Tiempo de Adviento – Un nuevo Adviento
Como todo católico sabe, hay tiempos llamados “fuertes” que, a lo largo del año espiritual, van trazando un camino que, por mucho que se repita desde hace más de dos mil años, no por eso deja de ser importante ni repetirlo resulta aburrido. Y quien eso piense ya puede dejar de decir que tiene que ver con Dios y que es hijo suyo.
Pues bien, el que esto escribe tiene, por necesidad o por incapacidad mayor, a bien escribir trazando una serie de temas a los que dedica su tiempo. Ahora, por ejemplo, todo está centrado en el Beato Lolo, Manuel Lozano Garrido y el simpar católico J.R.R. Tolkien. Y así lo hacemos todas las semanas.
Sin embargo, atendiendo a lo primero que hemos dicho supra estamos más que seguros que ninguno de los aludidos en el párrafo anterior van a oponer objeción alguna a que dediquemos el tiempo de Adviento a escribir, precisamente, sobre los temas que sugieren en mismo y, como es de imaginar, hacer resaltar algunas fechas que son, para la fe de un católico, importantes.
Y bien, todo esto no es más que una pequeña introducción-explicación de lo que, a partir de hoy, 29 de noviembre, a la sazón primer lunes desde que ayer diera comienzo el Adviento, será este espacio propio que dimos en llamar “Mera defensa de la fe” pues esto es, exactamente, eso. De todas formas tengo que decir que se han incorporado dos artículos sobre Tolkien a lo largo del mes de diciembre… pues son cosas que a veces pasan…
Un nuevo Adviento
Pues sí, otra dichosa y gozosa vez ha llegado este tiempo de Adviento. Y es dichosa y gozosa porque otra vez Dios nos da la oportunidad (una más) de poder reconciliarnos con todo lo que supone creer en que existe el Todopoderoso y que, un día de los llamados últimos tiempos, envió a su Único Hijo engendrado y no creado al mundo para que el mundo se salvase. Y eso sucedió en un momento determinado de la historia y en un día concreto que, si bien a lo mejor no es exactamente el que se celebra lo bien cierto es que un día tuvo que ser… y fue.
El caso es que Cristo siempre viene. Y eso debe ser por algo tan importante como para que no olvidarlo: viene porque nos ama y quiere que nos salvemos. Así de sencillo y así de, a veces, de difícil de entender por cómo somos.
Nosotros creemos que el hecho de que Jesucristo vuelva a nacer y eso lo recordemos no sólo tal día sino que unas cuantas semanas antes vayamos preparando el corazón para tal momento y que debe ser algo así como la preparación del mismo que hacemos en Cuaresma (como fin de este principio al que ahora dedicamos esto) es algo más que importante. Y es que nos cuesta tanto darnos cuenta de quiénes somos y Quién es nuestro hermano que cada año se nos tiene que recordar que se encarnó, creció en el vientre de su Madre y luego, como es lo normal en el ser humano, vino al mundo y vio la luz en aquella primera Epifanía que fue, sin duda, su mirar lo que había a su alrededor con sus ojos de recién nacido.
De todas formas, también es verdad que siempre viene Quien es necesitado. Por eso, admiramos hasta el extremo la santísima Voluntad de Dios que ha querido que nosotros, sus hijos creados, miremos hacia la noche de Belén (que también volverá a venir), desde la distancia de los días (escasos es cierto) y veamos que cuando nazca aquel Niño (tan especial que unos reyes se le postraron y adoraron) se habrá hecho persona el Espíritu Santo de Dios y Dios se habrá hecho hombre. Y nosotros, que otro año habremos empezado el Adviento sabremos que todo está más que bien hecho y mejor pensado por Quien, pudiendo hacer otra cosa, esto hizo.
Ciertamente, este tiempo, estos días y semanas hasta que llegue la Nochebuena y se perfeccione todo en la Navidad, ha de ser también de preparación, como hemos dicho arriba. Y es que nosotros no somos unos seres humanos sin raíz y sin meta sino que sabemos que la primera es Cristo, origen de nuestra fe católica y la segunda es el definitivo Reino de Dios, llamado Cielo a mejor palabra para definir lo que dura para siempre, siempre, siempre, como diría Santa Teresa de, precisamente, la vida eterna.
Debemos, por tanto, no confiar tanto en nuestras posibilidades sino darnos cuenta de que nada somos ni frente a Dios ni sin Dios. Por eso debemos echar mano abundante de ese hilo que nos une, fino pero hasta irrompible si queremos, al Todopoderoso: la oración. Y debemos dar gracias, primero y, luego, pedir lo que sea importante para nosotros ahora mismo, cuando estamos esperando que nazca Quien todo lo va a dar por nosotros. Y eso bien que lo sabemos.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Cristo, que está aquí, vuelve a venir…
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.