Juan Pablo II Magno - Sufrimiento y muerte
Serie “Juan Pablo II Magno”
Cualquiera que conozca, mínimamente, la vida de Juan Pablo II Magno, sabe que el sufrimiento lo conoció en su propia carne cuando fue tiroteado en la Plaza de San Pedro, un 13 de mayo de 1981. Gracias a Dios, en aquel momento, no conoció a la misma muerte.
Por tal echo es fácil entender que el tema del sufrimiento le era bien conocido.
Así, en su Carta apostólica Salvifici doloris, de 1984, dijo que “El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas” (SD 27)
Sin embargo, para la sociedad hedonista en la que nos tocado vivir, que no admite el sufrimiento, no resulta fácil entender que sufrir pueda ser, no antesala sino algo, en sí, intrínsecamente bueno.
Lo dicho arriba, lo confirma cuando dice que “El sufrimiento, más que todo demás, hace presente en la historia de la Humanidad, la fuerza de la Redención. En la lucha cósmica entre las fuerzas espirituales del bien y las del mal, de las que habla la carta a los Efesios (Ef 6:12), los sufrimientos humanos, unidos al sufrimiento redentor de Cristo, constituyen un particular apoyo a las fuerzas del bien, abriendo el camino a la victoria de estas fuerzas salvíficas” (SD 27)
Pero sufrir es, además de lo dicho, algo más íntimo; algo que nos hace, por así decirlo, más conformes a la voluntad de Dios: “El sufrimiento es también una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez espiritual. De esto han dado prueba, en las diversas generaciones, los mártires y confesores de Cristo, fieles a las palabras ‘No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla’” (Mt 10:28) (SD 22)
Por tanto, tener un comportamiento moral elevado y demostrar ser maduro en cuanto al espíritu son frutos, individuales, del sufrimiento.
De aquí que “El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido destinado a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo” (SD 2)
Pero, para reconocer en nosotros que el sufrimiento no es algo ajeno a nuestra propia naturaleza humana, y “Para poder percibir la verdadera respuesta al porqué del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de todo lo existente. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el porqué del sufrimiento, en cuanto somos capaces de comprender la sublimidad del amor divino” (SD 13)
Además, del sufrimiento, la muerte también es reconocida por Juan Pablo II Magno como algo más que el final de la vida física.
Así, “La muerte es algo más que una aventura sin esperanza: es la puerta de la existencia que se proyecta hacia la eternidad y, para quienes la viven en Cristo, es experiencia de participación en su misterio de muerte y resurrección” (Encíclica Evangelium vitae, EV, 1995) (97)
Por eso, cuando sabemos que morir es una forma de continuar con una vida mejor, también debemos reconocer que “El hombre, que no es dueño de la vida, tampoco lo es de la muerte; en su vida, como en su muerte, debe confiarse totalmente al agrado del Altísimo, a su designio de amor” (EV 46)
Muchas cosas importantes dice Juan Pablo II Magno en el último párrafo citado. Son importantes porque establecen unas limitaciones al control desmedido que, muchas veces, ejercemos sobre nuestra propia vida.
Por ejemplo, no es admisible ni la manipulación sobre la vida del ser humano (pensemos, por ejemplo, en las que lo son genéticas) ni, tampoco a la hora de encarar el final de la vida física (pensemos, por ejemplo, en la eutanasia)
Al fin y al cabo, sufrir y morir no es algo que, por decirlo así, no sirva para nada sino que “Aunque la victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo con su cruz y resurrección no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana, ni libera del sufrimiento toda la dimensión histórica de la existencia humana, sobre esa dimensión y sobre cada sufrimiento, esta victoria proyecta una luz nueva, que es la luz de la salvación” (SD 15)
Por tanto, es de destacar que sufrir y morir son parte inescindible de nuestra vida y que, de una manera o de otra, hemos de comprender que también de tales acontecimientos podemos obtener fruto beneficioso para nosotros.
“A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él sentido salvífico del sufrimiento”.
Y eso, que reconoció Juan Pablo II en su corazón también nos ha de servir, a nosotros, para sufrir viviendo o, mejor, para vivir a pesar del sufrimiento.
2 comentarios
En el sufrimiento hay siempre un momento de comprensión. Su sentido aparece sólo puntualmente, como «una luz que alumbra lo que piso» (lit. luz para mi pie) y no como iluminación de todo el terreno. Yo he podido ser testigo en Lourdes de cómo un enfermo quedaba curado de una manera incomprensible para la medicina. No fue la curación lo que me produjo la impresión más honda, sino los enfermos que se iban de Lourdes sin haber sido curados. El mayor milagro de Lourdes es la serenidad de los que la abandonan sin ser curados. ¿Cómo puede suceder eso? Tal realidad está relacionada con el hecho de que para ellos la curación milagrosa de alguno les hace entender que el sufrimiento que padecen no es un fatal destino. Si Dios puede curarme, debe tener un motivo para no hacerlo. Un motivo, es decir, ¡un sentido!, y el sentido consuela.
La actividad curativa de Jesús no consistió en sanar a todos los hombres, sino puntualmente a uno o a otro. Su actividad que sana al mundo sólo se hace visible de vez en cuando, lo suficientemente visible para que el creyente sepa en Quién cree y por qué. El sentido del sufrimiento es una paradoja. Él no puede por sí mismo estar lleno de sentido, sino cumplir una función de referencia al sentido. Sólo bajo el presupuesto de que existen Dios y el pecado, puede cumplir el sufrimiento su función. Y el sentido del sufrimiento es, entonces, ayudar al que lo padece a refugiarse en Dios, en Quien podrá encontrar todas las demás posibilidades de felicidad.
Gracias por un comentario tan profundo donde resalta lo que muchas personas no entienden: el sufrimiento no es, en sí mismo, siempre negativo sino que encierra, también, el Amor de Dios.
Comprender esta realidad (que es, eso es cierto, tan difícil) que goza con el sufrir no por ser masoquista sino porque encuentra un sentido en tal manifestación dolorosa de la vida ha de ser crucial para el ser humano que, muchas veces, sólo encuentra aspectos negativos en el sufrimiento.
Reconocer que dios también nos ama con el dolor (en el dolor) es, sencillamente, la llave a la misma eternidad porque nos hace comprender que hay aspectos que superan nuestra vida pero que, tratando de entenderlos, nos puede salvar de muchas malas situaciones.
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