(81) De cruz y consuelo, y una naranja fresca
I.- DEL AGUA QUE REBOSA
Todo está sometido a Cristo. Todo ha de estarlo, y no te ha de avergonzar decirlo, porque no te ha de avergonzar su Soberanía, sino fortalecerte eucarísticamente en ella.
Porque, en efecto,
“Todo lo sometiste bajo sus pies. Si Dios le ha sometido todas las cosas, nada ha quedado fuera de su dominio. De hecho, todavía no vemos que todo le está sometido. Pero a aquel que fue puesto por poco tiempo debajo de los ángeles, a Jesús, ahora lo vemos coronado de gloria y esplendor, a causa de la muerte que padeció.” (Heb 2, 8-9)
Si todo está benéficamente sometido al Señor, también tus trabajos, tribulaciones, dolores, sufrimientos, lo están.
“¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Cor 1, 3-4)
Penetra, amigo, en el reposo de su Soberanía, como si entraras en puro frescor, y te alcanzara el poder de Cristo, que es verde frondoso. Todo le está sometido, aunque ahora, todavía, no lo vemos. Todo está en su mano. Por eso hay que orar. Y cómo consuela su consuelo, de tantas maneras distintas.
«Lo mismo que abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, abunda también nuestro consuelo gracias a Cristo» (2 Cor 1, 5).
Una forma en que el Señor ejerce su soberanía es moviéndote a participar de sus trabajos, de sus desvelos; proporcionándote el vaso de agua fresca de su consuelo, que alienta tu empeño.
Por eso el Espíritu Santo te mueve a crucifixión. Para consolarte y que consueles a los demás.
Para que todo trabajo sobrenatural por Cristo, con Él, y en Él, rebose esta primicia: el reposo de la Tierra Nueva. Porque el agua de la gracia rebosa en el vaso de la vida terrenal.
II- DE LAS CUENTAS SIN TERMINAR, Y UN POCO DE CALIGRAFÍA
Con el corazón autoabastecido, falto de oración, desdeñoso del auxilio de lo alto, te sientes como en el colegio, con la cartilla sin leer, la caligrafía sin terminar, la resta con llevadas por la tercera goma, que te hartaste de borrar, y no salía ninguna. Y cuánto cansa, cuánto cuesta… No hay disfrute, y quieres hacer novillos, dejar la tarea sin terminar, faltar a clase, rabonero perdido el día de la santidad. Y es porque te estás creyendo fuerte, tanto, como para ganarle a bofetadas a Supermán.
Y tu falsa fortaleza, que es castillo de naipes, ocupa el hueco que debe ocupar la fortaleza de Cristo, y no dejas respirar la cruz que ha de abnegarte en la caridad.
El ímpetu de la gracia hace crujir los huesos de tu yo carnal, con el que malvivimos. Naciste de nuevo, y te sigue repeliendo el aire fresco. Te apegas al vaho del pasado, caliente y húmedo como el bochorno del infierno. No, deja tanta chulería, que poca cosa es tu propia voluntad caída, como para hacer la gracia eficaz.
Cansa un poco tanta tontería. ¡Tontajo, para ser idiota no es necesario el auxilio sobrenatural! Te bastas tú mismo para pensar que puedes ser salvo a base de inyecciones de mero esfuerzo natural, sin gracia, caído de sí mismo. No es pelagianismo creer que tu tontería no necesita de la gracia.
Tu voluntad tropezada no es incapaz de cualquier acto bueno. No está destruida. Todavía puedes regar tus plantas, irte al cine y apuntar algunas buenas obras en tu lista. Pero no te engañes, tu voluntad adámica rebosa de congoja, y agobiada por preguntas incansables, y como en un bucle de cuestionamientos, te precipitas por la pendiente de tanta estúpida presunción. A rachas de optimismo iluso, atravesado de quieroynopuedos estresantes, clamas como un caracol:
—¡Cuánto queda! ¡Cuánto falta!— Y sigues renqueando hacia la meta, y te falta un mundo, y te arrastras por la arena con tu idea cansina de santidad, con tu pesimismo de molusco pelagiano.
Dios remueve tu voluntad prendiéndola con su fuerza, que es Cristo, según lo dicho en la Escritura:
“Cristo es fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 24)
Para ti es fuerza o poder participados, que es gracia, y no es fuerza ni poder presuntuosamente humanos, sino debilidad del ser humano y potencia de Dios, conforme a lo dicho:
“lo débil del mundo lo ha elegido para confundir a los fuertes” (1 Cor 1, 27)
El caracol va despacito y con mucho esfuerzo. Pero qué rápido va en bicicleta, en una caja de zapatos entre dos hojas de lechuga, y con un amigo: el chiquillo que lo recogió de la hoja…Caramba, y si ese niño fuera el Niño Jesús… Así la santidad no sería cosa de grandes esfuerzos estériles y vacíos, con nuestras pocas fuerzas….Sino de ser por gracia, simplemente, un caracol en caja de zapatos, entre las buenas manos de Cristo Niño.
Sea insistente nuestro corazón, pidiendo a Nuestro Señor sus dones, como chiquillo que pide chucherías y de la puerta de la barraca no se mueve, plantado, enrabietado ante tanta delicia. Que María es Madre y está de nuestra parte, secreteando a nuestra alma caprichosa que Cristo Nuestro Señor también fue Niño.
IV.- COLOR Y OLOR DE NARANJAS
“Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo. Si sufrimos, es para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, también es en vuestro consuelo, y esto os permite soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. Por eso, tenemos una esperanza bien fundada con respecto a vosotros, sabiendo que compartiendo nuestras tribulaciones, también compartiréis nuestro consuelo.” (2 Cor 1, 5-7)
En el reposo del Cuerpo de Cristo encuentra el alma su olivar azul, su puerta pequeñaja, (porque sólo es sublime anticipo); la llave al campanario de esplendores que anuncian lo nuevo, y que casi dándolo, ya lo dieron, pero sólo un poquito.
La voluntad anda cansada, si se entretiene mirando naufragios a lo lejos, al horizonte “imposible” de la santidad. Porque no entiende el divino auxilio como el velamen que le hace falta.
Pero cuando es la merced de Cristo la fuerza que la abre, se da en mil y un trabajos, y queda así, crucificada como vela en mástil, y no le cuesta volar a través de toda la Comunión de los Santos.
El consuelo del Señor deja su rastro, recién terminas de orar. Como cuando comiste la naranja, y quedó el color y el olor en las manos. Y las uñas están naranjas y frescas, como de hortelano.
8 comentarios
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A.G.:
Que Dios lo conceda, como un remanso pequeñito.
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A.G.:
Roblete, no imagino nada mejor, que cobijarse en el Sagrario, que es el centro del universo, aunque no lo veamos del todo, todavía.
Gracias.
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A.G.:
Que me conceda el Señor eso que tan amablemente dice, Silvia, y que me alegra. Gloria a Dios.
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A.G.:
No te salgas del remanso, Carmen, ni te inquietes. Si los hay que trabajan en la tormenta, por la Iglesia de Cristo, es porque reciben el consuelo que va con sus trabajos y con su brega, como dice el post.
No obstante, se lo diré, jeje.
Gracias.
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A.G.:
Buena cosa esa, que el post sea bálsamo. ¡Gloria a Dios!
¿Puede acaso los que buscan la gloria mundana entrar en el Reino de Dios? Si ya han recibido su recompensa en este mundo y quedan satisfechos, es porque no buscaban la gloria de Dios. Estos no son lentos, sino "paralíticos espirituales" que no buscaron su propia curación; pues todo el que pide a Cristo, pero sobre todo, que le cure la ceguera espiritual, no tardará en recobrar la luz para ver, y la sordera, se quebrantará, para comprender lo que el Señor habla, etc.
Si nos apegamos al mundo estamos destinados al fracaso en todos los sentidos.
Todo aquel que se deje llenar del Amor de Dios, comprenderemos estas enseñanzas espirituales. Pero si no lo comprendemos, es culpa nuestra.
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A.G.:
Muy cierto, amigo José Luis, si nos apegamos al mundo estamos destinados al fracaso en todos los sentidos. Y el peor de todos los fracasos, que es el infierno, espera a los no arrepentidos. Necesitamos absolutamente al Salvador y su Iglesia.
Gracias, gloria a Dios.
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A.G.:
El Señor vela por ud. Y si le echa de menos, es una gracia. Nunca se separe de Nuestro Señor, de confesar sus pecados y comulgar. Siga profundizando el tema de la gracia, cuya primacía cambia la vida cristiana.
Cuanto mas deseo reposar en tu Corazón mas lejos me siento de ti, mas indigno, y Tú te acercas entonces susurrandome al oido que nunca has estado tan cerca como cuando me uno a tu voluntad de ser uno contigo.
Tu enciendes mi deseo de amarte más y más, que no me falte el abrigo de la gracia con el frio , y te miro sin verte y Tú me miras desde el que necesira mi mirada,desde el último me mira el Primero.
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A.G.:
Bello, eso: "Tu enciendes mi deseo de amarte más y más, que no me falte el abrigo de la gracia con el frio , y te miro sin verte y Tú me miras". No olvides jomigiur, que es Él quien te une a ti, te atrae con su gracia para que libremente te arrimes a su vida, que no acaba.
Gloria.
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