(199) Señora del Depósito
«Pero María atesoraba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.» (Lc 2, 19)
«¿No es María Madre de Cristo? Por tanto, también es madre nuestra. […] De manera que cuando María tenía en su vientre al Salvador puede decirse que gestaba también a todos aquellos cuya vida estaba contenida en la vida del Salvador. Así pues, todos cuantos estamos unidos con Cristo y los que, como dice el Apóstol, somos miembros de su Cuerpo, participes de su carne y de sus huesos (Ef 5, 30), hemos salido del vientre de María, como partes del cuerpo que permanece unido a la cabeza.»(San Pio X, Ad diem illud laetissimum, 2-II-1904).»
1.- María, figura de la Tradición, cofre de la doctrina de su Hijo. Madre de sus defensores, miembros vivos que hemos de ser nosotros, por la gracia.
2.- Guarda en su corazón, con pudor, un tesoro incomparable, de perfecta riqueza sin fondo. María es Madre también del Depósito. Es Señora de todo apostolado.
3.- No puedes, por ti solo, tener humildad, ni hacerte a ti mismo digno de recibir la gracia. Todo consiste en saberte incapaz, inútil para vivificar tu vida cristiana. La gracia te concede esta capacidad que viene de Dios, y la imploró por ti tu Madre. Ve a María, por Cristo.
4.- Dependes del favor del Primogénito para aceptar el favor de Dios. Y el Hijo hace caso a su Madre, que vela por ti.
5.- La Madre guarda dentro cosas que nadie sabe, ni la Tradición. Tiene primicias de sabiduría que sólo Dios conoce. Pero es en el Paraíso que todos los frutos se habrán de abrir y conocer, porque hay Hortelano y no estará solo. —Hijo, no tienen vino—. Volverá a decir la Madre. Y toda sed de misterio tendrá su mosto.
9 comentarios
Gracias Maestro.
"Oh Virgen destructora de todas las herejías
aplasta la cabeza de la serpiente mentirosa y maligna que quiere Confundir El Camino, Relativizar la Verdad y Destruir La Vida"
Ruega por nosotros Santa Madre De Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo, Amén
T endriamos que estas felices de tenerla de nuestro lado y pidiendo por nosotros a su Hijo.
Es desconocimiento .de la verdad.
¿Cómo descubrí yo a nuestra Santísima Madre del cielo? Siempre había entendido su importancia dentro del plan de Dios y veía con buenos ojos todas las devociones que se ofrecían a su amparo. Pero, seamos sinceros, en el fondo uno no dejaba de sentir que aquello era una manifestación poco viril, cosa de "viejas". Y conste que tengo el mayor de los respetos y la mayor de las admiraciones hacia las "viejas", a las que tengo por las mayores de las heroínas del catolicismo cotidiano. Pero era inevitable considerar aquello de "bien, vale, pero eso no es para mi".
Bien, hubo un tiempo en el que me enamoré de una chica. No era un amor superficial, adolescente, era una atracción profunda. Creía, entonces, estar seguro de que con ella podría alcanzar el verdadero amor, casto y cristiano. De un plumazo se me quitaron todos los vicios. No diré que los malos pensamientos porque la tentación nunca deja de estar presente y de vez en cuando -el diablo aprovecha los momentos bajos, cualquier resquicio para apuntar el hocico- asoman aún los reflejos de la podredumbre del pecado. La cuestión es que eso que parece imposible, eso sobre lo que nos repiten una y otra vez que no puede ser, fue. Desde entonces tengo certeza plena acerca de la bondad del magisterio de la Iglesia. No solo como una mera experiencia intelectual, sino tambien como resultado de una vivencia de fe que transforma. Nunca mas tuve dudas acerca de ello. Y no volví a desear otra cosa.
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A.G.:
Su testimonio tiene mucha miga, y le agradezco haberlo publicado.
La chica nunca supo nada. La relación era imposible. Fueron tiempos muy malos. Tan malos que mi cabeza entró en una crisis profunda. El desconcierto hacía que fuesen alternándose ratos de ira y ratos de una tristeza aguda y profunda. No había forma de evitar verla todos los días, pensaba "si no es ella, a la que amo, nunca podrá ser nadie". Fue tal el desorden, la confusion, que, entonces, no encontré otra solución que encomendarme a Dios.
Aún hoy no puedo dejar de estar agradecido por ello. No puedo dejar de postrarme. Una y mil veces. Es como si un pequeño diamante hubiese desde entonces querido tallárseme en el alma. Como si la Palabra se hubiese enraizado en mi de manera tal a como nunca lo había hecho.
Se que esta la Madre y se que está el rosario.
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A.G.:
Le agradezco mucho tan bello testimonio. Qué profunda la providencia divina, y que maravilla el agradecimiento. Gracias de nuevo.
El clérigo modernista, el noventa y tantos por ciento de nuestros clérigos posconciliares, siempre pretende rebajar a María, a lo sumo la muestra como una mujer sencilla e ignorante, hacendosa y preocupada por los problemas materiales pero simplona y minusválida (ya se valen ellos que han estudiado la teología de Rahner).
Este es el verdadero disparate, María nuestra Madre es Trono de Sabiduría.
os pido disculpas por haber estado tanto tiempo sin contestaros ni moderar comentarios.
He estado unos días sin ordenador, pero ya he vuelto, jeje.
Gracias y perdón de nuevo.
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