(105) Más cosas sobre la gracia
1.- Mendiga satisfecha el alma el arrimo del Hijo de Dios, porque sabe que lo tiene ya, desde antes de pedirlo, y es la gracia.
7 comentarios
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A.G.:
Sí, qué hermosa es la verdad, qué bella la obra de Cristo.
Gracias amigo.
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A.G.:
Gracias amigo Horacio.
Yo también lo creo: es bueno señalar que no podemos entender todo. Es importante esto, aunque muchos no lo comprendan, o lo consideren una autojustificación.
Pero es que, aun siendo razonable, la fe es oscura, de tanto esplendor.
¡Qué gran paradoja! Parece contradictorio, pero no para el renacido en las aguas bautismales. Sí para el voluntarista que precisa el fruto tangible del esfuerzo de sus manos. Y para el autosuficiente que "se hace a sí mismo". Y para los obsesionados con la eficacia.
En el momento en que abandonas tu voluntad, entras en el descanso de vivir en Dios. Sabes que eres un siervo inútil, que te limitas a echar la red en contra de toda lógica productiva, simplemente porque lo dice el Maestro.
Por eso, mendigas, pides, suplicas, anhelas, aspiras, deseas, pero estás satisfecho porque sabes que tienes un Padre que te quiere más que tú mismo y que te lo que realmente es bueno para ti.
La clave: la humildad. Ni Eva ni Adán pudieron esperar a recibir el fruto del árbol de la ciencia. No pudieron esperar a que Dios quisiera dárselo. No pudieron conformar su voluntad a la de Dios. No pudieron ser mendigos de la gracia. Ellos, por engaño demoníaco que les hizo desconfiar del Amor, quisieron darse a sí mismos lo que ellos consideraban bueno. ¿Por qué esperar?
Por eso decía que esto sólo lo entiende el que ha renacido del bautismo. El hombre adámico tiene que morir.
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A.G.:
El hombre adámico tiene que morir, para que nazca el hombre nuevo.
Es así, Manuel.
Nos pasa a menudo lo que comentas de nuestros primeros padres: que queremos darnos a nosotros mismos lo que consideramos bueno. Nuestro Defensor, sin embargo, nos mueve a estar satisfechos solamente con lo que viene de lo alto, y en ello complacernos únicamente. Y por eso queremos más.
Paradoja, como bien apuntas, aunque no contradicción.
Me gustó cómo lo interpretaste: "Parece contradictorio, pero no para el renacido en las aguas bautismales. Sí para el voluntarista que precisa el fruto tangible del esfuerzo de sus manos. Y para el autosuficiente que "se hace a sí mismo".
Un abrazo.
El dolor es amargo, a nadie nos gusta, y hasta nos da miedo; pero nos hace madurar y crecer y quizás nacer a una nueva vida!!!
Me gustó especialmente el punto 2.- y el 5.-
Gracias!!! Saludos cordiales.
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A.G.:
Me gustó cómo lo dijiste: "nos hacen caer en la cuenta de como el Señor obra misteriosamente en nuestras almas."
Gracias Mª Adosinda
Certero como siempre, aunque se que tienes razón y que hay que aceptar lo que venga, con buen ánimo, yo estoy como en el chiste, si hay que ir se va, pero si puedo evitarlo... Si se pueden evitar dolores y dolorcillos...mejor. Eso si sin caer en la autorredención. No creas que por lo llano del comentario desprecio la profundidad de tus enunciados.
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A.G.:
Jeje todos queremos evitarlo, porque somos débiles. Pero el Espíritu, nuestro Defensor, viene en nuestra ayuda.
Como bien apuntas, sin caer en autorredencionismos, que es cerrarse a la gracia, porque solos no podemos. "Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5)
Gracias amigo.
En el caso de un vicio nocivo por ejemplo, ¿cuál es nuestra función? ¿Debemos luchar o sólo confiar en Dios? ¿Las dos cosas? Hay veces que la vida me arrastra a situaciones en las que me cuesta y hasta abandono mi oración regular y formal...
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A.G.:
Guillermo, el papel de la voluntad en todo el proceso de tu santificación es éste: 100%.
La gracia lo hace posible. Es el auxilio del Señor el que activa tu voluntad y hace que dé todo lo que puede dar.
¿Qué hemos de hacer?
Pedir gracia para hacer las obras que el Padre nos conceda a hacer. Esas, y no otras. Cueste lo que cueste, sean fáciles, difíciles, heroicas, sencillas, lo que sea y como sea.
Que para hacerlas con plena voluntad nos da la gracia.
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A.G.:
Eso, despaciosamente.
Gracias Silvia Inés, gloria a Dios.
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