(146) Entre el voluntarismo y Lutero
La herencia de la Modernidad es un sobresaliente antropocentrismo capaz de todo, es decir, de nada bueno. Frustrado de tanto tienes que ser capaz, tienes que ser capaz, durante mucho tiempo pensó el católico que la vida cristiana consistía en hacer lo que Dios nos pide, y que ser santo, hacerse sacerdote, dedicarse a la vida contemplativa o irse de Misión, es simplemente cuestión de generosidad.
Pastorales de este estilo, cansinas y herrumbrosas como viejas llaves oxidadas, mantuvieron cerradas las puertas de gracia, resistiéndose a la alabanza y sobrevalorando la parte humana como el sumando clave en la ecuación.
Y es que el semipelagianismo ha sido durante demasiado tiempo la mala figura del catolicismo. Ya enarboló su bandera el presuntuoso Erasmo, que todo lo sabía, para mal luchar contra Lutero. E hizo creer a muchos que ser católico es ser voluntarista y creer que con la sola y libre voluntad se puede vencer al diablo y al pecado, si uno en verdad se lo propone.
Pero los tiempos de esta impostura han pasado, y en medio de una crisis mastodóntica que nos desafía, o se es apóstol de la gracia, o la identidad católica está perdida, y con ella también la santidad.
Y es que hay una gran diferencia entre hablar de la gracia a la manera católica, verdaderamente católica, y hablar de la vida espiritual en clave semipelagiana. La mala manera que conocemos bien, porque la escuchamos casi todos los domingos en Misa, nos tiene hartos y aburridos:
los cristianos tenemos que ser capaces de comprometernos como se comprometió la Virgen Santísima… está en nuestra mano ser capaces de tener la humildad de san José… todo depende de cuánto queramos comprometernos… Dios confía en nosotros y espera que pongamos nuestra pequeña parte, nuestro granito de arena…. Dios aguarda con paciencia nuestra respuesta…. Dios nos pide nuestra generosidad… y bla bla bla…
La verdad es que el modelo voluntarista del “tenemos que ser capaces” está en leve retroceso. Ha sembrado mucha frustración y alejado a mucha gente de la Iglesia, asustada ante la pesada losa que se le venía encima.
Ahora nos estamos adentrando en un nuevo paradigma, como tanto gusta decir a los posmodernos, imitando a su ídolo, Thomas Kuhn.
Está claro que la posmodernidad teológica pretende una reacción irracionalista e involuntarista contra la Modernidad racionalista y voluntarista. Y que el modelo de esta reacción no es otro que el gran hereje, es decir, Martín Lutero. En el heresiarca redivivo, y pronto celebrado y conmemorado, hallamos el ejemplo “paradigmático” de antivoluntarismo, pero en el lado oscuro.
A imagen del luteranismo, el catolicismo reducido de esta neomodernista posmodernidad, se declara débil e incapaz de levantarse del pecado, y pide un cheque en blanco de misericordia y buenrollismo.
Frustrado por tantos cansinos tienes que, tienes que, se declara tan incapaz, tan desastroso, tan bienintencionadamente pecador, que cree ni con la gracia poder salir del pecado. Y así confía seguir pecando con temeraria presunción luteranísima, asegurándole a los que considera nuevos fariseos que el Señor hará la vista gorda con sus iniquidades, y cubrirá con una gracia exterior sus muchas “irregularidades".
Pero esto no es más que una mentira. Un engaño que hace patente la urgencia vital de hablar en católico de la gracia y de la perfección. Es urgente ser apóstol de la doctrina verdadera de la Justificación. Miremos a Trento, estudiemos Trento, valoremos como se merecen las muchas perlas preciosas que atesora su doctrina.
Tampoco sería ocioso recuperar Orange II y su luminosas enseñanzas sobre gracia y libre albedrío. Y no lo dudemos, el recurso al Doctor de la Gracia, San Agustín, y a su completador Santo Tomás, es absolutamente indispensable. No podemos combatir ni el voluntarismo ni el luteranismo con mala doctrina.
Recuerdo que hace tiempo me impresionó la manera tan católica de hablar de la santidad con que los padres Germán de San Estanislao y Basilio de San Pablo nos relataban admirados la vocación a la santidad de Santa Gema Galgani. Lo copio porque vale la pena:
«Vocación a la santidad (de Gema Galgani)
Téngase ante todo presente aquel principio del Apóstol de que Dios nos escogió a los cristianos desde antes de la creación del mundo para ser santos y sin mancilla (Ef 1, 4). Quiere el Señor que todos seamos santos y a todos nos coloca en el camino y nos da gracias para conseguirlo.
(Pero) De que todos seamos llamados a la santidad, claro está que no se sigue conceda Dios a todos iguales gracias. Así como en el firmamento hay estrellas de muy varia magnitud y brillo, así en el firmamento de la Iglesia unos santos aventajan a otros en perfección. Santos hay cuya vida se nos ofrece perfectamente imitable y santos a quienes sólo podemos contemplar de lejos; quienes se distinguen en una virtud y quienes en otra; unos guardaron inmaculada la inocencia y otros avanzaron por los ásperos senderos de la peitencia.
En la pimera mirada que dirigimos a la vida de la virgen de Luca advertimos la traza de Dios en hacer de ella uno de los más estupendos prodigios de la gracia»
Reforma o apostasía. Ni voluntarismos ni luteranismos pueden ayudarnos a combatir los males que nos aquejan. Centrémonos pues en Cristo y su santa doctrina, para que nuestra mirada repose con fruición en los prodigios de la gracia: y no dudemos realizar, con temor y temblor, todo aquello a que el auxilio divino nos mueva, aunque nos cueste la vida.
Es imperativo liberarnos tanto de voluntarismos estériles, que aplastan la vida cristiana centrándola en el hombre, como de luteranismos que encubren el pecado y malentienden la gracia, dando licencia para la iniquidad a cambio de una falsa, sí, falsa doctrina de la justificación.
Porque Dios nos quiere santos, a imagen de su Primogénito. Y para modelarnos a su hechura nos cualifica con su auxilio. No hay nada más urgente que ser santo. Es cuestión de vida o muerte. No hay nada más importante en nuestra vida que nuestra configuración con Nuestro Señor Jesucristo.
Como enseña Santo Tomás, con milagrosa doctrina:
«Dios no nos justifica sin nosotros, porque por el movimiento de la libertad, mientras somos justificados, consentimos en la justicia de Dios. Sin embargo, aquel movimiento (de la libertad) no es causa de la gracia, sino su efecto. Y por tanto toda la operación pertenece a la gracia» (I-II,111, 2 ad 2m).
También la santa reforma que necesita nuestra amada Iglesia pertenece a la gracia. ¡Adelante, vamos! No nos empeñemos en ser protagonistas, ni endiosando la voluntad, ni endiosando su contrario.
Seamos, simplemente, católicos, que es la muy grande merced que Nuestro Señor nos concede.
13 comentarios
__________
A.G.
Pablo, Duns Scoto no sólo es voluntarista, sino en mi opinión, pronominalista. Su filosofía no es conveniente.
Por cierto, Néstor Martínez tiene estupendos posts explicando la filosofia de Duns Scoto. Se los recomiendo.
Muchas gracias Alonso y no dejes de publicar post acerca de estos temas
A la mentalidad superficial y apresurada de nuestro tiempo, ideal para no entender, le parece que esta frase canoniza el orgullo de los que se creen "elegidos", cuando en realidad hace exactamente lo contrario.
Primero, que según la fe católica nadie puede considerarse elegido por Dios para la vida eterna sin una revelación divina especial, y segundo, que lo que dice la frase es que somos buenos porque Dios nos ama, y no que Dios nos ama porque somos buenos.
Es decir, el principio citado corta de raíz toda posible opinión soberbia de nuestra parte, porque nos dice que todo lo que hay de bueno en nosotros, no procede en última instancia de nosotros, sino de Dios y de su libre, soberano y misterioso querer.
El Papa Benedicto XVI entiendo que salvaba en esas palabras suyas citadas la catolicidad de Escoto, que no se pone en duda, pero efectivamente, entiendo que la teología y filosofía escotista contiene graves errores que prepararon la crisis nominalista inmediatamente posterior, de la cual estamos sufriendo las más espantosas consecuencias actualmente.
Saludos cordiales.
Pero Cristo enseña todo lo contrario, y esos santos y santas nos han demostrado que con la Gracia de Dios, la perseverancia, cualquier tipo de maldad puede ser excluído de nuestra vida, porque Dios es el Médico de los cuerpos y la almas.
Esos "consejeros" equivocados, parece que no tienen demasiado convencimiento en la auténtica conversión, ni dan toda la credibilidad a Jesucristo.
Nuestra fuerza es Cristo Jesús, sin Él, nada podemos hacer.
----
Alonso, lamento tener que decir que en la Encíclica "Amoris Laetitia" yo veo mucho de eso que tan acertadamente denominas "el catolicismo reducido".
Casi diría que es el hilo conductor de sus 56.000 palabras.
Un signo de eso es destruir la norma, invapacitarla, devalorala, odiarla, aborrecerla, atacar a auien en ella ve su estabilidad y la ama para buscar su orden.
Otro signo es crear confucion, discucion, roper el juicio, ataxar el pudor, imprimir relevancia en lo humano lo sencible intrascende fd , disfrutar en el lodo de su fanfacia.
Quien oculta algo alcahuetea..furmula y supone u a benebolencia sin convercion. Desconoce el abandono y desapego a lo degenerativo, y cree que sera recibido como hijo prodigo llevando los chanchitos de la porqueriza, y la vida de adultero y fornicario. Este signo es muy fuerte y se convierte en una formula moderna FUNAMENTALISTA. "Puddes ser vigamo porque aqui todos algo podemos ser pero todos somos salvo" asi arroga la espuma.
El ultimo signo es desfigurar, enmascarar al espiritu, adoptando una imagen al tono de burlarce de El de su fuerza transformadora, de su persona, busca taparlo, enterrarlo.. es la blasfemia de los tiempos.
Queridos amigos.. pidamos a la virgen santa nos acompanñe nk solo a dkstingjir que no seamos presa de aquello sino ser signo.. se tarce de ultimo, orar y contemplarlo, sabiendo que El va actuar.. seguro hara que las piedra hablen tan fuerte... oremos penitentemente
Y el hecho de que Escoto haya sido hace no mucho beatificado y Santo Tomás olvidado por la Iglesia Oficial, cuando no combatido, es una señal más del estado de postración que padece la Esposa de Cristo.
Maranata.
¡Gloria a Dios!
__________
A.G..
Gracias María, gloria a Dios.
Dejar un comentario