(63) Retrato del Católico Pasmado

Avanza el desierto, gritaba Nietzsche. ¡Avanza la descristianización!, gritamos nosotros.

Muchos no quieren enterarse y prefieren coquetear con Leviatán. Son cristianos que no quieren ver, que se acurrucan en la axila del Monstruo liberal. Mientras, miles de hermanos son masacrados, torturados, martirizados, bajo el silencio embobado de Occidente.

Naturalismo ético, aconfesionalismo moralizante, humanismo autónomo de corte pelagiano, desrealización antropológica, constructivismo pedagógico… son soportes del pensamiento global del Gran Teatro del Mundo, en el que por desgracia no faltan complicidades del cristianismo liberal.

Como no hace mucho predicó el Papa Francisco:

“La tentación de acostumbrarnos a la mediocridad, la mediocridad de los cristianos, de estos cristianos (mundanos)… es típica su ruina, porque el  corazón se enfría,y  se convierte en tibio. Y a los tibios el  Señor les dice una palabra fuerte: ‘Porque eres tibio, estoy por vomitarte de mi boca “¡Es muy fuerte! son enemigos de la Cruz de Cristo.(…) Son ciudadanos del mundo, no de los cielos “.

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I.- RETRATO DEL CRISTIANO PASMADO

Sabemos por la Sagrada Escritura que

“quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios” (Sant 4, 4)

Es el católico entibiado que busca contacto con la Bestia, y anda menesteroso de ella.

Cristianos amadores del mundo, ¡no perdáis más el tiempo!

Cuando el católico es vencido por el miedo al mundo, es combatido por una feroz tentación, con máscara de lobo: coquetear con Leviatán para obtener sus favores, y que no le procure abatir.

Olvida por falta de fe la esencia misma de la cuestión, que resume San Jerónimo en tremenda máxima:

“Qui caeditur, Xpistum imitatur; qui caedit, Antixpistum”. Quien es abatido imita a Cristo. Quien abate, al Anticristo.

Ignora el católico deconstruido, en su tibieza radical, que al ser abatido por el mundo se asemeja a Jesucristo, y si colabora con el mundo que abate se asemeja al Anticristo.

Al mendigar la falsa amistad del mundo, el sujeto necesita:

1º) cerrar los ojos para no mirar lo que hay (es el optimismo de avestruz, que hemos diagnosticado en anteriores posts),

y 2º) aceptar el mundo y sentirse aceptado por él, haciendo caso omiso de sus males, ensimismándose en una fe sentimental y subjetivizada, recluyéndose en las nubes, caminando sin tocar el suelo, balsaceiteando su conciencia para no inquietarse ante los problemas que destruyen la sociedad, fingir que no existe un Sistema Global de Pecado en que está inmersa la posmodernidad sinDios.

Este cristiano deconstruido, pasmado ante la potencia del Monstruo, necesita no sólo aceptar la hipótesis del naturalismo en que vive inmersa la sociedad contemporánea, sino profesarlo con convicción, y hacerlo complementario a su ya débil fe.

El resultado es la infidelidad.

Gran tentación, por tanto, husmear halagos y ofertas de placer del mundo. Sumergir la conciencia en el spá de la falsa misericordia.

Gran tentación buscar halagos y ofertas del Sistema estructural de Pecado.

Ensalar así la conciencia con la lechuga del relativismo, se convierte en primera necesidad, comprada con la sangre de los nasciturus. Y para que no moleste el sensus fidei, si queda algún resto, se lo ahoga en herejías, que siempre hay a mano.

El embabiado en el Sistema pretende substituir lo católico por lo global. Y es que la amplitud del tecnoliberalismo es como una película de ciencia ficción. Si atravesamos la galaxia en hora y media de película, para qué necesitamos a Dios. Es la vieja pretensión del liberalcatolicismo, con su obsesión por el estado mundial y la uniformidad planetaria: todo igual de feo, mediocre y tibio hasta la vomitadura. Eso sí, entretenido, que siempre hay sensualidad y sentimentalismo neoburgués.

Visitan playas y piscinas con total tranquilidad temeraria. Que no cuidan de su mirada, ni de autodestruirse con ella.

El hecho terrible, espeluznante,  es que ante el avance sigiloso del naturalismo moderno se extiende un alelamiento semipelagiano que nada tiene que aportar, salvo programas y proyectos y carpetas de fotocopias, y que substituye la fe católica por una creencia voluntarista y frustrante, intoxicada, hinchada como buñuelo presuntuoso que sólo encierra aire y muchas citas pedantes.

Tanto ha calado la insana pomada semipelagiana entre católicos, que el alma se ha vuelto alérgica a lo biblicotradicional:  se lleva las manos a la cabeza ante el hecho que Dios ciertamente castiga, y grita conmovido: –¡No puede ser! ¿Castigar Dios? Imposible.

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El Sistema ofrece productos de consumo barato: constituciones políticas sinDios, leyes para disfrazar la muerte con eufemismos, programas de lavado constructivista de cerebro…

La consigna global es esta: ¡El Sistema es irreversible! –Es la propaganda del diablo.

Y es que el católico al deconstruirse se desarma y queda vulnerable. Reconoce el canto de sirena del supermolinismo y se besuquea con el Leviatán. Vive en las nubes con los pies, no en la tierra, sino en el Gran Sistema del Mundo y su liberalismo tecnocrático.

Pero no nos engañemos. Embabiarse en el mundo es algo contra naturam. Primero va contra la gracia, y como efecto, contra la propia naturaleza. Así, quien va perdiendo la fe apostólica se va arrancando de la Ley Natural. De tan cuajado que queda en el mundo, como un queso de complacencia, queda descuajado de Dios, arrancado del orden creatural.

Su matrimonio fue embabiado también: fue hipnotizado voluntariamente por el gran embrujo de la Contracepción. La tibieza se le coló en casa tecnificando su vida conyugal, sugestionándola con el sueño de la contrapaternidad irresponsable: “sin hijos seréis más libres” -dijo el Monstruo.

El católico embabiado en el sistema se autocensura para ser engranaje del mundo: se come a sí mismo, porque no ora. Se reconcome de sí, porque no se confiesa apenas nunca. Es subjetivo siempre, porque no ora con la Iglesia. No es litúrgico, sino sentimental. De tanto mirarse el ombligo adquirió una tortículis que tardará generaciones en curar, y que le impide mirar hacia lo alto.

No lee la Escritura, sino artículos de teólogos, que la comentan a capricho. Su pagolización avanza, hasta costrificarse su sentido de la fe.

El católico embabiado en el sistema siempre anda justificando delitos, embistiendo profetas, legalizando adulterios, poniendo en salmuera su optimismo caducado, resalado de herejías y diletantismos de lumbrera. Fontanero de un supuesto cristianismo para enterados, primitivo pero atascado, todos los males los encuentra en la Iglesia y ninguno en el mundo, ni en sí mismo. Ni cree necesario orar con las Horas, ni comulgar para vivir, que para él sólo es un gesto de domingo. Y si es preguntado por su fe, responde que para él cualquier tocino vale para el puchero, y sólo el buen rollo importa para salvarse, que ser buena gente es el importe que se paga para ir al cielo. Su buenismo de proporciones galácticas le determina incluso a tragarse leyes abortistas, con tal de seguir salvando al mundo él solo, con su manual de educación en valores. Que para él la causa del error, que no pecado, es la falta de autoestima.

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Todo empezó con una desidia mortal. Como centraba su vida espiritual en la propia voluntad, se empachó de hastío. Hace años, tal vez, quería adelantar en la vida cristiana, pero se fue cansando del fardo de los mandamientos, la Eucaristía, la vergüenza de la confesión….un tallercito de yoga parroquial le liberó de ese lastre excesivo para la voluntad y soltó amarras hacia su naufragio, y en el mar de su infidelidad encontró al Leviatán, que se le ofrecía coqueto y seductor, con arrumacos de autonomía total y plena libertad.

¡Tierra a la vista! - y encontró el Mundo. Pero no la Jerusalén Celestial.

Por eso el cristiano pasmado no frecuenta la lectura espiritual, sino manuales de autoayuda o liderazgo. Ha descubierto que puede gestionar su vida interior como se gestiona una empresa. Todo es cuestión de hacer un buen cursillo: Cómo ser un cristiano normal y no morir en el intento.

Ay, amigo mío, no anheles una vida completamente normal, ni te desvivas por ser uno más. La forma en que se malvive en el mundo es usualmente la mala manera de una insana secularidad, cuya corteza es no parecer bicho raro, pero la miga es un miedo inconfesable a las estructuras de pecado y su financiación diabólica.

Por eso el católico pasmado es siempre creativísimo, Picasso de la liturgia de la Iglesia.

Y cómo  encuentra siempre un abuso litúrgico que justificar, un toquecillo original inventado por la eclesiología democrática, “la verdadera", para moralizar a los fieles y que salgan políticamente corregidos de la celebración. Que para él las rúbricas oficiales son signo de intolerancia, y sus nígricas son creencias superadas, canceladas por la nueva teología de la posmodernidad. Así se abusa de la Liturgia como se cambian los ingredientes del menú. Que es importante ser creativo para el buenista, no sea se aburra en la Santa Misa.

Cuando el cristiano asume como causa propia las causas que pertenecen al Sistema comienza a disolverse su fe.Si pretende salvar al mundo a base de psicología transaccional, valores seculares y moralismo aconfesional, está luchando sin saberlo por la causa del Sistema, que quiere eliminar lo sobrenatural para que Cristo no sea el Salvador del Mundo. Estos cristianos, por mucha buena intención que tengan, quedáronse alelados con la causa autorredentiva del humanismo autónomo. Y su vida cristiana se resentirá gravemente. Se han vuelto como la espada de Bernardo, que ni pincha ni corta ni vale para nada, salvo para adornar el salón.

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II.- EL GRAN MEDIO DE LA ESPERANZA

El gran medio para vencer la tentación de embabiarse, pasmarse en la contemplación del Gran Sistema del Mundo y su teatro de muerte, es teologal.

Predicar la doctrina de la gracia,

esperanzarse en la doctrina de la gracia,

meditar la doctrina de la gracia,

ser embajador suyo como de Cristo, es tu misión.

Y es esperpéntico, pero es así:

en muchos ambientes, manifestar la doctrina católica de la gracia hará que te acusen de no ser católico.

Esta doctrina te hará ser blanco y diana del Mundo, que querrá abatirte, y habrás de gloriarte de ello, porque es curativo.

Fundamental es la esperanza, gran batería sobrenatural de la objetividad, que es acto de oración, por la que corregimos la mirada reorientándola hacia lo alto,

y es cauce de la recta razón, por el que recibimos el torrente de los auxilios de Dios, que nos liberan y conducen a nuestra verdadera patria, sin miedo a ser abatidos.

Todo lo contrario: amando serlo. Es el camino que toma el Espíritu Santo, nuestro Defensor, para configurarnos al Hijo.

Preciso es que Cristo sea formado por el Paráclito en cada uno de nosotros. No olvides el papel del pulchrum en ello. Porque la belleza es forma de Cristo en sus miembros.

Ama a la Iglesia. Contempla la hermosura de la Esposa. Vive de Liturgia, recibe la verdadera prudencia, no la carnal, sino la que fruto de la plegaria de la Esposa.

Estudia al Angélico, nútrete de su realismo. Estudia a los Padres.

Sé fiel al Magisterio, a lo que siempre se creyó. Huye del afán de novedades, que es virus del mundo movilista, gusano de su delicuescencia.

A la olla que hierve, ninguna mosca se atreve, enseña el refrán. Y añadimos que excepto la que está alelada, embabiada, atontecida… Por eso no te acerques al mal. El Espíritu Santo te aleja de él. No le resistas.

Como amenaza de aceite hirviendo, se cierne sobre el cristiano el aborrecimiento del mundo. No quieras un destino mejor, que no lo tuvo el Maestro.

Se extiende del Cenáculo hasta ti un denso recogimiento de sacrificio aceptado. Cielo y tierra se curvan hacia el Pan y el Vino, como un arco de redención. Es Cuerpo y Sangre del Maestro. La Santa Eucaristía te sustentará en la sana objetividad del Logos viviente, que ha vencido al mundo.

Ora, que así te alienta el Señor.

Quien es humillado imita a Cristo. Por eso, hermano, da gloria a Dios cuando te humillen.

A menudo el camino que los católicos hemos de recorrer permanece oculto. Oscureció en el bosque, los senderos de salida quedaron vedados, ¿dónde está la luz? ¿Por qué no nos escucha el Señor? Pero has de confiar, y orar. Amigo, alégrate, que dentro del Cuerpo del Señor estás a salvo.

“Alégrense, en cambio, todos aquellos que en ti tienen esperanza” (Sal 5, 12). Que todos los miembros de la Iglesia se regocijen. “Por siempre se regocijarán” (Sal 5, 12) San Jerónimo, comentario al salmo V)” 

Pero no entiendas este por siempre a la manera del mundo.

“Ese por siempre hemos de entenderlo no como referido a la vida de este mundo presente, sino a la venidera. No dice, ciertamente, se regocijan en este mundo, sino se recocijarán, refiriendose al futuro. En efecto, aquí hay tristeza, pero allá alegría” (San Jerónimo, en el mismo comentario)

A cambio, pues, de no embobarte con los atractivos del mundo, el Evangelio de la Gracia te enseña que:

“Se trata, pues, de una felicidad diferida” (San Jerónimo, en el mismo Tratado)

Una felicidad que brota como el Río de la Vida del Trono de Dios y del Cordero:

“Daos cuenta que del centro del trono mana la fuente de la gracia. Pero esa fuente no habría podido brotar si aquel Cordero no se hallara ante el trono, pues si no creemos en la Encarnación de Cristo, no recibimos esas gracias” (San Jerónimo, comentario al Salmo I)

Cristo es Cordero porque es abatido. El Espíritu Santo te conduce a ser tú también otro Cristo, otro cordero. Por eso eres abatido por el mundo. Te conviene no ser cómplice de la Bestia, que abate, y no quiere ser abatida.

Si estás abatido, sientes tal vez que el Padre te ha abandonado. Y con ello, tu Defensor te configura aún más al Hijo.

Ten claro que sólo una sóla cosa importa:

¡que seamos santos!

“ que tengáis una vida digna del Evangelio de Cristo” (Fil 1, 27)

Y nunca olvidemos que

“a vosotros ha sido concedido esto por Cristo, no sólo para creáis en Él, sino también para que padezcáis por Él” (Fil 1, 29).

O caminas en santidad, o quedarás embabiado mortalmente en el Sistema del Mundo, Gran Teatro del Liberalismo, edificado sobre la sangre inocente del nasciturus. 

El Espíritu Santo te mueve a no cansarte jamás de sumergirte  en la Verdad que salva, que es Cristo, y de abnegarte en su caridad, amando a Dios por encima de todo y a tu prójimo como a ti mismo, para realizar (en gracia) las buenas obras que el Padre ideó para ti, desde el amor a la Iglesia. Vive alabando y dando gloria al Señor en todo.

No escuches a quien te oculta salvación. Que puedes condenarte, y oportunidad, no hay otra, ¡no hay más! Y si no te determinas a ser santo, con el auxilio y la iniciativa de Dios, te acabarás condenando. No entierres la cabeza ante esta realidad. Tu salvación no va a venir del Mundo, sino de Aquel que lo venció. Pìdele con insistencia que te cuente entre sus elegidos.

Que para ti, hermano, no comience esa función, en la que habrás de quedarte pasmado. Reacciona en la gracia y despierta de tu letargo.

Santidad o muerte.

¡Gloria a Dios!

Alonso Gracián.