Serie: Nueva Era
!AVISO!: lo que van a leer aquí no es producto de una imaginación calenturienta. Es pura, y peligrosa, realidad.
Todo esto se dice para evitar, en lo posible, que personas que desconozcan el fondo de medios de comunicación como, en este caso, la Revista Fusión, puedan caer en la sutil trampa que se tiende para capturar a personas desprevenidas.
Creación y crear
Crear, la Creación (en sí considerada) es algo que subyuga al ser humano. Reconocer que Dios creó al hombre y al universo conocido, o desconocido, nos plantea la situación de considerarnos hijos suyos y, sobre todo, de saber que siempre hemos de agradecer el don de la vida a Quien nos lo dio.
Esto es, digamos, el entendimiento que se tiene de una vida que, en realidad, debemos al Creador y, por tanto, de reconocimiento de algo elemental: nunca podemos ponernos a su nivel porque resulta ridículo y, además, absurdo, querer ocupar su lugar.
¿Qué pasa cuando el ser humano quiere ser, exactamente, como Dios? O sea, ser Dios.
Veamos, antes, nuestra fuente de fe:
El Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 282 dice, sobre la Creación, algo que es fundamental para nosotros y que manifiesta una clara diferencia con los presupuestos de la Nueva Era.
Dice, por tanto, que: “La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado: “¿De dónde venimos?” “¿A dónde vamos?” “¿Cuál es nuestro origen?” “¿Cuál es nuestro fin?” “¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?” Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar”
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