9.03.24

La Palabra del Domingo - 10 de marzo de 2024

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Como es obvio, hoy no es domingo 10 de marzo de 2024 sino sábado, 9. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  


Jn 3, 14-21



“14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna. 16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. 19 Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz,  para que no sean censuradas sus obras. 21 Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.”

 
COMENTARIO

Cosas que nunca deberíamos olvidar
 

El texto de hoy corresponde a una conversación que Jesús mantiene con Nicodemo y en la que se plantean realidades espirituales que este insigne judío no llega a entender: salvación, agua, Espíritu, nacer de nuevo… quizá demasiado para él. Sin embargo, quiere conocer, quiere aprender, quiere llegar a saber lo que es importante aprender, conocer y saber.

En este nacer de nuevo se encuentra la clave de toda la predicación del Mesías. Para alcanzar el Reino de dios, que ha había llegado a ellos, era preciso acabar con el hombre viejo, dejar atrás esas prácticas que hasta entonces habían llevado a cabo y ser, así, una raíz nueva que arraigase en la tierra que Dios dio a su pueblo. Pero esto no era entendido por Nicodemo. Y la verdad, es que no es de extrañar. ¿Cómo puede uno nacer siendo viejo? (Jn 3, 4), pregunta el importante miembro de la comunidad. Otra vez, como tantas otras veces, se impone la humana visión sobre las cosas. Claro está que el Enviado no se refería, en sentido estricto, a volver al seno materno sino a ser otro hombre, a tener otra naturaleza, otra actitud ante las cosas de la vida. Al fin y al cabo, lo que pretendía Jesús era hacer comprender a Nicodemo era que el discurso escatológico, es decir que lo era referido al más allá, se podía aplicar al ahora, a su ahora, a su ya, a su misma persona.

Y es en este contexto cuando Jesús explica como cabe la salvación, como se puede ver la luz y, siguiéndola, conocer el Reino de Dios.

En el capítulo 21 de Números, concretamente entre sus versículos 8 al 9, se narra el hecho que es causa de que Jesús explique a Nicodemo. Dios encomendó a Moisés la labor de hacer una serpiente para que, el levantarla, fuera mirada por los que podían resultar afectados por enfermedad y, así, ser curados y, en cierto modo, salvados. Y dijo Yahveh a Moisés “hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.” Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida, pues, según dice este texto del Antiguo Testamento, Dios, viendo la falta de fe que tenía su pueblo, le envió serpientes para someterles a una prueba.

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Cabe pensar que el Mesías se refiere, con su levantamiento, por una parte, a la parte física de su Pasión, levantado en la cruz, pero, sobre todo, entendemos, a la parte espiritual: Jesús asciende a los cielos. Así, con esto, el que cree, aunque se con aquella terrible prueba y con este gozoso hecho (la ascensión) y necesitado, como siempre, de pruebas de esa divinidad, podrá salvarse, alcanzará la vida eterna. Pero era necesario éste, y así se lo indica a Nicodemo para que entienda.

Con relación a este texto recordamos, ahora, una expresión que se utiliza de una forma no del todo adecuada. Se suele decir que en el justo medio está la virtud. Sin embargo, la frase completa es que ahí está la virtud, en el justo medio, si los extremos son malos. Y Dios amó tanto al hombre, hasta el extremo, que entregó a su único hijo, como dice Juan en esta parte de su Evangelio. Es decir, que en este caso, el extremo era mejor que el justo medio, que hubiera una entrega sometida a la pura conveniencia. Y es que para Dios todo es posible, hasta esto.

Y ese para que no perezca del texto facilita una gran pista con relación a nuestra conducta. Conocer a Jesús, seguirlo, hacer lo que Él dice, etc., con recomendaciones de Dios que se encuentran implícitas en eso que dice Juan. Para tener vida eterna se hace necesario, imprescindible, recurrir al ejemplo del Mesías, a su quehacer, a su diario vivir. Contemplándolo y siguiéndolo es como podremos alcanzar esa soñada, anhelada y deseada eternidad. Y ahí está la salvación, la redención, el perdón. 

En dos ocasiones, en este texto de Juan, se da a entender que el Reino de Dios ha llegado ya pues si su Ley se aplica es que, sin duda, ya está presente, y lo hace con referencia al juicio que recae sobre aquel que quiera, o no, formar parte de esa divina propuesta de pertenencia al mismo.

Por una parte se indica qué hay que hacer para no ser juzgado, entendiendo, de lo que sigue, que quien es juzgado es porque necesita ser juzgado. Por lo tanto, creer, es, y resulta, indispensable para no verse sometidos al juicio de Dios o, mejor, a salir bien parados de tal juicio. Cuando se ama porque se cree, se acepta porque se cree, se tiene compasión por los demás porque se cree, se permanece fiel a la Palabra de Dios porque se cree, entonces, y sólo entonces, se puede evitar esa forma de manifestación de la voluntad de Dios.

Así, cree el que ha aceptado que Jesús es el Emmanuel, Dios entre nosotros y, así, ha aceptado y creído en el Nombre del único hijo de Dios. Esa persona que ha permitido que esa realidad anide en su corazón y ha, por eso, cambiado su proceder adaptándolo a lo predicado por el Mesías; esa persona, digo, sin duda será salvada, entrará en la vida eterna, después, y, ahora, podrá disfrutar de las delicias que el Padre entrega, como primicias de su gloria, al sentir salvado su corazón y encontrarse en ese estado de gracia que permite descubrir, en cada cosa, la mano amorosa de Dios.

Por el contrario, quien no acepta el Nombre del único hijo de Dios, esa persona que prefiere, en la cotidianidad de su existencia, negar u obviar esa realidad, ya está juzgado. Y esta expresión, ya está juzgado, dice mucho de la intervención de Dios en el mundo nuestro. Como el Creador y Sumo Hacedor tiene conocimiento de todo espacio temporal, acredita ese omnipresente poder juzgando, en su tiempo, en su ya, lo que para nosotros ha sido pasado, o presente. Así, juzga desde siempre, la increencia, cuando se ha tenido la posibilidad de conocer a su único hijo ya que cuando no se ha tenido esa posibilidad no se puede ser encausado en este particular juicio dirigido a nuestro interior, a nuestro corazón.

La otra ocasión de lo que, en este texto, se deriva la presencia del Reino de Dios entre nosotros, la encontramos cuando indica, Jesús a Nicodemo, que la causa del juicio está en que, al venir la luz al mundo, y ser propuesta a sus habitantes, estos prefirieron, y prefieren hoy mismo, la oscuridad, las tinieblas, el otro lado de la vida. Aquí, cuando se propone lo bueno y se acepta lo malo porque es más apropiado para nuestra vida de hombres o porque creemos que para nuestra realidad es bueno lo que, en realidad, es malo porque resulta contrario a la Ley de Dios y esto, se quiera o no apreciar o descubrir, está inserto en nuestros corazones, como ya dijera Pablo en su Carta a los Romanos.

Y por eso, aunque entendamos que no lo es para nuestro entendimiento ralo y alicorto, es cuando caemos, inevitablemente, en la falsedad y, así, somos reos de culpabilidad, acusados en el juicio de Dios. Y así no podemos ir a la luz, porque allí, serían censuradas nuestras obras y, lo que es peor porque esto sí es constatable, no podemos sentir esa luz ahora, en este ahora nuestro.

Por el contrario, para que en el Reino, en la luz, aquello que hacemos sea contemplado con amor y sea entendido como ejemplo de proceder correcto, hemos de obrar la verdad. Obrar la verdad es actuar, voluntariamente, o tácitamente sin esa voluntad pero con idéntico resultado, adecuando nuestro comportamiento a la única y verdadera Ley de Dios que Jesús completa y da verdadero cumplimiento. Así, y sólo en ese caso, podremos alcanzar, sin dudas, el Reino de Dios, llegar a su luz, habitar en sus praderas viendo, siempre, el rostro del Padre, careciendo, entonces, de importancia, virtudes como la fe y la esperanza ya que, al ser así no necesitaremos tener la primera al ver a Dios y, tampoco, la segunda, ya que ¿qué esperaremos, mejor, entonces?

Y esto, eso, está en nuestras manos, y no podemos dejarlo escapar. ¿O sí?

PRECES

Pidamos a Dios por todos aquellos que no crea en el Reino de Dios.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no tengan esperanza en la vida eterna.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a aceptar tu Reino y a llenar nuestro corazón el mismo.
 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 
Eleuterio Fernández Guzmán

 

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Ciertamente, creer en Dios ha de suponer para nuestra vida un verdadero punto de inflexión…

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

4.03.24

Un amigo de Lolo – Frases que bien valen la pena: ¿Quién entiende así el sufrimiento?

HAGIOPEDIA: Beato MANUEL LOZANO GARRIDO “Lolo”. (1920-1971).

PRESENTACIÓN

Ya son algunos años los que, el que esto escribe, lleva haciendo lo propio sobre el Beato de Linares (Jaén, España) en esta casa de InfoCatólica. Siempre ha valido la pena hacer algo así y aportar, aunque sea, un granito de arena a la comprensión de un creyente tan fuerte y profundo como es Lolo.


El linarense universal, que tanta atracción espiritual tiene para quien lo conoce, no deja de producir interés en aquel que se acerca a su persona a través de su obra. Y es que, no pudiendo hacerlo ahora personalmente o, digamos, en la intimidad de la conversación entre amigos, que lo somos todos aquellos que ansiamos serlo, es seguro que acercarse a Lolo de forma cercana nos viene la mar de bien.


Lolo nos acerca a lo bueno que tiene saber que, cuando se es hijo de Dios la mejor forma de serlo es, sencillamente, siéndolo. Y él es una muestra perfecta de cómo hacer algo que, algunas veces, a muchos nos resulta difícil y a algunos… imposible. Acerquémonos, desde ahora, a la obra misma de Lolo y a su intimidad podríamos decir, con lo que vamos a ganar, seguramente, mucho y más que muchoY, para más abundancia de lo bueno y mejor, al final de todo esto les ponemos uno de los aforismos espirituales que publicó Lolo en su libro Bien venido, amor“. Vamos, miel sobre hojuelas, como se dice en la Biblia pues esto, al fin y al cabo, es cosa del alma de cada cual.

  

Frases que bien valen la pena: ¿Quién entiende así el sufrimiento?

 

“Las preocupaciones que pesan, los dolores que abruman, esa cárdena insistencia de las nubes en las vidas de los que sufren, ¿Qué son, sino matices de una germinación de Gracia que apunta al granero celeste, allí donde Dios mismo se hace pan de gloria que nutre sin tiempo, más allá de la muerte, para siempre”. (Beato Lolo, de su libro Cartas con la señal de las Cruz)

 

Ciertamente, el texto de Manuel Lozano Garrido que hemos traído hoy, al mismo, se adecúa muy bien el título del presente artículo. Por eso se comprende mejor decir “¿Quién entiende así el sufrimiento?” Y es que no suele ser lo más habitual que seamos capaces de ser capaces de hacerlo así. Pero hay, aquí mismo, alguien que sí lo es y no es otro que Lolo, el Beato que, no queriéndolo ser, se ganó serlo… 

Bueno. El caso es que no son pocas las realidades que nos muestra nuestro amigo a la hora de darnos cuenta de con quién nos las tenemos y que no es otro que con el sufrimiento en sus más diversas formas y maneras de presentarse en nuestra vida. 

Así, por ejemplo, cuando nos habla de preocupaciones…, 

Así, por ejemplo, cuando escribe sobre los dolores que nos persiguen…, 

Así, por abundar con el ejemplo, cuando dice Lolo eso de que hay una “cárdena insistencia de las nubes en las vidas de los que sufren”… 

Podemos ver que nos muestra un panorama manifiestamente mejorable. Y, sin embargo, no es algo que estuviera escribiendo como haciendo un ejercicio de imaginación (como puede hacer cualquier escritor que no sufre pero debe escribir sobre eso) sino que él era el sujeto pasivo de las preocupaciones, de los dolores y, sobre todo, de esa cárdena insistencia… 

De todas formas, son muchas las ocasiones en las que el Beato de Linares (Provincia de Jaén, España) escribe sobre sus muchos sufrimientos porque, en ese aspecto, no escondía nada de nada aunque él prefiriese que su dolor fuera (como escribe) con “escafandra” como queriendo decir que quería que sólo le afectase a sí mismo aunque ya podemos comprender que eso no era posible porque toda persona que lo conocía y quería es imposible que no se preocupara por él e, incluso, sufriera con él… 

Pero como suele pasar con este buen y santo hombre, siempre nos muestra una puerta de salida a tales sufrimientos y tales malas formas de pasar por la vida. Y, como podemos imaginar, lo hace con el apoyo mejor y con la mejor forma de hacerlo: teniendo en cuenta a Dios, su gran amigo. 

Todo el sufrimiento y, en fin (y por abreviar) todo lo que de malo pueda pasarnos, no es, sólo, eso que nos pasa (que lo es, claro) sino que nos muestra algo que, teniéndolo en cuenta, nos pueda ayudar más que mucho: es muestra de la Gracia de Dios. Sí, se trata de la Gracia de Dios que, miren ustedes por dónde, se nos da a manos llenas si es que no queremos cerrar nuestro corazón a la misma. 

En realidad, Dios tiene Gracia, por decirlo así, para dar y tomar y nunca se cansa de hacerla propia de sus hijos, de aquellos que ha creado y mantiene. Por eso habla Lolo del “granero celeste” como algo así como el espacio de donde Dios saca, de su corazón, la Gracia que es Suya y, si queremos, es nuestra. 

Pero es que, además, eso no termina nunca que es lo que nos quiere decir Manuel cuando habla de que “se hace pan de gloria que nutre sin tiempo”… 

Y por último, algo que siendo verdad como la Verdad misma, llena nuestra alma de esperanza como debía llenar la de Lolo: más allá de la muerte está el “para siempre” que, como diría Santa Teresa, es, claro, para siempre, siempre, siempre”. Amén. 


Eleuterio Fernández Guzmán 


Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

 

Entender el sufrimiento es un bien más que importante.


Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bienvenido, amor" (56)

 

“La bondad del hombre ilumina como una lámpara; la de Dios, como un astro al rojo vivo.” ”

……………………………

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

 

2.03.24

La Palabra del Domingo - 3 de marzo de 2024

Resultado de imagen de SAnta Biblia

Como es obvio, hoy no es domingo 4 de marzo de 2024 sino sábado, 3. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Jn 2, 13-25
  


“13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 14 Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. 15 Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palomas: ‘Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.’ 17   Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: = El celo por tu Casa me devorará. = 18 Los judíos entonces le replicaron diciéndole: ‘Qué señal nos muestras para obrar así?’ 19 Jesús les respondió: ‘Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.’ 20 Los judíos le contestaron: ‘Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?’ 21 Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo. 22 Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús. 23     Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. 24 Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos 25 y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.”

 
COMENTARIO

Porque Cristo es Dios hecho hombre

Cumpliendo con la Ley, como siempre hiciera, Jesús acude a Jerusalén para celebrar la Pascua, fiesta fundamental de la religión judía y en lo que se llevaban a cabo todas las ceremonias correspondientes en recuerdo de hechos históricos y en la que la presencia de Dios se pretendía esencial.

Sin embargo, y como también dijera Él mismo, su relación con la Ley era de algo más que mero cumplimiento, había venido para darle que la norma de Dios se ejerciera de forma efectiva, es decir, como Abbá creía que debía ser y para lo que la había establecido.

El Templo era lugar de culto, y como tal, tenía delimitadas zonas para diversos tipos de personas, fueran judíos o fueran gentiles. Y era en el patio de estos últimos donde se habían establecido los negociantes que, con sus puestos, llenaba sus bolsillos con las economías de los que acudía a ese lugar sagrado.

Sin embargo, el hecho de que el Mesías la emprendiera a golpes, cosa tan poco usual en Él, con algo, era debido, por una parte, a la circunstancia del lugar donde se llevaba a cabo aquella labor y por otra, y sobre todo por otra, ya que el acento lo ponía en el porqué de aquel negocio, es en lo que habían convertido al Templo.

EL CELO DE TU CASA ME DEVORA

En cuanto a lugar, está claro que la ocupación del lugar destinado a los gentiles privaba, a estos, de la posibilidad de acudir a ese espacio e, incluso, de acercarse a la Ley de Dios. El caso es que el mismo hecho de no permitir aquello era lo que a Jesús le sacaba de su tranquilo juicio. Él, que había encontrado, muchas veces, en los gentiles mayor fe que en los propios israelitas (Mt 8, 10-13, que es el caso del centurión que pidió curación para un criado suyo, a cuya petición, y en la forma como la hizo respondió Jesús que as aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande) no podía permitir que se dispusiese, de esa forma, de ese lugar en la casa de Dios.

Pero, quizá, lo que más enervó a Jesús de lo que vio en el Templo, fue el hecho de que la concepción de la fe que habían llegado a formarse sus contemporáneos, no estuviese de acuerdo con lo que debería ser correcta interpretación de esta. El caso es que el panorama que pudo contemplar: cambistas que posibilitaban, a extranjeros, el uso de la moneda válida allí (seguramente con usura en ese cambio), vendedores de animales para sacrificios (seguramente con precios abusivos aprovechando la casi obligatoriedad de compra de esos animales en ese lugar sagrado) y para las ofrendas a Dios, etc., le debió de producir una sensación tan extraña a su amor al Padre y lo que Éste quería que no pudo evitar esa reacción. Si dijera id, pues, a aprender qué significa aquello de “Misericordia quiero, que no sacrificio” (Mt 9, 13) refiriéndose al texto de Oseas (6,1-6)  que decía porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos, era porque sabía que la voluntad de Dios era muy otra a la que hacía que sus semejantes actuasen como lo hacían: unos con claros intereses económicos, beneficiándose de todo lo que rodeaba al Templo, otros atrapados por la Ley que, tras su interpretación, había tergiversado su sentido verdadero y que avocaba a ese comportamiento.

Es por esto por lo que cuando sus discípulos recordaron aquel texto del Antiguo Testamento sobre el celo de tu casa (Salmo 69, 10) no hicieron más que confirmar, otra vez, que en aquellas Sagradas Escrituras, su figura, la figura del Mesías, ya estaba contemplada y que, ahora, sólo se hacía real lo que allí estaba latente.

Y los judíos, sus hermanos en la fe, siempre preocupados por lo material y lo tocable, demandan un signo, una señal, algo que les haga ver, o mejor dicho, entender, que lo que hacía y decía tenía sentido, un sentido que estuviera de acuerdo con las convicciones que se habían formado de la Ley de Dios.

Y Jesús, conocedor del futuro inmediato (por ser Dios hecho hombre), les contesta con una frase enigmática para ellos, como no podía ser de otra forma, ya que su interpretación de la Ley, ciega y con la univocidad de lo constatable en sus entrañas, no les hace posible entender mejor.

La extrañeza de aquellos que oían sus palabras hemos de pensar que debió de ser grande. Que Jesús afirmara que volvería a levantar el Santuario en tres días sin especificar a qué se refería debió de hacer pensar a muchos que no estaba en sus cabales. Sin embargo, como el mensaje del Mesías era, o estaba, muchas veces, impregnado de misterio, que aquello se produjera era, si lo pensamos, lo más lógico.

El caso es que Marcos, a modo explicativo, clarifica el sentido de las palabras del Jristós (enviado, en griego): él hablaba del Santuario de su cuerpo. Claro está que el evangelista, escribiendo después de acaecido todo, ya era conocedor de la verdad y que su apoyo en los hechos sucedidos en su última Pascua, entre nosotros, sirven de ratificación de lo dicho por Jesús.

Y aquí, como tantas otras veces, tenemos materia para el comentario. Como para confirmar esto de que el cuerpo de Jesús era Santuario, Pablo dice aquello de que ¿o no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? (1 Cor 6, 19) con lo que viene a apoyarse en aquello que dijo el Maestro en aquella ocasión y nos posibilita una consideración que uniría la concepción del hombre compuesto de cuerpo y espíritu como más cercano al espíritu. Esto lo digo porque si el espíritu es eso y el cuerpo es su templo, es cierto que la destrucción voluntaria del cuerpo traerá consigo la del espíritu ya que, destruido el espacio donde mora como templo, su final, en la persona, está asegurado. Esto debe ser una llamada al buen trato, o no maltrato, que hemos de darle al aspecto físico de nuestra vida conociendo, tras lo dicho y sabido, que nuestro dulce huésped no merece ser alejado en fosa de miseria y herrumbre.

Que tuviera que producirse la resurrección de Cristo, acontecimiento tremendo si lo pensamos detenidamente, para que los que habían oído lo que dijo sobre su muerte y los efectos de esta (como, por ejemplo, el levantamiento, en tres días, de ese Santuario) no era más que la confirmación de la naturaleza propia de aquel pueblo: constatación, con hechos, equivalía a demostración de lo dicho (recordemos, aquí, a Tomás el gemelo y a su mano, metida en el costado del resucitado…). Tan sólo así se produjeron dos hechos: los discípulos, primero, se acordaron de lo que dijo y, luego, y como consecuencia de la resurrección de entre los muertos, creyeron en las Escrituras y en las palabras de Jesús. Es decir, que, sólo en ese caso, y sucediendo lo que sucedió, permitió aceptar dos cosas: que las Sagradas Escrituras, hoy llamadas Antiguo Testamento, presentaban al Mesías como ellos lo habían visto y que, por otra parte, y en segundo lugar, las palabras del Mesías eran ciertas, confirmándolo todo.

Esto, y por muchas otras cosas más a las que el texto de hoy hace referencia aunque sin mencionar ejemplos (las señales que realizada…) permitió, o facilitó, a sus semejantes, creer que era el Emmanuel, Dios entre nosotros, pues creyeron en su nombre.

Ante esto, Jesús, dotado de gracia divina y de un conocimiento que iba, y va, más allá de todo lo conocido, pues era Dios, y sabedor de la naturaleza y comportamiento de sus contemporáneos y hermanos, no las tenía todas consigo. Por eso profetizó su futuro y mostró, ante los oídos incrédulos de sus oyentes, que todo lo que iba a suceder ya estaba escrito y, por eso, debía de cumplirse la voluntad de Dios, a lo que parece, con la ayuda inestimable de todos.

PRECES

Por aquellos que no tengan celo de la Casa de Dios.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no tengan por real la resurrección de Cristo.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a tenerte presente en nuestro corazón y a vivir de tu presencia.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

                                                                                                                                                                                          

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

A eso bien podemos llamar la justa cólera de Dios.

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

26.02.24

Un amigo de Lolo – Frases que bien valen la pena: Cristo nos remienda

HAGIOPEDIA: Beato MANUEL LOZANO GARRIDO “Lolo”. (1920-1971).Ya son algunos años los que, el que esto escribe, lleva haciendo lo propio sobre el Beato de Linares (Jaén, España) en esta casa de InfoCatólica. Siempre ha valido la pena hacer algo así y aportar, aunque sea, un granito de arena a la comprensión de un creyente tan fuerte y profundo como es Lolo. 

El linarense universal, que tanta atracción espiritual tiene para quien lo conoce, no deja de producir interés en aquel que se acerca a su persona a través de su obra. Y es que, no pudiendo hacerlo ahora personalmente o, digamos, en la intimidad de la conversación entre amigos, que lo somos todos aquellos que ansiamos serlo, es seguro que acercarse a Lolo de forma cercana nos viene la mar de bien.

 

Lolo nos acerca a lo bueno que tiene saber que, cuando se es hijo de Dios la mejor forma de serlo es, sencillamente, siéndolo. Y él es una muestra perfecta de cómo hacer algo que, algunas veces, a muchos nos resulta difícil y a algunos… imposible. Acerquémonos, desde ahora, a la obra misma de Lolo y a su intimidad podríamos decir, con lo que vamos a ganar, seguramente, mucho y más que muchoY, para más abundancia de lo bueno y mejor, al final de todo esto les ponemos uno de los aforismos espirituales que publicó Lolo en su libro Bien venido, amor“. Vamos, miel sobre hojuelas, como se dice en la Biblia pues esto, al fin y al cabo, es cosa del alma de cada cual.

  

Frases que bien valen la pena: Cristo nos remienda

  

“Quéjate de que eres inútil, delante de sus manos, cosidas con clavos a la madera. Cruz, la de Él, que, arriba y abajo, tropieza con los polos del globo” (Beato Lolo, El árbol desnudo)

 

 No podemos negar, porque sería falso de toda falsedad, que cada uno de nosotros, en determinadas ocasiones, pasamos por malos momentos. Bien se trate de algo físico o espiritual… el caso es que no seremos capaces de sostener que nuestra vida es un camino, por decirlo así, de rosas y sin piedras que nos hagan tropezar. 

Sabiendo, por tanto, cómo fue la vida física de nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, resulta fácil deducir que sí, que quejarse se podría haber quejado mucho aunque, al parecer, pocas veces lo hizo. Incluso podemos decir que por mucho que se hubiera quejado siempre se hubiera quedado corto… 

Todos los testimonios, a este respecto, nos dicen que no se quejó nada o casi nada para lo que hubiese podido hacer y que todo lo asumió con la alegría espiritual que solo un grande o, vamos, un santo es capaz de hacer aunque la santidad sea un camino que se recorre luego de subir a la Casa del Padre. 

Podemos decir, a este respecto, que en un capítulo de un libro suyo tituló, precisamente, algo así como “De profesión inútil”. Y, claro, se refería a sí mismo… Y es que se veía a sí mismo, para la vida mundana, verdaderamente inútil. Y es verdad, no era útil para una vida rasa y pazguata, para una en la que primara lo carnal sobre lo espiritual. Y por eso fue tan grande porque comprendió a la perfección a su propio “yo”, quién era y para lo que estaba en el mundo. 

Es cierto todo esto que decimos y por eso mismo escribe el Beato de Linares (Jaén, España) lo que escribe en esta parte de su novela El árbol desnudo que es, para quien no lo sepa, una que lo es autobiográfica. 

De todas formas, aunque sea eso que decimos los personajes no llevan puestos los nombres, por ejemplo, de Lolo o de Lucy sino que aparecen otros aunque, claro, entendamos a la perfección que se refiere a sí mismo… 

Eso, pues, que nos dice Manuel que podemos quejarnos y seguro que comprendía que en no pocas ocasiones podríamos hacerlo. Sin embargo, y como no puede ser de otra manera en una persona como Lolo, va más allá. Y tan más allá que va que va, precisamente, hasta el “más allá” donde Dios ejerce de Padre y Eterno Todopoderoso. 

Es cosa de nuestra fe, de nuestra creencia, que Dios ha tenido un Único Hijo que fue engendrado y no creado, que fue enviado al mundo y que entregó su vida voluntariamente para que el mundo se salvase. Y la forma en la que murió es a la que hace referencia aquí mismo e incardina, eso, con nosotros, con nuestras quejas y dolencias.

En efecto, Cristo remienda nuestros corazones desde el mismo momento en el que fue clavado a un cruz, a la Cruz, así, por antonomasia y ejemplo. 

Remienda nuestros heridos corazones cuando lo están porque vino al mundo para salvar a quien necesitaba ser salvado. Y así sigue, clavado en tal Cruz porque nuestros pecados no le han permitido hacer otra cosa. Pero con todo eso, nuestro amigo Lolo nos advierte de que debería hacernos pensar que quedarnos ante la Cruz, mirándola y quejándonos, no es buena cosa porque entonces nos damos cuenta de lo que somos… nada ante ella. 

Cristo en la Cruz, Lolo sufriendo y ofreciendo su sufrimiento a Dios por todos aquellos que también sufren, son realidades que nos deberían aportar cierta tranquilidad y cierto sosiego. Y estamos seguros de que a Lolo, la Cruz del Hijo de Dios, le ayuda más que mucho.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.


Panecillo de hoy: 

Entender el sufrimiento es un bien más que importante. 

Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bienvenido, amor" (55)

  

“Corazón de Dios, en que caben todos los hombres de todos los tiempos y, sin embargo, no entra una injuria.”

 ……………………………

 Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. 

24.02.24

La Palabra para el Domingo - 25 de febrero de 2024

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Como es obvio, hoy no es domingo 25 de febrero de 2024 sino sábado, 24. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Mc 9, 2-10



2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. 3 Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 5 Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". 6 Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. 7 Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". 8 De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del  hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos".


MEDITACIÓN

1.- Jesús era conocedor de la especial dificultad que existía en el hecho de que sus discípulos comprendiesen su ministerio y que fuesen capaces de entender aquello que les decía pues, como es sabido, no eran letrados ni personas formadas intelectualmente, o, al menos, con una gran formación.

Por eso, además de las parábolas como forma de explicarse, forma que hacía más fácil la comprensión a base de ejemplos tomados de la vida ordinaria, tan dada a la analogía, se veía obligado a recurrir a ciertos momentos en los que lo que sucedía impelía a una rápida fijación en el corazón de aquello que acontecía. Por esto les hablo en parábolas, porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni entienden (Mt 13,13) respondió a la pregunta de sus discípulos de porqué les hablas en parábolas (Mt 13,10).

Como pasará más tarde con los mismos, en Gethsemaní, el Mesías encamina a tres discípulos suyos, a saber, Santiago y Juan, los Zebedeos o “hijos del trueno” (nombre con los que los bautizó, con un innegable sentido del humor) y Pedro (la piedra sobre la que edificaría su Iglesia) y los lleva a un monte. Porque la montaña, o aquel, a lo largo de las Sagradas Escrituras, tuvo y tiene una importancia propia y característica. En Ex 3,1, por hablar del Antiguo Testamento, se habla del monte de Dios, el Horeb, o cuando Dios indica a Moisés donde ha de adorar a Dios, es decir adoraréis a Dios sobre este monte (Ex 3, 12), así como todas las veces que se nombra ese monte de Dios en esta parte del Pentateuco; o, como indica el Salmo 125,2 Jerusalén está rodeada de montes; así rodea el Señor a su pueblo desde ahora y por siempre, de donde podemos deducir una capacidad de defensa frente a las afrentas de los enemigos, y equiparar nuestra vida a la Jerusalén terrestre que, al verse atacada por las acechanzas del maligno, se siente protegida de esa forma.

De aquí que entiendo que este accidente del terreno es algo más que una mera elevación del mismo. Que ese espacio, donde Abraham se encontró con Dios, donde Moisés recibió de Dios la Ley que nos transmitiría por generaciones sin término para que fuera cumplida su voluntad…que contenía esas tablas tan conocidas y nombradas; que ese espacio, digo, ha de ser muy especial para Dios.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 1-9

Y en el monte, también, se transfiguró.

Este episodio, característico de la divinidad de Jesús, y que refleja su conexión con el Antiguo Testamento, determina una imagen ejemplo de pureza y amor de Dios, porque, ¿qué es esa blancura que salió de sus vestidos y, por lo tanto, de su cuerpo, pues desde dentro emergía? El texto dice que sus vestidos se volvieron resplandecientes. Y aquí, Marcos, también hace uso de un lenguaje que es similar al de Cristo: utiliza un hecho de lo cotidiano para que, el oyente, entienda qué nivel de luz despedía Jesús; es decir, al igual que este, con sus parábolas, facilita la comprensión (como he dicho antes), el evangelista, al decir lo del batanero, da a entender que nadie podía igualarse, en luz que sólo podía venir de Dios, en ese instante, ni nunca, a lo que los ojos de los tres discípulos, estaban viendo.

Pero como esto podía no ser suficiente, pues bien podían haber pensado aquellos tres que miraban, que podía tratarse de algún reflejo de la luz del sol, entran en escena estos dos personajes del Antiguo Testamento que, al igual que Jesús, pero menos, como hombres que sólo eran, también eran profetas. Pero no dos profetas cualesquiera. Eran Moisés y Elías.

De estos personajes tan importantes para la historia del hombre en la tierra no cabe que diga yo nada, pues ya se ha escrito, y se escribirá mucho y mucho mejor de lo que yo pueda decir. Sin embargo sí recordar, sólo, que el primero de ellos condujo a su pueblo por el desierto, como Jesús se había conducido tras su bautismo y que, el segundo era, creo yo, el que según Jesús mismo, ya había vuelto pero sus contemporáneos no habían querido ver. ¿Era, para el Mesías, el espíritu de Elías el que representaba Juan, el Bautista? Así ha de ser, pues de lo contrario no habría dicho Jesús que si queréis admitirlo, él es Elías, el que había de venir (Mt 11,14).

Pero no sólo se aparecieron junto a Jesús. Además conversaban con Jesús. Y esta conversación bien podría referirse al inmediato futuro de Cristo: su pasión y muerte. Seguramente, porque sabedores de lo que iba a suceder, querían, ¡y necesitaban!, darle ánimo, reconfortarlo, en cierta forma. El caso es que el Enviado, el Jristós griego, se hace ayudar por aquellos que le esperaban para que aquellos que estaban presentes con Él, fuesen capaces de entender que iba a ser perseguido, maltratado, lacerado y humillado más tarde.

2.-Entre aquellos tres discípulos Pedro es la piedra, y la piedra está muy pegada al suelo, al camino que vamos pisando en nuestro deambular por la vida.

Y por esto, la sugerencia que le hace al Maestro, que disfrutaba de aquella conversación y que, con ella, daba fundamento a su existir, no deja de ser otra cosa que expresión de una mundanidad, de un apego a la tierra, de un estar entre hombres. Porque Pedro quería quedarse allí, no quería volver al duro esfuerzo de transmitir que el Reino de Dios ya había llegado, se negaba a ser, otra vez, ser que comunica la Verdad.

Esto, como en tantas otras ocasiones, tendría que suponer, para nosotros, un aviso ante la opción que tomamos en nuestra vida: ¿ante la posibilidad de difundir la Palabra de Dios, permanecemos, solitarios en nuestra mismidad, disfrutando de su delicia o, por el contrario, hacemos uso de nuestros talentos para que los demás conozcan nuestro conocimiento, que hemos encontrado a Dios en una sílaba o en un texto?

Bien podemos hacer como Pedro que, ante aquella visión de la maravilla de Dios, opta por el gozo que esto suponía, atendiendo las necesidades de los que conversaban (Elías, Moisés y Jesús) pero sin pretender bajar contar lo sucedido siendo, así, difusores de un hecho que confirmaría lo dicho por el Mesías. Porque, además, así lo recomendaría Jesús instantes después. Sin embargo, Pedro, independientemente de lo que dijese el Mesías no quería irse de allí. Era esa su voluntad expresa.

Y ¿qué podemos pensar ante esta actitud de Cefas? - me refiero a la actitud de quedarse a admirar lo sucedido y no a lo de no decir nada a nadie de lo que vio - Cabe, de principio, la disculpa, hombre como era y que, como nosotros, soñaba con ese mundo en el que la cruz, aún no conocida, sólo fuera una posibilidad a tener en cuenta pero no palpable. El evangelio de Lucas, y traigo aquí a colación lo que Giovanni Papini dice en su libro sobre la vida de Cristo, trata de poner coto a la opinión de quienes, inmisericordes, pudieran atacar a Pedro. Dice Lucas que, como para disculpar a Pedro, no sabía lo que se decía, sin saber lo que decía, dice, exactamente, este evangelista en 9, 33 que viene a ser algo parecido a lo que dice Marcos (pues no sabía qué responder) que centra su atención en el temor que tenían los discípulos que contemplan tal hecho.

Por otra parte, y abundando en esto, también cabe elegir entre el mundo y Dios. Jesús, como siempre, también nos da respuesta a esta grave inquisición. El evangelista más joven, Juan, a quien Jesús amaba, en el capítulo 17 versículo 15 de su evangelio, al decir que no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno nos indica que estamos en este mundo, como es obvio y evidente, pero que la preservación del pecado, su evitación, es más importante que el hecho de sentirse aislado del lugar donde vivimos ya que no debemos evitar aquello que Dios nos ha dado. Esto sería como rechazar su liberalidad y su misericordia.

3.- Al igual que Gabriel dijera a María sobre que el Espíritu Santo la cubriría con su sombra, este texto evangélico de Marcos también recoge esta expresión: una nube que los cubrió con su sombra. Y lo mismo que, en el caso de Miriam (María) Dios iluminó su vida con su semilla de amor y la más alta gracia, en este momento donde conversan los profetas deja dicha su Palabra. Y es una palabra muy similar, si no igual, a la que pronunciara en el bautismo de Jesús: que Él era su Hijo amado, que teníamos que escucharle. Es decir, primero dice quien es, para certificar la importancia de su persona y, después, sólo después, hace una recomendación destacable: hay que escuchar la voz de Jesús.

Consecuentes, como hemos de ser, a nuestro amor a Dios, no podemos dejar de hacer otra cosa. Quien me ha visto a mi ha visto al Padre (Jn 14,9) dice el Mesías en un momento de su vida, ante la insistencia de Felipe de que les mostrara al Padre. Y “visto” incluye el “oído”, oír, escuchar, estar atento a su Palabra porque, al fin y al cabo, no deja de ser la Palabra de Dios, como lo es.

Y con esto finaliza esta percepción que Santiago, Juan y Pedro tienen en compañía de Jesús, o llevados por Jesús.

Este propiciar el encuentro es otra instantánea de la vida del Mesías a destacar. En su misión provocó que, mediando Él mismo, la relación con lo sobrenatural estuviera al alcance de sus contemporáneos y, desde entonces, de todos nosotros. Lo que podemos entender o comprender de ese encuentro quizá, o sin quizá, es cosa nuestra, dejado a nuestra libre elección: mejor comprensión de lo divino y aplicación a lo humano, a nuestra existencia diaria, o, por otra parte, olvido por miedo a la responsabilidad que de su puesta en práctica derivaría para nosotros.

Pero como esto pudiera no parecer suficiente para los discípulos, y como ellos irían hablando, monte abajo, sin duda, de lo que había sucedido, Jesús se vio obligado a hacerles una advertencia: no hablar, a nadie, de este hecho, hasta que él, Hijo del hombre, resucitara de entre los muertos.

Bien podemos suponer que si la transfiguración había producido el lógico estupor en los que la vieron, el que Jesús hablara de la resurrección de entre los muertos ya sería el colmo de lo enigmático. Aún no podían entender esta expresión ni ser capaces, tampoco, de transmitir a nadie lo visto. De aquí aquello de prohibición de comunicar eso tan sobrenatural como era que dos profetas se aparecieran para hablar con Jesús y que, por si esto ya fuera poco, el mismo Dios les dirigiera la palabra, su Palabra.

Si no estaban preparados para comprender esto, mucho menos para dar testimonio fiel y adecuado del significado que tenía. Por eso yo creo que Jesús no les permitió, cosa que hicieron, hablar de ello hasta cuando, tras comprobar que, efectivamente, había vuelto del mundo de los difuntos, ese misterioso acto que habían contemplado, tuviera total sentido para ellos y para todos.


ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a comprender que Tu Hijo amado es, también, hermano nuestro.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto


Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

El caso es que ellos, aquellos tres escogidos, no comprendieron nada… todavía 

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

19.02.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – Un Niño algo especial

Presentación

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer

 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe.


La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte.


Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiría Lolo – Un Niño algo especial

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo.

 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda…


Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

 

¡Qué decir de ti, hermano pequeño! Sí, porque cuando te contemplamos en aquel momento de tu primera venida al mundo acababas de nacer. Sí, pequeño como cualquier otro niño que nació entonces, nació después y nace ahora y también nacerá mañana porque así lo quiso Tu Padre del Cielo.

 

Eras pequeño y no sigues lo sigues siendo porque a tus hermanos no se nos ha olvidado. Y por eso te hacemos en esculturas, en pinturas o en cualquier otra forma de expresión de nuestra fe. Pequeño pero, a la vez, grande.

 

Es verdad, Jesusillo, que eras pequeño pero tu misma naturaleza divina te hace grande: grande por venir de Dios, grande por ser Dios mismo hecho hombre, grande por la misión que te encomendó el Creador y que tan bien ibas a cumplir a lo largo de tu vida.

 

Es verdad, Ángel nuestro en aquel pesebre pobre pero divinizado por tu presencia, que sabemos por el tiempo pasado y por lo que otros han escrito, que tu presencia allí era tan necesaria que nada ni nadie pudo evitarlo y ni aquel hombrecillo creído llamado Herodes pudo quitarte de en medio como quería, aquel adorador falso y pretencioso…

 

Bueno, hermanillo nuestro. Tú, que bien sabrías qué hacer en cada momento, entonces eras pequeño pero en tu pequeñez llevabas una marca, en tu corazón un Amor, en tu piel un ser Quien eras. Y nosotros, que a tantos años vista de aquello sabemos que los que te adoraron lo hicieron bien hecho y ante Quien debían postrarse (incluso aquellos grandes hombres venidos de muy lejos y que te dejaron oro, incienso y mirra) no podemos sino creer que todo aquello estaba bien, muy bien.

 

Pequeño nuestro, zagalín recién nacido, que sabrías sobrenadar todo lo malo que te iba a pasar, que llevabas la Cruz inscrita en tu santísimo y pequeño corazón, en ti pusieron su esperanza muchos de tu pueblo, aquel que eligió tu Padre para que fuera el suyo. Y eso daría mucho miedo a los más poderosos pero eso a Ti te iba a dar lo mismo.

 

Niño venido al mundo para que el mundo se salvase, casi podemos imaginarte en aquellos primeros momentos de tu vida en el mundo (en el vientre de tu Madre ya habías hecho saltar a Juan, tu primo, en el seno de Isabel, la que llamaban estéril porque no sabían lo que era capaz de hacer tu Padre…) mirando con sorpresa, ojos abiertos a la luz, cómo había allí pastores, vecinos y otros que acudieron porque una estrella se había posado sobre un humilde lugar. Y supieron, seguro que en sus corazones lo sabían, que aquel Niño era un Niño muy especial, así con mayúscula como mayúscula era la obra de Dios.

 

Niño especial, niñito nuestro de cada día, sólo podemos darte las gracias por aquellos primeros vistazos de tu recién estrenada vida. Y esperar que, cuando vuelvas otra vez, encuentras a alguien con fe en el mundo; al menos, a alguien para que así, salves todas las almas que deban ser salvadas.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

NOTA: Me gustaría hacer referencia a las imágenes que han enriquecido estos cuatro artículos. Y es fueron tomadas las mismas en la Iglesia que los Dominicos tienen en Torrent, Valencia (España) pues son las que dieron forman al Nacimiento de la pasada Navidad, la de 2023. Y es justo dar las gracias a quien eso hizo. 

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

 

Panecillo de hoy:

 

La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 


Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

 

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

 

……………………………

Para leer Fe y Obras.

Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

 

17.02.24

La Palabra del Domingo - 18 de febrero de 2024

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Como es obvio, hoy no es domingo 18 de febrero de 2024 sino sábado, 17. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  


 Mc 1, 12-15


 “12 A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, 13  y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los  ángeles le servían. 14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 15 ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.’

  

COMENTARIO
 
El final de los tiempos

 
Sabemos que, cuando Jesús fue bautizado por su primo Juan algo le impulsó a ir al desierto. Bueno, en realidad, tenemos por cierto y verdad que fue el Espíritu Santo Dios quien dirigió sus pasos hacia donde la soledad es más acusada y donde, precisamente, empezó a gestarse la llamada “vida pública” de Cristo. Es más, de allí iba a salir vencedor de mucho y contra mucho. 

Este texto del evangelio de san Marcos abunda en realidades espirituales que, no por conocidas, debemos olvidar. Muchas de ellas, además, fundamentan nuestra propia vida de fe y nos recomiendan llevar a cabo un comportamiento filial hacia la voluntad de Dios. 

Antes que nada, antes de salir hacia Galilea a cumplir con la misión que tenía encomendada, Jesús tuvo que enfrentarse al Mal. En el desierto, come es más que conocido, tuvo que vencer a las tres tentaciones que le proponía Satanás. Y de todas ellas, echando mano de la Palabra de Dios, salió victorioso. Satanás pretendía hacerlo suyo como había conseguido hacerlo con nuestros primeros padres con aquello de la tentación a incumplir lo dicho por Dios. Pero no pudo con Jesús que, siendo Dios mismo, no iba a caer en tan arteras trampas. 

Decimos, por tanto, que Jesús, marchó a Galilea donde debía empezar aquello para lo que había sido enviado (o, como diría Él en alguna ocasión, “salido”, suponemos que del Padre) 

EL ESPÍRITU LLEVA AL DESIERTO A JESÚS

¿Y qué era lo que debía hacer Jesús en aquella su tierra y, luego, en otras que no lo eran? 

En resumen: predicar. 

La predicación de Jesús estaba totalmente relacionada con la Palabra de Dios, con la Ley del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) y con la santa voluntad del Creador. 

Así dicho, pudiera parecer poco porque es de suponer que todo eso ya lo sabía el pueblo elegido por Dios. Sin embargo, es más que cierto que, aún conociéndolo, habían llegado a tergiversarlo de tal forma que no tuvo más remedio el Creador de enviar a su Hijo para que se enderezar el camino torcido. Y enviarlo y terminar como terminaría en la Cruz. 

Había llegado, en efecto, el final de los tiempos. Y era, por tanto, el momento en el que Dios enviaba al Mesías para que se cumpliera todo lo que había sido escrito por inspiración del Espíritu Santo Dios a través de santos profetas y escritores de tal jaez espiritual. 

El caso es que Jesús podía haber predicado de la forma que mejor le hubiera venido. De hecho así lo hace a través de las parábolas y otros ejemplos adaptados a la capacidad espiritual de sus contemporáneos. Sin embargo, utiliza, como expresión, un orden muy especial. 

Queremos decir que Jesús dice esto: “Convertíos y cree en el Evangelio”. Por Evangelio tenemos, es, Buena Noticia, aquella que venía a decir, como expresa Él mismo, que el Reino de Dios estaba cerca.

Pues bien, lo primero que pide Jesús es conversión. Y por tal entiende el Hijo de Dios, venir a tener un corazón de carne, misericordioso, fiel a la voluntad de Dios y, en fin, propio de quien se sabe, y es, hijo del Creador. 

Primero, pues, conversión, venir a ser otros; luego, tener fe en el Evangelio. 

¿Es que no es más importante creer en el Evangelio que convertirse? 

A primera vista, ciega vista por cierto, podría parecer que en primer lugar se tiene en cuenta la ley y, luego, se da la conversión. Sin embargo, si la tierra no es buena, si no hay conversión primero, es difícil que la semilla, precisamente, del Evangelio, pueda fructificar. Por eso era, es, tan importante convertirse. 

Y esto, por cierto, san Agustín lo expresó de forma maravillosa: “Ama y haz lo que quieras”. Y eso es, exactamente, la conversión demandada por Jesucristo en aquel primer mensaje.

  
PRECES 
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren enfrentar las tentaciones del Mal. 

Roguemos al Señor.
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren convertirse.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a convertir nuestro corazón según tu voluntad.

 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.



Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Jesucristo resistió las tentaciones en el desierto para mostrarnos que es posible hacerlo. 

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

12.02.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – José, fiel esposo

Presentación

 

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer.

 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe.

 

La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte.

 

Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiría Lolo – José, Fiel esposo

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo.

 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda…

 

Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

  

Seguramente José, tú que eras un judío justo, y tu antigua familia emparentaba con el rey David, no tenías dudas sobre tu fe sobre lo que creías. Humilde como eras siendo un trabajador manual de tu tiempo, José, esperabas una vida seguramente tranquila aunque dura. 

Cuando conociste a la joven María se abrió ante ti un mundo nuevo. Ya te imaginabas en vuestra casa, José, y sacando a tu familia adelante. ¿Familia? Aún no sabía si eso sería posible aunque era seguro que tenías interés en tener descendencia. 

¿Qué pasó por tu corazón cuando supiste que María, aún sin haberse casado contigo (desposada sí, eso sí) estaba embarazada? Seguro que tuviste dudas por el corazón de un hombre es el corazón de un hombre, José. 

Tú, sin embargo, eras un fiel creyente y escuchaste aquel mensaje del Ángel que te dijo que aquello, aquello que era tan extraño conociendo como conocías a María, venía de Dios. 

No se hable más, debiste pensar. Como viene de Dios nada puedo o poner pero es que nada quiero oponer o algo así debía ser tu pensamiento. Ahora estabas seguro de la fidelidad de María porque ella, a la que tanto querías, según te dijo, había sido bendecida muy especialmente por Adonai y al Ángel le había dicho que era esclava del Señor y eso eran palabras mayores. 

Fiel José, fiel desde siempre y por siempre, cumpliste con la misión que te fue encomendada. Y nada de lo que hiciste desde entonces se apartó ni un palmo de tierra de lo que quería Dios que hiciste. Y fuiste a Egipto porque escuchaste las palabras que te dijeron que el Niño (que era muy especial como bien sabías tú y María) corría peligro de muerte y eso no lo podías permitir. 

Y luego volviste. José, al escuchar el mensaje que te dijo que podías volver a tu tierra de aquella egipcia que os acogió, tampoco dudaste lo más mínimo. Os esperaba vuestra casa, seguramente atendida por vuestra familia, y allí volvisteis y allí vivisteis hasta que te llamó el Creador a su Reino donde, estoy seguro, tu alma goza de la visión del Todopoderoso. 

José, Padre de entre los padres, ejemplo a seguir por los que quieren ser buenos y quieren ser fieles, te damos gracias. Seguramente nunca lo haremos lo bastante porque si de tus manos salieron obras humanas, de tu corazón salió lo mejor y que no fue otra cosa que enseñar y educar al Niño. Y, claro, Él te respondió de la misma forma: siendo bueno y fiel. 

José, carpintero de Nazaret, allí donde estás pide por nosotros que, tantas veces, necesitamos de ayudas como la tuya. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

  

Panecillos de meditación

  

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

  

La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 

Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

 

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

 ……………………………

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

11.02.24

La Palabra del Domingo - 11 de febrero de 2024

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Mc 1, 40-45
 
“Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme.’ Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero; queda limpio.’ Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.  Le despidió al instante prohibiéndole severamente: ‘Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.’   Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús  presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían  a él de todas partes.”

  

Lo que puede la fe
 
1.-Es conocida la existencia, para aquellos que tienen un conocimiento del contenido del cristianismo, de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Mientras que, mediante la primera de ellas sabemos que la existencia, por ejemplo, de Dios, es real aunque no podamos probarla con medios humanos (recordemos lo que le dijo Cristo a Tomás cuando se apareció a los discípulos y sabía lo que el incrédulo había dicho; y le dijo: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído, Jn 20, 29); en virtud de la esperanza esperamos nuestro bien y, extendiendo ese pensamiento, el bien de todos aquellos que nos rodean; incluso, llevando al primer extremo (y no al último ya que esto ha de ser lo primero) lo que ha de ser la creencia cristiana; también deseamos el bien de todos, en general; y, por último, sabido es que la caridad es la Ley del Reino de Dios, y que, sin ella, nada de lo otro se entiende. 

Particularmente creo que en este texto de Marcos las tres virtudes citadas se dan la mano ayudándose unas a otras.


2.-La fe y la esperanza

Seguramente el leproso tenía conocimiento, o sabía quién era, la persona que se acercaba, o se alejaba, de él. Jesús, cuya fama ya había comenzado a extenderse, como ya vimos en Mc 1, 21-28, era a quien tenía que dirigirse si quería que ese terrible mal que le aquejaba desapareciera. Vemos, aquí, una esperanza que podríamos denominar antecedente de la fe, mediante la cual poner el sentido de una vida en manos de otro se asiente en la voluntad de cambio. 

El leproso, al decir si quieres…expresa, por una parte, el hecho de que el Mesías tenía el poder de curarlo. Era, así, expresión, de conocimiento natural del Hijo de Dios. Confiado, con la esperanza netamente intacta, pues de tal gravedad era su enfermedad que no otra cosa podía hacer, se acerca, es decir, va hacia Jesús en busca de algo más que consuelo. Puedo decir que tiene puesta su esperanza en una fama que precede al Enviado y, por eso, una fe primera que acentúa su existir. Busca porque cree que ha encontrado solución a su situación. Ve en aquella persona, rodeada de otras, una luz que, posiblemente, podía iluminar su ser. 

Como reconocimiento a esa divinidad que ve en Jesús, se pone de rodillas, signo de sometimiento al Señor; pero de un someterse suplicante, demandante de ayuda, esperanzado, implorante. Y de rodillas espera la acción del que cura, salva, sana…perdona. 

SI QUIERES SEÑOR, PUEDES LIMPIARME

Y la curación que espera no es sólo física. Conocida es la relación que, para el pueblo judío, existía entre enfermedad y pecado, la una era según pensaban, resultado del segundo –bien fuera de derivación familiar o propiamente personal del enfermo-. Pues bien, la esperanza de este leproso, aquejado por ese mal que lo apartaba de forma radical de la sociedad, era, aunque de forma indirecta, seguramente pensaba, que el pecado que la había ocasionado tal mal (aunque realmente no fuera así) podía ser borrado por aquel que era capaz de echar demonios del cuerpo de otros. Por eso, la confianza en Jesús debía de correr pareja a todo aquello que lo aquejaba: muy grande, pues grande era esa necesidad. 

Y como el magisterio de Jesús limpia el corazón de las acechanzas del maligno, lo libera de las inmundicias del mundo en que vivimos, se compadeció de él, hizo uso de esa virtud fundamental: la caridad. 

 
3.- La caridad y el poder de Dios

Quizá lo más importante para Dios y necesario para el hombre sea el ejercicio de la misericordia. Creemos que es lo más importante para Dios porque en ella se apoya todo su comportamiento para con sus hijos, desde que creó el universo y la vida en la tierra y la puso a su disposición (sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra, dijo, como sabemos, Gn 1,28) hasta que acompañó a su pueblo elegido Israel a lo largo de los siglos perdonando sus continuas ofensas y sabiendo que, como hombres que eran, el pecado no era fácil de apartar de sus vidas. Y lo más necesario para el hombre creo que es porque necesaria es la correspondencia ante lo que recibe de parte del Padre y lo que se da a los hermanos. Y la compasión y el amor son la caridad. 

Y Jesús, haciendo uso de esa misericordia de la que tanto habló, no debió de dudar ni un instante y, de inmediato, curó al leproso. Su sentido de la correspondencia con el amor de Dios fue instantáneo. Vio una necesidad tan grave ante sus ojos que no dudó: extendió sus manos, le tocó. Y manifestando el poder de Dios, pues sólo Él es capaz de hacer eso, limpió de la lepra al demandante de ayuda. Y este hombre, separado socialmente como un apestado, siente como su persona se incorpora a ese pueblo, a esos vecinos, a esas personas que le rechazan. 

Pero Jesús, como sabía que hechos como este sólo podrían acarrearle problemas por la falta de comprensión de muchos de sus contemporáneos, intenta que el curado acuda al Templo y, allí, ofrezca por su curación lo que estableció por ella Moisés. Y esto, ¿porqué?; si había salido de las manos del Mesías ese prodigio tenía que existir una razón muy poderosa para que el  sanador no quisiese que eso se supiese. 

Ya dije antes la relación que había, para el judío, entre enfermedad y pecado. Pues bien, para este pueblo sólo Dios podría perdonar pecados y, por lo tanto, solo de él podía venir la curación de esas dolencias que atribuía a este tipo de relación (pecado-enfermedad) que se alimentaba mutuamente. 

Lo mejor era, para Cristo, que los sacerdotes, conocedores de la Ley, fuera testigos de aquel hecho y que, por así decirlo, certificaran esa curación con la entrega de la citada ofrenda. Otra vez más cumple, o hace cumplir, la Ley. Así no quedaría a la vista lo que, para ellos, era una ofensa a Dios y una blasfemia: dar a entender, Jesús, con ese acto, que era el Padre mismo. Si aceptaban que el hijo del carpintero, sin la gloria esperada y ansiada por ellos, podía perdonar pecados, pues curaba, no habrían tenido más remedio que aceptar la consiguiente divinidad, Dios mismo, de su persona. 

Sin embargo, como es humano entender, no consigue su propósito. El leproso, ante su nueva situación, no puede ser comedido en sus actos, ni puede dejar de proclamar, contento, no sólo su curación, la cual era evidente, sino las manos que han llevado a cabo ese milagro, ese acto extraordinario. Pregonó, la noticia, es decir, repitió por donde pudo lo sucedido, extendiendo no sólo eso mismo sino lo que eso suponía en relación con Dios. 

Es así como se confirma la esperanza antecedente del leproso y esa fe que lo lleva a buscar su sanación. En este sentido bien puedo decir que es este un buen ejemplo, didáctico, para aquellos que, conociendo algo a Jesús, ahora mismo, en el siglo, desean profundizar en el saber de su persona. Sólo así podrán confirmar lo que se dice de él y podrán dar noticia de sus hechos y de sus palabras. Supone, esto, creo, una llamada de parte del Mesías hacia los alejados, hacia los que lo desconocen. 

Y esto apunta a otro aspecto importante, vital: la sanación espiritual buscada por el leproso (pues él estaría de acuerdo, aunque no lo entendiese, que existía una relación antedicha entre enfermedad y pecado) ha de ser un anhelo para cada uno de nosotros (1). Por eso acudían a él de todas partes y, por eso, también nosotros, cual si fuéramos leprosos, o con una enfermedad del alma pegada a nuestro cuerpo, hemos de ver en la persona de Jesús a un hermano que, con su ejemplo y con su Palabra, puede producir en nosotros efectos tan beneficiosos como los que produjo en este enfermo incurable. Muchos de nuestros pecados también pueden parecer incurables pero, con la demanda de perdón a quien puede perdonar, no debemos de tener duda alguna (no debemos de perder esa esperanza antecedente del leproso, ni esa fe cierta y franca) de que la sanación procede de Cristo pues Él es verdadero Dios.  

 PRECES

 Pidamos a Dios por todos aquellos que no confían en la misericordia de Dios.
 
Roguemos al Señor.

 Pidamos a Dios por todos aquellos que no buscan al Señor para ser curados de sus dolencias del alma.

 Roguemos al Señor.

 
ORACIÓN 

Padre Dios; ayúdanos a confiar siempre en tu total poder.


Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

(1) El Santo Padre Benedicto XVI (Que Dios tenga en su Gloria), en su  Carta Encíclica Deus Caritas Est, en el apartado 28, dice que el amor suscitado por el Espíritu de Cristo, no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma.
  

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Sabemos muy bien que Dios todo lo puede.

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

10.02.24

Ad pedem litterae – Llucià Pou Sabaté

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - Llucià Pou Sabaté

Habla un exorcista

    Se está hablando mucho de la película Nefarious, de reciente estreno, sobre las manifestaciones de un endemoniado. A lo largo del año, leemos en el Evangelio exorcismos que Jesús hace, milagros en los que echa demonios fuera de personas poseídas, y otras curaciones de Jesús. El caso más clamoroso, es cuando responde el endemoniado: “me llamo Legión, porque somos muchos”, y Jesús los manda a una piara de cerdos, que se caen por un barranco. 

   Esta tradición ha seguido entre los cristianos, y últimamente han contado sus experiencias algunos como Gabriele Amorth, en su libro Habla un exorcista (ed. Planeta Testimonio, en castellano), y se ha estrenado una película recientemente, El exorcista del papa (2023) con Russell Crowe como protagonista, que recoge el legado de ese exorcista, añadiendo material de invención, y que me gustó.   

   Los exorcismos son rituales religiosos que buscan expulsar al demonio o entidad maligna que se cree está poseyendo a una persona. En el cristianismo, por ejemplo, los exorcismos son realizados por sacerdotes autorizados y siguen un procedimiento específico, que a menudo incluye el uso de oraciones, agua bendita y la recitación de pasajes sagrados, pero también los signos sagrados: Amorth por ejemplo dice que el demonio no soporta los signos de devoción a la Virgen. 

 

   El demonio actúa muchas veces, en lo que llamamos tentaciones, pero no siempre son ciertos los supuestos casos de posesiones. Recuerdo que en una ocasión participé en una supuesta persona poseída, una chica de unos 15 años, que estaba condicionada seguramente porque un psiquiatra le dijo que la curación no dependía de cosas naturales y que no estaba en sus manos la curación, y seguramente se sugestionó hasta puntos inimaginables como hablar lenguas y otras cosas por el estilo (proferir blasfemias, palabras obscenas) y tener una fuerza descomunal, pues entre cuatro personas no conseguían sujetarla. Después de unas oraciones, se calmó y aparentemente se curó de esa situación, que nunca volvió a suceder. Pero hay otros casos muy claros de posesiones, que han sido documentados recientemente por diversos periódicos como el diario El mundo en estas últimas décadas. 

   Las representaciones cinematográficas tienden a dramatizar y exagerar los elementos para crear un impacto emocional en la audiencia, incluso con el género fantástico como la saga de La monja de la que ya hay dos películas. Pero algunas películas, como la citada de Nefarious, o la clásica El exorcista de los años 70, expresan con claridad lo que es una acción de posesión diabólica. 

   La acción del demonio ha estado presente en muchas culturas desde tiempos inmemoriales: tanto en Oriente como en Occidente: y en la religión judeocristiana (y por tanto en la musulmana, que nace de esas raíces judías y cristianas). En el medievo, por ejemplo, son frecuentes los “Puentes del diablo”, con leyendas de personas que habían pactado con el demonio (le habían vendido su alma) para conseguir bienes materiales o el amor de una persona. 

   Por desgracia, las sectas satánicas hacen daño en muchos sitios, incluso con rituales macabros, de modo que es algo siempre actual. Aunque, como bien decía un libro de C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino, la táctica del demonio en nuestro tiempo es conseguir que no crea en él. La citada película Nefarious expresa también esto, pues el sacerdote que visita al endemoniado no cree en el diablo. 

   La Iglesia Católica mantiene exorcismos menores desde el rito del bautismo, y el Rito de Exorcismo está regulado en rituales, el último “Sobre los exorcismos y oraciones de súplica” es de 1999. 

   Recuerdo que al comienzo del citado libro Habla un exorcista, el sacerdote le pregunta al endemoniado: “¿por qué Dios hizo el infierno?” y el demonio responde: “¡Dios no lo ha hecho, lo hemos hecho nosotros!” Me gustó porque expresa muy bien esa realidad, de la triste posibilidad de autoexclusión del amor divino. 

   Me gusta pensar que Satán y los demonios son criaturas, con un poder limitado, y que Jesús nos habla de no tener miedo, pues la gracia divina es liberadora de todo mal, como rezamos en el Padrenuestro, que puede traducirse en su parte final como “líbranos del mal” o “líbranos del maligno”. Y en la devoción a la Virgen como el Acordaos, que nos revela que quien reza a la Virgen y con el uso del escapulario se une a ella el sábado siguiente de la muerte; y la costumbre de las Tres Avemarías también aseguran esa compañía de María, como bien expresa el cuadro del Greco El entierro del Cónde Orgaz, cuando vemos el alma que se libera del cuerpo, pasando por un útero espiritual, y naciendo al cielo de la mano de la Virgen María, que la está esperando.

 Llucià Pou Sabaté

 

Panecillos de meditación

  

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 Panecillo de hoy:

También se puede evangelizar a través del cine.

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 Para leer Fe y Obras.

 Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.