La razón del Obispo de Segovia es Dios
En una primera impresión, para los desavisados o tergiversadores profesionales, puede parecer que el Obispo de Segovia, Mons. Ángel Rubio Castro, ha dicho gran barbaridad: que los católicos que no sean practicantes, reconsideren la posibilidad de contraer matrimonio católico.
El documento “Orientaciones Catequéticas y Pastorales para la Preparación Y Celebración de los Sacramentos en la Diócesis de Segovia” se refiere, entre otras cosas, al Sacramento del Matrimonio y viene a clarificar algo que, muchas veces, se tiene la tendencia a olvidar: por ser Sacramento, signo de Dios en el mundo, no puede ser tomado a la ligera.
Es cierto que en ReL ha sido, ya, tratado el tema (ayer mismo, por ejemplo, se refirió a él Luis Fernando Pérez Bustamante pero creo que en un caso tan especial como el del matrimonio, como suele decirse en valenciano, “tota pedra fa paret” (o sea, que todo aporte sirve de fundamento al asunto de que se trate)
En primer lugar, sabemos que el cumplimiento de lo que refiere el Sacramento del Matrimonio no puede suponer la disociación de la misma palabra: cumplo y miento sino, muy al contrario, la confirmación de una voluntad expresada ante Dios.
En “Es Cristo que pasa“ (11) habla, San Josemaría, de la “unidad de vida que tiene como nervio la presencia de Dios”
Tal concepto, unidad de vida, tiene, aquí, una importancia tan vital cuyo incumplimiento denota una falta de nervio católico que debería ser tenido en cuenta a la hora de contraer matrimonio. Es adecuado, por tanto “Apartarse de la tentación, tan frecuente (…) de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas” (Conversaciones, n 114), como dice San Josemaría.
Es aquí donde se encuentra, seguramente, lo que el Obispo de Segovia ha venido a querer decir: si “los novios no son creyentes o manifiestan una fe llena de contradicciones y desean y piden casarse por la Iglesia, los sacerdotes deben examinar cada caso, sin caer en una actitud rigorista, ni tampoco, en una benevolencia rutinaria, y los mismos novios tendrían que reconsiderar su actitud y reflexionar con sinceridad sobre su postura”.
Por tanto, lo único que dice don Ángel Rubio Castro es que a la hora de contraer matrimonio no basta con manifestar que se quiere hacer tal cosa sino que, en aplicación de la citada unidad de vida, no se puede pretender que, con una fe en la que primen los pensamientos dubitativos sobre la misma o, incluso, cuando los novios sean creyentes, digamos, por haber acudido recibir los sacramentos previos al matrimonio pero, en realidad, no practiquen la fe católica de ninguna de las maneras, pueda ser admitido tal matrimonio.
No puede verse, aquí, ningún tipo de exageración. Muy al contrario, esto es, ni más ni menos, el cumplimiento exacto del contenido de lo que el matrimonio católico supone.
Ahora, que también es comprensible (según y cómo) que la sociedad descreída en la que vivimos fomente que muchas de las uniones matrimoniales católicas no pasen, sino, de ser una mera ceremonia pero que no encierra, en el fondo, ningún compromiso mínimamente serio porque ex ante el convencimiento de los contrayentes era, digamos con bastante caridad cristiana, bastante mejorable.
Pero toda la crítica tácita que encierra lo dicho por el Obispo de Segovia tiene una causa que se debería convertir en motivo de una manifestación de voluntad matrimonial: “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne, de tal manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt. 19: 5-6)
Pero muy significativo es lo que dice Cristo inmediatamente antes: Él respondió: “¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer” (Mt 19:4)
Y es que, en realidad, cuando la referencia directa es el mismo Dios el que, al crear al hombre y a la mujer los destinó a ser, por eso mismo, marido y mujer y a abandonar a su padre y a su madre, etc. no se puede ridiculizar tal verdad espiritual por atenerse a lo vistoso de la ceremonia o lo “estético” de la misma.
Pero eso depende, seguramente, de la conciencia religiosa de cada cual… y, por desgracia, en muchas ocasiones, es tan escasa…
4 comentarios
Creo que acierta en el análisis que motiva el tal documento, creo que es razonable considerar si otros sacramentos, bautismo, comunión, etc., se deberían administrar en los casos en los que haya una mínima seguridad de que quien recibe el sacramento va a continuar su vida como cristiano, va a tener una formación católica.
Es razonable pensar que tambien debería ser extensivo al sacramento sacerdotal, habida cuenta de algunos casos que conocemos, sean de dominio público o no.
Simplemente me gustaría hacer una pequeña observación al respecto.
En la parroquia a la que pertenezco, aunque es un movimiento supraparroquial, hay una serie de personas dedicadas a dar cursillos para novios, prematrimoniales o no.
Pues bien, con motivo de estos cursillos se ha podido detectar que personas que estaban alejadas de la Iglesia, han recuperado, o encontrado, la Fe. Han venido al seno de la Iglesia.
En la parábola del pastor y la oveja perdida, el Señor nos pregunta ¿que pastor no deja su rebaño por encontrar a la oveja perdida?.
Lo que me sugiere y me inquieta de todo esto es si no es preferible seguir administrando unos sacramentos aparentemente inútiles (inválidos), si a cambio se puede obtener la salvación de algún alma (de una sola alma). En definitiva creo que debemos ser sembradores, si la cosecha es buena o no, no somos quienes debemos juzgarlo, el Señor velará por que sea la mejor de las posibles.
La inquietud que Ud. manifiesta sobre los Sacramentos es muy
importante hoy día.
En muchas ocasiones, se reciben los Sacramentos (alguno de ellos)
sin que haya correspondiencia entre lo que significan y el
significado que tienen para la personas que los reciben.
Esto no es, digamos, muy bueno, porque empobrece a la persona que
lo recibe sin saber lo que recibe pero, también, empobrece a la
misma Iglesia.
Sobre, por lo tanto, si se puede seguir administrando sacramentos
como, por ejemplo, el del Matrimonio, de la forma que, muchas
veces, se administran, creo yo que también ser, otras tantas
veces, difícil de remediar.
Por lo tanto, lo que dice el Obispo de Segovia es, en esencia,
adecuado y va en el sentido de tratar de corregir, en la medida
de lo que se pueda, lo pasa muchas veces con los novios que, digamos,
muestran un afán por conocer la fe bastante mejorable.
Pero sembrar,lo que se dice sembrar, hemos de hacerlo, sin esperar
que la cosecha sea ni mejor ni peor porque, seguramente, no
depende de nosotros.
Y lo digo yo que soy catequista y reconozco que una cosa es
sembrar y otra, muy distinta recoger. Ahora bien, si no se
siembra no se recoge nada. Eso seguro.
Saludos.
Lo que dice Ud. está cargado de razón. Independientemente de que pueda haber sacerdotes que tengan poca, lo menos que se les puede pedir a los novios es que conozcan la suya según la cual van a contraer matrimonio.
Efectivamente, si hay consentimiento y están bautizados se puede considerar que el matrimonio es válido pero no por eso es poco conveniente el conocimiento al que arriba he hecho referencia que, por otra parte, es, hoy día, bastante fácil de obtener.
Pero también es muy importante que la preparación al Matrimonio se utilice para sembrar, en sus corazones, la necesidad de conocer lo que profesan o lo que, al menos (en determinados casos)dicen que profesan. Seguramente verán muy mejorado su matrimonio y sabrán, digamos, "salir", de situaciones difíciles.
Dejar un comentario