5.04.18

Reseña: “Un selfie con la Virgen María”

 

Un selfie con la Virgen María                         Un selfie con la Virgen María

Título: Un selfie con la Virgen María.

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 112

Precio aprox.: 3.99 € en papel –   0.99 € formato electrónico.

ISBN:  5800127649763 papel;  978-0-244-07839-3 electrónico.

Año edición: 2018

 Los puedes adquirir en Lulu.

Un selfie con la Virgen María” - de Eleuterio Fernández Guzmán.

 

Continuamos con la publicación de textos dentro de la Colección Fe sencilla. Este libro pertenece al apartado de título Virgen María.

Vayamos, pues, con la reseña. Y, para eso, reproducimos el primer apartado del libro que tiene el sugerente título (con sabor a zarzuela, debemos decir) “Las ciencias avanzan que es una barbaridad”

  

No podemos negar que muchas veces nos sorprenden los inventos que el hombre, con la ayuda inestimable de los dones de Dios, es capaz de llevar a cabo. Por eso estamos donde estamos en este siglo XXI y no nos hemos quedado quietos en aquellos primeros momentos de nuestra creación. Podemos decir, y no nos equivocaremos, que el Padre nos dio un corazón, además de limpio (aunque luego pasó lo que pasó) muy proclive a hacer rendir las neuronas. 

Haciendo de esto algo de humor negro, hasta el pobre Caín hizo algo impensable con una quijada de animal. Le dio uno uso que, con toda seguridad, no era el que tenía destinado a tener. Y es que el hombre, hasta en esto, es capaz de hacer algo nuevo con lo viejo. 

Esto, de todas formas, lo dejamos escondido (esto sí), bien escondido, debajo de algún celemín para que se vea lo mínimo posible y no dar malas ideas a nadie… 

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4.04.18

Reseña: “El Camino que traza Cristo, la Verdad que transmite Cristo, la Vida que ofrece Cristo”

 

El Camino que traza Cristo, la Verdad que transmite Cristo, la Vida que ofrece Cristo             El Camino que traza Cristo, la Verdad que transmite Cristo, la Vida que ofrece Cristo

Título: El Camino que traza Cristo, la Verdad que transmite Cristo, la Vida que ofrece Cristo.

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán.

Editorial: Lulu.

Páginas: 86.

Precio aprox.:   3.99 € en papel – 0.99  € formato electrónico.

ISBN: 5800127416976  papel;   : 978-0-244-07512-5  electrónico.

Año edición: 2018.

Los puedes adquirir en Lulu.

 

“El Camino que traza Cristo, la Verdad que transmite Cristo,  la Vida que ofrece Cristo” - de Eleuterio Fernández Guzmán.

 

Continuamos con la publicación de textos dentro de la Colección Fe sencilla. Este libro pertenece al apartado de título Jesucristo.

Vayamos, pues, con la reseña. Y, para eso, reproducimos el primer apartado del libro que es la Presentación.

 

El ser humano, desde que tiene conciencia de la existencia de Dios y, mejor aún, desde que el Creador se dirigió a Abrahám, anhela algo con la mayor fuerza espiritual que pueda ser posible. El hombre, la criatura hecha a imagen y semejanza del Creador goza tan sólo con imaginar cómo ha de ser la existencia junto a Dios. 

Ya, por ejemplo, desde el inicio de la vida del hombre quiso acercarse al Padre invocándolo a través de pinturas rupestres para solicitarle una caza abundante. Y así ha sido a lo largo de los siglos aunque, lógicamente, la percepción de la existencia de Dios ha ido mejorando y, tras la llegada al mundo del Mesías, hay mucho que damos por verdad. Sin embargo, seguimos anhelando lo mismo que todo ser humano, consciente de lo que supone ser hijo de Dios, anhela: la vida eterna. Y para eso hay que mostrarse a favor de ciertas realidades espirituales sin las cuales no es posible habitar alguna de las mansiones que Cristo nos está preparando. 

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3.04.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Dios, verdadera gracia del hombre

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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A partir de hoy, y con la ayuda de Dios, vamos a dedicar los próximos artículos referidos al Beato Manuel Lozano Garrido, a traer aquí textos de sus libros. Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”

 

Dios, verdadera gracia del hombre

 

“Por encima de los dividendos, el sesteo en la Costa Azul, la cacería o el simple “copa y puro”, un hombre será afortunado si tiene la conciencia serena y a la noche no se le taladra el berbiquí de los remordimientos; si puede mantener con garbo las miradas de los que le rodean sin que a él se la enturbie un rubor delictivo; si dio al viento, generosamente, su potencial de amor; si entre el neón y la prisa, la rutina de los despachos y el empujón del tranvía, la felicidad le sigue cantando en el corazón como un pájaro libre; si, sobre todo, la Gracia ha ido germinando en cada palpitación y ahora Dios se ha hecho grande y se le derrama a uno por los ojos y la palabra, los pasos y la caricia.” (El sillón de ruedas, p. 34)

 

El ser humano creyente católico sabe que una cosa es lo que crea, en cuanto ser humano que vive en el mundo, y otra, muy distinta, es la consideración que debe tener acerca de Dios, Padre y Creador de todo lo que existe.

Es bien cierto que vivimos en el mundo y que, por tanto, existimos en una determinada realidad que sería necio negar. Por eso, no podemos desdeñar como si fuera cosa de poca importancia lo que nos pasa porque nos pasa porque Dios nos ha creado.

Hay, en tal nivel de realidad material, muchas estaciones y muchos momentos que son parte de nuestro ser hijos de Dios. Y no deberíamos tener por cosa de poca importancia eso que nos acaece.

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1.04.18

La Palabra del Domingo - 1 de abril de 2018

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Jn 20, 1-9

  

“1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. 2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.’ 3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5    Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. 6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, 7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9 pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.”

      

COMENTARIO

¡Resucitó!

 

Es de imaginar como se encontrarían los discípulos más allegados de Jesús tras la muerte en la cruz del Mesías. Por mucha confianza que hubieran tenido en Aquel que les enseñaba, su huida en el momento crucial de la cruz nos hace suponer que tenían mucho miedo y, por eso, estaban escondidos. Y no es extraño que lo tuvieran porque sabían a la perfección que los poderosos que habían conseguido, de aquella manera, la muerte del Maestro, no dudarían en matar a sus discípulos más allegados porque podían continuar con la labor iniciada unos años antes por el carpintero de Nazaret. 

Sin embargo, alguien que amaba mucho a Cristo salió a visitar a su Señor. María Magdalena fue muy pronto, de madrugada, quiso visitar a quien tanto bien le había hecho. Sin embargo, no encontró, siquiera, el sepulcro cerrado y eso le extrañó sobremanera. No era normal, ni esperado, que nadie hubiera movido la piedra que tapaba el sepulcro y que se hubieran llevado al Maestro. No era lo que la Magdalena podía querer ver ni ser testigo. 

Los demás debieron tomarla por desequilibrada porque no iban a creer que Jesús iba a haber desaparecido sin más ni más. Por eso corrieron al encuentro de los restos del Hijo de Dios. Pedro era mayor que Juan  y eso le hizo llegar después que el discípulo amado que vio lo que vio que fue, más o menos, que Jesús no estaba donde debía estar y que, a lo mejor, alguien se lo había llevado. Pero no quiso entrar tal era la situación en la que se encontraba Juan.

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31.03.18

Semana Santa – Triduo Pascual: Sábado de Gloria y espera-nza

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(Señal de la cruz)

-Dios mío, ven en mi auxilio.

-Señor, date prisa en socorrerme.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Meditación para el Sábado Santo

Tiempo de esperanza

 

Ciertamente, si pensamos en la situación de aquellos que estaban más cerca de Jesucristo o, por decirlo de otra forma, en cómo debían encontrarse en aquel primer Sábado Santo, no dudaremos acerca de que no era ni buena ni mejorable. Eso era, al menos, lo que debía pasar por el corazón tanto de la Virgen María como de los Apóstoles y otros discípulos que, entonces, pudieran encontrarse con ellos. Y por eso se nos dirá, en un momento determinado, que estaban escondidos “por miedo a los judíos” porque bien sabían cómo se las podían gastar aquellos que, siendo perseverantes en el error y en el odio, habían conseguido de Pilatos la muerte del Cristo.

Podemos casi escuchar, en la distancia grande que hay desde nuestro hoy y aquel día, el silencio que debía reinar allí donde estuvieran escondidos (podemos creer que fuere en el mismo Cenáculo) Debían estar en oración porque aquellos momentos acercarse a Dios podía ser el único consuelo que les quedaba. Aún no habían comprendido…

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30.03.18

Semana Santa – Triduo Pascual: Viernes Santo de dolor y sufrimiento

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(Señal de la cruz)

-Dios mío, ven en mi auxilio.

-Señor, date prisa en socorrerme.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

  

Texto Bíblico

Jn 18, 1-19,42

“1 Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. 2 Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. 4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: ‘¿A quién buscáis?’ 5 Le contestaron: ‘A Jesús el Nazareno.’ Díceles: ‘«Yo soy.’ Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. 6 Cuando les dijo: ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron en tierra. 7 Les preguntó de nuevo: ‘¿A quién buscáis?’ Le contestaron: ‘A Jesús el Nazareno’. 8 Respondió Jesús: ‘Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.’ 9 Así se cumpliría lo que había dicho: ‘De los que me has dado, no he perdido a ninguno.’ 10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús dijo a Pedro: ‘Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?’ 12 Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron  13 y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. 14 Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. 15 Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, 16 mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. 17 La muchacha portera dice a Pedro: ‘¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?’ Dice él: ‘No lo soy.’18 Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. 19 El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.”

  

Meditación para el Viernes Santo

Sobre la muerte de Jesucristo

 

Es bien cierto que todo aquello estaba escrito. Es decir, que ni a Jesucristo le venía de nuevas lo que le iba a suceder ni, por eso mismo, se extrañaba nada de nada acerca de tal realidad física y espiritual.

En algunas ocasiones (que nosotros sepamos) el Hijo de Dios habló con sus Apóstoles (aquellos discípulos que caminaban con Él y estaban más cerca del Maestro) que lo que le iba a pasar ni era agradable ni se podía evitar. Y sabemos la reacción, por ejemplo de Pedro, que llevándoselo aparte de los demás le dijo que eso no podía ser.

También sabemos cómo reaccionó Jesucristo: lo llamó, nada más y nada menos, que Satanás porque comprendía que solo el Enemigo podía querer apartar al Hijo de Dios del cumplimiento de la voluntad de su Padre. Y es lógico creer que no es que aquel Apóstol fuera el Maligno sin que el príncipe de este mundo se podía haber apoderado del corazón de la roca sobre la que Cristo iba a construir su Iglesia. Eso sí lo podemos comprender porque es lo mismo que, luego, pasaría en la Última Cena cuando se nos dice que Satanás entró en Judas con un bocado, a través de un bocado…

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29.03.18

Semana Santa – Triduo Pascual: Jueves Santo de fraternidad y de servicio

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 (Señal de la cruz)

-Dios mío, ven en mi auxilio.

-Señor, date prisa en socorrerme.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

Texto Bíblico

Jn 13, 1-15

“1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este  mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, 3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había
salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: ‘Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?’
7 Jesús le respondió: ‘Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.’
8 Le dice Pedro: ‘No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: ‘Si no te lavo, no tienes parte conmigo.’ 9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.»
10 Jesús le dice: ‘El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.’ 11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: ‘No estáis limpios
todos.’ 12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: ‘¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros
también debéis lavaros los pies unos a otros. 15 Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.’”

 

Meditación para el Jueves Santo

Sobre el servicio y saber servir

 

Ejemplo. Jesucristo se pone como ejemplo cuando es la noche en la que muchas cosas van a cambiar y mucho va a dejar de ser como , hasta entonces, era.

Eso lo había hecho otras muchas veces. Es decir, el Hijo de Dios quiere que se comprenda que lo que enseña no es una bonita teoría ni una serie de palabras santas (con serlo) está dicho para ponerlo en práctica.

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28.03.18

Semana Santa – Miércoles Santo: lo que podemos aprender de esta Semana

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No cabe duda alguna de que si existe un tiempo, no muy extenso, que sea importante para la vida del discípulo de Cristo, es el de la semana que transcurre entre el Domingo llamado de Ramos y el llamado de Resurrección. Y es que fue, aquella, una semana crucial para la vida, no sólo de Jesucristo ni de sus más allegados, sino de la humanidad toda y entera.

El caso es que no son pocas las realidades espirituales que podemos tener por buenas y mejores para nuestra alma. Es decir, que es mucho lo que podemos aprender de estos días  de salvación.

Si entendemos que en el Domingo de Ramos, en el nuestro, en el de ahora mismo, hemos acudido jubilosos a adorar a Cristo que entra en nuestra vida para dejar una huella perenne y hemos gozado con su Palabra y con su llegada a nosotros… entonces el fruto de esta Semana Santa habrá sido provechoso y podremos decir, con verdad, que Cristo vive y lo hace para siempre y para volver cuando Dios quiera que vuelva.

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27.03.18

Semana Santa – Martes Santo: cómo avanza el Mal

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Para este día, segundo de la Semana llamada Santa, se nos ofrece el texto bíblico en el que Jesucristo, turbado el corazón, pone sobre la mesa la terrible verdad: hay quien, de entre los presentes, lo va a traicionar.

Es más que cierto que nosotros ya sabemos a quién se refiere. También sabemos lo que pasó luego: la salida del Cenáculo del traidor, la entrega definitiva de su Maestro a las manos de los que querían acabar con la vida del Hijo de Dios y, en fin, lo que sería aquel final tan terrible, humanamente hablando, pero tan gozoso si hablamos del aspecto espiritual de todo aquello que pasó.

No podemos negar que aquello no podía ser la primera reacción de Judas. Queremos decir que aquel Apóstol, escogido de entre muchos discípulos, por parte de Jesús, debía llevar mucho tiempo rumiando (trayendo y volviendo a traer a su corazón una cosa como aquella) la idea de entregar a sus enemigos a quien tan amigo se había mostrado con él.

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26.03.18

La Palabra del Domingo - 1 de abril de 2018

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Jn 20, 1-9

  

“1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. 2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.’ 3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5    Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. 6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, 7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9 pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.”

      

COMENTARIO

¡Resucitó!

 

Es de imaginar como se encontrarían los discípulos más allegados de Jesús tras la muerte en la cruz del Mesías. Por mucha confianza que hubieran tenido en Aquel que les enseñaba, su huida en el momento crucial de la cruz nos hace suponer que tenían mucho miedo y, por eso, estaban escondidos. Y no es extraño que lo tuvieran porque sabían a la perfección que los poderosos que habían conseguido, de aquella manera, la muerte del Maestro, no dudarían en matar a sus discípulos más allegados porque podían continuar con la labor iniciada unos años antes por el carpintero de Nazaret. 

Sin embargo, alguien que amaba mucho a Cristo salió a visitar a su Señor. María Magdalena fue muy pronto, de madrugada, quiso visitar a quien tanto bien le había hecho. Sin embargo, no encontró, siquiera, el sepulcro cerrado y eso le extrañó sobremanera. No era normal, ni esperado, que nadie hubiera movido la piedra que tapaba el sepulcro y que se hubieran llevado al Maestro. No era lo que la Magdalena podía querer ver ni ser testigo. 

Los demás debieron tomarla por desequilibrada porque no iban a creer que Jesús iba a haber desaparecido sin más ni más. Por eso corrieron al encuentro de los restos del Hijo de Dios. Pedro era mayor que Juan  y eso le hizo llegar después que el discípulo amado que vio lo que vio que fue, más o menos, que Jesús no estaba donde debía estar y que, a lo mejor, alguien se lo había llevado. Pero no quiso entrar tal era la situación en la que se encontraba Juan.

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