7.04.12

En los altares - Santa Águeda

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Santa Águeda

Corría el año 230 cuando Águeda, de padres adinerados, nació en Sicilia, Italia.

Aquel tiempo, de persecución religiosa a muerte lo era de virtud y piedad y, como lo hicieran Santa Inés, Santa Cecilia y Santa Catalina decidió que iba a conservarse pura y virgen y que lo hacía por amor al Creador.

Pero el Mal trabaja con ánimo de hacer daño y, teniendo como servidor al gobernador Quinciano (estamos en tiempos del emperador Decio), quiso tal individuo enamorar a Águeda que, lógicamente, se opuso a tales pretensiones haciéndole ver, además, que se había conservador virgen por Cristo y para Cristo.

Pero Quinciano no dio su brazo a torcer y la llevó a una casa de lenocinio para que, allí, conviviendo con mujeres de mala vida se echase a perder. La mantuvo en aquel antro un mes pero conservó su virginidad y se impuso el juramento que hizo de mantenerse de tal forma para Dios. Y lo hizo repitiéndose, muchas veces, el Salmo 16 que dice “Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan”.

Seguía Quinciano con el ánimo muy exaltado contra Águeda pues ni actuando como actuó consiguió que la joven cambiara de idea. Entonces, quiso causarle el mayor daño posible y ordenó que le destrozaran el pecho a machetazos y que la azotaran. No era de esperar que sobreviviera a tal forma de comportarse. Sin embargo, nada le sucedió porque aquella misma noche se le apareció San Pedro y la animó a sufrir todo aquello por amor a Jesucristo.

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6.04.12

Y murió por todos

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Viernes Santo

Cristo murió por todos pero no para que todos se salven sino para que lo hagan quienes crean en Él y actúen en consecuencia con tal pensamiento y creencia.

Crucifixus etiam pro nobis
(Por nuestra causa fue crucificado)

Atormentada el alma, el cuerpo demudado de espanto,
vuelto el rostro hacia Dios y su espíritu ansioso, ya, por hallarlo,
llega Jesús al Calvario, monte Gólgota llamado,
lugar donde se designó fuera crucificado.

Ya se tumba sobre el madero, sobre la cruz estirado;
ya coloca, a ambos lados, sus martirizados brazos.

Avanzando, sin espera, para cumplir la sentencia,
clavan con saña las manos a la sufrida madera,
clavándole los pies cerca de la ensangrentada tierra.

A su lado dos ladrones esperan la muerte cierta.

No conformes con el agravio que le estaban infiriendo
el ropaje se reparten despojándolo de su dueño,
dejando el cuerpo de Cristo de las vestiduras desprovisto,
incrementando la desvergüenza de tan grande sacrilegio.

Cuelga del central madero cartel para su escarnio,
nombrándolo de los judíos rey para reírse de tal cargo,
porque no quiso Pilatos modificar lo que había dicho
en un infausto momento, acobardado y vencido.

Queriendo Cristo llegar hasta el último momento,
entregado a su futuro y sin limitar el tormento
rechaza el bebedizo para el dolor mitigado,
no acepta aquella mirra que le ofrece aquel soldado,
mas pronuncia ese ruego a su padre destinado:
¿por qué me has abandonado?; sabido ya que antes,
en Gethsemaní orando, entregó la vida a su Dios,
que fuera lo que su voluntad hubiera pensado.

Llevado de ese amor que en vida había atesorado
perdona a los criminales que muerte le estaban dando,
creía, y lo decía, que ignoraban su trabajo,
que la misericordia del Padre también llegase a esas manos,
que no les tuviera en cuenta el cumplimiento de lo mandado.

Como ni el más malvado de los acusados el tránsito hace solitario,
ni es abandonado por todos los que quieren recordarlo,
a los pies de sus maderos sufren Juan, el más amado,
y su madre inmaculada conocida por María.
Encomienda la vida del amigo a quien más amó Cristo,
entrega, como testigo y transmisor de su vida,
a quien tanto quiso el Hermano, que se hicieran compañía,
que pasaran juntos los tiempos que de su vida les quedara.

Apenas sin fuerza o resuello, ahogados los pulmones,
dejado su cuerpo caer hacia el corazón del cielo,
siente llegado el momento de su final terreno,
de partir hasta encontrarse en el de su padre Reino,
a interceder por los hombres que dejaba en aquel suelo.
Dejando en manos de Dios el más santo espíritu hecho
se rasga el velo del Templo dando a entender el duelo
y viendo como el centurión, que vio el acontecimiento,
dijera a voz por dentro que era, de Dios, el hijo verdadero.

Ya vienen a quebrarle las piernas para dar final bien cierto,
para no prolongar la agonía de tan lacerado cuerpo,
por ser la tradición de tan bárbaro tormento.
Mira el verdugo e inquiere, mente insana, sangrante flagelo,
y le clava la lanzada en el costado derecho
para que se cumpla la Escritura de no romper ningún hueso.

Ha muerto ya el más justo, para seguir viviendo.

Cristo muere. Y lo hace de forma consciente o, lo que es lo mismo, no niega su muerte ni se opone a ella. Ya había dicho en Gethsemaní que debía cumplirse la voluntad de Dios (cf. Lc 22, 42) y eso es lo que hace.

La voluntad de Dios era, además, la que consiste en poner en práctica la misericordia. También hace eso Cristo cuando, estando en la cruz no hizo como, por ejemplo, hacían los otros dos ladrones que, humanamente lógico, se quejaban de su situación. Muy al contrario, Jesús (cf. Lc 23, 34) pide a Dios el perdón para aquellos que lo están matando porque, en efecto (por su ceguera de corazón) no saben lo que hace. Y así pone sobre la mesa cómo debemos actuar sus discípulos a los que, en la persona del amado Juan, nos dio a su Madre como Madre nuestra.

La muerte de Jesucristo es algo más que una muerte. Con ella se procura, para toda la humanidad que quiera aceptar a Cristo, la salvación eterna y, a partir de ella, el ser humano puede llamar Padre a Dios con unas consecuencias mucho más contundentes a como podía llamarlo un pueblo que tantas veces lo había traicionado.

Jesús muere y, por eso mismo, aquellos que, por miedo a los judíos se escondieron o aquellos discípulos que volvían hacia Emaús discutiendo sobre lo que pocos días antes había pasado, no supieron (velados tenían los ojos o el corazón) ver la verdad de la cruz y la importancia de aquella sangre que había derramado su Maestro.

Sin embargo, con aquella muerte se abrió la puerta de la eternidad y nosotros, los que contemplamos absortos ante tan enorme gracia de Dios lo que Cristo consintió que se la hiciera no deberíamos permitir que el demonio mudo nos dominara porque, como dice San Josemaría (Amigos de Dios, 188) “Si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación.

¿Hay algo más sincero, más franco, que reconocer que Cristo murió en la cruz por nosotros y que lo aceptamos como hermano, como Mesías, como Dios?

Gracias Jesucristo por haber mirado a la muerte cara a cara y haber vencido al Mal.

Eleuterio Fernández Guzmán

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5.04.12

E instauró la Santa Misa como Eucaristía

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Jueves Santo

Te ergo quasumus, tuis famulis subveni, quos pretioso Sanguine redemisti
(Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa Sangre)

Surge desde la noche, desde cuando la Palabra necesita un alba,
desde cuando el amor no se sobra con la entrega que dona;
se apodera del ambiente la sensación de ternura del Padre,
el primer aliento que comunica, al universo todo, la raíz y origen del hombre.

Sobre la mesa rebosan aurora los hechos nuevos que han de transmitir la doctrina,
las sílabas que, olvidadizas, mueren ante el mensaje que Cristo entrega con gratitud franca, la renovación de la fe como afirmación del alma del Hijo del Padre.

Se renueva la Alianza que pactaran nuestros padres, primer aliento de Dios.

En el corazón de los discípulos anida un rostro, una raíz ocupa su espacio
entre las manos que transmitirán la nueva del Reino que llega,
una brisa que esconde al Ser llega para quedarse y ser luz
que lleve hasta donde la voluntad de Dios quiera,
hasta donde la mañana adorna el final de la noche.

Ácimos que son el cuerpo, que suponen la verdad en forma,
que son la elaboración de un misterio que estremece la razón,
que convocan, en sí mismos, la salvación de la caída
y el final de la desazón, el adiós al recuerdo que oscurece el alma;
sangre que trae la vida al nuevo Pueblo de Dios,
líquido santo que constituye el discurrir hacia el mar donde perece el fluir
de la tristeza,
camino seguro para no perder el paso que al Reino lleva,
célula esencial que forma lo que de eterno dejó Dios en nosotros.

Sacrificio que se inicia con esta última Pascua que nace, para ser nuevo afán.

Desde esa mesa pasión y resurrección se hacen centro de la misma causa,
facilitan la comprensión que desde la Encarnación continúa,
permite la llegada hasta Dios desde esta primicia de entrega.

He aquí la luminaria que fecunda el corazón de gracia,
la vertebración de la gloria que hace miembro vivo, de la Iglesia, al hombre,
la incorporación de la esperanza al quehacer de los hijos.

La cena que compartió Jesús con sus más cercanos allegados fue algo más que una cena de Pascua. Jesús sabía que era la última que iba a tomar con ellos y, por eso mismo, muchos símbolos cambiaron a lo largo de la misma y tomaron un significado distinto al que, hasta entonces, habían tenido según la tradición del pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra.

Supuso, por ejemplo, el reconocimiento del servicio a los demás como una obligación del discípulo de Cristo. Por eso, cuando Jesús (Jn 13, 4-17) se pone a lavar los pies a sus apóstoles lo hace para demostrar, lo dice Él mismo, cómo debía ser la actitud de los que, en lo sucesivo, quisieran seguirle: servir al prójimo y ser el último de entre los que estuvieran con ellos, era lo que tenían que hacer. Así conocerían que eran discípulos suyos. Aquellos que entonces se encontraban en aquella cena no es de extrañar que miraran preocupados a Jesús porque, sin duda alguna, aquella era labor de esclavos…

También dio carta de naturaleza a lo que muchas veces se había olvidado por haber impuesto la ley sobre la misericordia. Cuando Jesús dice (Jn 15, 12) “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” quiso que todos siguiéramos una actitud que consistía en dar la vida por los amigos (cf. Jn 15, 13) que era lo que Él mismo, en pocas horas, iba a consentir que hicieran con la suya, santa vida. Y a eso lo hemos dado en llamar amor fraterno porque entre hermanos, todos hijos de Dios somos, es.

Pero lo que caracterizó, sobre otras realidades espirituales, a la noche en la que Jesús estuvo especialmente entregado a los que le escuchaban, fue la instauración de la Santa Misa.

El Evangelio de San Marcos (14, 22-24) lo dejó escrito de la siguiente forma:

“Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: ‘Tomad, este es mi cuerpo.’ Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: ‘Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.’”

Y desde tan importante momento aquellos que nos consideramos discípulos suyos recordamos que tal sacrificio nos salvó para toda la eternidad y damos gracias por el mismo y, aunque muchos odien al mismo y a lo que supone para millones de personas, estamos más que seguros que Dios quiere que así sea. Si entregó a su único Hijo para que muriera en una cruz no fue por capricho sino porque nos convenía a todos.

Esto es mi cuerpo” y “Esta es mi sangre”. Y nosotros miramos, desde este tiempo en el que nos ha tocado vivir, aquel pan y aquel vino que, junto a la cruz es todo lo que tenemos para salvarnos.


Eleuterio Fernández Guzmán

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4.04.12

Ad pedem litterae-Hermanos en la red - P. Pablo Cabellos Llorente

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

Cuando se escribe con la intención de que lo que se dice tenga un sentido genérico y universal se consigue que, quien lo lea, se encuentre donde se encuentre, pueda extraer conclusiones que se le pueden aplicar.

Algo así ha hecho el P. Pablo Cabellos. Cuando titula “Valencia es mucho más” lo hace, seguramente, con la intención de que cada cual ponga el nombre del pueblo o ciudad que tenga como personal porque, sin duda alguna, lo que ha escrito bien vale para todos.

Así, por ejemplo, es un tema universal el hecho de que haya que dar “pasos adelante todos y cada uno de los que componemos la sociedad civil” para salir de difícil situación por la que atraviesa la misma. Pero, además, también lo es que, como dice el autor del artículo, para sobrellevar la crisis tenemos que tener en cuenta tanto nuestra “propia conciencia” para preguntarnos si hacemos lo que debemos y, también, que nos debemos saber “administradores de nuestra tierra” porque Dios nos la entregó para que fuese administrada y entregada a nuestros descendientes.

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3.04.12

Un amigo de Lolo - Donde nace la Luz

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Donde nace la Luz

Según sea el sentido que de lo espiritual tenga cada uno (si es profundo o es meramente superficial) el hecho mismo de buscar una luz que nos muestre el camino hacia el definitivo Reino de Dios puede ser demostración inequívoca de hasta qué punto es importante llevar a cabo tal labor. Es decir, la luz o es luz (con minúscula) y la tenemos como poco destacable o es Luz y, como tal, es fundamental para nuestra existencia.

¿Desde dónde nos movemos y existimos?

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2.04.12

Serie Bienaventuranzas en San Mateo - 5.- Los misericordiosos

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Explicación de la serie

Sermón del Monte

S. Mateo, que contempla a Cristo como gran Maestro de la Palabra de Dios, recoge, en las 5 partes de que consta su Evangelio, la manifestación, por parte del Hijo, del verdadero significado de aquella, siendo el conocido como Sermón de la Montaña el paradigma de esa doctrina divina que Cristo viene a recordar para que sea recuperada por sus descarriados descendientes.

No creáis que vengo a suprimir la Ley o los Profetas (Mt 5,17a). Con estas palabras, Mateo recoge con claridad la misión de Cristo: no ha sido enviado para cambiar una norma por otra. Es más, insiste en que no he venido a suprimirla, sino a darle su forma definitiva (Mt 5,17b). Estas frases, que se enmarcan en los versículos 17 al 20 del Capítulo 5 del citado evangelista recogen, en conjunto, una explicación meridianamente entendible de la voluntad de Jesús.

La causa, la Ley, ha de cumplirse. El que, actuando a contrario de la misma, omita su cumplimiento, verá como, en su estancia en el Reino de los cielos será el más pequeño. Pero no solo entiende como pecado el no llevar a cabo lo que la norma divina indica sino que expresa lo que podríamos denominar colaboración con el pecado o incitación al pecado: el facilitar a otro el que también caiga en tal clase de desobediencia implica, también, idéntica consecuencia. El que cumpla lo establecido tendrá gran premio.

Pero cuando Cristo comunica, con mayor implicación de cambio, la verdadera raíz de su mensaje es cuando achaca a maestros de la Ley y Fariseos, actuar de forma imperfecta, es decir, no de acuerdo con la Ley. Esto lo vemos en Mt 5, 20 (Último párrafo del texto transcrito anteriormente).

Las conductas farisaicas habían dejado, a los fieles, sin el aroma a fresco del follaje cuando llueve, palabras de fe sobre el árbol que sostiene su mundo; habían incendiado y hecho perder el verdor de la primavera de la verdad, se habían ensimismado con la forma hasta dejar, lejana en el recuerdo de sus ancestros, la esencia misma de la verdadera fe. Y Cristo venía a escanciar, sobre sus corazones, un rocío de nueva vida, a dignificar una voluntad asentada en la mente del Padre, a darle el sentido fiel de lo dejado dicho.

El hombre nuevo habría de surgir de un hecho antiguo, tan antiguo como el propio Hombre y su creación por Dios y no debía tratar de hacer uso, este nuevo ser tan viejo como él mismo, de la voluntad del Padre a su antojo. Así lo había hecho, al menos, en su mayoría, y hasta ahora, el pueblo elegido por Dios, que había sido conducido por aquellos que se desviaron mediando error.

El hombre nuevo es aquel que sigue, en la medida de lo posible (y mejor si es mucho y bien) el espíritu y sentido de las Bienaventuranzas.

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1.04.12

La Palabra del Domingo - 1 de abril de 2012

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Mc 15, 1-39

Biblia

1Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. 2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.» 3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. 4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.» 5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido. 6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. 7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. 8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder.9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?»10 (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.) 11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. 12 Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?» 13 La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!» 14 Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!» 15 Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.16 Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. 17 Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. 18 Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!»19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. 20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle. 21 Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. 22 Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. 23 Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó. 24 Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. 25 Era la hora tercia cuando le crucificaron. 26 Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.» 27 Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. 29 Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, 30 ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» 31 Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. 32 ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él estaban crucificados. 33 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. 34A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: = «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir - = «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» = 35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.» 36 Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.» 37 Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. 38 Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. 39 Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»

COMENTARIO

Morir para salvar

En el itinerario que sigue Jesús desde que lo prenden hasta que exhala su último aliento en la cruz manifiesta, en más de una ocasión, lo que quería el Padre Dios para Su Hijo y, así, para toda la humanidad.

Jesús nada tenía que responde a quien se mostraba tan esquivo con la verdadera Ley de Dios (el Amor) y, por eso mismo, permanece callado ante Pilato que debería estar en la seguridad de que aquel hombre al que traían para que juzgara era inocente. Sin embargo, se sentía muy presionado por el populacho que pedía la vida de Jesús a cambio de la del preso que él mismo les había mostrado y que respondía al nombre de Barrabás.

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31.03.12

En los altares- San Cayetano

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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San Cayetano

“Yo soy pecador y me tengo en muy poca cosa, pero me acojo a los que han servido al Señor con perfección, para que rueguen por ti a Cristo bendito y a su Madre; pero no olvides una cosa: todo lo que los santos hagan por ti de poco serviría sin tu cooperación; antes que nada es asunto tuyo, y, si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a él y procura someter siempre tu voluntad a la suya, y no tengas la menor duda de que, aunque todos los santos y criaturas te abandonasen, él siempre estará atento a tus necesidades.”

Este texto pertenece a un texto de San Cayetano titulado “Cristo habite por la fe en nuestros corazones”. Pero ¿quién era este santo de la Iglesia católica?

Hijo del conde Gaspar de Thiene y de María di Porto, nació Cayetano en Vicenza (Italia) en el año 1480. Tenía un hermano y ambos quedaron al cuidado exclusivo de la madre cuando don Gaspar murió siendo ellos muy pequeños.

Aquel joven tenía en mente ser sacerdote y a ello se aplicó a pesar de que pudiera parecer que, por el camino emprendido en lo referido a sus estudios, no iba a conseguirlo.

Estudió durante 4 años en la Universidad de Padua. Allí sobresalió en el estudio de la teología y acabó doctorándose en derecho civil y canónico a los 24 años de edad, en 1504. Se le nombró senador en Vicenza.

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30.03.12

Eppur si muove - ¿La guerra del aborto?

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Los partidarios de ser matarifes de seres humanos no están de acuerdo con ciertas verdades que, por serlo, deben o deberían doler.

Por ejemplo, el obispo de Córdoba, don Demetrio Fernández ha dicho algo que ha puesto el dedo en la llaga. Y, como se refiere al tema del aborto, no han tardado ni un segundo en criticar lo que ha puesto sobre la mesa que es que el aborto es algo así como una sangría similar a la que se produce en una guerra.

Se ha referido, en concreto, a cifras que se han producido en Andalucía pero bien podemos multiplicarlas por unos cuantos dígitos. Ha sido esto:

“En Andalucía, cerca de 200.000. En Córdoba, en torno a 12.000. Cifras de los últimos diez años. Se trata de una verdadera sangría. Más muertos que en la guerra, una guerra silenciosa en contra de la vida, que además es presentada en tono de progreso. Nunca la muerte de un ser humano puede ser un progreso. Con la falta que nos hace repoblar nuestras tierras con sangre nueva ante el envejecimiento acelerado de la población.”

Y ha dicho, según parece, gran verdad que habrá, además, que multiplicar por mucho para que en tal resultado se incluya lo que corresponde a España y al resto del mundo.

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29.03.12

Día a día con San Josemaría

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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San Josemaría

Título: 366 textos de San Josemaría Escrivá de Balaguer
Autor: Eleuterio Fernández Guzmán (selección de textos)
Editorial: Edibesa
Páginas: 192
Precio aprox.: 4 €
ISBN: 978-84-8407-421-2
Año edición: 2012
Lo puedes adquirir en Editorial Edibesa

“Nació San Josemaría en 1902 en Barbastro (municipio, en España, de la provincia de Huesca). De seis hijos que tuvieron sus padres, fue el segundo. Trece años después, en 1915, su familia se trasladó a Logroño lugar donde su padre encontró un trabajo después de haber tenido que dejar el negocio que regentaba en el municipio en el que nació Josemaría.

En 1918, viendo Josemaría las huellas que sobre la nieve había dejado un religioso, se preguntó si es que Dios quería algo de su persona. En aquel momento, con tan sólo 16 años, decide hacerse sacerdote y en 1920 se incorpora al seminario diocesano de Zaragoza. Allí mismo lleva a cabo los estudios previos al sacerdocio. En aquella misma ciudad cursa los estudios universitarios de Derecho.

En 1925 recibe el sacramento del Orden y comienza su labor sacerdotal. Esperaba, de Dios, aún, la luz que le hiciera ver para saber, con exactitud, cuál sería su esencial destino. Aquel mismo año se traslada a Madrid para obtener el Doctorado en Derecho. “

Así puede empezar, de hecho empieza el libro aquí traído, una biografía del fundador del Opus Dei. Trata, sin embargo, de lo que el mismo título dice: “366 textos de San Josemaría Escrivá de Balaguer”, a la sazón, fundador de la Obra y santo más que actual. A partir de textos de sus libros “Amigos de Dios”, “Santo Rosario”, “Es Cristo que pasa”, “Vía crucis”, “Amar a la Iglesia”, “Forja”, “Surco”, “Discursos sobre la Universidad” sin olvidar a “Camino” se ha tratado de acercar, en casi 200 páginas, algunos pensamientos (la colección de la editorial Edibesa se titula, precisamente, “Un pensamiento para cada día”) del denominado santo de lo ordinario que nos permitan llevar una vida espiritual acorde a nuestra creencia.

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