(143) Combatir la anomia predicando la ley
La ley vive malos tiempos, especialmente en toda mente católica en crisis de identidad. Minusvalorada, menospreciada, sirve de arma arrojadiza contra la conciencia, como si ésta no la hubiera de aplicar al caso; es contrapuesta a la gracia, como si ésta no se diera para su cumplimiento. Se ha convertido en lugar común, como si fuera enemiga del Evangelio, y éste no fuera su plenitud, que es Cristo.
—La encíclica Veritatis splendor, de San Juan Pablo II, consciente de esta crisis de anomia en numerosas iglesias locales descristianizadas, recoge entre sus luminosas páginas el pensamiento del Concilio Vaticano II acerca de esta importante cuestión:
«43. El concilio Vaticano II recuerda que «la norma suprema de la vida humana es la misma ley divina, eterna, objetiva y universal mediante la cual Dios ordena, dirige y gobierna, con el designio de su sabiduría y de su amor, el mundo y los caminos de la comunidad humana. Dios hace al hombre partícipe de esta ley suya, de modo que el hombre, según ha dispuesto suavemente la Providencia divina, pueda reconocer cada vez más la verdad inmutable»
«El Concilio remite a la doctrina clásica sobre la ley eterna de Dios. »
A) COMBATIR LA ANOMIA
I.- LA ANOMIA, GRAN MAL. NECESIDAD DE PREDICAR LA LEY
Y es que el virus nominalista, que causó la Modernidad, introdujo esta enfermedad en numerosas iglesias locales en vías de descristianización, dañando la vida cristiana de los fieles, -y muy en especial la institución del matrimonio. Usando la tremenda expresión de Péguy, la anomia produce innumerables exsantos. Porque el desprecio de la ley es un desprecio nihilista, que reduce al mínimo la vida cristiana, sofocando la gracia en lugar de darle alas, frustrando todo proyecto de vida en gracia.
—La anomia maldispone radicalmente con Dios. Introduce la sospecha en la Nueva Alianza. Dado que, como afirma Spaemann, «la alianza de Dios con los hombres se funda en la libertad de Dios», la anomia es una desconfianza radical de las posibilidades de nuestra unión con Dios. La anomia ignora que de la libertad de Dios, de la que participan sus hijos adoptivos por obra de la gracia, procede la amalgama que nos une a Él, que es la misma Ley Moral. Conforme a las palabras de su Hijo: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14, 15)
—La minusvaloración de la ley moral conduce a la ausencia de caminos, al no saber adónde ir, al no poder llegar al destino; a la marcha a oscuras a través de la guarida de las alimañas, hacia un destino fatal e irremediable. Conduce al pecado, que es el mal de los males. A la condenación misma. Porque nadie puede salvarse al margen de la ley moral.
Y es que se tiene por faro la ley moral para estar a salvo de naufragios.
—Leviatán abre su boca, y no encuentra oposición salvo en la ley moral, que le devuelve al abismo con el poder de Dios.
Centrémonos, pues, en estudiar y saborear la ley, y hagamos como el salmista, que en el salmo que abre todos los demás salmos, exclama:
«Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos, ni en las sendas de los pecadores se detiene, ni se sienta en tertulia de mofadores.
Antes bien, tiene en la Ley de Yahvé su complacencia y en ella medita día y noche.»
II.- LA ANOMIA Y SUS TRES GARRAS
La anomia se sustenta como un trípode: 1) Minusvaloración de la relevancia de la ley moral en la vida eclesial y cristiana en general. 2) Aumento de crisis y abundancia de situaciones de pecado. 3) Corrupción del lenguaje eclesial, que se ve seriamente resentido, inhabilitado para predicar la verdadera doctrina, invadido de eufemismos y valoraciones mundanas.
Resumimos anomia en estas tres dolencias:
Normalización del pecado. Desorden institucional. Predicación desactivada.
Acudiendo a la Real Academia Española lo veremos aún más claro:
Y es que hay una relación de causa y efecto entre la anomia entendida como:
«1. f. Ausencia de ley.
2. f. Psicol. y Sociol. Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación.»
Y la anomia entendida como:
«1. f. Med. Trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre.»
Si se me permite la imagen, diré que, en las actuales circunstancias eclesiales, la mente católica minusvalora la ley, está inmersa en una atmósfera mental confusa, propia de situaciones críticas que no son sino consecuencia de ello (crisis de fe, proliferación de herejías, abusos litúrgicos, etc., etc) y se siente cada día más incapacitada para llamar las cosas por su nombre.
—La anomia es un gran mal que es necesario combatir predicando la ley. Lo resumo con unas palabras certeras del P. José María Iraburu en este post de una gran serie de posts sobre la ley de Cristo. Subrayo algunas ideas a retener:
«Actualmente, la anomía generalizada en la doctrina y en toda la vida cristiana personal y comunitaria es en las Iglesias decadentes una de las causas principales de su ruina. Esa gran mayoría de bautizados que creen en unos dogmas sí y en otros no, esos cristianos que se mantienen durante decenios alejados de la Eucaristía, aquellos sacerdotes que realizan sacrilegios en absoluciones colectivas, hasta eliminar prácticamente el sacramento de la penitencia en sus diócesis, tantos matrimonios que se establecen sacramentalmente, con el firme propósito de usar anticonceptivos siempre que lo estimen conveniente… Todo esto es horrible.»
«Pero es un horror que no horroriza. Cuando una situación se establece duraderamente tiende a ser vista como normal, o al menos como inevitable. Pocos se alarman. Pocos llaman a conversión y reforma. Les falta esperanza, no la creen posible. Y a veces ni siquiera necesaria. Estamos entonces ante un pueblo innumerable de bautizados que, alejados de Cristo y de los sucesores de sus Apóstoles, andan abandonados a sí mismos, como ovejas sin pastor; pensando quizá que así debe ser el cristianismo. Pero no. La verdad de los seres está en su principio. Y como iremos comprobando, “al principio no fue así” (Mt 19,8).»
I.- LA LEY. SUS DIVISIONES
La ley se divide en divina y humana. La ley divina, si la consideramos tal y como existe en la mente divina eternamente, es la ley eterna. Si la estimamos en cuanto conocida por la razón natural, la llamamos ley natural. En cuanto conocida por la Revelación, la denominamos ley divino positiva. La ley humana, en general, puede ser o eclesiástica o civil.
Royo Marín comienza con esta esencial distinción su capítulo II, Las leyes en especial, del artículo 3 de su extraordinaria obra Teología moral para seglares. Es una distinción clásica, sencilla y útil, que nos hará mucho bien conocer. En este post nos limitaremos a la ley divina, y dejaremos para más adelante la ley humana en sus dos clases: la ley civil y la ley eclesiástica, centrándonos en ésta última y en su relación peculiarísima con la ley eterna.
—Los preceptos que contienen la ley moral se contienen:
a) en la ley eterna,
b) por eso mismo, en la ley natural, que es su participación por la razón natural;
c) en la ley divino positiva, y
d) en la ley humana (eclesiástica, y civil, -si es justa), de la que trataremos en otro post.
—La concencia humana aplica la ley moral al caso, y es ésta su función propia. Y puede hacerlo, porque la ley moral abarca todos los casos posibles, y no padece incompletitud. Como afirma Pío XII:
«9. Se preguntará de qué modo puede la ley moral, que es universal, bastar e incluso ser obligatoria en un caso particular, el cual, en su situación concreta, es siempre único y de una vez. Ella lo puede y ella lo hace, porque, precisamente a causa de su universalidad, la ley moral comprende necesaria e intencionalmente todos los casos particulares, en los que se verifican sus conceptos. Y en estos casos, muy numerosos, ella lo hace con una lógica tan concluyente, que aun la conciencia del simple fiel percibe inmediatamente y con plena certeza la decisión que se debe tornar.» (Discurso sobre la moral de situación)
II.- LA LEY ETERNA
Es insuperable la definición del Doctor Angélico: «Es el plan de la divina sabiduría por el que dirige todas las acciones y movimientos de las criaturas en orden a bien común de todo el universo» Suma I-II, q3, 1.
En el Curso de teología moral de Sada y Monroy, 3.3, en editorial Palabra, se explica de forma muy pedagógica:
«Contemplando las cosas creadas, observamos que siguen unas leyes naturales […] Este ordenamiento a leyes naturales no se da por casualidad, sino que está perfectamente pensado por la sabiduría Divina. Dios ha ordenado todas las cosas de modo que cada una cumpla su fin […] Como ese orden está pensado y proyectado por Dios desde toda la eternidad, se llama ley eterna»
Y luego, aplicando el pensamiento de Santo Tomás, se resalta que:
«Es razonable pensar que Dios dirige a sus criaturas a un fin y que, además, las guía de un modo acorde con su propia naturaleza. Así, los seres inanimados son dirigidos por leyes físicas con necesidad básica e ineludible; los animales irracionales por las leyes del instinto con necesidad también básica e ineludible; el hombre por la intimación de una norma que, brillando en su razón y plegando su voluntad, lo conduce por la vía que le es propia»
—Esta vía que le es propia, indudablemente, es la libertad: el ser humano alcanza su fin propio a través del cumplimiento libre de la ley eterna con el auxilio de la gracia. No puede pues el ser humano realizarse en cuanto criatura incumpliendo la ley eterna, pues en ella radica el bien que Dios, en su plan infinitamente sabio, le tiene destinado.
—Ahora podemos entender cómo el pecado es un rechazo de la providencia divina, en cuanto impide la consecución del bien hecho posible mediante el cumplimiento de la ley eterna. Es un rechazo del plan divino. Por esta razón, en Contra Faustum, 22, 27, San Agustín enseña que: «Pecado es un hecho, dicho o deseo contra la ley eterna. A su vez, la ley eterna es la razón o voluntad divina que manda conservar el orden natural y prohíbe alterarlo»
—En este sentido, ahora comprendemos que la anomia priva a la mente católica de espiritualidad creatural, y disminuye su sentido de la presencia y la providencia de Dios. La minusvaloración de la ley eterna conduce, irremediablemente, a malentender el principio de subordinación, en especial el papel de la causalidad segunda de la criaturas, dificultando la vivencia y comprensión católica de la primacía de la gracia. Conduce, pues, al voluntarismo, y a su complemento, el sobrenaturalismo luterano.
III.- LA LEY NATURAL
Royo Marín, en la importante obra citada, 125, la define siguiendo la enseñanza del Aquinate: «Es la misma ley eterna promulgada en el hombre por medio de la razón natural». Y también, «es la participación de la ley eterna en la criatura racional»
No me resisto a copiar un párrafo magnífico de la Teología moral para seglares:
«Dios, en efecto, conoce y ordena desde toda la eternidad lo que es conveniente y proporcionado a la naturaleza racional; y esa ordenación existente en la mente divina se llama o constituye la ley eterna. Al crear al hombre, Dios le intimó en su propia naturaleza esta ordenación concebida eternamente; por lo que, por el mero hecho de nacer, todo hombre es súbdito de esta ley. Esta participación de la ley eterna, o del orden moral constituido por Dios, es la ley natural objetivamente considerada. Cuando el hombre alcanza el uso de razón, conoce, al menos, los primeros principios de la ley natural (v.gr. hay que hacer el bien y evitar el mal) como algo que tiene obligación de cumplir, y esta participación de la ley eterna es la ley natural subjetivamente considerada.»
—La ley natural se llama así porque abarca los preceptos que se derivan de la naturaleza humana. De aquí se desprende tanto su universalidad, como su cognoscibilidad natural, sin necesidad de fe divina. (Sin embargo, el ser humano, debido a la ofuscación del pecado, necesita que la Revelación fortalezca su razón con el recuerdo de estas verdades y el aporte de verdades sobrenaturales, y que la gracia anime su voluntad a conseguir el bien salvaguardado por la ley.)
Bellas palabras le dedica a la ley natural la Veritatis splendor:
«12. Sólo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien porque él es el Bien. Pero Dios ya respondió a esta pregunta: lo hizo creando al hombre y ordenándolo a su fin con sabiduría y amor, mediante la ley inscrita en su corazón (cf. Rm 2, 15), la “ley natural". Ésta “no es más que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio esta luz y esta ley en la creación"»
IV.- LA LEY DIVINO POSITIVA
Dios eleva al ser humano al orden sobrenatural renovando por misericordia su fin propio: por el Bautismo, pasa el ser humano de ser criatura a ser hijo, y ya no tiene otro fin que la santidad, conforme al mandato de su Redentor:
«Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre, celestial.» (Mt 5, 48)
—Para conducir a sus hijos adoptivos por este camino de perfección gratuita, Dios Nuestro Señor les concede el tesoro de una serie de leyes y normas cuyo cumplimiento es salvación y santificación en su Hijo amado, el Primogénito de toda Creación.
De esta forma, la ley divino positiva procede de la libre decisión de Dios, «comunicada y promulgada al hombre por la divina revelación en orden al fin sobrenatural», como dice Royo Marín.
La época primitiva de la Ley Antigua: desde la creación del ser humano hasta la promulgación del Decálogo. Contiene, ya, la unidad e indisolubilidad del matrimonio. (Gn 2, 24)
La época mosaica o de la Antigua Alianza. Su esencia reside en el Decálogo entregado por Dios a Moisés (Ex 20, 1-17).
—Los preceptos del Decálogo son fuente de libertad. Obligan a todos los hombres sin excepción. Son los sublimes conceptos de la ley natural, que todos llevados escritos en el fondo del corazón y que la conciencia ha de leer para aplicar al caso. Los preceptos ceremoniales y judiciales fueron abrogados por Cristo, por lo que no se deben cumplir, puesto que Dios mismo los ha cancelado.
La Ley Nueva. Como dice Royo Marín, «es la promulgada por Cristo y sus apóstoles para el bien sobrenatural de todo el género humano». La Iglesia la custodia y protege, defendiéndola de toda adulteración, manteniendo sus principios frescos y potentes según el plan original del Redentor.
—La ley evangélica o Ley Nueva es universal. Cristo ordenó extenderla por todo el mundo (Mt 28, 19-20). La razón es que fuera de la Iglesia no hay salvación. Es inmutable. Nadie puede alterar la doctrina esplendorosa de Nuestro Señor. Y es obligatoria, porque ya que el Señor murió por todos, todos tienen obligación de conocerla y vivirla, para emerger de las tienieblas a la luz admirable de la gracia. Esta obligación de conocer y guardar la ley evangélica es mediata, es decir, se vive a través de una mediación: la Esposa del Redentor, que es su lglesia, y presupone su conocimiento. De aquí la urgente necesidad de misión, de evangelización.
V.- AÑADIMIENTO. LA LEY, LEER PARA ELEGIR
—La ley como algo que se lee en la naturaleza. San Isidoro escribe en sus Etimologías, V, I, 2: «Todas las leyes son o divinas o humanas; las divinas tienen sus fundamento en la naturaleza». Y en el punto 3: «Ley deriva de leer, ya que está redactada». Cicerón la deriva de elegir. Pero su significado etimológico más exacto sería: leer eligiendo, que es la correcta traducción del verbo latino, como nos recuerda Royo Marín (Teología moral para seglares, 105). Uniendo estos elementos citados, decimos que la ley es aquello que la conciencia lee en la naturaleza con vistas a una elección moral.
—La ley como libro divino escrito en el corazón humano. San Agustín relaciona también ley con lectura, y nos presenta la potente imagen del libro escrito por Dios que la conciencia ha de leer. Así, en De Trinitate, 14, 15, 21, afirma de forma muy bella:
«¿Dónde, pues, están inscritas [las normas o preceptos de la ley] sino en el libro de esa luz que se llama la Verdad? Allí está escrita toda ley justa, de allí pasa al corazón del hombre que cumple la justicia; no que ella emigre a él, sino que en él pone su impronta a la manera de un sello que de un anillo pasa a la cera, pero sin dejar el anillo»
—La conciencia, mediante la razón, lee la ley escrita en la naturaleza y la presenta al entendimiento, para que al leerla, la aplique al caso concreto, y tome una decisión, presentando su precepto como el bien que la voluntad ha de perseguir y alcanzar libremente.
—El orden de la gracia, establecido por Cristo al fundar la Iglesia, no cancela este proceso, antes bien lo hace posible. Y lo hace posible porque es obligatorio para el ser humano leer y cumplir la ley que lleva escrita dentro de sí, a riesgo de adulterarse, de pervertirse, de impedir su propia realización. Cicerón llegará a exclamar en De republica, 3, 22, 33:
«Existe ciertamente una verdadera ley: la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. […] Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo».
El Catecismo de la Iglesia, justamente, recoge esta exclamación, que es todo un preámbulo de la fe.
—La lectura de la ley escrita en el corazón humano por Dios obliga absolutamente, y este obligar originario a hacer el bien y evitar el mal, son la garantía de la libertad. La ley obliga, porque liga al bien y separa del mal. Es por esta obligación que Casiodoro deriva ley de ligare, obligar, ligar. Ambos significados, elegir libremente según lo obligado, recoge Santo Tomás con su brillantez habitual. Y así, en la Suma I-IIae, q90,a1, afirma:
«La ley es una regla y medida de nuestros actos según la cual uno es inducido a obrar o dejar de obrar; pues ley deriva de ligar; porque obliga en orden a la acción.»
—Gran error voluntarista, muy común hoy día, es afirmar la libertad como independencia de la ley. Nosotros, en Infocatólica, no dejamos de repetir que transgredir la ley moral no es un acto propio de la libertad, sino un abuso, una esclavitud voluntaria, y que la ley es garantía de libertad y no impedimento —como bien explica Luis Fernando Pérez Bustamante en este post.
León XIII, en esa maravilla que es la Libertas, deja muy claro cuál es la doctrina tradicional:
«Es decir, la razón prescribe a la voluntad lo que debe buscar y lo que debe evitar para que el hombre pueda algún día alcanzar su último fin, al cual debe dirigir todas sus acciones. Y precisamente esta ordenación de la razón es lo que se llama ley. Por lo cual la justificación de la necesidad de la ley para el hombre ha de buscarse primera y radicalmente en la misma libertad, es decir, en la necesidad de que la voluntad humana no se aparte de la recta razón. No hay afirmación más absurda y peligrosa que ésta: que el hombre, por ser naturalmente libre, debe vivir desligado de toda ley.»
—La independización del ser humano de las exigencias de la propia naturaleza es el viejo sueño de todas las falsas éticas y de todas las malas reformas. No está de más recordar aquí que el odio luterano a la ley se debe a este concepto nominalista de libertad, que Lutero adquirió de Ockham a través de Biel.
CONCLUSIÓN
Jesús mismo es el cumplimiento de la ley, Jesús mismo es la libertad, mediante su gracia; porque Jesús mismo es ley viviente, Pantocrátor, poder de Dios para la redención del ser humano, posible por la gracia:
«Jesús mismo es el «cumplimiento» vivo de la Ley, ya que él realiza su auténtico significado con el don total de sí mismo; él mismo se hace Ley viviente y personal, que invita a su seguimiento, da, mediante el Espíritu, la gracia de compartir su misma vida y su amor, e infunde la fuerza para dar testimonio del amor en las decisiones y en las obras (cf. Jn 13, 34-35).» (Veritatis Splendor, 15)
Amar a Cristo es amar la Ley viviente que Él Mismo es. Cristo es el oro fino, el tesoro de todos los mandatos de Dios, la perla de la ley. Su Palabra es recta y alegra el corazón. Todo es posible con su gracia, que se otorga para amar a Dios por encima de todas las cosas, con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, y al prójimo como a uno mismo.
Cristo es el fin de la ley (Rm 10, 4), porque sólo Él enseña y otorga la justicia de Dios.
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
15 comentarios
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A.G.:
Gracias Juan Carlos.
Prediquemos la ley moral, como quiere el Señor.
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A.G.:
La fe ilumina la razón, que es muy necesaria. Como dijo en una ocasión Pablo VI, somos los únicos en defender la razón.
Respecto a la voluntad, necesita, más que nunca, ser preparada, sanada, auxiliada por la gracia.
Gracias Juan Andrés.
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A.G..
Gran preocupación es esa, Luis Fernando. Porque la sólida y consistente formación de los seminaristas, catequistas, etc., es una tarea pendiente, diría yo, de urgente necesidad. Formación muy clara, muy precisa. Magisterio de la Iglesia. Es la clave. Y siempre con el Angélico de fondo.
Esta vez , se hace hincapié en la misericordia de Dios y en la no necesidad de leyes y mas leyes.
Pero ¿ que es lo que está pasando?
Nos hacen mas daño que favor , con tanta opinion.
Gracias por sus reflexiones.
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A.G.:
Maribel, ocurre que estamos en guerra contra el pecado, contra las potestades del mal, como nos recuerda Gaudium et spes 37, y hay que defender la verdad y protegerla de adulteraciones. Es un peligro viejo como el pecado, y nuevo como el día de hoy.
Gracias por su comentario. Cristo vence.
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A.G.:
Gracias por el hondo comentario, Roblete.
Amar la sana doctrina de Cristo, defenderla, protegerla de las amenazas del mundo, es un trabajo de gracia, un don propio de estos tiempos de guerra espiritual, de batalla contra el mal que habita en nosotros mismos, contra el príncipe de este mundo. Como bien dice: «posee la grandeza que sólo se halla en la verdad.»
Cristo vence.
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A.G.:
Gracias María. Gloria a Dios y a su Madre.
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A.G.:
En eso se resume, en amar a Dios y al prójimo.
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A.G.:
Oremos pues. Y seamos defensores de la doctrina de Cristo.
Gracias Macabeo
Excelente la exposición estoy de acuerdo.
Yo que soy médico tengo la responsabilidad de 100, años de vida, los Sacerdotes, toda la eternidad.Debo estudiar ,estar al Dia, con lo que cuesta, les debo los Sacramentos, pero son conscientes de todo lo que expones es la VERDAD!!!!!!!Muchas Gracias Alonso, que Dios te Bendiga, y lo haga con la Iglesia.
Y los Catequistas lo mismo.
Toda la Exposición es muy buena, siempre excelente el comentario de Jordi, la Ley de Dios es amor
Y llendo derechito a la CONDENACION!!!!!!!!!Y después porque no hay vocaciones, porque se van de la Iglesia!!!!!
Que Dios te bendiga y lo haga con la Iglesia.
La anomia es, como dice vd, un subproducto del nominalismo, un signo desgraciado de estos tiempos que tiene consecuencias en todos los órdenes. Si la razón es reducida a la raquítica inmediatez de los sentidos, si se la priva de intuir lo que la trasciende, si se afirma la soberanía de la voluntad y ésta es separada de toda referencia a la verdad, entonces no deberían extrañarnos hechos tan aparentemente distintos como el fracaso escolar, la arrogación por el César de lo que es Dios, la aprobación en un parlamento autonómico de leyes opuestas al espíritu y la letra de la carta magna estatal o una cosificación de las relaciones afectivas que a menudo desemboca en rupturas e, incluso, en episodios de violencia doméstica. Las consecuencias del virus nominalista y, por extensión, de la anomia en el campo de la fe son también catastróficas, entre muchas otras razones, porque sin ley no hay pecado, y sin pecado no hay Revelación. Muchas herejías contemporáneas tienen aquí su fundamento.
A.G., le agradezco especialmente que haya explicado los conceptos de ley divina y eterna, ley natural y ley positiva. La nueva evangelización a la que nos convoca la Iglesia no será nunca plenamente posible si no anunciamos que la ley moral no es algo extrínseco a nuestra naturaleza, sino un reflejo de nuestra excelsa dignidad de criaturas semejantes a Dios.
Le agradezco también todas las citas, muy bien traídas y bien seleccionadas. Permítame destacar la de Cicerón: si algún lector no católico e, incluso, no cristiano lee el artículo, podrá comprender que es posible alcanzar a ver la existencia de una ley moral universal y única con el auxilio de la razón.
El Señor y su Madre Santísima, la Virgen Inmaculada, le bendigan
Justamente ayer se hablo ,del NIhilismo vigente en tantos paises de , una sociedad sin sentido,Europa,y se trato de que los jóvenes, y la conversión al mundo musulman, aún muriendo, haciendo mucho daño, encuentran un sentido a sus vidas, una religión fácil, y asimismo una sociedad descritianizada.
No se predica a Cristo Rey!!!!la lectura de Scolla veritatis, que he observado es excelente.
Por otra parte he observado el surgimiento gracias a visitar infocatólica, de una juventud, la generación inédita, poner en el Google Juventud Católica Francesa, es enorme el resurgimiento en Francia, de una juventud de 16 a 30 años cansada del modernismo, por su vulgaridad y del ateismo, formada, y militante, para mi progresismo y modernismo asumo que es lo mismo.Y hay un link que trata de la juventud en estados unidos, el recorrido de una periodista, y su frases finales, son impresionantes.Militantes y estudiosos.Yo me salve del postconcilio, pero se que fué muy malo, gran crisis en la iglesia, que hoy perdura, DIOS quiera que cambie.Estamos en sus manos!!!!!!Modernismo nunca pense que era tan malo, que cuando lei la Pascendi, y libros que tengo en mi poder.y leer al Padre Iraburu.
Que Dios te bendiga y bendiga a la Iglesia.
Que Dios te bendiga y bendiga a la Iglesia.
Es que —sostiene— “mi generación de católicos (hombres y mujeres entre los 20 y 30 años) heredamos un tedio espiritual sofocante en la Iglesia, la cultura de la muerte, la promiscuidad sexual, la tristeza, el temor que nos obligaba a quedar encerrados dentro de casa”.
“Nosotros nacimos en un mundo en que millones de bebés eran abortados cada año; donde incontables niños que no nacieron, están congelados en laboratorios para experimentos; donde se habla de que el «género» es una opción y que el matrimonio es amorfo y disoluble” .
De la periodista, me impresiono, heredamos el infierno en la tierra!!!!!!!
Que Dios te bendiga y lo haga con la Iglesia.Que se abran los ojos, de tantos Seminaristas,Sacerdotes,Obispos,Cardenales etcSeglares, que razonen!!!!!!!!!!Oro siempre por Ustedes, el CUERPO MISTICO!!!!!!en la EUCARISTIA!!!!!Como avanza en enmigo!!!y su Castigo a Occidente, la Descritianización, occidente decadente, aunque se mueran de risa,padecen un enorme vacio existencial.He Leido a Victor Frankl, el hombre moderno padece una crisis de sentido, suicidios, baja natalidad!!!!!Que es perseguida por el Nuevo desorden Internacional, las Cartas de la Tierra , los 10 mandamientos unicos, MATAR,MATAR!!!!
Que Dios te bendiga y lo haga con la iglesia.
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A.G.:
Claro que no, Luis Cecilio. La ley de Dios (que es Amor) hace posible el Amor, lo protege del mal, garantiza su realidad con el auxilio de la gracia, y nos defiende del diablo.
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