(57) Catálogo de Vicios, I: la Gula de sí mismo
EN QUE SE DEFINE ESTE VICIO DE LA GULA DE SÍ MISMO COMO APETITO INSACIABLE DE LA PROPIA VOLUNTAD
1.- Algunos tienen tanto apetito de autonomía, que no cesan nunca de saborearse y repetir el plato de la propia voluntad. Andan siempre trasteando sus apegos, aliñándose opiniones suyas y solamente suyas, condimentando prejuicios de entretiempo, sirviéndose su propio interés una y otra vez, como un pescado que nunca fue fresco.
Cocineros de sí mismos, a toda la Iglesia universal quisieran invitar a cenar sus propios platos, pero a cuenta ajena: que siempre pagan la cuenta los mismos: Arrio y Pelagio, Lutero y Melanchton…
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2.- Vicio no poco molesto es ser coleccionista de ideas propias, irse exhibiendo y subastándose a sí mismo de un congreso a otro, de una parroquia a otra, libro tras libro.
Almas de anticuario, son la cerámica fenicia del liberalismo, jarrones chinos del naturalismo moderno. En no pocos casos el sujeto, porcelana del criticismo bultmaniano, es el objeto de culto de los entendidos; más que teólogo, es museo viviente de todas las herejías, estrella de 50 vatios en los salones de la progresía.
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3.- No gustes tanto de ti mismo, que te vayas exhibiendo por ahí. Como teológico esqueleto, expuesto a la curiosidad del mundo, el empachado de sí mismo anda a menudo explicando a diestro y siniestro lo bueno que es pecar, si es él el que peca; los pasos que da hacia adelante o hacia atrás, lo mucho que avanza o lo mucho que retrocede, siempre por culpa de la Iglesia, que aún no sabe de misericordia.
Pero tú, amigo, no te exhibas, sé discreto, y no dejes que el mundo escuche el ruido de tu maquinaria.
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4.- Tanto te resgustas de tu propia voluntad, que tu querer ya no es por gracia, ni tu obrar. Que tanto cuajarte en gusto propio, te descuajó de Dios.
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5.- Qué gran misterio, que sólo amando el querer de Dios, sea cual sea, se vive en realidad con plenitud, anticipando gloria. Ya nos resulte pavoroso o fascinante, dulce o amargo, fácil o difícil, sólo amando su plan providente se inunda el dique de la gracia y el horizonte se dilata. Que el hombre no está hecho para hacer su voluntad, sino la de su Dios y Señor.
Dios mismo mueve nuestra nave hasta la orilla bendecida, en que es gozosa y eterna la visión de su Hijo. Soplando el viento del Espíritu, potente en nuestras velas, para qué queremos puertos propios, si Dios mismo es nuestra meta.
Que la Ciudad Celeste se alcanza en la nave que nunca naufraga, que es la Iglesia.
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Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: «Come, Maestro». Pero él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen». Los discípulos se preguntaban entre sí: «¿Alguien le habrá traído de comer?». Jesús les respondió:
«Mi comida
es hacer la voluntad de aquel que me envió
y llevar a cabo su obra. (Juan 4, 31, 34)
5 comentarios
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A.G.-- Gloria a Dios. El lenguaje de este post tiene muchas imágenes, pero es para que cale.
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A.G.-- Gloria a Dios, y que beneficie a mi prójimo
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A.G.-- Gracias a ti, María.
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A.G.-- Sin duda hay que tener paciencia con estas personas y caridad. Y no caer en sus errores, que es por falta de oración. Este vicio de la gula de sí mismo es dañino, porque impide avanzar en el camino espiritual y nos cierra a la gracia.
Saludos en Cristo, con su Madre.
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A.G.- No hemos de exhibir nuestro trato de amistad con el Señor ni sus confidencias, excepto para dar testimonio, en que mostramos nuestra relación con el Señor para edificación del prójimo y agradecimiento por sus dones, dando siempre gloria a Dios.
Hay que tener cuidado no echar margaritas a los cerdos. Ni complacernos vanamente en cuán buenos somos, como si no hubiéramos recibido todo del Señor.
Hay quienes gustan exhibirse para mostrar cuán simpecados son. Nosotros no hemos de actuar así. No somos nada sin Cristo.
Saludos cordiales
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