16.10.13

Cosas que a uno le parecen la mar de bien

De rodillas

Estoy más que seguro que conforme se vaya leyendo el artículo de hoy, más de una persona pensará “pues no es para tanto”; alguna que otra dirá “pues vaya”; e, incluso, algún que otro sacerdote estará en lo cierto si dice, por ejemplo, “eso a mí no me pasa”. Es más, a lo mejor cosa tan simple como este le sirve a más de uno para hacer algo parecido si es que no lo hace ya.

Las cosas relacionadas con la Santa Misa son tenidas, en demasiadas ocasiones, como realidades que están ahí y que, al fin y al cabo, todo el mundo las conoce y tampoco es como para hacer hincapié donde no hay que hacerlo.

Hace casi tres años no tuve más remedio que escribir, sobre el mismo asunto de hoy, pero desde la perspectiva negativa, esto:

En el momento de la consagración yo voy a lo de Dios o, lo que es mismo, a lo mío (porque en este caso hay coincidencia perfecta entre una voluntad, la del Creador, y una actitud, la del creyente). Es decir que estaba de rodillas y, como suelo hacer, para mejor recogimiento, con los dedos cruzados y tapándome los ojos (así lo aprendí el primer día de colegio cuando un jesuita nos dijo que se podía rezar, también, poniendo así los dedos y no sólo con las palmas de las manos juntas mirando hacia arriba y fue mi primera decisión espiritual que aún mantengo).

Pero decidí experimentar algo y miré para mi derredor y para el resto de la Iglesia. !Albricias¡, vi que más de la mitad (bastante más) de los fieles no se arrodillaban cuando el cuerpo y la sangre de Cristo se consagraba y, digamos, traíamos al presente aquellas palabras de Jesucristo “Esto es mi cuerpo… porque esta es mi sangre” y demás parte de la consagración.

Es bien cierto que muchas personas de las que no se arrodillaron eran mayores y, como es de esperar, no pueden ponerse de rodillas. Sin embargo, un gran número de creyentes eran, seguramente más jóvenes que yo (que tengo 47 años ya cumplidos).

Entonces dije que no me parecía nada bien que en un momento tan importante de la Santa Misa (¡nada menos que la Consagración!) muchas personas tenga la tendencia a no arrodillarse como si se tratara de un momento de poca importancia.

Pues bien, el pasado día 12 de octubre y aún no siendo día de precepto (esto da para otro artículo; y lo dará, si Dios quiere) el que esto escribe tuvo la feliz idea de dirigirse a la única Parroquia de mi localidad donde se celebra la Eucaristía todos los días a horas más bien tempranas. Era la Misa de las 9, 30 de la mañana o, para los que gusten del latín, ante meridiem.

Recuerdo ahora (vamos, no es que lo recuerde sino que lo he visto al leer lo que, dicho arriba, escribí en su día) que un comentarista, y además colega de esta casa InfoCatólica, llamado Luis Ignacio Amorós dijo esto acerca del tema en cuestión:

Los sacerdotes tienen el instrumento de las moniciones para ejercer una cierta docencia sobre la asistencia correcta y respetuosa a misa, pero pocas veces la emplean, y rarísimamente para advertir de incorrecciones al canon. Esa enseñanza es oficio de cristianos, pero sobre todo de sacerdotes, y los obispos son quienes deben supervisar que cumplen su labor.

Sigamos, pues.

Decía que era la Santa Misa de las 9.30 a.m. cuando, en el momento determinado, justo antes de proceder a la consagración, el sacerdote que celebraba dijo esto: “De rodillas”. Dijo a los presentes que debíamos ponernos de rodillas.

La verdad es que más de uno dirá que es lo que hay que hacer y que tampoco es necesario que lo diga el sacerdote. Sin embargo, no sólo dijo eso sino que, el buen hombre (Dios lo guarde muchos años) quiso dar una pequeña explicación, dar razones de nuestra esperanza, como diría San Pedro, acerca de tal acto y el tal momento.

Hizo, exactamente, lo que recomendó, como necesidad, el comentarista arriba citado. Y bien que lo hizo.

¿Qué dijo?

Pues lo obvio pero que, por obvio, de olvida demasiadas veces por parte de quien, no estando impedido físicamente para ponerse de rodillas, simplemente no se pone de rodillas.

Y fue que se trata, en primer lugar, de un gesto de empequeñecimiento ante el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nos arrodillamos, pues, para reconocer nuestra humildad (esto lo digo yo) y en un momento en el que el cereal y el vino pasan a ser el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió en muerte de cruz por todos nosotros. Y eso parece más que importante como para que los creyentes que en tal momento están presenten se muestren su “respeto” y “adoración” hacia tal momento y hacia Quien está presente en tales formas.

Y es que dijo, también, que debemos respeto y adoración y que por eso nos arrodillamos.

Es más que cierto, y es evidente con tan sólo asistir a una Misa que muchas personas no pueden, físicamente, arrodillarse por ser mayores o por estar aquejadas de enfermedad. En este caso, supongo yo que bastará con un recogimiento especial en el momento de la Consagración en señal de tan respeto y de tal adoración. Sin embargo, es difícil negar que otros muchos católicos no se arrodillan porque, es posible, ignoran lo que está pasando o, simplemente, porque no quieren arrodillarse. Y, en tal caso, será Dios quien, cuando corresponda, diga lo que tenga que decir. A nosotros nos basta y nos sobra con decir lo que pasa pues tampoco somos más que nadie (mejor, somos menos que muchos) pero no vamos a permanecer callados cuando vemos determinadas cosas.

En fin. Como he dicho arriba más de uno pensará que la cosa es muy común. Sin embargo, al que esto escribe hay cosas que le parecen la mar de bien y lo que hizo el sacerdote en la Santa Misa, 9, 30 a.m. de la Parroquia de la Asunción de Torrent (Valencia) está la mar de bien.

Y que se repita, oiga.

Eleuterio Fernández Guzmán

……………………….
Por la libertad de Asia Bibi.
……………………..

Por el respeto a la libertad religiosa.

……………………..

Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saberse muy poco ante Dios es la mejor manera de reconocer cómo somos.

…………………………….
Para leer Fe y Obras.
…………………………….

InfoCatólica necesita vuestra ayuda.

Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:


Y da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

15.10.13

Un amigo de Lolo - Dios es Todo de todo pero no todo es Dios

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Dios es Todo de todo pero no todo es Dios

“¡Qué inmensa fuente de energías Aquella que puede dar su poder al rayo, la ola, el viento, los átomos y el sol! ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (1)

Existe la idea panteísta según la cual todas las realidades son Dios. Sin embargo, bien sabemos que eso no es cierto por una razón tan sencilla como es, por ejemplo, en el hombre, la existencia del pecado y en el resto de seres, la simple imperfección en su esencia y su existir.

Todo, eso sí, parte de Dios y se mantiene, también, por el mismo Creador que, a diferencia de lo que se pueda pensar, no se quedó a descansar para siempre en el famoso séptimo día en el que, después, de Crear (con mayúscula) tomó tan sabia decisión de dejar que lo creado actuase por sí mismo llevado de la libertad (racional o irracional en el sentido de instintiva) como don de Dios.

En realidad, si bien lo pensamos es bastante cómodo para nosotros creer, porque es cierto, que Dios da a todo lo que existe una razón para existir, una forma de existir y, en fin, un modo de conducirse. Es cómodo, decimos, porque nos evita tener que estar, continuamente, justificando esto o lo otro. Todo es parte de la Providencia del Todopoderoso y a ella nos debemos.

Leer más... »

14.10.13

Serie oraciones – invocaciones : Oración para alcanzar la humildad, de Santa Teresita del Niño Jesús

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie oraciones – invocaciones- Oración para alcanzar la humildad, de Santa Teresita del Niño Jesús

Leer más... »

13.10.13

La Palabra del Domingo - 13 de octubre de 2013

Beatificación 13.10.13

Biblia

Lc 17, 11-19

“11 Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,12 y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia 13 y, levantando la voz, dijeron: ‘¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!’ 14 Al verlos, les dijo: ‘Id y presentaos a los sacerdotes.’ Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. 15 Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; 16 y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. 17 Tomó la palabra Jesús y dijo: ‘¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?’ 19 Y le dijo: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado.’”

COMENTARIO

La salvación es para todos: Palabra de Dios

La verdad es que sentirse miembro del pueblo elegido por el Creador para ser salvado ha de ser algo muy bueno. Eso, al menos, pensaban los que pertenecían al pueblo judío. Se sentían muy afortunados, ¡y lo eran!, por estar en el corazón de Dios y ser, así, quienes iban a ocupar las praderas del definitivo Reino del Todopoderoso.

Eso, en verdad, era más que cierto. Y, sin embargo, tuvo que cambiar mucho la situación por la que pasó aquel pueblo elegido para que Dios se viese obligado en enviar a su Hijo engendrado y no creado para que la salvación, ahora sí, pudiese recaer sobre la humanidad toda que, no olvidamos, ha creado el Padre.

Leer más... »

12.10.13

Hispanidad y fe

Hispanidad.

Que el día 12 de octubre se celebre, al menos en España (aunque cada vez con menos intensidad y devoción política) el que es llamado de la “Hispanidad” ha de querer decir algo. En realidad ha de querer decir que en un momento determinado, y llevados por barcos de este lado del charco y del Reino de Castilla en el siglo XV unos esforzados compatriotas supieron hacer algo más que decir “tierra a la vista”. Es más, con aquella visión se abría un mundo no sólo económico sino, yendo mucho más lejos, una inmensa obra espiritual.

Pues bien, no se me ocurre mejor homenaje a tantas y tantas personas que colaboraron en la evangelización de América que recordar esto que sigue.

Descubrir y evangelizar

En algunas ocasiones se ha criticado el hecho mismo del descubrimiento de América. A lo mejor se piensa que hubiera sido mejor que la situación se hubiera quedado como estaba antes de que Cristóbal Colón llegara a las tierras hermanas. Eso, claro, no se puede saber pero, como es más que posible que de no haberlo hecho el navegante que lo hizo al servicio del Reino de Castilla lo hubiera hecho otra persona favoreciendo a algún otro Reino, tenemos por bueno lo hecho.

Leer más... »

11.10.13

Eppur si muove - La vida, la nuestra… ¿es nuestra?

Confianza en Dios

Hace pocos días el teólogo Hans Küng ha dado a entender que, dado que está pasando por un mal momento físico debido a una grave enfermedad que padece, está meditando la posibilidad de hacer que alguien le quite la vida. Lo dice porque, a su entender, puede hacer depende su propia existencia de su propia voluntad y si le viene bien (por lo mal que está físicamente) basta con procurarse un remedio tan extremo como es que se le quite la vida en aplicación de la temible y terrible eutanasia.

En realidad, en todo esto subyace un tema muy grave como es la pérdida total de fe mediante la duda acerca de si es posible hacer con nuestra vida, en el fondo y en el final de la misma, lo que nos venga en gana.

Por eso podemos preguntar si la vida es nuestra. Así de simple.

Por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia católica también contempla el tema del suicidio (sea asistido o no lo sea) Así, por ejemplo, dice que

“2280 Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.

2281 El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.

2282 Si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral. Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.

2283 No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que El solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.”

Queda, pues, más que claro que la vida no es nuestra porque nos la haya dado Dios sino que es, precisamente, de Dios que es quien nos la ha dado. Y sólo al Creador corresponde decidir en qué momento terminamos nuestro peregrinar por este mundo.

No podemos, por lo tanto, disponer de nuestra vida a nuestro antojo para hacer algo muy contrario a la misma como es, por ejemplo, el suicidio. Es, además, una manifestación de franco desagradecimiento hacia el Todopoderoso que no debemos olvidar.

Y, abundando en la importancia que tiene la vida y en lo que no hay que hacer con ella, el Beato Juan Pablo II en su Evangelium vitae (65) dice que

“Ciertamente existe la obligación moral de curarse y hacerse curar, pero esta obligación se debe valorar según las situaciones concretas; es decir, hay que examinar si los medios terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las perspectivas de mejoría. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; expresa más bien la aceptación de la condición humana ante al muerte.”

… Hechas estas distinciones, de acuerdo con el Magisterio de mis Predecesores y en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio.”

Dice, además, el 5º Mandamiento, “No matarás” que ha de querer decir, también, “No procurarás que te maten” que es lo mismo pero aplicado a uno mismo y a su propia existencia.

Tampoco debemos olvidar que cuando decimos, en el Padre Nuestro, “no nos dejes caer en la tentación” estamos insistiendo a Dios en el hecho de que, aunque exista tal tentación (ahora la de quitarse la vida) nos ayude a no dejar que nos domine y, al final, nos venza.

Es bien cierto, por otra parte, que el sufrimiento, en determinadas ocasiones, puede ser terrible (ahí tenemos a muchas personas que mucho sufren o, por ejemplo, al Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, que mucho sufrió en vida terrena) pero no es menos cierto que el creyente tiene un apoyo tan grande que no puede hacerle ascos en los tales momentos de sufrimiento: es Padre y es Dios. Por eso le recomendamos tanto a Hans Küng como a todos los que sufran por algún motivo de enfermedad o estén pasando otro tipo de tribulaciones a lo mejor menos graves pero también importantes, estas palabras de la santa de Ávila, Santa Teresa de Jesús que son muy conocidas y que dicen esto:

Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta.

Sólo Dios basta… y a Él vamos.

Eleuterio Fernández Guzmán

……………………….

Por la libertad de Asia Bibi.
……………………..

Por el respeto a la libertad religiosa.

……………………..

Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Depende nuestra existencia de Quien nos creó.

…………………………….
Para leer Fe y Obras.
…………………………….

InfoCatólica necesita vuestra ayuda.

Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:


Y da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

10.10.13

Mire don Pedro: pecho tenemos todos y lo que importa es qué se lleva dentro

Tenemos que reconocer, aunque nos pese y, a la vez, nos alegre, que hay personas que son una fuente de posibilidades para la escritura. Es decir que pensando en lo que dicen o dejan para la posteridad en escritos varios se le alegra el corazón a uno por lo fácil que le ponen la tarea de cada día. Son, digamos, tan transparentes que basta con leerlos para darse cuenta de lo que encierra su corazón, aún sin entrar en lo secreto del mismo donde sólo Dios llega.

Pues bien, entre tales personas se encuentra don Pedro Casaldáliga de quien en este mismo blog he tenido ocasión de escribir más de una vez y más de dos. En realidad, da para mucho este señor mayor que dícese católico y lo es, digamos, a su modo, manera y entendimiento. Además, si hay quien le jalee y le ría las gracias que dice y escribe, pues qué mejor para un final de vida que sentirse arropado aunque la manta esté corroída y huela más que mal…

Pero bueno, eso es cosa suya que, para eso, ha cumplido varias decenas de años y unas cuantas advertencias por lo cómo entiende la fe que dice tener.

Vayamos, pues, con la penúltima de don Pedro. Se ha producido en una entrevista que han publicado en ya saben ustedes qué medio muy dado en sostener mucho de lo malo y peor que hay en la Iglesia católica.

Sí, en ése…

Leer más... »

9.10.13

¡Alabado sea Dios por esta denostada práctica piadosa!

Santo Rosario

Si nos atenemos a lo que, por lo general, se piensa acerca de determinadas prácticas religiosas católicas, el rezo del Santo Rosario puede que parezca, a más de una persona incluso católica, algo desfasado y que es propio de personas de avanzada edad.

Nada más lejos de la realidad. El Rosario es una oración sumamente importante para quien cree en Dios.

Para que nadie dude sobre lo aquí dicho, nada mejor que sea el Santo Padre, emérito, quien diga lo que, al respecto, entiende sobre el Santo Rosario:

“El Rosario es escuela de contemplación y de silencio. A primera vista, podría parecer una oración que acumula palabras, y por tanto difícilmente conciliable con el silencio que se recomienda justamente para la meditación y la contemplación. En realidad, esta cadenciosa repetición del ‘Ave María’ no turba el silencio interior, sino que lo busca y alimenta. De la misma forma que sucede con los Salmos cuando se reza la Liturgia de las Horas, el silencio aflora a través de las palabras y las frases, no como un vacío, sino como una presencia de sentido último que trasciende las mismas palabras y junto a ellas habla al corazón. Así, recitando las Ave María es necesario poner atención para que nuestras voces no “cubran” la de Dios, que siempre habla a través del silencio, como “el susurro de una brisa ligera” (1 Re 19, 12). ¡Qué importante es entonces cuidar este silencio lleno de Dios, tanto en la recitación personal como en la comunitaria! También cuando es rezado, como hoy, por grandes asambleas y como hacéis cada día en este Santuario, es necesario que se perciba el Rosario como oración contemplativa, y esto no puede suceder si falta un clima de silencio interior”.

Esto lo dejó dicho Benedicto XVI durante el rezo, precisamente, del Rosario en Pompeya el 19 de octubre de 2008.

Leer más... »

8.10.13

Un amigo de Lolo - Ansiar, de verdad, la vida eterna

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Ansiar, de verdad, la vida eterna

”Soñar no cuesta nada”. Ya lo creo que cuesta. ¡Y cuánto! Son gratuitos los sueños humanos, pero las verdaderas ilusiones tienen de precio el corazón y no se pagan más que con la vida”.
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (220)

Es bien cierto que, para un ser humano, soñar o, lo que es lo mismo, imaginar lo bueno y mejor para su vida, es de lo más común. ¿Quién no tiene ideas acerca de lo que podría ser o no ser su existencia? Y esto porque, en realidad, poner nuestra esperanza en algo tangible es, hoy por hoy, la más cruda realidad de los hijos de Dios.

De todas formas, y eso sí que es verdadero y cierto, soñar es libre y a cada cual nos da por unas cosas o por otras porque, en cuanto a imaginación, nadie nos gana en darle alas a la “loca de la casa” como bien diría la santa de Ávila.

Así, si somos en exceso mundanos, gustamos mucho de anhelar cosas materiales. Acumulamos, de esta forma, para esta vida donde, como sabemos, la polilla todo lo corroe empezando por el corazón que, en demasiadas ocasiones, llenamos de lo que es superfluo y no tiene importancia alguna. Y entonces, verdaderamente, hemos hecho el canelo con tal forma de actuar pues, como se dice, nada nos llevamos al más allá al quedar todo lo que es perecedero en este lado del Reino de Dios.

Pero hay sueños que no son tan fáciles de alcanzar y para los que, como diría Jesús, hace falta mucha oración y mucho pedir a Dios acerca de ellos.

Lo más sublime y, en realidad, lo único que, en el fondo, puede importarnos y nos conviene es la tan traída y llevada vida eterna. A fuer de no ser tocada o vivida, lógicamente, ahora mismo, pudiera parecer que no tiene más importancia que la que cada uno quiera darle o tener para su vida. Y para tal vida sólo vale el verdadero sueño que se alcanza si se hace lo posible, primero, por aceptar que es cierto y real y, en segundo lugar, poniendo de nuestra parte todo, todo, lo que haga falta empezando por nuestra propia vida.

Leer más... »

7.10.13

Serie oraciones - invocaciones: Esparcir tu fragancia, del Cardenal Newman

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie oraciones – invocaciones: Esparcir tu fragancia, del Cardenal Newman

Leer más... »