la cual Dios es mero observador.
Más bien parece esto segundo, porque a continuación, el “llamado” a la santidad es presentado como una propuesta de Dios, en sintonía con la pastoral humanista ya mencionada: «[1] Así se lo proponía el Señor a Abraham». Proponer, como sabemos, es manifestar un proyecto o una idea a un superior o principal, para que éste la acepte si lo estima conveniente. El papel protagonista, en la propuesta, no es del que propone, sino del que acepta la propuesta. Por eso al hablar así, y en este contexto concreto, el protagonismo parece dársele al hombre y no a Dios. ¿Cuántas veces, en todos estos años, hemos escuchado glorificar la respuesta humana, el sí del hombre a Dios, como si fuera un sí independiente?
Aunque es común también, en la predicación personalista contemporánea, mitigar esta sensación de protagonismo antropocéntrico y de voluntarismo en general, con afirmaciones contrarias, a menudo exportadas del protestantismo, para hacer contrapeso.
No es una idea novedosa, como decimos, sino un lugar común de la pastoral hodierna. ¡Cuántas veces hemos escuchado eso de “Dios respeta nuestra libertad“, “Dios nos pide” o “Dios cree en nosotros“, o “Dios apuesta por el hombre", “Dios se la juega con nosotros, de tanto que respeta nuestra libertad"! Etc., etc.
No olvidemos que en la predicación personalista de los últimos cincuenta o sesenta años, ha sido y es frecuente relativizar el señorío divino con verbos de perfil bajo, que minimicen la soberanía de Dios y maximicen la autonomía de la persona humana.
Está el católico de hoy tan acostumbrado al sobreoptimismo antropológico, que ya no le rechinan las falsas esperanzas. Necesita urgentemente recuperar el sentido de la total dependencia de Dios, reencontrarse con su carácter deudor y no acreedor.
Hay una gran diferencia entre mandar y proponer. Dios manda, y cuando el hombre obedece, ha sido con la obediencia libre que Él mismo le ha dado. Pero Dios no propone como si al proponer se hiciera deudor de nuestra libertad. Somos nosotros los que le debemos, incluso, la respuesta libre a su gracia. Por eso el ser humano no es el protagonista de su santificación, no es causa primera sino segunda. No tiene el papel principal en la película. No es Dios el que depende de nuestra generosidad, sino nosotros de la suya.
David Glez Alonso Gracián
10 comentarios
Hace varios años atrás, estando de visita en mi casa, el por entonces nuestro párroco criticó la expresión de una feligresa que en su presencia dijo: "Dios me pide tal cosa". El cura trató de explicarse pero yo no le llegué a entender la argumentación. En cambio ahora y gracias a este artículo que has puesto David, lo entiendo perfectamente, porque ¿cómo puede "pedirnos" Dios algo que somos incapaces de hacer sin su concurso?
Un comentario:
Dice en Deuteronomio 10, 12: "Y ahora, Israel, ¿qué te pide Yahvé tu Dios, sino que temas a Yahvé tu Dios, siguiendo todos sus caminos, amándolo, sirviendo a Yahvé tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma". En otra versión de ese versículo dice que Yahvé "exige".
Por tanto, decir que Dios "pida" o "exiga" no implica, necesariamente, semipelagianismo o pelagianismo.
Además, en el punto 52 y siguientes de "Gaudete et exsultate", se expone doctrina sobre la primacía de la gracia; esa pieza debería ser tenida en cuenta al interpretar las otras que confirman la exhortación, con el fin de definir cuál es el sentido de cada una de ellas según la exhortación vista íntegramente.
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A.G.:
El inicio de Gaudete et exsultate tiene aires de semipelagianismo. Este inicio es semejante, o está en sintonía, con tópicos personalistas. Es común en este tipo de predicación, como digo en el post, intentar compensarlo con afirmaciones en sentido contrario.
El silencio del Demonio durante aquellos diez años me llama la atención. ¿Por qué no intentó que olvidara el mandamiento "Honrarás padre y madre"? He sido tentada tantas veces por él y he caído tantas veces en la tentación que no puedo más que interrogarme sobre eso. Pero durante aquellos años el Maligno enmudeció.
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A.G.:
"Luego queda en nosotros la libertad para responder sí o no a Dios."
Se expresa Ud. semipelagianamente. La respuesta afirmativa humana a la iniciativa divina no es algo que el hombre ponga de su parte y que dependa de su sola libertad. Por el contrario, es fruto de la gracia divina.
La respuesta a la gracia no es la iniciativa de Dios MÁS la parte libre que pone el ser humano, como si fueran sumandos que se suman. Ahí radica el aire semipelagiano latente en este tipo de predicación.
La respuesta negativa, además, no es propiamente un acto de la libertad, paralelo a la respuesta afirmativa, sino un abuso.
Entender la iniciativa divina como una propuesta que primero hace Dios, y que luego depende de la libertad humana, que la acepta o niega, es entender la relación gracia/libertad en clave semipelagiana.
Gracias Alonso, la verdad nunca me había percatado de esto, pero veo que es totalmente cierto. Supongo que debe tener que ver con el afán de suavizar el mensaje; creo que hay razones más que suficientes para sospechar que son muchos quienes piensan que lo mejor para acercar a la gente a la Iglesia es ofrecer una imagen amigable de la fe, sin importar si eso acaba significando predicar lo falso en lugar de lo verdadero.
Cristo jamás dijo que Él vino a "proponer", "invitar" o "pedir", sino que Él dice:
"Haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado" (Mt 28, 20).
"Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando" (Jn 15, 14).
Las palabras de Jesús confirman lo que tú dices Alonso: Dios manda.
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A.G.
La libertad humana depende de Dios. El acto libre es movido por Dios, sea con su gracia, sea con una moción puramente natural. No puede la causa segunda (el hombre) realizar actos libres naturales ni sobrenaturales sin ser movido por la Causa Primera.
Por eso cuando se dice que Dios respeta nuestra libertad y no nos fuerza, se está dando a entender que Dios no interviene de ninguna manera en el acto libre de su criatura. Lo cual es falso y, si se defiende obstinadamente, herético.
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