Juan Pablo II Magno - Justicia
La Justicia es, digamos, una virtud que toda sociedad debe llevar a cabo y que cada persona, a título personal, ha de querer para su vida y, también, para la vida de los demás.
Es, por decirlo así, un anhelo.
Juan Pablo II Magno entendió, a la perfección, qué significa el término “Justicia”. Así, “El compromiso a favor de la Justicia debe estar íntimamente unido con el compromiso a favor de la paz en el mundo contemporáneo” (Encíclica Laborem exercens (2), de 1981)
Por tanto, no podemos desligar lo que significa la Justicia de la paz porque, al fin y al cabo, sin la primera difícilmente puede darse la segunda o, si se da, es una mera apariencia.
Pero la Justicia no es algo que, en sí misma, se encuentre aislada del resto de comportamientos que, en sociedad, pueden darse. Por eso, y para eso, “Un presupuesto esencial del perdón y de la reconciliación es la justicia, que tiene su fundamento último en la ley de Dios y en su designio de amor y de misericordia sobre la humanidad.1 Entendida así, la justicia no se limita a establecer lo que es recto entre las partes en conflicto, sino que tiende sobre todo a restablecer las relaciones auténticas con Dios, consigo mismo y con los demás. Por tanto, no hay contradicción alguna entre perdón y justicia. En efecto, el perdón no elimina ni disminuye la exigencia de la reparación, que es propia de la justicia, sino que trata de reintegrar tanto a las personas y los grupos en la sociedad, como a los Estados en la comunidad de las Naciones. Ningún castigo debe ofender la dignidad inalienable de quien ha obrado el mal. La puerta hacia el arrepentimiento y la rehabilitación debe quedar siempre abierta” (Jornada Mundial de la Paz, 1997)
Vemos, pues, que la Justicia se relaciona, además de con la paz, con el perdón y con la reconciliación. Justicia divina que se pide y Justicia divina que, siempre, se obtiene.
Así, entendía Juan Pablo II Magno que “La verdadera paz es fruto de la justicia, virtud moral y garantía legal que vela sobre el pleno respeto de derechos y deberes, y sobre la distribución ecuánime de beneficios y cargas. Pero, puesto que la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a los egoísmos personales y de grupo, debe ejercerse y en cierto modo completarse con el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas truncadas. Esto vale para las de alcance más general, e incluso internacional” (Jornada Mundial de la Paz citada arriba)
Sobre la Justicia, entendida desde el punto estrictamente cristiano (que es el que, por cierto, seguía el Papa polaco) dice, en la Encíclica Sollicitudo rei socialis, de 1987, que “Es necesario recordar, una vez más, aquel principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el Principio del destino universal de los bienes” (SRS 42)
Sin embargo, “Tarea bastante difícil pero necesaria es la de doblegar las leyes del ‘mercado salvaje’ a las de la justicia y la solidaridad. Ése es el único camino para asegurar a nuestro mundo un futuro pacífico, arrancando de raíz las causas de conflictos y guerra: la paz es fruto de la justicia” (Jubileo de los Gobernantes, Roma 2000)
Pero, a pesar de esto, Juan Pablo II Magno, no era un hombre pesimista (como no lo puede ser ningún cristiano que sabe que tiene, nada más y nada menos, a Dios a su lado) Por eso, en la Encíclica Dives in misericordia, de 1980, dejó escrito que “No es fácil constatar que el sentido de la justicia se ha despertado a gran escala en el mundo contemporáneo; sin duda, ello pone mayormente de relieve lo que está en contraste con la justicia, tanto en las relaciones entre los hombres, los grupos sociales o las clases, como entre dada uno de los pueblos y Estados, y entre los sistemas políticos; aún más, entre los diversos mundos” (DM 12)
Al fin y al cabo, el sentido que la Iglesia católica tiene sobre la Justicia como valor a tener en cuenta, a proteger y a promover, nos lo dice Juan Pablo II Magno (en la misma Encíclica DM): “La Iglesia comparte con los hombres de nuestro tiempo el profundo y ardiente deseo de una vida justa bajo todos los aspectos, y no se abstiene ni siquiera de someter a reflexión los diversos aspectos de la justicia, tal como lo exige la vida de los hombres y de las sociedades. Prueba de ello es el campo de la doctrina social católica, ampliamente desarrollada en el arco del último siglo. Siguiendo las huellas de tal enseñanza procede la educación y la formación de las conciencias humanas en el espíritu de la justicia, lo mismo que las iniciativas concretas, sobre todo en el ámbito del apostolado de los seglares, que se van desarrollando en tal sentido” (DM 12)
Y es que, al fin y al cabo, “Si la cuestión social ha adquirido dimensión mundial, es porque la exigencia de justicia puede ser satisfecha únicamente en este plano” (SRS 10)
Justicia que, a lo largo de su extensa vida de Pontífice, reclamó a los poderosos del mundo.
2 comentarios
Han sido un testimonio todos ellos
Sin duda es una buena forma de demostrar que el cristiano actúa movido por valores muy distintos a los que, usualmente, existen en la sociedad actual.
Dejar un comentario