10.09.14

Serie Principios básicos del Amor de DiosMisericordia de Dios

Amor de  Dios

“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”.

(1 Jn 4, 16)

Este texto, de la Primera Epístola de San Juan es muy corto pero, a la vez, muestra la esencia de la realidad de Dios al respecto del ser humano que creó y mantiene en su Creación.

Es más, un poco después, tres versículos en concreto, abunda en una verdad crucial que dice que: “Nosotros amamos, porque él nos amó primero”.

Dios, pues, es amor y, además, es ejemplo de Amor y luz que ilumina nuestro hacer y nuestra relación con el prójimo. Pero eso, en realidad, ¿qué consecuencias tiene para nuestra existencia y para nuestra realidad de seres humanos?

Que Dios sea Amor, como es, se ha de manifestar en una serie de, llamemos, cualidades que el Creador tiene al respecto de nosotros, hijos suyos. Y las mismas se han de ver, forzosamente, en nuestra vida como quicios sobre los que apoyarnos para no sucumbir a las asechanzas del Maligno. Y sobre ellas podemos llevar una vida de la que pueda decirse que es, verdaderamente, la propia de los hijos de un tan gran Señor, como diría Santa Teresa de Jesús.

Decimos que son cualidades de Dios. Y lo decimos porque las mismas cualifican, califican, dicen algo característico del Creador. Es decir, lo muestran como es de cara a nosotros, su descendencia.

Así, por ejemplo, decimos del Todopoderoso que muestra misericordia, capacidad de perdón, olvido de lo que hacemos mal, bondad, paciencia para con nuestros pecados, magnanimidad, dadivosidad, providencialidad, benignidad, fidelidad, sentido de la justicia o compasión porque sabemos, en nuestro diario vivir que es así. No se trata de características que se nos muestren desde tratados teológicos (que también) sino que, en efecto, apreciamos porque nos sabemos objeto de su Amor. Por eso el Padre no puede dejar de ser misericordioso o de perdonarnos o, en fin, de proveer, para nosotros, lo que mejor nos conviene.

En realidad, como escribe San Josemaría en “Amar a la Iglesia “ (7)

“No tiene límites el Amor de Dios: el mismo San Pablo anuncia que el Salvador Nuestro quiere que todos los hombres se salven y vengan en conocimiento de la verdad (1 Tim II, 4).”

Por eso ha de verse reflejado en nuestra vida y es que (San Josemaría, “Forja”, 500)

“Es tan atrayente y tan sugestivo el Amor de Dios, que su crecimiento en la vida de un cristiano no tiene límites”.

Nos atrae, pues, Dios con su Amor porque lo podemos ver reflejado en nuestra vida, porque nos damos cuenta de que es cierto y porque no se trata de ningún efecto de nuestra imaginación. Dios es Amor y lo es (parafraseando a San Juan cuando escribió – 1Jn 3,1- que somos hijos de Dios, “¡pues lo somos!”) Y eso nos hace agradecer que su bondad, su fidelidad o su magnanimidad estén siempre en acto y nunca en potencia, siempre siendo útiles a nuestros intereses y siempre efectivas en nuestra vida.

Dios, que quiso crear lo que creó y mantenerlo luego, ofrece su mejor realidad, la misma Verdad, a través de su Amor. Y no es algo grandilocuente propio de espíritus inalcanzables sino, al contrario, algo muy sencillo porque es lo esencial en el corazón del Padre. Y lo pone todo a nuestra disposición para que, como hijos, gocemos de los bienes de Quien quiso que fuéramos… y fuimos.

En esta serie vamos, pues a referirnos a las cualidades intrínsecas derivadas del Amor de Dios que son, siempre y además, puestas a disposición de las criaturas que creó a imagen y semejanza suya.

Misericordia de Dios

Misericordia de Dios

Es San Lucas quien, en su evangelio, pone el ejemplo perfecto de lo que es, de lo que significa, la Misericordia de Dios.

Es más que conocida la parábola del buen samaritano (10, 27-37) porque siempre se relaciona la misma con el hecho mismo de compadecerse de lo que, al fin y al cabo, es la miseria material y moral en la que vive el hijo que quiso alejarse del padre porque creía que sería la mejor forma de vivir según sus particulares modos de pensar. Y bien que vivió de tal manera.

El caso es que aquel joven, pensemos en nosotros mismos en más de una ocasión de nuestra vida, perdió a su progenitor de vista (típica rebelión de hijo a determinada edad) y quiso, así, ser él mismo. Y bien que lo fue.

Pero lo que más nos importa, lo que es crucial en esta parábola, no es la situación del hijo (ni siquiera la de su hermano que daría para escribir otro tanto largo y tendido) sino lo que es y representa el padre.

Tenemos por verdad, a tal respecto, que la expresión “el reino de Dios es como…” viene referido al Creador mismo. Es como si dijésemos que “Dios es…” y de tal forma la utiliza Jesús cuando hace lo propio con la parábola como método y medio de enseñanza de la santa doctrina que sale de su corazón y de su boca.

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9.09.14

Un amigo de Lolo – El quicio del sufrimiento

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

El quicio del sufrimiento

“¿Quién no tiembla ante el dolor si Cristo mismo tiritó en la noche bajo los olivos? Pero el dolor, desde Él y por Él, nos da fortaleza de piedra de esquina en casa nueva”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (962)

“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”.

Tal expresión de verdad salió de la boca de Jesucristo para darnos a entender que Él era quien, desechado, daba, daría, forma al Reino de Dios en la Tierra y, luego, en el Cielo, al definitivo del Padre Dios Espíritu Santo.

Una cosa es, por cierto, lo que nos pueda pasar, por lo que estemos pasando y otra, muy distinta, el sentido que le demos a lo que nos acontece. Y en esto tiene mucho que decir nuestra fe y qué hacemos con ella y con respecto a ella.

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8.09.14

Cuando nace la Sin Pecado

Natividad de Bamberg

Hubo quien dijo, al respecto del nacimiento inmaculado de María, que Dios podía hacer que eso pudiera ser posible, que quería que eso fuera posible y que por eso fue posible. Y es que para Dios nada hay imposible como muy sabemos por haberlo demostrado muchas veces.

Tal realidad espiritual la tenemos por dogmática porque no puede ser de otra forma. Y aceptamos que María nació sin el pecado original porque fue concebida de forma santa y, hay que decirlo, milagrosa, por aquella mujer, la llamamos Ana, que era mayor para concebir (como lo era, luego, Isabel, la esposa de Zacarías, y madre de Juan el Bautista; ambas “estériles” para el mundo)

El caso es que María nació. Y que lo hizo de la forma más limpia posible que fue la misma que seguiría a lo largo de su vida terrena; limpieza impresa a fuego en su corazón. Y por eso subió así al cielo, en Cuerpo y Alma. Y es que todo, en la vida de aquella de la que hoy celebramos su natividad, estaba escrito en el corazón de Dios

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7.09.14

La Palabra del Domingo - 7 de septiembre de 2014

Mt 18, 15-20

Biblia

“15 ‘Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 16 Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que = todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. = 17 Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. 18 «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.19 «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.’”

COMENTARIO

En medio de todos los que oran

Pudiera dar la impresión de que lo que Jesús dice en este texto del evangelio de San Mateo no tiene mucho que ver. Es decir, que se tratase de cosas que deberían ir cada una por su lado. Sin embargo, como el Hijo de Dios no da puntada sin hilo, esto es, en efecto, una simple impresión a primera vista.

Jesús sabe que lo que tenga que pasar cuando se marche a Casa del Padre será muy importante. Por eso está formando a unos discípulos de forma más profunda, con más cercanía espiritual. Y por eso les dice aquello que sólo ellos deben saber.

El caso de lo que les dice en este momento será crucial para la vida espiritual de la Iglesia que va a fundar porque de no hacerlo así aquello que deberá ser el quicio sobre el que apoyar el edificio de la misma se podría venir pronto abajo

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6.09.14

Serie “Al hilo de la Biblia” - El profeta Daniel ya lo dijo

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

El profeta Daniel ya lo dijo

Profeta Daniel

Esto está escrito (Dn 12, 1-4 )

La resurrección y la retribución final

”1En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro.

2 Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno.

3 Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia
brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.

4 En cuanto a ti, Daniel, oculta estas palabras y sella el Libro hasta el tiempo del Fin. Muchos buscarán aquí y allí, y aumentará el conocimiento".

Este profeta, que escribió su libro hacia el 165 a. C. había escrito, unos capítulos antes, un texto que se entiende como profecía referida a Cristo. Allí dejó escrito esto (7, 13-14):

13 Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él.

14 Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.

Se suele entender que el “hijo de hombre” es, como decimos arriba, el Hijo de Dios a quien, en efecto, se le entrega todo el poder (Dios Todopoderoso es hecho hombre) y, también ciertamente, el Reino que instaura durará para siempre.

Pues bien, Daniel, que vivió en tiempos en los que rey Antíoco IV Epífanes quiso helenizar a la fuerza al pueblo elegido por Dios haciendo lo posible e imposible para que abandonase la Ley de Moisés y, ya de paso, para imponer el culto pagano, nos pone sobre la pista de lo que ha de ser, de lo que será la resurrección de la carne que, como vemos, no es una realidad espiritual que Cristo difundió porque fuera una idea que tuviera o algo por estilo. Al contrario es la verdad pues al haber sido así establecido por Dios Creador no otra cosa ha de suceder. Y Daniel lo dejó escrito en el texto que traemos aquí.

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5.09.14

Las llaves de Pedro – Consideraciones acerca de Lumen fidei - Oración y Ley de Dios

Escudo papal Francisco

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23)

En los siguientes artículos vamos a tratar de comentar la primera Carta Encíclica del Papa Francisco. De título “Lumen fidei” y trata, efectivamente, de la luz de la fe.

Oración y Ley de Dios

Fe, oración y decálogo

46. Otros dos elementos son esenciales en la transmisión fiel de la memoria de la Iglesia. En primer lugar, la oración del Señor, el Padrenuestro. En ella, el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo. A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a él.

Además, es también importante la conexión entre la fe y el decálogo. La fe, como hemos dicho, se presenta como un camino, una vía a recorrer, que se abre en el encuentro con el Dios vivo. Por eso, a la luz de la fe, de la confianza total en el Dios Salvador, el decálogo adquiere su verdad más profunda, contenida en las palabras que introducen los diez mandamientos: « Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto » (Ex 20,2). El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del « yo » autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios. El decálogo es el camino de la gratitud, de la respuesta de amor, que es posible porque, en la fe, nos hemos abierto a la experiencia del amor transformante de Dios por nosotros. Y este camino recibe una nueva luz en la enseñanza de Jesús, en el Discurso de la Montaña (cf. Mt 5-7).

Lumen fidei

La fe ilumina todas aquellas realidades que tienen relación con ella. Así, como hemos dicho en otro momento, los Sacramentos son instrumentos de los que se sirve para llevar al creyente la luz de Dios. Y, a través de los mismos (vimos el caso del bautismo y de la eucaristía) quien se siente Hijo de Dios constata que, en efecto, lo es.

Pues bien, existen dos realidades espirituales que no es que tengan que ver con la fe sino que son expresión de la misma, en un caso y, en otro, secuencia expresada de Dios al hombre para que, precisamente, se sirva de la luz de la creencia y confianza en Nuestro Señor.

El Papa Francisco habla, al respecto de esto, tanto del Padrenuestro como de los Diez Mandamientos, expresiones perfectas de la voluntad del Creador para sus hijos.

Por una parte la oración que Jesús enseñó a sus apóstoles (luego, a nosotros, también) manifiesta una luz evidente que, de Dios, pone sobre la mesa de nuestra vida ordinaria, algo a tener muy en cuenta: al Todopoderoso nos dirigimos porque así lo dijo su Hijo. Y es que, como muy bien dice el Santo Padre, de quien es luz de luz sólo podemos conocer la luz verdadera y el verdadero destino para nuestras vidas. Por eso esta oración resulta tan importante para nuestra vida espiritual. Y es que es verdadera luz de verdadera iluminación divina, traída al mundo por Quien lo es todo por ser Dios hecho hombre. Y de aquí que podamos hacer uso de ella como instrumento, también, de salvación eterna al ser faro que nos muestra el camino hacia el definitivo Reino de Dios.

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4.09.14

El Padre Ángel parece que no sabe eso

Padre Ángel

Hay algo elemental cuando se habla: pensar lo que se dice. Aunque aún es peor que lo que se diga no tenga nada que ver con la fe que se dice tener.

El caso del Padre Ángel, ingrediente de muchas salsas bastante indigestas, parece que no ha estado muy oportuno en esta ocasión. A lo mejor, sin embargo, lo que ha dicho lo piensa de verdad. Entonces, francamente, la cosa es mucho peor.

Resulta que en su portal de cabezonería (no digo de cabecera porque lo que allí impera es la cazurrería contra la Iglesia católica) le han colgado una entrevista en la que se ha deslizado más de la cuenta.

No es que haya aparecido fotografiado bajo una bandera palestina con ya sabemos qué intenciones sino que ha dicho algo que tiene poco sostén católico o, mejor, ninguno.

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3.09.14

Serie Principios básicos del Amor de DiosPresentación

Amor de  Dios

“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”.

(1 Jn 4, 16)

Este texto, de la Primera Epístola de San Juan es muy corto pero, a la vez, muestra la esencia de la realidad de Dios al respecto del ser humano que creó y mantiene en su Creación.

Es más, un poco después, tres versículos en concreto, abunda en una verdad crucial que dice que: “Nosotros amamos, porque él nos amó primero”.

Dios, pues, es amor y, además, es ejemplo de Amor y luz que ilumina nuestro hacer y nuestra relación con el prójimo. Pero eso, en realidad, ¿qué consecuencias tiene para nuestra existencia y para nuestra realidad de seres humanos?

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2.09.14

Un amigo de Lolo - Conformarse a la voluntad de Dios

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Conformarse a la voluntad de Dios

“La aceptación es creadora, como el ‘hágase’ con que dio comienzo al mundo”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (705)

Por alguna característica muchas veces difícil de entender, el ser humano tiene la tendencia a mostrar, con relación al Creador, una voluntad que reacciona negativa a la propia del Todopoderoso. Pareciera como que el hijo se rebela contra el Padre porque, a lo mejor, cree que sin Él su existencia será mejor. Además, ¡cómo admitir el control que quiere tener sobre su descendencia!

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31.08.14

Serie oraciones – invocaciones - Romano Guardini: al Espíritu Santo

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Durante unas cuantas semanas vamos a dedicar esta serie a un gran católico como lo fue, y es, Romano Guardini. En su libro “Cartas sobre la formación de sí mismo” dedica una de ellas a la oración. En tal carta desgrana una serie de oraciones que vale la pena traer aquí. Y así lo haremos, con la ayuda de Dios.

Serie Oraciones – Invocaciones: Romano Guardini: al Espíritu Santo

Romano Guardini

“Espíritu de Jesús. Espíritu ardiente, de la luz y de la alegría, en otro tiempo, el día de Pentecostés, hiciste de los discípulos cristianos. La verdad de Cristo brilló en ellos con toda su luz, el amor de Cristo ardió en sus corazones y con tu fuerza vencieron al mundo. Ven a mí. Haz que mi conciencia sea clara, que vea qué debo hacer, también en la intrincada maraña de la vida diaria. Haz que tenga un corazón magnánimo y fuerte, para ser capaz de construir con alegría la obra de Dios. A Ti se te ha dado el Reino de Cristo. Su verdad Tú la enseñas. Su gracia Tú la dispensas. Sus mandamientos Tú los proclamas. Abre mis ojos para que yo vea al Señor. Haz que yo sepa quién es Jesús y qué quiere de mí”

Los discípulos de Cristo tenemos por verdad que el Espíritu Santo es el que lo es Dios. Por eso es tan importante en la vida de la humanidad redimida y del pueblo del Creador.

Pero el Espíritu Santo Dios nos fue dado en sucesivos momentos de la historia del hombre. Poco a poco se fue revelando la necesidad de comprender que era importante hasta que Jesús, Hijo de Dios y hermano nuestro, con su muerte, acrecentó la importancia de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad al ir al Padre, el Cristo, y tras su resurrección, enviar al Paráclito a sus hermanos los hombres.

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