(260) Pecado mortal, rechazo de Dios y nihilismo
Todo pecado mortal —sobre todo si es sistematizado en vicio o en estructura de pecado—, contiene una pretension nihilista.
Todo pecado mortal supone la pérdida del estado de gracia, y si atenta contra la fe, significa su abandono.
Todo estado obstinado de pecado mortal, en el fondo, implica una pretensión deicida.
Los nihilistas, con Friedrich Nietzsche (1844- 1900) a la cabeza, gustan de hablar de la muerte de Dios. Pero como Dios no puede morir, cuando se habla de la muerte de Dios no se habla de la muerte de Dios, sino, propiamente, del deseo que tiene el nihilista de “matar” (si pudiese) a Dios.
Lúcidamente explica Gustave Thibon:
«Me propongo evocar el problema de la muerte de Dios. Evidentemente, cuando se habla de la muerte de Dios no se habla de Dios mismo (…) Por consiguiente, de lo que yo quiero hablar es del eclipse de Dios en el espíritu de los hombres. Esto es infinitamente grave (Gustave THIBON, «¿Ha muerto Dios?» (Verbo, 189-190: Serie XIX, p.1159-1160)
Dado que nadie puede matar a Dios, habría que hablar, más bien, del deseo nihilista, moderno y revolucionario de matar a Dios. Del anhelo, latente en todo sistema de pecado, de que Dios no exista ni en la vida de las personas, ni en las leyes que la rigen, ni en la cultura que la anima.
1) rechazando obstinadamente, por el pecado mortal, el estado de gracia, es decir: eliminando la cualidad sobrenatural por la cual su alma participa de la naturaleza de Dios.
Recordemos a este propósito la definición de gracia santificante:
«cualidad sobrenatural inherente a nuestra alma que nos da una participación física y formal —aunque análoga y accidental— de la naturaleza misma de Dios bajo su propia razón de Deidad» (Antonio ROYO MARÍN O.P., Teología de la perfección cristiana, BAC, Madrid 1958, p. 84)
2) impidiendo sistemáticamente la inhabitación de la Santísima Trinidad en su alma.
Recordemos en qué consiste tal presencia de Dios en el alma del justo:
«La Santísima Trinidad, inhabitando en nuestras almas, nos hace participar de su vida íntima divina»
«Por la gracia de la inhabitación, el Espíritu Santo se une al alma como motor y regla de nuestros actos»
«Por la inhabitación en nuestras almas, la Santísima Trinidad se constituye en objeto fruitivo de experiencias inefables»
En definitiva, «Dios habita dentro del alma en gracia» (Ibid., p. 163-169)
Y 3) abandonando la virtud por la cual se cree sobrenaturalmente en Dios y en su doctrina, mediante pecados que atenten contra ella.
Recordemos qué cosa es la fe:
«virtud teologal infundida por Dios en el entendimiento por la cual asentimos firmemente a las verdades divinamente reveladas por la autoridad o testimonio del mismo Dios que revela» (Ibid, p. 434)
Y recordemos también cuáles son los principales y terribles pecados contra la fe:
Infidelidad, «o paganismo, que cuando es voluntario es el mayor de los pecados después del odio a Dios», herejía, «que niega algún dogma revelado en particular o duda voluntariamente de él», apostasía, «que es el abandono total de la fe cristiana recibida en el bautismo», blasfemia, «sobre todo la que va contra el Espíritu Santo» y la ceguera del corazón o embotamiento de los sentidos, «que se oponen al don de entendimiento y proceden sobre todo de los pecados de la carne» (Ibid., p. 437)
El eclipse de Dios en personas y sociedades tiene mucho que ver con estas formas de deicidio personal. La difusión de pecados contra la fe mediante la anticultura, la antiteología y la antifilosofía, o por medio de leyes injustas y cristofóbicas, significa la masificación del deseo de dar muerte a Dios, y la propagación del nihilismo.
El eclipse de Dios en personas y sociedades no es más que la apertura de un inmenso Maelstrom devorador, en cuyas fauces es imposible dar fruto.
Como sigue explicando Thibon:
«Por consiguiente, de lo que yo quiero hablar es del eclipse de Dios en el espiritu de los hombres. Esto es infinitamente grave, pero Dios sigue siendo el que era. Como decía Víctor Hugo: “la sombra del eclipse no cae sobre el sol”. El no lo decía hablando de Dios, sino hablando de sí mismo, durante el Segundo Imperio, cuando estaba exilado y había perdido una gran parte de su audiencia en Francia.
Si esto es verdad respecto a Víctor Hugo, lo es mucho más respecto a Dios. Pero si este eclipse se prolonga, amenaza con hundir a la humanidad en una noche terrible, en un frío mortal.
Y bien lo sintió Nietzsche, que fue el anunciador, el profeta de la muerte de Dios. “Dios ha muerto”. E innumerables son los textos de Nietzsche que hablan de desesperación, de agonía, del apocalipsis que espera a la humanidad privada de ese rumbo eterno, de ese supremo punto de referencia.» (Ibid. p.1160)
Desesperación y agonía son los signos de las sociedades cuyos miembros quieren renunciar a la gracia, desligarse de la ley de Dios, y abandonar la fe.
Quien quiere matar a Dios en su vida y en la vida de las sociedades, aunque quiera matarlo democrática o consensualmente, fomenta una cultura de muerte, en la que los justos y los inocentes son las primeras víctimas.
13 comentarios
Hay que predicar la conversión de manera incansable. Y si no lo hacen los que lo tendrían que hacer, lo tendremos que hacer nosotros.
Dios te bendiga, hermano.
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A.G.:
Hay que predicar la conversión de manera incansable, muy cierto, Pedro. Conversión, penitencia, sacramentos.... es que no hay otra. Lo repetiremos hasta que se enteren las piedras.
El problema es que ya nadie habla de pecado mortal, ni de gracia santificante, ni lo explica, no sé si por falta de fe o por falta de caridad, del mismo modo que no se habla de salvación o condenación, que es la disyuntiva de todo hombre. Antes, todo lo que has dicho tan brillantemente, lo aprendía un niño en el catecismo (la doctrina, que se decía) de la escuela parroquial antes de recibir la comunión, no de una manera tan culta, pero sí la noción, y de forma indeleble.
Un saludo en Xto. y María, y mi admiración. Dios te guarde.
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A.G.:
Gracias Curro Estévez. Pecado mortal, salvación, condenación... es que son temas que apenas se predican, como bien dices.
Antes se insistía mucho en eso de estar siempre en estado de gracia, y en caso de perderla irse corriendo a confesar, para recuperarla. Ahora, qué poco se dice, por no decir nada. El abuso de personalismo puso de moda que la salvación era algo comunitario, y pareció que querer estar en estado de gracia, uno, era individualismo, y se dejó de hablar del estado individual de pecado y el estado individual de gracia.
Para el pensamiento clásico de la Iglesia, sin embargo, está muy claro que es uno el que se salva o se va al infierno, aunque para lo primero cuenta con la intercesión de los santos y el tesoro de los miembros vivos del cielo y de la tierra.
Para eso está Infocatólica, para que estas verdades descatalogadas, como diría el Padre Iraburu, vuelvan a ser gritadas, y que retiemble el mundo, si hace falta.
El eclipse de Dios en personas y sociedades tiene mucho que ver con estas formas de deicidio personal.
Pues ahí tienes a multitud de obispos la mar de felices por el hecho de que los estados en los que había unidad católica ahora sean aconfesionales.
Se parece mucho a la apostasía.
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A.G.:
Pues sí que se parece, Luis Fernando, porque es que ha habido una especie de apostasía política por la cual se abandonan los deberes que toda sociedad tiene para con Dios.
El Card. Sarah en su libro "La Fuerza del Silencio" menciona también el hecho de que la palabra "pecado" haya sido erradicada del vocabulario cristiano.
En mi infancia y juventud yo he recibido influencias del ateísmo, en especial con el argumento de la "muerte de Dios". Pero yo siempre lo he entendido no como un deseo imposible de "matar" a Dios, lo cual de por sí implica aceptar su existencia objetiva, sino como la proclamación de que Dios nunca ha existido salvo en la mente de los hombres creyentes, y que ya era hora de dejarse de esas imaginaciones que no tenían correlato en la realidad.
Proclamación que si nos fijamos en la proporción de ateos confesos que no ha parado de aumentar de Nietzche a la fecha, debemos reconocer que ha tenido un éxito clamoroso.
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A.G.:
Ricardo, es verdad que el ateísmo y el nihilismo aumentan. Creo, además, que es peor el nihilismo, si cabe llamarlo así, porque es un mal que por su propia lógica interna conduce a la apostasía, que es peor que el ateísmo.
El niño tenia que escoger ,; esto me recuerda que desde pequeños , teniamos bien claro que habia una manera acertada de hacer el bien y otra engañosa de hacer el mal.y que no era igual una cosa que la otra
Ahora , es muy distinto, lo bueno y lo malo se desdibujan y con tanta informacion es muy dificil, que nuestra cabeza sepa acertar .
Confiemos en el Señor , que nos ilumine el camino.pues el mayor peligro de los humanos es no tener norte.
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A.G.:
Me gusta mucho Maribel como lo ha expresado: "una manera acertada de hacer el bien y otra engañosa de hacer el mal.y que no era igual una cosa que la otra"
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A.G.:
Los pecados contra la fe son el germen del acomodamiento al siglo.
Será muy útil a mi apostolado.
Gracias.
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A.G.:
Gracias Maricruz, me alegro mucho te sea de ayuda en tu apostolado.
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A.G.:
Jordi, en efecto, es fundamental. Para recuperar enseguida el estado de gracia.
Muchas gracias, A.G., por tan hermoso post. El Señor Resucitado y María Inmaculada, la Virgen Santísima del Encuentro, le bendigan.
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A.G.:
José Díaz, precisamente, mientras escribía este artículo, estaba pensando en el nihilismo como pecado contra el Espíritu Santo. Con las solas fuerzas, como bien dice, no hay manera de salir del remolino; la aceleración hacia el punto cero conduce la cultura, la vida social, las instituciones, hacia un deterioro cada vez más progresivo.
Los remedios son los que Ud. ha sintetizado con tanta claridad.
Gracias.
¿Puede haber mayor ofensa a Dios que negarle existencia? Yo creo que no.
Pero no por eso es imperdonable, sino porque quien piensa así, jamás se arrepentirá.
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A.G.:
Ricardo,
es verdadero lo que dices: no puede haber mayor ofensa. En un bautizado, el nihilismo, en cuanto pecado contra el Espíritu, es rechazo de Dios llevado a su extremo.
Y creo yo que no sólo imperdonable porque la persona no se quiera arrepentir, que en eso consiste su ofensa y su merecimiento de castigo; sino en que Dios mismo, con toda justicia, no quiera perdonarlo, porque desee manifestar justicia en este o en aquel, para hacer escarmiento.
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A.G.:
Martinna, sé que es difícil admitirlo, pero es así. Todo pecado mortal es rechazo de Dios, y hace reo de infierno.
Mira cómo habla el Catecismo 1850 del pecado:
una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios” (San Agustín, De civitate Dei, 14, 28).
Gracias, siempre ayuda con explicaciones acertadas.
Esta frase de San Agustín que me dice: *El pecado es amor de si hasta el despreció de Dios * me ha hecho pensar y “caerme del guindo”, me aclara que no es debilidad sino soberbia. Me creía que por la conversión nos rendíamos a Dios y progresivamente con la gracia santificarte íba transformándonos, ayudándonos a ir dejando los flecos de pecados que con las tentaciones aún se nos pudieran colar. Su aclaración me ha hecho ver que tenía una idea buenista del asunto y que ni convertidos podemos descuidarnos porque el demonio utiliza malignamente contra nosotros todo, nos estorba hasta en la oración. En parte me he sentido angustiada por no haberme dado cuenta de mi equivocación, pero enseguida he dado gracias a Dios por darme el toque y despabilarme.
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A.G.:
Me alegro mucho le haya servido la explicación. Lo cierto es que todos tenemos que ir puliendo nuestra doctrina, es fundamental. Tenemos que irnos corrigiendo constantemente, para que nuestra doctrina sea conforme a la tradición. Y hacerlo con asepsia emocional, sin angustias, con objetividad, porque todos somos débiles y todos, en esta vida mortal, padecemos interferencias del mundo que hemos de ir purificando. Asi que demos gracias a Dios, y siempre pa´lante.
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