16.08.16

Un amigo de Lolo – Saber qué hacer con nuestras cruces

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

Saber qué hacer con nuestras cruces

¿Qué hay en la armadura de un hombre? ¿Huesos? Sí, pero ¿y más allá?

Pues más allá, incluso de la médula, está la cruz. Bueno, la cruz y el amor. Pero el amor es todo lo contrario del miedo y por eso se elimina. Una cruz desnuda y a secas, lo que acaba es convenciendo, y si es con un hombre delante, apoyado sobre ella, redimido. Por eso, si no es posible esquivar la cruz, sí cabe disimularla, envolviéndola. Cuando un hombre quiere ser más positivo que su cruz, huele a azufre de ángel caído. Por eso, el espantapájaros no tiene manos ni pies, ni rostro, porque se han evadido en el anonimato de una figura sin alma.” (Las estrellas se ven de noche, p. 76)

Los creyentes católicos, hijos de Dios conscientes de que lo somos, sabemos, por nuestra fe, que estamos compuestos de cuerpo y alma.  Y eso, de cara a llevar una vida acorde con tales creencias, ha de suponer algo. Al menos, como mínimo, ha de significar que comprendemos lo que eso significa.

Leer más... »

15.08.16

Cuando María fue asunta al Cielo

 

“Por tanto, después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para acrecentar la gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste (44)”.

Así, digamos, finaliza el análisis que hace Pío XII en su Constitución Apostólica de título “Munificentissimus Deus” dada a la luz pública el 1 de noviembre de 1950. A partir de entonces, pues, la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo es considerada dogma de la fe católica. No podemos, pues, dudar nada de nada acerca del mismo y de lo que eso supone. 

María, pues, fue “llevada” a los cielos por Dios mismo o por los ángeles. Y eso, digamos, establece una clara diferencia con Jesús, su hijo, que “ascendió” a la Casa del Padre por sí solo. 

Antes de seguir, digamos que los protestan hace su papel (es decir, protestar, poner objeciones a la Verdad) al respecto de esto. Es decir, entienden que la asunción de María a los cielos no está reflejada en la Biblia. Sin embargo, sí lo están otros casos como, por ejemplo, los de Enoc (Gn 5, 24) o el de Elías (2 Re 2, 11-12). 

Estas personas fueron llevadas al cielo por su especial fe y confianza en Dios Todopoderoso: de Enoc dice el propio Génesis (2, 22) que “Anduvo con Dios” pero San Pablo escribe, en la Epístola a los Hebreos (11, 5-6), esto que sigue: 

Así lo dice, de Enoc, San Pablo:

“Por su fe también Henoc fue trasladado al cielo en vez de morir, y los hombres no volvieron a verlo, porque Dios se lo había llevado. Antes de que fuera arrebatado al cielo, se nos dice que había agradado a Dios; pero sin la fe es imposible agradarle, pues nadie se acerca a Dios si antes no cree que existe y que recompensa a los que lo buscan.”

Y si esto pasó con aquellos grandes en la fe ¿es posible que no pudiese pasar con María, la Madre de Dios?

Leer más... »

14.08.16

La Palabra del Domingo - 14 de agosto de 2016

 

 

Lc 12, 49-53

 

“49 ‘He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50    Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! 51 ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. 52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la  madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.’”

        

COMENTARIO

El fuego que trae Cristo

Las palabras que Cristo dice y que recoge este texto del evangelio del médico-evangelista son muy duras. Es más, cualquiera diría que son las propias de alguien que quiere armar lío en el mundo. Pero lío del bueno y no cualquier tipo de lío. 

Y, ciertamente, lo es. 

El Hijo de Dios no había sido enviado al mundo a pasar el rato. No. Al contrario es la verdad: el Creador creyó necesario que su Hijo se encarnase y bajase a la Tierra para cumplir una misión no muy fácil según sabemos que pasó. 

Por eso mismo, aquel Maestro que enseñaba con más autoridad que otros maestros, no tiene duda alguna y llama a las cosas por su nombre. Había venido a… quemar. 

Leer más... »

13.08.16

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Convertirse; confesar la fe

 Sagrada BibliaDice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice el P. Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia?“ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: una carta de Dios dirigida a su criatura”.

Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Convertirse, confesar la fe

Y Jesús dijo… (Lc 15, 7)

“Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.”

Cristo vino al mundo a predicar acerca de la conversión. 

Leer más... »

12.08.16

Serie “De Jerusalén al Gólgota” – IV – La Verónica

                                                 

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el final de la vida de Cristo o, mejor, el camino que lo llevó desde su injusta condena a muerte hasta la muerte misma estuvo repleto de momentos cruciales para la vida de la humanidad. Y es que no era, sólo, un hombre quien iba cargando con la cruz (fuera un madero o los dos) sino que era Dios mismo Quien, en un último y soberano esfuerzo físico y espiritual, entregaba lo poco que le quedaba de su ser hombre.

Todo, aquí y en esto, es grande. Lo es, incluso, que el Procurador Pilato, vencido por sus propios miedos, entregara a Jesús a sus perseguidores. Y, desde ahí hasta el momento mismo de su muerte, todo anuncia; todo es alborada de salvación; todo es, en fin, muestra de lo que significa ser consciente de Quién se es.

Aquel camino, ciertamente, no suponía una distancia exagerada. Situado fuera de Jerusalén, el llamado Monte de la Calavera (véase Gólgota) era, eso sí, un montículo de unos cinco metros de alto muy propio para ejecutar a los que consideraban merecedores de una muerte tan infamante como era la crucifixión. Y a ella lo habían condenado a Jesús:

“Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás! Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: ‘¡Crucifícale, crucifícale!’” (Lc 23, 18-21)

Aquella muerte, sin embargo, iba precedida de una agonía que bien puede pasar a la historia como el camino más sangriento jamás recorrido por mortal alguno. Y es que el espacio que mediaba entre la Ciudad Santa y aquel Calvario fue regado abundantemente con la sangre santa del Hijo de Dios.

Jerusalén había sido el destino anhelado por Cristo. Allí había ido para ser glorificado por el pueblo que lo amaba según mostraba con alegría y gozo. Pero Jerusalén también había sido el lugar donde el hombre, tomado por el Mal, lo había acusado y procurado que su sentencia fuera lo más dura posible.

El caso es que muchos de los protagonistas que intervienen en este drama (porque lo es) lo hacen conscientemente de lo que buscan; otros, sin embargo, son meros seres manipulados. Y es que en aquellos momentos los primeros querían quitar de en medio a Quien estimaban perjudicial para sus intereses (demasiado mundanos) y los segundos tan sólo se dejaban llevar porque era lo que siempre habían hecho.

Leer más... »

11.08.16

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Conocerle y conocerse.

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –Conocerle y conocerse

 

¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí, ser mi amigo…, mi hermano, mi padre, mi maestro, ser Dios, y ser yo lo que soy!

 

La ventaja de conocerse a sí mismo es que podemos saber qué es lo que nos sobra o nos falta. Y eso es lo que le pasa al hermano Rafael: sabe cómo es y eso le da una ventaja muy grande de cara a su salvación eterna.

Leer más... »

10.08.16

Reseña: “De Resurrección a Pentecostés”

 

De Resurrección a Pentecostés                        De Resurrección a Pentecostés

Título: De Resurrección a Pentecostés

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 186

Precio aprox.: 6,5 € en papel – 1€ formato electrónico.

ISBN: 5800117965767, papel; 978-1-326-75814-1, electrónico

Año edición: 2016

Los puedes adquirir en Lulu

 

“De Resurrección a Pentecostés” - de  Eleuterio Fernández Guzmán

       

Con este libro, el que esto escribe termina una trilogía que, a lo largo de los meses, hemos ido trayendo a esta casa de Infocatólica: el primer libro fue “De Ramos a Resurrección”; el segundo “De Jerusalén al Gólgota” y ahora, el tercero y último lleva por título “De Resurrección a Pentecostés” y, como fácilmente puede entreverse de los títulos, todos tienen relación con la salvación eterna que nos ganó nuestro hermano Jesucristo.

         De-ramos-a-resurrección            De Jerusalén al Gólgota - Camino de salvación eterna                                                

Así, cuando Jesucristo murió, a sus discípulos más allegados se les cayó el mundo encima. Todo lo que se habían propuesto llevar a cabo se les vino abajo en el mismo momento en el que Judas besó al Maestro.

Leer más... »

9.08.16

Un amigo de Lolo – Hijos de Dios

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Hijos de Dios

 

“Hijos de Dios son los que se miran entre sí y no ven diferencia de piel o pómulos, sino una ancha curva de colores que se unifican en el arco iris de la paternidad de Dios.”  (Bien venido, amor, 403).

 

Todos somos hijos de Dios.

Decir eso pudiera parecer, a alguien le puede parecer eso, un exceso en tal tipo de planteamiento. Sin embargo, lo bien cierto es que no es posible que unos seres humanos seamos creación del Todopoderoso y otros no.

Partimos, por tanto, de una evidencia que no se puede soslayar: todos somos hijos de Dios.

Leer más... »

7.08.16

La Palabra del Domingo - 7 de agosto de 2016

 


Lc 12, 32-48.

 

“32 ‘No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. 33 Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; 34 porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

 35 ‘Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, 36 y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. 37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. 38 Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! 39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. 40 También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.’ 41 Dijo Pedro: ‘Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?,’

 42 Respondió el Señor: ¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? 43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. 44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. 45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, 46 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. 47 ‘Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; 48 el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más”.

 

COMENTARIO 

El tesoro inagotable del Cielo 

Ciertamente, Dios podía haber hecho las cosas de otra manera. Exactamente… como hubiera querido. Pero quiso hacerlas así y nada podemos objetar (tampoco si hubiera querido hacerlas de otra manera). 

Queremos decir que en tiempos del pueblo hebrero seguramente había otros pueblos que eran más poderosos. Los mundanos podían pensar que podía haber escogido el Creador alguno de ellos para ser su pueblo. Sin embargo, como es más que conocido, Dios no piensa como los hombres y tiene unos parámetros distintos de pensamiento. 

El caso es que escogió al pueblo hebreo. 

Leer más... »

6.08.16

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Ser sal.

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice el P. Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia?“ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Ser sal

 

Y Jesús dijo… (Lc 14, 34-35)

“Buena es la sal; mas si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la sazonará? 35 No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran  fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.”

 

Todos somos hijos de Dios. Todos, pues somos sal y, por tanto, debemos dar sabor a lo que, de por sí, no tiene sabor. En tal sentido, la sal, nosotros, como buenos en cuanto hijos de Dios.

Sin embargo, puede pasar según nos dice Cristo en este texto del evangelio del médico evangelista.

Leer más... »