Juan Pablo II Magno - Sexualidad
Serie “Juan Pablo II Magno“
Muchas veces se tiene, de la Iglesia católica, una imagen de institución represora de todo lo que pueda tener relación con el sexo y, por extensión, con la sexualidad.
Sin embargo, el conocimiento de lo dejado dicho por Juan Pablo II Magno sobre estos cruciales temas desmiente las opiniones según las cuales la Iglesia católica coarta el tema de la sexualidad.
“La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano, solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría totalmente” (Exhortación apostólica Familiaris consortio, FC, de 1981) (11)
Pero si hay algo que entendía el Papa polaco es que la sexualidad, en cuanto relación física entre hombre y mujer, se ha de llevar a cabo en el ámbito de la alianza matrimonial que, por eso mismo, por haber sido confirmada la unión delante de Dios, se puede decir que “Hablando de una ‘cierta participación especial’ del hombre y de la mujer en la ‘obra creadora’ de Dios, el Concilio quiere destacar cómo la generación de un hijo es un acontecimiento profundamente humano y altamente religioso, en cuanto implica a los cónyuges que forman ‘una sola carne’ (Gn 2, 24) y también a Dios mismo que se hace presente” (Encíclica Evangelium vitae, EV) (43)
Por eso resulta de todo punto importante comprender y entender que la Iglesia católica, representada aquí por Juan Pablo II Magno, no tiene la sexualidad como algo intrínsecamente perverso pues sería, eso, contrario a la misma naturaleza humana.
Además, la propia naturaleza humana determina que la relación sexual tenga un fin claramente determinado: la procreación.
Y, sin embargo, muy delicada es la distinción que, aquí, hace Juan Pablo II Magno.
En la Exhortación citada arriba (FC) nos dice que “La fecundidad del amor conyugal no se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos, aunque sea entendida en su dimensión específicamente humana: se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al mundo” (FC 28)
Pero no por haber dicho lo dicho se obvia aquello que, también, resulta importante en la sexualidad: la anticoncepción y el concepto de la misma. Así, en FC (32) dice que “la luz de la misma experiencia de tantas parejas de esposos y de los datos de las diversas ciencias humanas, la reflexión teológica puede captar y está llamada a profundizar la diferencia antropológica y al mismo tiempo moral, que existe entre el anticoncepcionismo y el recurso a los ritmos temporales. Se trata de una diferencia bastante más amplia y profunda de lo que habitualmente se cree, y que implica en resumidas cuentas dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana, irreconciliables entre sí. La elección de los ritmos naturales comporta la aceptación del tiempo de la persona, es decir de la mujer, y con esto la aceptación también del diálogo, del respeto recíproco, de la responsabilidad común, del dominio de sí mismo”
Y esto supone, sobre todo, el reconocer que, aunque la tendencia natural del ser humano es hacia la procreación (aunque sea como simple respuesta a la continuidad de la especie) no es menos cierto (y sería absurdo que fuese negado por la Iglesia católica) que el respeto por el ritmo natural de la naturaleza femenina no entorpece, para nada, la relación sexual sin que en ella pueda haber fecundación y no se tenga, esto, como el uso de anticonceptivo alguno pues si la naturaleza humana, por así decirlo, llama a procrear, la misma naturaleza humana establece sus momentos más adecuados para la procreación.
Por eso, “En el contexto de una cultura que deforma gravemente o incluso pierde el verdadero significado de la sexualidad humana, porque la desarraiga de su referencia a la persona, la Iglesia siente más urgente e insustituible su misión de presentar la sexualidad como valor y función de toda la persona creada, varón y mujer, a imagen de Dios“(FC 32)
No tiene, por lo tanto, la Iglesia católica, un sentido tergiversado de lo que es la sexualidad ni de lo que supone la relación sexual entre un hombre y una mujer en el seno del matrimonio. Muy al contrario, reconoce la importancia de la misma. Sin embargo “la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia“ (FC 37)
Y es que cuando se difunden esquemas de vida y de comportamiento tan alejados de la vida centrada en el amor y en la entrega a la esposa o al esposo, a los hijos y, en general, a la familia, como se hace hoy día, no nada mejor, seguramente, que verse reflejado en las palabras de Juan Pablo II Magno, luz, también, en este tema; esperanza, también, para poder comprenderlo.
8 comentarios
Muy acertado lo que Ud. dice. Lo suscribo todo, palabra por palabra.
Yo sería capaz de decirlo mejor.
Gracias por su luminoso comentario.
Saludos.
Muchas cosas de las dichas por Juan Pablo II Magno no son conocidas. Sobre todo en aspecto como el de la mujer, el de la sexualidad y otros que pueden parecer, en principio, más comprometidos para un católico, la fe del Papa polaco ilumina, mucho, nuestra vida.
Por eso digo que es una lástima que sea tan desconocida su doctrina.
Es una pena que se se haga tal cosa con Juan Pablo II Magno porque su riqueza, que puede comprobarse en lo "poco" que de él hago referencia en estos artículos.
De todas formas, tampoco es tan difícil buscar referencias y tratar de conocer algo al gran Juan Pablo II Magno. Si yo lo puedo hacer, que soy un simple laico, mucho más fácil deber ser para un sacerdote o para un obispo.
Lo que dice Ud. sobre la aportación que Juan Pablo II Magno hace al mismo Concilio Vaticano II y, luego, la aplicación que del mismo hizo, es de todo punto importante destacar. Por eso, cuando en "Memoria e Identidad" escribe del concepto de Redención o del mismo concepto de "Nación" no deja de traer, hasta nuestros días, lo que tal Concilio hizo para bien de la humanidad.
Por eso resulta tan extraño el poco interés que parece tener lo dicho por el que fuera Papa polaco.
Por otra parte, y por ir al otro texto citado por Ud ("Cruzando el umbral de la esperanza) en los capítulos titulados "La Iglesia Concilio" y "Anómalo pero necesario", viene a hacernos entender que el Concilio Vaticano II fue algo (está siendo, aún) muy importante para la Iglesia católica y, creo, para la humanidad entera.
Pero, en fin, es bien cierto que la ceguera al respecto de lo que aquí dicho por Ud. es, verdaderamente, gigantesca.
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