Santos Juliá, "Público" y la Iglesia
El pasado día 28, viernes, el diario Público publicaba una entrevista con el dizque historiador, Santos Juliá.
Entre las respuesta que tal historiador ofreció no podían faltar las referencias a la lglesia. Y, como era de esperar, las mismas son, digamos, algo sui generis. O sea, de la secta.
Es una pena, aunque seguro que para él no lo será, que el sentido totalitario de la vida política y social le acabe perdiendo. Así, ante la afirmación de Azaña (pues se trata de un libro escrito por Juliá) de “España ha dejado de ser católica”, dicho por el político analizado, en aquellas lejanas fechas de 1931, responde que en, realidad, “La cultura ya no era católica, la sociedad estaba muy secularizada. Por eso había que adecuar el Estado”.
Hay que entender que, como España ya no era católica, pues lo más conveniente era quemar templos, matar sacerdotes, religiosos y religiosas además de laicos por el mero hecho de decirse católicos.
Es de suponer que “adecuar el Estado” quería decir expulsar a los jesuítas de España, establecer una legislación contraria, del todo, a todo sentimiento católico que pudiesen tener los españoles, etc.
Más adelante reafirma el sentido laicista rampante que tiene Santos Juliá cuando entiende que, en la Transición, España “¡Estaba invadida de órdenes religiosas que controlaban la educación!”
Para Santos Juliá, que España había sido invadida por órdenes religiosas que, evangelio en mano, habían tomado la educación a la fuerza. No es que los españoles (la gran mayoría) estuvieran de acuerdo con la educación impartida sino que, al contrario, todo había sido por obligación.
Pero como los españoles somos, más que nada, ovejas que nos dejamos controlar por los pastores, no tuvimos más idea que, dice Juliá, inventar “la escuela concertada”.
Es decir, que para Santos Juliá, tampoco tiene valor alguno que muchos padres españoles se peleen, metafóricamente hablando, por llevar a sus hijos a tales colegios concertados porque saben que la educación (y no sólo la instrucción) es mejor que en los colegios públicos. Eso no importa, porque, además, el ser religiosos los colegios concertados, según Juliá, los descalifica de principio.
Pero resulta muy condescendiente Santos Juliá cuando entiende que la Iglesia, a la Constitución de 1931 “la repudiaba” mientras que ahora, “acepta la Carta Magna de 1978”.
Lo que calla el poco ínclito Juliá es que si la Iglesia católica hacía tal cosa con el texto de 1931 no era por capricho sino porque su contenido no era muy acorde con los valores cristianos ni los respetaba ni nada de nada. Al contrario, la Constitución de 1978, con todos sus defectos, tiene, de la religión católica, una visión bastante mejor que aquella.
Por tanto, las diferencias son notables aunque al historiador no las aprecie porque ha de tener, sin duda, el sentido olfativo histórico bastante estropeado.
Pero aún va más lejos.
Entiende Santos Juliá que, en realidad, la Iglesia Católica “se reconcilia con la democracia tras el Concilio Vaticano II”. Es decir, que ya había estado conciliada antes, es de suponer que con el quinquenio republicano (1931-1936) Y esto no se entiende si, según él mismo, repudiaba a la Constitución de 1931.
Pero donde arregla la cosa y demuestra el sentido anticatólico que tiene y el ansia, redomada, de tergiversarlo todo, es cuando dice, refiriéndose a la Iglesia católica de hoy, ahora, mismo, que “No digo que no haya movimientos involucionistas en el episcopado. Los hay, como hay cardenales y obispos con ensoñaciones nacionalcatólicas. Pero hoy serían barridos por las urnas, y entonces, en aquel quinquenio, gozaban de mucha fuerza”
Es decir que entre los obispos españoles existen “movimientos involucionistas”. Es decir, Santos Juliá dice que hay aunque no demuestra nada. Y eso es bastante penoso por su parte y con ello trata de sembrar una especie envenenada de tal calibre que resulta, por lo basta, muy propia de su pensamiento.
También hay obispos y cardenales (en España no hay tantos cardenales) que sueñan con nacionalcatolicismos y cosas por el estilo.
Y es que Santos Juliá no puede quitarse de la boca el lenguaje izquierdoso que tacha de todo lo mal a quien no piensa como él y para quien, tratándose de la Iglesia católica, toda idea es nefasta y todo comportamiento, ruin.
Vamos, lo esperable de tal tipo.
6 comentarios
Existir sin su permiso, muy bien reflejado en su artículo en la frase: Y es que Santos Juliá no puede quitarse de la boca el lenguaje izquierdoso que tacha de todo lo mal a quien no piensa como él
Vamos, que nunca nos perdonarán el haber nacido.
Pues si nunca nos perdonarán lo que pensamos acerca de la fe tienen que saber que nosotros, a pesar de todo, sí les perdonamos el daño que hacen.
Y es que ha de haber alguna diferencia entre unos y otros.
La verdad es que siento tener, muchas, veces que dar cierta publicidad a personas que no la merecen. Como es el caso, la objetividad brilla por su ausencia porque el trato que da a la Iglesia católica no es, precisamente, admisible.
Pero es una pena, repito, que se sepa de él más de lo que debería saberse que es, exactamente, menos que nada.
Y eso es lo que hicieron que, además era lo que querían según la época en la que estaban: enfrentar a España contra sí misma para ver si ganaban en el río revuelto. Y, al final de todo, perdieron. Y eso parece que no es admisible que se diga ni, tampoco, lo que hicieron con la Iglesia.
Pues callar, lo que dice callar, no va a se fácil hacernos.
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